VII
Felix
—Hey, cariño, pensé que ya te habías marchado a la academia. —la abuela sonrió mientras dejaba una taza de té sobre la mesa frente a mi y se sentaba en una silla cercana.
No contesté. Tomando un sorbo de la dulce bebida, dejé caer la cabeza hacia atrás y disfruté de la suave brisa mañanera acariciando mi rostro y jugando con mi cabello. Amaba sentarme en las sillas que se encontraban en el jardín trasero. El juego de sillas y mesa, de acero, había sido rescatado por mi tía en una subasta y la misma lo había ubicado debajo del único árbol lo suficientemente grande como para darle sombra.
A pesar de que el mismo había sido colocado allí hacia años, yo parecía ser el único que lo usaba frecuentemente. Me gustaba sentarme en una de las sillas y dejar mis pensamientos vagar. Era tranquilizador escuchar el mundo tomar vida mientras el sol calentaba mi piel con sus primeros rayos.
—¿Que está pasando por esa cabecita? —la voz de la abuela era dulce y suave, y cuando la miré me estaba dedicando una sonrisa cariñosa mientras acurrucaba sus dedos alrededor de su propia taza de té.
—¿Como sabes que tengo algo en mente?
—Conozco esa expresión —me miró con ternura—. Es la misma expresión que tu mamá ponía cuando estaba pensando muy duro en algo, tu eres exactamente igual a ella en ese aspecto.
Sonreí—. Me hubiese gustado conocerla.
—Estoy segura de que ella estaría muy orgullosa de ti, de ambos —aseguró—. Pero tu, eres su viva imagen cuando tenia tu edad.
—No sé como me hace sentir eso —tomé un sorbo de té—. ¿Qué tan malo es que te comparen con tu madre cuando eres un chico?
Eso logró que ella riera entre dientes—. No tiene nada de malo —dijo—. Tú puedes ser tan delicado como un colibrí pero hasta ellos tienen un alma fuerte, luchadora.
—¿Que tan fuerte hay que ser para salvar a una persona de su propio infierno? —musité, más para mi que para ella. Recordando las palabras de Hyunjin, por teléfono, la noche anterior.
—Demasiado —aceptó—. Pero eso no lo hace imposible.
—¿Ni aunque esa persona haya perdido todas las esperanzas de salvarse?
Ella me sonrió—. Siempre pueden nacer nuevas esperanzas, cariño, solo debes saber que semillas arrojar para hacerlas crecer.
—No estoy seguro de si debo intervenir.
—Supongo que primero debes descubrir si el riesgo vale la pena, ¿no te parece? —sus ojos grises me miraron con curiosidad.
—Temo perderme a mi mismo por una fantasía, abuela —miré a mi taza—. Tengo tantas esperanzas por el cuento perfecto que temo equivocarme y hundirme en algo de lo que luego no pueda salir.
Me examino por unos segundos, como si estuviese buscando algo antes de sonreír—. Problemas con cupido, ¿eh? —elevó una ceja, burlona—. El amor es la cosa más engañosa con la que tropezaras en la vida, cariño, te equivocaras muchas veces pero nunca debes dar un paso a un lado solo por miedo a cometer un error o salir herido. Por que si no hay corazones rotos, entonces no hay amor verdadero.
—Eso no tiene mucho sentido —suspiré—. Pero de todas maneras no es amor —me pase una mano por el rostro—. Es... complicado.
—Explícamelo.
—No sé si puedo.
—Inténtalo —. Presionó
—Juzgué a una persona por su apariencia y forma de vida —le dí un vistazo antes de mirar a la hierba que brillaba con gotas de rocío—. Pero ahora, esa persona, me mostró otra cara y estoy... confundido. Está sufriendo y quiero ayudarla pero temo salir herido de ello.
—No voy a darte el trillado discurso sobre lo tonto que es juzgar a un libro por su portada, porque eso tu ya te lo sabes —suspiró—. Pero a veces necesitas más de un vistazo para conocer a alguien, ¿no te parece? Luego puedes decidir si el riesgo vale la pena.
—¿Que quieres decir? —enrosque mis dedos alrededor de la taza—. No creo que ser su amigo sea una opción, él no es el tipo de persona que tiene amigos.
Hice una mueca, recordando las insinuaciones de Hyunjin. No era que el chico no tuviese amigos, si no que estaba empecinado en meterse en mis malditos pantalones lo que en esencia arruinaría una amistad tan rápido como un soplo a un castillo de naipes.
—Puedes intentarlo —aceptó y entonces esa sonrisa volvió—. Solo ten algo en mente, tesoro.
—¿Qué?
—A veces las sonrisas son mascaras que esconden una verdad dolorosa —se puso de pie y se acercó a mi, besando mi frente—. No te dejes engañar por ellas, mira más alla de eso, busca su verdadera esencia.
—¿Como hago eso?
—Tú sabes como. —aseguró.
La ví alejarse, pensando sus palabras mientras bebía mi té. Siempre habia sido del tipo de personas que no juzga a otra por su apariencia ni su forma de ser. Créanme que si fuese de ese modo jamás hubiese sido amigo del chico que se riza el cabello cada mañana. Creer que Hyunjin era solo una cascara vacía parecía haber sido un error inmenso pero suponía que dar un paso en su dirección también sería uno.
Estaba tan enredado como las luces de navidad en vísperas de fiestas.
Mi existencia era simplemente patética, en este momento estaba bordeando lo deprimente. Cerré los ojos nuevamente e intenté encontrar mi equilibrio, mi zona de paz se habia ido por el inodoro con solo una maldita llamada de dos minutos. ¿Como rayos existian personas capaces de mover tu mundo de una manera tan extrema con solo decirte dos palabras?
Mi celular vibró sobre la mesa frente a mi. Alcanzándolo, abrí la pantalla y miré el mensaje:
"Te llamé anoche? Por favor dime que no dije ninguna estupidez" "No tiendo a ser yo cuando estoy borracho".
Me mordí el labio unos segundos, decidiendo si contestarle o no. Mirando hacia el cielo, el cual estaba totalmente despejado, decidí que el riesgo podia ser mucho pero el miedo nunca me habia detenido antes. Ni cuando entré a una clase de ballet con cinco años y todos los chicos de mi escuela se rieron de mi por ello. Esto no sería diferente.
"Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Dijiste cosas bastante interesantes anoche"
"OMFG"
"Qué te dije?"
"¿Por qué te lo tendría que decir"?
"Porque tengo una resaca muy jodida y no me acuerdo de nada"
Me reí solo de solo imaginármelo, tirado en su cama mientras miraba la pantalla con un ojo cerrado.
"Como sabes que me llamaste si no te acuerdas?"
"Dah, por que tu numero esta en las llamadas realizadas. No te hagas el listillo y dime lo que te dije!"
"Invítame a un café y tal vez te diga algo."
Los mensajes se detuvieron abruptamente y antes de que me diera cuenta estaba mordisqueando la uña de mi dedo pulgar con nerviosismo. ¿Porque rayos esto me peonia nervioso? No era como si quisiera nada del tipo, solo sería su amigo e intentaría ayudarlo. Sería mi buena obra del año. Si, eso es lo que era, una buena obra con el malo motociclista.
El celular vibró en mi mano y me apresuré a abrir el mensaje:
"Estas invitándome a una cita? Acaso el mundo termina hoy y nadie me aviso?"
"Jódete. Olvida lo del café, eres un imbécil"
Dejando el teléfono sobre la mesa nuevamente, me concentré nuevamente en beber mi té mientras miraba el sol ascender por el horizonte.
—Imbécil, gigolo de cuarta —murmuré para mi mismo—. Y yo aquí, creyendo que había descubierto un alma sensible en un chico malo —rodee los ojos, que patético que se oía eso, maldición.
El teléfono volvió a sonar y le di una mirada por el rabillo del ojo. Otro sorbo del dulce liquido y no pude resistirme a alcanzar el aparato.
—No juzgues un libro por su portada —me repetí—. No juzgues al idiota por que se comporta como idiota
Abrí el mensaje:
"En dos horas, en el café de Joe. Es una cita, mio piccolo".
🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂
— B Y B Y
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro