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III

Felix

Mierda.

Básicamente, eso es lo que me llegaba hasta el cuello. Una enorme y putrefacta piscina de mierda. ¿Como rayos se me ocurrió contestarle así a un maldito motociclista, a un tipo del que se contaban historias que se usaban para molestar a los niños pequeños? Santo bebé Jesús, seguro iba a morir, me iban a matar en el primer callejón oscuro que cruzara y dejarían mi cuerpo tirado allí, entre la basura apestosa y las asquerosas ratas que se comerían mi piel. Seguro mi familia jamás sabría lo que había sucedido conmigo y...

Infiernos, ya comenzaba a sonar como Han. Debía dejar de juntarme con el chico, al parecer el dramatismo era contagioso.

Maldije por centésima vez el maldito libro de matemáticas que me había hecho tomar ese camino en primer lugar mientras alcanzaba mi teléfono celular y marcaba el numero de Jisung. No importaba si el chico estaba enojado conmigo, en cuanto le contara lo que había hecho seguramente dejaría de estarlo para poder patearme el culo sobre lo estúpido que habían sido mis actos.

—Creo que estoy en problemas —solté en cuanto respondió, sin darle tiempo alguno a decir algo.

—¿Que hiciste? —preguntó, su voz no tenia ni rastro de enfado, más bien parecía preocupado.

—¿Recuerdas que los Fire Spirit se reunen en el bar Luna Azul todas las tardes?

—Pues bien, al parecer también están en la mañana —miré a los lados antes de cruzar corriendo la calle. Pude escuchar una puerta abrirse y cerrarse del otro lado de la línea y supuse que Jisung había salido de la heladería a la que había ido con Yeji y Ryujin —. Y creo que hice enojar a uno.

—¿Como que hiciste enojar a uno de esos tipos? ¿Que hiciste? —pausa—. ¿Estas herido? Oh dios, ¿te golpearon?

—No, no me hicieron nada —lo tranquilicé—. Pero puede que haya llamado la atención de uno de ellos cuando pasé frente al bar y tal vez él se acerco a hablar conmigo-

—Oh mierda —me cortó.

—¿Que?

—El hecho de que hayas hablado con uno de ellos ya es malo de por si, Felix. No quiero ser malo pero tu no tienes filtro alguno —suspiró—. ¿Acaso no te sirvieron de nada todas esas historias que te he contado sobre ellos?

—Lo sé pero no fui yo quien se acercó, él vino hacia mi, ¿que se suponía que hiciera?

—No lo sé, ¿salir corriendo? ¿Cerrar esa gran bocota tuya y quedarte en silencio? Tantas posibilidades, Felix.

—No uses el sarcasmo conmigo, no te queda. —me queje—. ¿Que se supone que voy a hacer ahora, Sung? Debo pasar frente a ese bar todas las tardes, no hay modo de que los esquive.

—¿Disculparte?

—¿Esa es una opción? —musite esperanzado.

—No lo creo, ellos no se ven como el tipo de personas que aceptan disculpas. —se quedó callado por unos instantes—. Espera, ¿tu no vas a irte unos días a Chicago para el partido de San?

—Si, nos iremos mañana.

—Eso es —podía escuchar la sonrisa en su voz—. Para cuando vuelvas ellos ya lo habrán olvidado.

Lo dudaba realmente, tenia la impresión de que Mr. Gigolo no era del tipo de personas que olvidaban una cosa así.

Chicago nunca había sido de mi total agrado, no sabia si era el hecho de que era demasiado grande o la simple sensación de estar lejos de casa la que me mantenía al borde de la locura cada vez que visitábamos a San. Simplemente, me agradaba más estar en California, territorio conocido. Aunque con los últimos acontecimientos me estaba pensando lo de volver. Tal vez San tenía algún hueco donde podía vivir. Seguro en un mes seria una copia exacta del Gollum y repetiría sin cesar: Precioso, miiiio.

El autobús se detuvo en la terminal y mis pensamientos sobre convertirme en cualquier espécimen con problemas bipolares se esfumo en cuanto visualicé el cabello moreno, idéntico al mio, de San entre la gente. Tomando mi mochila del compartimiento sobre el asiento, me dirigí a la puerta en cuanto el vehículo se detuvo, siendo el primero en bajar.

—¡SAN! —chillé mientras corría hacia él.

Mi hermano se volteo en el momento justo en que llegaba a él y saltaba dentro de sus brazos. Su risa le siguió a sus brazos rodeándome, como una vieja canción que extrañabas escuchar pero que no recordabas. No podía creer que habían pasado meses desde la última vez que nos habíamos visto. A pesar de los cinco años de diferencia entre nosotros, siempre habíamos sido realmente unidos y cuando San se fue a la universidad había quedado básicamente destruido. Él era mi guía en la vida y lo necesitaba para saber que rayos estaba haciendo.

—Yo también te extrañe, Lix. —susurró, apretándome fuerte antes de dejarme sobre mis pies nuevamente.

Mirando hacia arriba, me encontré con sus ojos y sonreí. San tenia los rasgos fuertes de papá, su cabello y ojos eran un tono más oscuro que el mío y al contrario de mi cuerpo de bailarín, el de él era el clásico físico de un jugador de hockey. Mas fornido y más alto también, me veía como una copia femeneisada de él, básicamente.

La abuela y tía Sunmi se unieron a nosotros poco después y en ese momento fue cuando visualicé al chico rubio de pie aun lado de mi hermano. Mis ojos se deslizaron por su cuerpo sin ningún reparo, vamos, que la vergüenza era algo que yo no conocía. Del tipo surfista de Hollywood, cabello largo hasta los hombros en rastas y una sonrisa que prometía problemas, el tipo se alzaba hasta la misma altura de San.

—Hey, San, no me dijiste que tu hermanito era tan bonito.

Eso logró que mi hermano quitara la atención de lo que fuera que tía Sunmi estaba diciendo y nos mirara. Antes de que pudiera hacer nada, San había rodeado mi cintura con un brazo y apartado de la vista del chico antes de comenzar a gruñirse como un perro rabioso. ¿Omití el hecho de que mi hermano es un celoso de mierda? Bien, ahora lo saben. Si el chico pudiera meterme dentro de una maldita torre en el medio del bosque, a la mejor imitación de Rapuncel, lo haría. Estaría jodido si encontrara la forma de llevarlo a cabo, mi cabello no crecía muy rápido.

—Acércate a mi hermano y te arranco los ojos, Mike. —rodé los ojos mientras veía al pobre chico dándole alguna promesa de mierda sobre no tocarme un pelo.

Dios, estaba muy jodido si pretendía encontrar una pareja pronto. Tal vez Jisung estaba dispuesto a criar gatos conmigo, por que sí, si yo me quedaba soltero por culpa del idiota de mi hermano pensaba arrastrar a Han conmigo. ¿Eso no es la amistad verdadera? Juntos en lo bueno, en lo malo y en la soltería eterna.

—Bien, bulldog, tengo hambre, ¿así que podrías dejar de gruñirle al surfista y llevarnos a comer algo? — pregunté—. Se supone que es tu responsabilidad alimentarme.

—Claro, Lix. —me sonrió rodeándome con un brazo y arrastrándome con él, no sin antes darle una mala mirada a su amigo.

—¿Puedes dejar eso? —me queje.

—¿Lo qué?

—El modo Bulldog en el que entras cada vez que un chico se me acerca. —expliqué.

—Pero ellos te miran, Lix. —chilló—. Eres mi hermanito, ellos no deben mirarte de ese modo.

—Como si quisieran... ya sabes. —me miró y tuve que morderme el interior de la mejilla para no soltar una carcajada al ver la real angustia en sus ojos—. Eso es asqueroso.

—¿Estas consciente de que en algún momento voy a tener una pareja y vamos a hacer ese tipo de cosas? — pregunté suavemente mientras salíamos de la terminal.

—No.

—No vas a tener una pareja —sacudió la cabeza poniéndole énfasis—. Eres un bebé, tu no puedes hacer... esas cosas.

—Cumpliré dieciocho en un mes, San.

—Y yo compraré una escopeta pronto.

—¿Y que piensas hacer? ¿Disparar a cada chico que se me acerque?

—Claro que no —me miró como si fuera tonto—. Le dispararé a cada chico que siquiera respiré en tu dirección.

—Oh dios, va a ser un infierno conseguir un novio que te agrade.

—Lix, ni siquiera lo intentes, ningún chico será lo suficiente para ti ante mis ojos. —aseguró.

—¿Por qué?

—Porque tu eres la persona que más amo en el mundo y nadie jamás estará a tu nivel.

Lo miré con una media sonrisa mientras caminábamos a su departamento, el cual quedaba cerca de la terminal por suerte, ya que si no hubiésemos tenido que tomar un autobús.

—¿Por qué tu puedes tener novias y yo no? —me quejé.

—Ya te lo dije, eres un bebé —aseguró—. No puedes tener novio.

—Los chicos son igual a la popo —musitó —. Repite conmigo: Los chicos son iguales a la popo, no debo tocarlos.

—No voy a repetir esa mierda —chillé.

—Hey, cuida esa boca, enano. —haciendo una llave en mi cuello, paso sus nudillos sobre mi cabeza, logrando que comenzara a doler. Comencé a gritar—. ¡Repítelo!

—Púdrete —intenté zafarme pero ni mis mejores movimientos podían librar—. ¡San, suéltame ya!

—Repite la frase, Felix —rió—. Vamos, yo sé que puedes.

—¡No, déjame!

—Repitelo.

—Los chicos son iguales a la popo —reí—. ¿Contento?

—Mucho —me soltó—. Ahora, repite eso cada vez que uno se acerque y yo no esté cerca para dispararle con mi escopeta.

—Idiota. —murmuré con una sonrisa mientras comenzábamos a caminar nuevamente.

Por un momento, el rostro de Mr. Gigolo vino a mi mente. Esos bonitos ojos café con espesas pestañas y esa personalidad llena de confianza. ¿Cómo reaccionaria mi celoso hermano mayor si saliera con un chico como ese? La idea fue repentina y me sacudí como si tuviera hormigas corriendo por mi piel al darme cuenta de que había pensado eso. Ni en un millón de años tocará al imbécil engreído.


Gigolo: Prostituta, puta.

🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂

ㅡ B Y B Y

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