XXVII
Felix
-¿Qué estás haciendo? -Jisung subió la vista de su revista de modas y me miró con curiosidad.
Mirando el bol lleno de harina en mi mano y la espátula en la otra, le di me mejor mirada de "¿estás de broma?"
El rizado rió.
-Si, ya sé que estas "cocinando" -hizo comillas imaginarias con sus dedos-. La pregunta es: ¿Por qué lo estás haciendo? -miró con el ceño fruncido el desastre que había hecho en cinco minutos y reformuló-. ¿Por qué lo estas intentando?
-Porque tengo hambre. -respondí.
Volteándome, me trepé sobre la mesada para poder llegar al estante más alto, donde se encontraba el azúcar o al menos eso creía. No utilizaba mucho ese espacio de la casa, a decir verdad, era un asco cocinando, pero valía la pena intentarlo. Si no me salía bien, siempre podía utilizar a Jisung como conejillo de indias y pasarlo hacia el otro lado de la línea. De todas maneras, si seguía comportándose como el niño mimado que era, alguien haría el trabajo antes de que mi comida hiciera efecto en él.
Una vez tuve el paquete en mi mano, di un salto y caí sobre la punta de mis pies, haciendo un giro antes de terminar con una pose. Jisung rio entre dientes antes de comenzar a aplaudir como un niño pequeño mi gran hazaña.
-¿Vas a decirme porqué cocinas?
-Porque tengo hambre -sostuve-. Ya te lo dije.
-Felix, si tuvieses hambre ya habrías llamado a la pizzería o le hubieses pedido a tu abuela que te prepara algo -razonó-. Además del hecho de que, desde que tenemos ocho, no has puesto un pie en la cocina con la intención de utilizarla, ¿por qué lo haces ahora?
-¿Por qué me fastidias? -replique-. ¿Por qué rayos estas en mi casa? ¿Por qué diablos sigues aquí? ¿Por qué te aguanto? ¿Por qué soy tu amigo? Existen tantos "por qué" sin respuesta, Jisung, no le busques la quinta pata al gato.
-Esa ya se la encontraron. -aseguró. Rodé los ojos-. ¡En serio! Es un fenómeno el pobre bicho, pero tiene cinco patas, te lo juro.
-Pues no le busques el tercer ojo al cerdo, ¿quieres?
-¡Mi tía tiene uno de esos! -chilló.
-¿La de la granja?
-Si, esa. -asintió enfáticamente-. Es tan adorable, se llama Fatty.
-¿Tu tía?
-¡No, el cerdo! -me miró con el ceño fruncido-. Mi tía se llama... la tía que tiene la granja.
-¿No sabes cómo se llama tu tía? -lo miré alzando una ceja.
-Tengo cosas más importantes que recordar que el nombre de un familiar que usa botas de goma todo el año.
Dejo la revista sobre la isla finalmente y se acomodó en su banco, mirándome como si lo que hubiese dicho tuviera toda la coherencia del mundo. Mira que el niño era raro, aun no tenía ni idea de porque me juntaba con él.
-Trabaja en una granja, es obvio que tiene que usar botas de goma. -la defendí.
-Sí, pero eso no quiere decir que tenga que perder el estilo -aseguró-. ¿Acaso no has visto mis botas de goma?
-¿Hablas de las blancas con estampados de rosas que llevaste al viaje de fin de curso?
-¡Exacto! -asintió-. ¿Acaso no son cool?
Rodé los ojos mientras colocaba el azúcar en la mezcla que había hecho-. Si tú lo dices.
-Esa mujer no sabe nada de moda, no podemos compartir genes, me niego.
-No puedes... -sacudí la cabeza-. ¿Por qué estamos hablando de esto?
-Porque tu no quieres decirme cual fue el milagro que te ha traído a la cocina y puso esos benditos instrumentos en tus manos.
Lo ignoré, concentrándome en mezclar todos los ingredientes dentro del recipiente en su lugar. Ni en mil años admitiría el hecho de que quería cocinar algo para Hyunjin, mucho menos se lo diría al rizada boca floja que tenía por amigo. Hey, que aún tenía mi orgullo de hombre y conociendo a Jisung, seguramente comenzaría a burlarse de mi por ello.
Dí un salto hacia atrás y casi caigo sobre mi culo cuando Jisung apareció frente a mí. Llevaba un gorro negro con orejas de gato, de esos que tenían los guantes con forma de garras incluidos. Su camiseta, al contrario de lo usual, era de un simple blanco con unicornios negros por todos lados y unos desgastados jeans azules colgaban de sus caderas. Era extraño verlo tan... simple.
-¿Por qué estas vestido así? -pregunté.
-¿Así como? -miró hacia abajo, metiendo las manos en los guantes-. ¿Qué tiene de malo mi ropa?
-No lo sé, es tan... incolora -negué-. No es para nada tu estilo.
Rascó su barbilla con una de sus garras y miró hacia la ventana, sus ojos claros perdiendo algo de brillo mientras parecía estar pensando en algo. Al final, me dedicó un intento de sonrisa y sacudió la cabeza.
-¿Por qué habría de decírtelo si tu no quieres decirme porque haces esto?
Dejando el recipiente sobre mesada, observé con atención al castaño. Ahora que lo miraba con cuidado, muchas cosas que había pasado por alto saltaron a la vista. La primera era que el esmalte de sus uñas había desaparecido, al igual que el sutil maquillaje que usaba. Sus labios no habían perdido el color sandia que tanto lo caracterizaba, pero se notaba que no llevaba el labial salmón que le había regalado en su cumpleaños y que adoraba. La ropa era la mayor pista, pero cuando me acerqué y jalé las orejas de su gorro, la falta de sus bien definidos rizos me sorprendió.
-Jisung, ¿qué le paso a tus rizos? -musité.
Jisung tenia rizos naturales, pero como él siempre decía, estos necesitaban cierto tratamiento al despertar para verse esponjosos. Ahora, eran solo un montón de cabello ondeado y desordenado bajo el gorro de gatito.
-No tuve tiempo de arreglarme. -contestó rápidamente.
Las palabras habían salido demasiado rápidas para mi gusto. El habla de Jisung era una tortura generalmente pero cuando se ponía nervioso las palabras salían bastante fluidas y con velocidad.
-Han. -pedí nuevamente.
-Te lo digo si tú me dices porqué cocinas.
-Eso es chantaje -me quejé, pero la falta de luz que estaba viendo en él me preocupaba así que decidí que podía dejar mi orgullo a un lado por un segundo. Suspiré-. Bien, te lo diré, pero dime lo que te sucede primero.
-El abuelo está de visita. -soltó-. Ahora dime porqué cocinas.
-Espera, ¿qué? -lo detuve con gesto de mano-. ¿Tu abuelo está aquí? ¿El imbécil homofóbico?
-Si, él se está quedando en casa por unos días -se movió nervioso, jugando con las garras de su gorra-. Mamá me pidió que bajara mis niveles de arcoíris hasta que se vaya.
-Ya veo. -asentí.
Han Seung-woo era una gran y arrugada molestia. Lo había conocido durante una navidad, cuando Jisung me había invitado a cenar en su casa. El viejo era un hijo de perra con todas las letras, un ex-militar que creía que todo el mundo debía hacerle caso. Amargado, viejo y solitario, esas palabras lo describían a la perfección. Por desgracia Jisung era todo lo contrario, al parecer esto molestaba al tipo y trataba al rizado peor que a un perro callejero.
Pero yo no podía hacer nada por defenderlo, era su familia. Lo que si podía era distraerlo mientras estuviese en mi casa, hacerlo mejor para cuando tuviese que volver a sufrir la ira de su abuelo.
-¿Por qué no vas a buscar el rizador de Miyeon? -pedí, apretando los labios un segundo y arrepintiéndome por lo que estaba a punto de decir-. Puedes hacerme rizos si eso te levanta el ánimo.
-¿En serio? -sus ojos quedaron enormes en su rostro, emocionado.
Oh dios, ya estaba arrepintiéndome, pero la tristeza que podía ver en su rostro me estaba matando. Jisung era como mi hermano, no podía simplemente ignorarlo. Por desgracia, el chico tenía una especie de fijación con hacerle rizos a todo el mundo. Una vez me había atrapado dormido y había rizado la mitad de mi cabello. Ahora al menos podía hacerlo en toda mi cabeza y no parecería loco.
-Si, seguro. -acepte.
-¡Genial, genial, genial! -chilló mientras saltaba, una sonrisa de gomita adornado su rostro-. ¿Puedo maquillarte?
-No abuses.
Puso mala cara por uno segundo antes de que su sonrisa volviera-. Bien. -se quitó el gorrito y lo puso en mi cabeza-. Cuídame esto, a él no le gusta que lo use.
-Ve a buscar el rizador. -lo empuje hacia la puerta mientras me giraba hacia el recipiente de mezcla.
-Espera -se detuvo en el marco de la misma-. No me dijiste porqué estas cocinando.
Mierda, pensé que había podido librarme de la pregunta. Haciendo una mueca, comencé a colocar los demás ingredientes.-. Haré brownies para Hyunjin.
-¿Para Hyunjin?
-Si.
Se quedó en silencio por unos minutos y llegue a pensar que se había ido, hasta que volvió a hablar-. ¿Estás seguro de que no quieres que te maquille? Las amas de casa por lo general usan al menos labial.
-Donde no te vayas en este instante, te meto en el horno junto a los brownies. -gruñí, mirándolo sobre mi hombro justo a tiempo para verlo salir corriendo de la cocina, riendo todo el camino.
Brazos enfundados en una chaqueta de cuero rodearon mi cintura y me jalaron, pegando mi espalda a un cálido cuerpo. Aliento caliente cayó sobre mi oído y estaba a punto de gritar cuando la persona hablo-. Brownies para mí, ¿eh? No me dijiste que sabias cocinar, piccolo.
-Hyun... -suspiré, apoyándome en su pecho para poder mirarlo sobre mi hombro-. ¿Cómo entraste?
-No debes dejar las ventanas abiertas -rió -. Gente pervertida podría meterse por ellas e intentar llevarse tu inocencia.
-Oh pobre de mi -reí-. Creo que necesito que alguien cuide de mí, entonces.
-Lástima, no hay nadie aquí para defenderte de mis perversas intenciones -sonriendo, me giró y aparto las cosas que había estado usando antes de subirme a la mesada y colarse entre mis piernas-. ¿Estás solo?
-Uh-uh -asentí-. San llevó a la abuela y a tía Sunmi a hacer las compras. ¿Por qué?
-Porque tengo ideas -movió sus cejas antes de hundir su rostro en mi cuello, haciéndome temblar.
-¿Qué tipo de ideas? -gemí cuando mordió mi piel.
-Ideas pervertidas.
Sentí sus manos acariciando mis muslos, haciendo su camino hacia el bulto que comenzaba a formarse en mi entrepierna. Sus manos se detuvieron y su cabeza se apartó lo suficiente para poder mirar hacia abajo, copié su acción y no pude evitar reír.
Hyunjin había encontrado los guantes con forma de garritas que habían quedado sobre mi regazo y los miraba como si fuesen alienas. Su mirada subió y al parecer, logró notar las orejitas de gato que sobresalían de mi cabello.
-Oh dios -susurró, una sonrisa burlona apareciendo en sus labios-. Estoy a punto de abusar del Gato Felix.
Hyunjin
Me alejé de Felix en el momento justo que el chico arrojo un manotazo en mi dirección. Simplemente no podía parar de reír. El niño era demasiado tierno con esas orejitas de gato y yo queriendo manosearlo. La situación era cómica, al menos lo era para mí.
Observé con atención como Felix se colocaba los guantes con formas de garras y las batía en mi dirección, gruñendo-. Gatito Felix para tí, pantera sigilosa.
El niño no podía ser más tierno porque sería ilegal, eso seguro. Mi vida había cambiado tanto gracias a él, estaba agradecido de que hubiese aparecido en mi vida.
Sonriendo, decidí seguirle el juego.
-Haz herido mis sentimientos, pequeño gatito.
-Oh, pobre pantera -puso las garritas sobre su pecho-. Si te acercas, te daré un gran abrazo para curarlos.
-¿Cómo sé que no es un engaño para rasguñarme?
-Oh, ahora eres tu quien ha herido mis sentimientos.
Acercándome a él, lo rodee con mis brazos y lo eleve. El niño se enredó a mi alrededor al instante-. Jamás he querido lastimar tus sentimientos, mi pequeño gatito.
-¿Quién ha dicho que soy de tu propiedad? -elevó una ceja.
-El hecho de que tengo largas y filosas zarpas que destrozarán a cualquier otro. -me jacté.
-Que pantera más egocéntrica. -sonrió, mirándome a los ojos.
-No soy egocéntrico -negué-. Mi universo no gira a mi alrededor, si no que un pequeño gatito se ha vuelto mi centro.
-¿Ah sí? -su sonrisa se hizo más luminosa mientras me miraba-. Que gatito más suertudo.
-¿Tú crees?
Asintió, frunciendo la naricita-. Hasta siento celos de ese gatito.
-¿Por qué es eso? -elevé una ceja-. Tú mismo has dicho que no eres de mi propiedad, entonces yo tampoco soy de la tuya.
-Yo también tengo garras, pantera -me enseño los guantes-. Tú me perteneces, y destrozaré a ese gatito.
Reí entre dientes, acercándome a su boca para dejar un suave beso-. Pues que suerte entonces que el único en mi vida es el gatito que tengo en mis brazos.
-Más te vale. -río rodeándome con sus brazos y uniendo nuestros labios.
Lo abracé más cerca, pegando su cuerpo a mi totalmente mientras sentía los guantes acariciando mi cabello suavemente.
La luz de un flash logró que me separara del niño justo a tiempo para ver a Jisung bajar la cámara de su rostro, sonriendo como bobo-. Ustedes dos son la cosa más tierna del mundo. -aseguró. En la otra mano llevaba una caja rosa, la cual agito hacia nosotros-. Les haré rizos a ambos, rizos para todo el mundo.
-Dime que esta de broma. -susurré hacia Felix, quién solo rio mientras besaba mi mejilla.
-Eso te pasa por colarte por las ventanas e intentar abusar de inocentes gatitos.
Espero hayan captado la referencia del gato >:
🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂
ㅡ B Y B Y
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro