XXIV
Hyunjin
—¿Con cuantas personas te has acostado?
La pregunta sorpresiva de Felix casi hace que caiga de la cama. ¡Joder con el niño y sus demasiado directas cuestiones! Su cabeza subió de la almohada, donde había tenido el rostro enterrado y me miró con expectación, en espera de una respuesta. El niño me había obligado a levantar mi perezoso culo, limpiar mi habitación y darme una necesitada ducha. Cuando había salido del baño, lo había encontrado acurrucado en mi cama y no había resistido el impulso de acostarme a su lado.
No tenía ni idea de cómo el chico había pasado de estar durmiendo a cuestionarse mi vida sexual.
—¿Por qué rayos quieres saber eso? —musite extrañado.
Sus mejillas se colorearon y bajo el rostro a la almohada, negando con la cabeza—. Olvídalo.
—Sí, eso no va a suceder —enredé mi brazo en su cintura y lo jalé, acercándolo—. Puedes decirme cualquier cosa, piccolo. ¿Por qué estas interesado en saber eso?
Sus ojitos verdes me miraron bajo su suave flequillo, sus mejillas tan rojas como manzanitas.
—Yo... —trago—. Yo quiero saber a qué me estoy enfrentando.
—¿Eh?
—Es vergonzoso, Hyunjin, déjalo. —la última palabra se ahogó en la tela de la almohada.
Reí entre dientes—. No, no voy a dejarlo pasar, cariño —lo giré—. Dime a que te refieres.
—Es que, yo jamás he estado con nadie —su rostro se coloreó aún más si eso era posible—. Y quiero ser bueno para ti, pero tú has tenido tantos amantes antes, Hyunjin —se mordió el labio, posando su mirada en mi pecho—. ¿Qué pasa si lo hago mal?
Subí su barbilla con mis dedos, obligándolo a mirarme.
—Primero que nada, ¿por qué estás pensando en ello ahora? Me has dicho desde que nos conocimos que no te acostarías conmigo.
—Sí, pero... si yo soy bueno para ti, en eso, tu no me dejarás, ¿verdad?
Sus ojos eran enormes en su pequeño rostro y llenos de una fragilidad e inocencia que no me había dado cuenta de que Felix poseía. Si, era joven pero el niño se defendía tan bien que había olvidado la dulzura de la adolescencia, la ignorancia ante la vida misma. Yo había recorrido más camino que el que mi edad me permitía, pero Lix, él recién estaba comenzando a conocer lo que es una relación y los sentimientos y obligaciones que esta conlleva.
Enroscando mis brazos a su alrededor, lo jalé a mi pecho. Levantando la cabeza, beso mi barbilla y me miró.
—No voy a mentirte y decirte que no quiero tener sexo contigo, porque créeme, he tenido muchos sueños respectivos a ello —acepte—. Pero no quiero que tú te entregues a mí solo porque temes que te deje. Bebé, ni, aunque la casa saliera volando como en el Mago de Oz te dejaría ir.
—¿En serio?
Asentí. Su rostro se ilumino, pero me di cuenta de que aún no estaba muy convencido de mis palabras.
Suspiré.
—Ven aquí, piccolo —sentándome contra el cabecero, lo jale hasta que estuvo sentado a horcajadas sobre mis piernas. Nuestros rostros a la misma altura—. ¿Sabías que las golondrinas se emparejan de por vida?
Me miró totalmente confundido, pero negó—. No lo sabía.
—Pues lo hacen —afirmé—. Ellas viajan miles de kilómetros para encontrar una pareja y cortejarla. Y luego de que la toman, jamás se separan.
—Eso es lindo.
—Yo también lo creo —sonreí, besando su mejilla—. Nosotros seremos como las golondrinas, Felix. He viajado mucho en esta vida, en todos los sentidos, pero creo haber encontrado mi pareja en ti. Y no necesito que me enseñes tu plumaje para elegirte. Yo soy quien debo demostrarte que valgo el riesgo, ¿entiendes? Mientras me quieras, aquí estaré. No necesito ninguna otra muestra, porque ya soy adicto a ti y no hay manera de que te deje ir.
—¿Hablas en serio?
Asentí, ganándome una gran sonrisa de su parte.
—¿Y qué hacen las golondrinas para emparejarse?
Maldición con el niño, no me dejaba pasar una.
—Bueno, ellas... se dan besitos. —mentí.
Se acercó y rozó nuestras narices, en un besito de esquimal—. ¿Así?
—Creo que nosotros podemos usar nuestros labios.
Rio. Acercandose nuevamente, dejo un beso en la punta de mi nariz y se hizo para atrás, mirándome a los ojos—. ¿Así está bien?
—Nop —negué—. Yo te enseño como lo hacen.
Ni siquiera lo dejé responder antes de girarlo sobre la cama y colocarme sobre él. Su suave y lacio cabello castaño se desparramo por la almohada. Acercándome, uní nuestros labios suavemente. Corriente eléctrica, como ondas de fuego recorrieron mi cuerpo directo hacia mi entrepierna. Era increíble lo rápido que me ponía en marcha cuando tenía a Felix en mis brazos. El chico era como un bote de viagra entero para mí.
El castaño se removió debajo de mi cuerpo mientras mordía sus suaves labios. Su desesperación era palpable, y me asombraba lo agitado que el niño lograba ponerse bajo mi toque. Un simple beso y Felix se derretía, tan suave y dulce, se rendía totalmente en mis brazos dándome el poder de hacerle lo que quisiera. Enseñarle todo lo que sabía.
Separándome de sus labios, observé sus ojos brillantes mirándome con tal admiración y confianza que, si hubiese estado de pie, habría caído de rodillas ante tal muestra. El chico sería mi muerte, lo confirme cuando abrió la boca.
—¿Me tomarás ahora? —susurró—. ¿Cómo las golondrinas?
—Sabes lo que me estas pidiendo, ¿verdad?
Asintió suavemente—. No soy tonto, Hyunjin, sé lo que ellas hacen —sonrió—. ¿Prometes que seremos como las golondrinas?
—Lo prometo, piccolo.
—Entonces tómame como tu pareja, Hyun.
Si, definitivamente el chico pretendía matarme, solo encontraba esa explicación plausible. Besándolo nuevamente, me deleite con el dulce sabor que sus inocentes labios destilaban. Felix era intoxicante, mi propia droga privada. Mi dulce adicción.
Su delgado cuerpo se arqueo contra el mío cuando bajé por su barbilla, humedeciendo su piel a mi paso antes de dejar un pequeño mordisco en su cuello. Jadeó suavemente, sorprendido ante la aparición de mis dientes. Una risita sin aire escapo de mis labios y sentí su manito golpeando mi cabeza en castigo.
En un movimiento rápido, quite su camiseta y observé el pecho recién descubierto. Su piel brillaba dorada bajo los suaves rayos del sol que se colaban por mi ventana. Sus pequeños pezones de un rosa oscuro, se endurecieron como pequeñas piedritas cuando la brisa fría soplo sobre ellos. Felix me miró expectante mientras observaba su cuerpo, pequeño, pero perfectamente definido, no pude evitar pasar mis manos sobre su suave piel de porcelana. La piel de gallina le siguió a mi tacto y Felix se estremeció cuando besé su pecho suavemente.
—¿Estás bien? —susurré.
Asintió suavemente, aunque su mirada era totalmente vacilante. Subiendo besos por su pecho, llegue a su boca, besándolo suavemente mientras pasaba mis manos tranquilamente por sus brazos, en un gesto tranquilizante. No quería que Felix se asustara o estuviese tenso, lo quería tranquilo y listo para mí.
Tomando sus muñecas, subí sus manos sobre su cabeza lo más suave que pude. El niño se aferró a la almohada en cuanto sus dedos tocaron la tela, logrando que sonriera mientras me alejaba de sus labios rojos e hinchados por los besos. Bajando mis manos nuevamente, dejé suaves toques por la piel de sus costillas hasta llegar al elástico de sus pantalones de chándal y nuevamente hacia arriba.
—Estás más tenso que una cuerda de guitarra, bebé —susurré—. Tranquilízate.
—No puedo. —se quejo—. En este momento soy muy consciente de que me estás tocando y de que me verás desnudo y que me estas tocando en lugares que nadie más toco y que...
Cubrí su boca con mi mano, sonriéndole—. Respira, piccolo, no quiero que te desmayes.
—Lo siento. —susurró cuando lo libere.
Besé su barbilla antes de pasar a su nariz y finalmente a sus labios. Gimió en protesta cuando lo único que hice fue dejar apoyados nuestros labios unos segundos. Riendo entre dientes, me aleje y me pare a un lado de la cama, dándole la espalda.
—Sube sobre mi espalda, piccolo.
—¿Eh?
—Que subas. —repetí.
—¿Para qué?
—Confía en mi —pedí haciendo un gesto con mis manos—. Sube.
Felix rodó los ojos y gateo por la cama hasta que se prendió a mi espalda como un monito. Acomodando su liviano peso, hice una mueca.
—Estas muy delgado —me queje—. Necesitas comida.
—Soy un bailarín, dah —me recordó—. Se supone que sea liviano.
—Pues no me parece —negué, tomando los materiales y caminando hacia la puerta—. A partir de mañana com5enzaras a comer la comida militar de Changbin. Eso te dará un par de kilos extras.
—¿Me quieres engordar?
—Sip. —acepte—. Quiero verte rellenito.
Eso me hizo ganarme una risita tonta de su parte. Caminando por el pasillo, hacia la parte de la casa que casi no era utilizada, dí un par de vueltas y subí las ultimas escaleras, hasta que llegué a la puerta que quería. Sabía que a Felix iba a encantarle esa habitación. A mí me gustaba por lo que siempre lo mantenía muy bien arreglado, aunque solo yo era quién entraba allí.
El solárium era enorme. De forma hexagonal, sus paredes y techo eran totalmente de cristal, por lo que estaba totalmente iluminado con la luz del sol. Piso de madera oscura y almohadones y mantas de todos colores amontonados en el centro. El solárium había sido construido como un tercer piso, escondido sobre la casa. Mamá y sus gustos extravagantes, ¿recuerdan?
—Wow —Felix se escurrió por mi espalda hasta quedar en sus pies y entro a la habitación con la boca abierta, mirando en todas direcciones—. ¡Esto es genial!
—Sabía que te gustaría —corriendo hacia él, lo tome en brazos al estilo princesa y deje un sonoro beso en su boca, arrancándole una risa—. Soy malo con el romanticismo, así que tenme paciencia.
—No quiero romance —giró los ojos—. Te quiero a ti, en todo tu esplendor.
—¿Seguro?
—Sip.
Caminado hasta las almohadas, lo deje sobre sus pies y lo despoje de las pocas prendas que le quedaban, dejándolo totalmente expuesto a mi mirada. Parándome frente a él, acaricié suavemente su pecho con mis nudillos mientras besaba sus mejillas, parpados, nariz y boca. Mis manos se deslizaron por su delgado cuerpo, la piel sin fallas era como seda bajo mis dedos.
Rodeando su cintura con mi brazo, lo lleve hasta que quedo recostado sobre las almohadas. Besé su cuello y pecho, dejando marcas con mis dientes. Me gustaban dejar chupones, lo acepto, pero verlos en Felix era mil veces mejor. Mis labios se deslizaron por su pecho hacia su abdomen, mordisqueando su ombligo cuando llegue allí.
Su pene golpeó mi mentón cuando llegué a su entrepierna, las gotas de presemen brillando en la punta rosa oscura del mismo me tentó a sacar la lengua y probar. Amargo y salado, el sabor inundo mi boca. Felix gimió fuerte cuando lo tome en mi boca. Por lo general no era yo quien hacía las mamadas, si no que alguien me las hacía a mí, pero bien podía recordar mis pocas experiencias y darle un buen momento al niño.
Tomando todo lo que podía dentro de mi boca, me moví de arriba abajo sobre su miembro. Sintiendo la dureza como el acero, forrada con piel suave como la seda, deslizándose sobre mi lengua y una y otra vez. Para ese momento Felix ya estaba hecho un lío de gemidos y jadeos, aferrándose a mí, las almohadas detrás de él mientras intentaba alzar las caderas hacia mi boca. Sosteniéndolo quieto, me moví más rápido, controlando su estado gracias a su respiración.
—H-hyunjin. —tartamudeo.
Mirándolo entre mis pestañas, le di un guiño mientras humedecía mis dedos con el lubricante y buscaba su pequeño agujero, girando mi dedo sobre el mismo en círculos antes de apretar suavemente. Mi dedo se deslizo hasta la mitad dentro de su cuerpo y Felix tembló en mi boca, estaba demasiado cerca y tenía toda la intención de empujarlo por el barranco. Sacando y metiendo el dedo, logré que entrara todo antes de sumar un segundo dedo y buscar su punto dulce. Supe que lo había encontrado cuando Felix hechó su cabeza hacia atrás, gritando mientras su dulce corrida inundaba mi boca.
Quitando mis dedos de él, coloque rápidamente un condón sobre mi erección y la coloque abundante lubricante, en un intento de no hacerle daño a Felix. Subiendo por su abdomen, bese cada pequeño trozo de piel, mordisqueando sus pezones en el camino hasta que llegue a su boca.
Besándolo nuevamente, tomé su miembro en mi mano y comencé a masajearlo, en un intento de que volviera a endurecerse. Me separé de su boca y jadeó.
—¿Listo para mí, piccolo?
Asintió suavemente, el miedo visible en sus ojitos. Besando sus ojitos, guie mi miembro a su entrada y empuje suavemente mientras acariciaba su cuerpo con mi mano libre. Introduciéndome dentro de su cuerpo, observé con detenimiento sus facciones buscando cualquier molestia y deteniéndome con cada mueca de incomodidad. Luego un rato de cruel tortura, logré estar totalmente dentro de su cuerpo por lo que me detuve.
—¿Ya? —susurró.
—Ya. —asentí con una sonrisa mientras apoyaba mi frente en la suya y entrelazaba nuestras manos sobre su cabeza—. ¿Puedo moverme, piccolo?
Felix me miró por unos segundos antes de que asintiera. Los primeros empujes me dieron como resultado muecas y jadeos, pero luego de una ronda, el niño comenzó a gemir y a empujarse contra mí. Lix era tan estrecho, el fuego corría por mis venas con cada embestida, cada jadeo y cada gemido que mi pequeño soltaba. Dios, había sabido desde un principio que cuando lo hiciera con Felix seria genial, pero esto superaba mis expectativas.
Los rayos del sol calentaron nuestra piel mientras lo hacía mío dulcemente. Mis labios su pegaron a los míos. Mi chico subió las piernas y las enredo en mi cintura. Mi ritmo comenzó a aumentar al mismo tiempo que la ansiedad de ambos por llegar. Pegué mi boca a su oído, mientras gruñía.
—Vi amo tutti la mía vitta... —gruñí en su oído, mi ritmo aumentando—...come rondini.*
Felix hechó la cabeza hacia atrás en ese momento y un gemido ahogado salió de sus labios cuando llenó nuestros pechos con su liberación. Sus músculos internos apretaron mi erección llevándome directamente al éxtasis.
—Te amo para toda la vida... —susurró Felix—... como las golondrinas.
*Te amo para toda la vida, como las golondrinas.
UN APLAUSO PARA ESTA PAREJA QUE ESTÁ ENAMORADAAA
🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂
ㅡ B Y B Y
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