Salí a las dos de la mañana

y allá afuera se escucharon voces de ultratumba,

los lobos aullarían con esta luna llena,

el jardín de troncos muertos existía,

simplemente,

existían como yo.

Salí más muerto que vivo,

más dormido que despierto,

porque mi garganta sufría la sed del náufrago,

llegué a la tina y bebí del agua más fría de la noche.

Mis ojos se querían escapar de sus cuencas,

y mi mente sólo me decía:

viento, arrástrame de vuelta hasta mi cama,

quiero vivir un sueño, quiero ser un fantasma.

Ahora no quiero descansar,

quiero estar lúcido hasta que se acaben los tiempos,

como un verdadero fantasma.

No sé cuánto tiempo aguante mi corazón,

ya lleva meses pidiéndome un reposo

y yo tan terco que no se lo doy,

pero no porque no quiera, sino porque no sé cómo.

Quizás el frío del ventilador me ayude a dormir,

pero es tan poco el calor que me da mi cuerpo,

porque el calor que tenía se fue volando hace varios días,

entonces toca soportar otra noche fría,

hasta que despierte de nuevo, a las diez de la mañana,

muerto de calor,

ya que así es mi vida,

si alrededor todo es calor, en mi interior hay frío,

y sólo en las noches más frías siento en mi alma calor.

Pero hoy es la noche más fría y en mi alma hay una Antártida.

Tengo el desierto más grande del mundo en mi pecho.

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📌 Pazzenger