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Ni una más.

Esa noche... Regreso al lugar del que salí.

Las chicas bailando y arrojando las pocas prendas que tenían encima, otras servían tragos vestidas de conejitas, zorritas y perras.
Hombres drogados y  ebrios llenos de dinero, excitados con los ejemplares cuerpos de éstas.

Entré gritos y jadeos caminaba con mis guardaespaldas detrás y mi whisky en la mano derecha... Caminando sensualmente dejando que todos los recuerdos me llevaran sobre sus manos llenandome de odio y sed de venganza.
Me convertí en una de las mujeres más poderosas y ricas de México.

"Y ahora... Nadie puede detenerme".

—¡Alejandra!.- dijo Arturo sorprendido al verme.—Me sorprende en lo que te has convertido.

—Gracias, pero no vengo precisamente a charlar.

Miró detrás de mí, y contó a mis hombres.

—Si, ya veo.- alzó una ceja.—¿Quieres problemas?.

—Por supuesto que no.- sonreí.- Vengo a agradecerte en lo que me has convertido... Si no me hubieras vendido no tendría todo éste poder ahora...

—Ya veo... Entonces.—Se acercó a mi oído y susurró.—Abre las piernas, hermosa...

Le estrellé el trajo en la mejilla.— He sido amenazada... ¡Metiste a mi familia en ésto bastardo!

Los guardaespaldas de él me apuntaron y los míos a los de ellos.

En su mayoria , las personas no se daban cuenta de lo que ocurría a su alrededor... Todos se caían de ebrios.

—¿Creés que no sé de lo que fuiste capaz?.- tomé un pedazo de vidrio y corté parte de su boca.
Mis guardaespaldas mataron a los contrarios.
Mientras se desangraba en el suelo bajé al sótano dónde al abrirlo encontré a muchas niñas, golpeadas, torturadas... violadas.

Tanto tiempo que pasaron en la oscuridad que al ver la luz de arriba posiblemente no recordarían mi rostro... No dejaría que las vendieran o incluso algo mucho peor.

—¡Alejandra!.- gritó con odio.

Las muchachas salieron, entre lágrimas y pobre estado de salud. Ordené que lo arrastrarán hasta su computadora. Dame la contraseña.

—¡No te daré ni put* !.- escupió a mi tacón.

—Diez.- miré a uno de mis guardaespaldas.Se acercó y le cortó un dedo de la mano derecha.

Los gritos dentro de su oficina no eran capaz de escucharse fuera.- ¡Eres una perra!

—La contraseña.- interrumpí.

Miré a otro chico.- Ocho.- se encaminó a él.

—Es "D8F12K15A18"

Ingresé la contraseña y accedió. Busqué archivos y encontré datos de las niñas que había secuestrado. Edades, sus localidades, familia entre otros datos. Imprimí un par de hojas y después borré absolutamente todo y reinicié el ordenador.

—Creeme que las volveré a encontrar..- reía.- y si no soy yo... Lo harán ellos.

Le mostré la hoja con las fotografías de sus hombres.-  ¿Ellos?.- me levanté y le dí un tiro a la cabeza.-Diez, encárgate de cada uno de ellos.- le entregué la hoja.- Y dale unos cuantos billetes a las chicas para que regresen a casa o comiencen una nueva vida.... Después quemen toda evidencia.

—Como usted ordene.

—Diez.- lo miré directamente.- Ni una palabra a Byron sobre ésto...

Miré a todos y todos asintieron.
Me retiré... Con la adrenalina al cien por ciento.  Las chicas me agradecieron y se marcharon.

Mientras salía los policías iban entrando.

—Señorita.- me saludó uno de ellos.- Que bueno que no le ha pasado nada.

—Gracias.- sonreí.

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