27. Un puente hacia Terabithia
Cuando llego al arroyuelo que franqueabas,
miro mi reflejo y siento mil punzadas
y caigo en cuenta de que no estás aquí
y que no es una ilusión, ya no te veré venir.
.
Las hojas danzaban a tu alrededor
como bailarinas rindiéndote tributo,
fuiste mi reina, la única en mi corazón,
nada era más hermoso que pasar el tiempo juntos.
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¿Recuerdas cuando pedías que cerrara los ojos,
mientras nos columpiábamos encima del arroyo?
Hoy lo intenté, buscando esa magia de días atrás,
pero no sentí nada, sólo era una cuerda más.
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Crucé a nuestro mundo, a nuestro querido bosque,
y aunque todo estaba allí, sentí que se había esfumado.
A cada rato pienso en ti, pero ya me conoces,
no le diré a nadie lo solo que me has dejado.
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Tu alegría, al igual que una enfermedad,
me contagiaba, cambiaba todo de lugar,
por primera vez vi en mis fantasías el sentido,
por primera vez vi que el mundo era colorido.
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Te odio, ¿lo sabes? Me acostumbraste a esperarte,
me obligaste a madrugar para visitar tu hogar.
Y así de pronto me abandonaste
dejándome a mi suerte en este aterrador lugar.
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Oh, amiga mía, tú siempre retándome,
queriendo ser la reina de todo, superándome,
tu orgullo infernal que ahora desprecio,
ese orgullo que no te dejaba seguir un consejo.
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¿Porqué fuiste tan maliciosa, tan desinteresada?
¿Acaso no te importé ni un sólo momento?
Te fuiste, te fuiste por la mañana
y no te importó que no estuviera de acuerdo.
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¿Porqué actuaste sin mirar a quién?
¿Porqué pensabas solo en ti y no en mí también?
¡Me traicionaste, yo juré que contaba contigo,
dejé que de tus labios pronunciaras un «mi amigo»!
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De la rabia que cargo no quiero ni pensar en ti,
pero mentiría si te dijera que no estoy llorando,
y lo sabes bien, si tienes sentido común o si
recuerdas las pláticas en ese árbol.
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Allí podrías verme, sentado en la casita,
¿Puedes verme? ¿Observas mi vida?
Sí. Tú me ves, me ves desamparado
y no te arrepientes de haberme abandonado.
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Oh, por Dios, ¿qué estoy diciendo?
¿Cómo me atrevo apenas a culparte?
En mis propios ojos veo y comprendo
que en realidad no podría odiarte.
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Si la naturaleza atestiguó nuestras andanzas,
si me brindaste comprensión y confianza.
¿Cómo voy a culparte de algo?
Si tú me querías, ah, ¡me querías tanto!
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Y yo te quería tanto, te quería tanto,
más que una amiga, el alma que me faltaba.
¡Fuimos dos piezas y qué bien encajamos!
Fuiste mi otro yo en otra mirada.
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Decir que te extraño es decir poco,
quiero estar allá contigo, quiero solo...
Quiero solo volverte a ver y no puedo,
no estarás aquí de nuevo y tengo miedo.
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¿Cómo voy a aceptar que no volverás?
Oh, si pudieras yo te recibiría ahogándome
y soltando gritos que digan «ven acá
y no juegues de ese modo, distanciándote».
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No perdono al arroyo que yace a mis pies,
él nos sonrió invitándonos y después...
Ay, mi querida amiga, si no hubieras cruzado
estarías aquí, sonriendo, burlándote, inventando...
.
Eras demasiado para este mundo pobre,
los cielos te reclamaban porque eres un ángel,
se les cayó del cielo una noche
y la encontré jugando en este margen.
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¿Adónde van estas corrientes con tu cuerpo?
A depositarlo al lejano mar de los muertos.
No me conformo con tu recuerdo, amiga del alma,
que de tu nuevo hogar, me separe una vida de distancia.
.
Que ya no toques mis dedos con tus dedos,
que ya no oiga tu voz en las mañanas,
y ya no juguemos en nuestro hermoso reino,
aliado de nuestras vidas solitarias.
.
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📌 Pazzenger
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