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I

Felix

Aquí vamos... otra vez.

Sentándome sobre los escalones de la puerta trasera, observé con una mueca, que quería convertirse en sonrisa, como tía Sunmi y la abuela peleaban sobre la posición de las rosas en el jardín. Hacían los mismo todos los días, hoy eran rosas, mañana seguramente claveles o jazmines. La abuela insistía en que quedarían más bonitas y presentables en el jardín delantero mientras que Sunmi aseguraba que el patio trasero les iba a dar más protección contra el clima. Realmente, me interesaba muy poco donde terminaban las malditas flores pero no era como si quisiera meterme dentro de la pelea cuando las mujeres tenían tijeras de podar en sus manos.

Enredando mis dedos en una alta hierba que crecía olvidada contra el escalón donde estaba sentado, la jale, arrancándola de raíz, antes de comenzar a picarla con mis uñas. El sol estaba asomándose por el horizonte lentamente, como si él tampoco estuviese preparado para presenciar la épica disputa que estaba teniendo lugar en el jardín. Pero al igual que yo, no tenia muchas opciones. Necesitaba dinero para tomar el autobús y tía Sunmi era quien había prometido dármelo, por lo que me tocaba esperar.

Por unos segundos me pregunté si el trabajar en una jodida tienda de antigüedades en verdad servía de algo. Mi cheque de sueldo llegaría a fin de mes por lo que la mayoría de las veces debía recurrir a mi tía u abuela para poder movilizarme ya que la mayor parte de mi sueldo se iba en las cosas necesarias para el ballet, dejándome con las manos vacías en solo un par de días.

-¡Felix! -mi nombre atravesó el aire como una flecha, logrando que diera un salto sobre mi trasero.

Tía Sunmi sacudió la mano hacia mi, viéndose como un dibujo animado con su gran sombrero de ala ancha con estampado de flores amarillas, viejos pantalones demasiado grandes para su delgadas caderas y la camiseta gris que seguramente había robado de la caja de donaciones que los vecinos dejaban frente a sus casas, porque estaba seguro de que era de hombre y no era mía. Su ancha sonrisa brilló bajo los primeros rayos del sol cuando me puse de pie y sacudí el polvo de mis jeans.

Sus ojos castaños idénticos a los míos brillaron cuando me acerqué. Su cabello rubio estaba atrapado en una coleta alta, dejando que los suaves rizos cayeran sobre su rostro de piel dorada. A pesar de sus cuarenta y tantos, Lee Sun-mi era capaz de lograr que muchas de esas modelos de alta costura se sintieran avergonzadas.

-¿Que haces despierto tan temprano, cariño? -preguntó, frunciendo sus oscuras cejas que contrastaban con su cabello.

-Quiero aprovechar el día para ir al estudio a practicar -miré con un el ceño fruncido como la abuela apuñalaba la tierra de una maceta, antes de volver a mirar a mi tía Sunmi haciendo una mueca-. Sabes que no me gusta tener que hacer esto, tía, pero mi cheque aún no ha llegado y debo tomar el autobús...

-...y yo te prometí darte el dinero necesario para eso. -terminó por mi-. Siento haberlo olvidado, Lix.

-Tu no te olvidas de la cabeza por que la tienes pegada al cuerpo. -susurró la abuela por lo bajo.

Intenté suprimir la sonrisa por el comentario pero la sensación del guante de podar de la tía Sunmi, impactando contra mi brazo, me dijo que no lo había logrado.

-Toma lo que necesites de mi bolso -señaló a la casa-. Está sobre el sofá de la sala.

-Gracias, tía Sunmi. -sonreí hacia ella mientras me volteaba para volver a la casa.

-Suerte con tu practica.

-¡Mueve bien ese culo, tesoro! -el color incendio mi rostro cuando la voz de mi abuela traspasó el patio.

-Abuela. -me queje, escuchando su risa mientras abría la puerta de malla y entraba a la casa.

Vivíamos a las afueras de California, en una pequeña casa de dos pisos que antes había pertenecido a mis padres. Los mismos habían muerto en un accidente de coche cuando yo apenas era un bebé por lo que ni siquiera los recordaba. Mi pequeña familia, conformada por mi abuela Hyuna, mi tía Sunmi y mi hermano mayor, San, habían hecho todo lo posible porque no los olvidara. A partir de fotos e historias los habían mantenido presentes pero no era como si realmente pudiera decir que los conocía.

Sabía que mi mamá era una de las mejores bailarinas de ballet de su época y que yo había heredado su talento natural para el baile. También sabia que mi sonrisa y el color de mi cabello eran iguales a los de mi papá aunque lo demás había sido cortesía de mi madre. Siempre había sido demasiado pequeño y delgado y con el pasar del tiempo sumado a los años de danza habían logrado que tuviera un cuerpo que rozaba demasiado en lo femenino. Por suerte vivíamos en una comunidad amable, donde los vecinos se conocían entre sí y nadie te juzgaba, sino mi infancia hubiese sido un infierno.

Mi teléfono comenzó a sonar dentro del bolsillo de mi jean mientras rebuscaba en la bolsa por la billetera de tía Sunmi. Atendiendo la llamada, lleve el aparato a mi oído sin mirar la pantalla.

-Estoy frente a la puerta, el timbre no funciona -la voz de Jisung se deslizó por el auricular-. ¿Me abres?

-Espera cinco minutos, ya voy de salida.

No esperé que me contestara, sino que corte y guarde el aparato en su lugar. No necesitaba mucho dinero por lo que solo tome lo necesario para el autobús antes de correr hacia la puerta principal haciéndome una nota mental de arreglar el timbre mientras la abría. La sonrisa brillante de Jisung me recibió al igual que el clásico sonido de música clásica que provenía de los auriculares que colgaban de su cuello.

Han Jisung había sido mi vecino y mejor amigo desde hace siete años, desde que se había mudado a la casa de al lado. Ambos compartíamos el mismo amor por el ballet, algo que sin duda nos había unido más que cualquier otra cosa. Jisung no podía ser más de unos cinco centímetros más alto que yo. También demasiado delgado y con expresión delicada, parecíamos haber sido hechos para que todo en nosotros gritara nuestra sexualidad, como si camináramos con un maldito cartel de neón sobre la cabeza.

Al contrario de mi,  Jisung abrazaba su lado femenino como nadie más. Los pantalones ajustados y el esmalte de uñas rosa en sus manos lo decían. Además del hecho de que estaba seguro de que usaba el rizador de su hermana Miyeon, pero aun no había logrado que lo admitiera, él seguía diciendo que sus rizos eran totalmente naturales.

-¿Estas listo? -preguntó.

Asentí mientras tomaba mi mochila de un lado de la puerta y salia de la casa, cerrando detrás de mi. La parada del autobús no quedaba muy lejos y el viaje tampoco era muy largo, ya que la escuela de danza quedaba en el centro de la ciudad y no estábamos muy alejados de él.

-Mañana es el penúltimo partido de la temporada -comenté en tono casual-. San nos envió entradas, ¿vienes?

Jisung arrugo la nariz mientras acomodaba su propia mochila mejor en su hombro y me miraba-. ¿Quieres que viaje durante dos horas enteras hasta Chicago solo para ver como tu hermano golpea un tonto disco con un palo mientras alardea sobre como puede mantenerse en equilibrio sobre unos malditos patines de hielo mientras yo, que debería poder hacerlo con gracia, no lo he logrado sin terminar sobre mi culo?

Pensé en ello un momento antes de asentir-. Si, básicamente es eso lo que te estoy pidiendo.

-No, gracias.

-Vamos, Sung, sabes que no va a ser lo mismo sin ti allí. -moví mis pestañas hacia él, intentando convencerlo.

-No me gusta el hockey, Felix -dijo-. Es un deporte estúpido y violento, además del hecho de que siempre me congelo el culo cuando asisto a esos partidos.

-Pero San va a jugar -me queje, aunque no funciono por lo que intente otra cosa-. Habrá chicos lindos.

-Si, pero envueltos en el tonto uniforme, no valen.

Bien, mierda, tenía un punto.

-¿Y si le pidiera a San que te presentara a alguno de sus amigos? -propuse.

Jisung se mordió la uña del pulgar, mirandome entre sus rizos antes de sacudir la cabeza-. No lo creo.

Lo miré extrañado-. ¿Que te sucede? Por lo general eres como una perra en celo cuando se trata de chicos.

-Ouch, eso dolió -se quejo-. Y no quiero. Si esa es la imagen que tienes de mi, no quiero saber lo que piensan los demás.

-Los demás piensan que eres una zorra fácil. -solté sin pensar.

Los ojos de Jisung se llenaron de lagrimas y maldije por lo bajo cuando el chico salió corriendo. Mierda, mi día no había comenzado demasiado bien.

-Perfecto, Felix -sonrió Mr. Dougge cuando terminaba la pirueta con un movimiento fluido-. Como siempre, increíble.

-Gracias. -susurré.

Volteandome, me apuré a colocarme entre los demás a la espera que el siguiente alumno hiciera la pequeña demostración. Jisung aun no me dirigía la palabra y eso me tenia nervioso. El chico había empleado la ley del hielo conmigo, todo el camino a la academia y aun después de que Mr. Dougge nos colocara juntos para hacer los ejercicios de calentamiento el chico siguió sin decir ni pío. Me molestaba y a la vez me hacia sentir culpable. Todos los que me conocían sabían bien que mi cerebro y boca tenían vía directa, sin filtro o segundo pensamiento.

Llegando a mi mochila, saque la botella de agua que habia guardado allí y me la lleve a los labios, sintiendo el fresco liquido eliminando un poco del cansancio de mi cuerpo. La clase estaba a punto de terminar, gracias a dios, porque si teniaque hacer algo más seguro caeria rendido en el centro del salón.

-Hey, Felix. - Yeji se acercó a mi con una sonrisa. Su largo cabello negro se encontraba enroscado en un perfecto moño sobre su cabello y sus labios brillaban por el labial rosa chicle que Jisung le había obsequiado para su cumpleaños-. Ryujin y yo iremos a comer un helado luego de salir, ¿te gustaría acompañarnos?

Sacudí la cabeza lentamente mientras lamia mis labios, eliminando la humedad-. Lo siento pero no puedo.

-No me digas que vas a quedarte a practicar. Te esfuerzas demasiado, Felix, vas a terminar enfermandote.

-Mi idea era esa pero no voy a poder -hice una mueca-. Olvidé mi libro de matemáticas por lo que debo volver por él y seguramente tenga el tiempo justo para llegar al instituto.

Ella me miró una momento, como si intentara comprender algo antes de soltar-. ¿Como rayos lo haces?

-¿Hacer que? -le di otro trago a la botella.

-Ser tan malditamente perfecto y aplicado -hizo un puchero-. ¿Seguro que no te gustan las chicas?- Me reí-. Lo siento, cariño, pero no me va bien manejando ese tipo de equipo.

-Bien -suspiró-. Pero si cambias de parecer, mis padres estarían encantados de tenerte en la familia.

Sonreí. Sabia de sobra que Yeji solo estaba bromeando, ella había dejado claro que yo no era su tipo, demasiado bonito y femenino para su gusto, pero le encantaba burlarse de como sus padres deseaban que algo sucediera entre nosotros. Los había conocido durante una presentación que la escuela había hecho por el día del medio ambiente y al parecer habían quedado encantados por mí, no tenia ni idea a que se debía. No era tan encantador, al contrario, era odioso y ácido hasta la médula.

-¿Sabes si Jisung tiene algo que hacer? -preguntó. Me encogí de hombros-. Ni idea, no me habla.

-Oh dios. ¿Ahora que le dijiste?

-¿Porque crees que le dije algo? -me queje-. Tal vez solo es su dramatismo actuando por él.

-Te conozco hace años, Felix -dijo-. Sé que se te fue la lengua, me gustaría saber que dijiste. Puse mala cara, antes de mirar la punta de mis zapatillas-. Puede que lo haya tratado de zorra.

-Ve a pedirle disculpas.

-Ya lo hice -murmuré-. Pero sigue sin hablarle.

-Ustedes dos se comportan peor que dos niñatas -se burló antes de mirar hacia el otro lado de la clase, directo a donde Jisung se encontraba-. Comprale algo bonito. Sung tiene debilidad por los obsequios, esmerate.

Mr. Dougge llamó la atención nuevamente hacia ella y Yeji se alejó, ondeando su mano sobre su hombro mientras caminaba hacia Jisung. La clase fue finalizada luego de una serie de explicaciones y felicitaciones antes de darnos vía libre para irnos. Cambiándome lo más rápido que pude, colgué mi mochila al hombro y me aseguré de que Jisung se iba con Yeji y Ryujin antes de correr fuera hacia la parada de autobús.

A diferencia de cuando íbamos, al regreso el autobús me dejaba un poco más lejos de mi casa. Por lo general caminaba ese trecho con Jisung saltando a mi lado y pegándose a cada escaparate que veía. Hoy debía caminar las cinco cuadras totalmente solo, lo que me tenia bastante nervioso ya que tenia que pasar frente al bar donde la conocida banda de motociclistas Fire Spirit se reunía. No era como si alguna vez nos hubiesen atacado o algo parecido, pero las historias que se escuchaban de ellos no contenían exactamente arco iris y bonitos unicornios rosas.

El bar Luna Azul apareció en mi vista cuando baje del autobús. Miré con aprensión como el vehículo se alejaba por el camino, meditando si realmente el maldito libro era necesario. Recordando que mis apuntes se encontraban dentro de sus hojas, decidí correr el riesgo.

Las partes cromadas de las motocicletas brillaron con el sol mientras más me acercaba al lugar, confirmándome que la banda ya se encontraba allí. O al menos la mayor parte, ya que había solo tres vehículos estacionados allí. Los grandes ventanales me dieron vista sin obstrucciones al local y por una vez, realmente levanté la mirada y eché un vistazo dentro, intentando comprender que era lo que les llamaba tanto la atención a los motociclistas del lugar.

No era muy diferente a los demás bares de la zona. Habia una barra a la izquierda, con una gran selección de bebidas, mesas de madera redondas con sus respectivas sillas esparcidas por todo el lugar, dos televisores que en ese momento emitían un partido de fútbol y el típico borrachín que reia sin parar en una esquina. No le encontré la gracia, la verdad pero aun así mi mirada no se aparto del mismo hasta que unos oscuros ojos chocaron con los míos desde el fondo del local.

Pelo castaño oscuro y sedoso , rasgos aristocráticos y piel de bronce con una mirada depredadora que logró que un escalofrió recorriera mi cuerpo y mis mejillas se colorearan. Baje la mirada mientras seguía mi camino, intentando esconder mi reacción pero cuando volví a mirar, su sonrisa conocedora me dijo que no lo había logrado.

Debía seguir caminando, sabia que tenia que hacerlo pero no fue hasta que el chico se puso de pie que me di cuenta de que me había detenido y estaba devolviéndole la sonrisa. Sus pasos se dirigieron a la puerta, hacia donde yo estaba de pie y sentí que mi corazón se detenía. Mis ojos se deslizaron por su delgada y ágil figura mientras caminaba entre las mesas haciendo su camino hacia mi.

Mi boca se seco por completo, como si alguien hubiese arrancado toda la humedad de ella, cuando al fin me encontré con el tatuaje de una cadena en llamas que se enredaba por su brazo derecho. Sabia lo que significaba: Acababa de llamar la atención de un Fire Spirit.

Primer cap de esta bella adaptación <3, recuerden leer la descripción antes de empezar con la historia.

Sin nada más que decir...

🍂 ᴺᵒˢ ˡᵉᵉᵐᵒˢ ˡᵘᵉᵍᵒ 🍂

ㅡ B Y B Y

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