13. Ansiedad [prosa]
Ardo en fiebre sin tener fiebre. Hay un desajuste en mi temperatura corporal, y por fuera ardo, pero por dentro me congelo como el más crudo invierno. Nada en mí se queda quieto, siempre tengo que estar moviéndome, agitándome de un lado a otro, caminar en círculos, acariciar mi cabello, bostezar... Cuánto daría por no pensar, da lo mismo que busque un método de distracción, aquello genera consecuencias. Pierdo la vista, pierdo las fuerzas, pierdo las ganas. Para esto no encuentro ninguna metáfora que describa mejor que la realidad misma. Son las ansias de no tener ansias, las que me hacen olvidar cuántos habrá que sufren lo que estoy sufriendo. Sería un consuelo no estar solo en esto, pero nadie cercano me entiende. Soy de los pocos que están conscientes del problema y tratan de buscarle solución. Aunque a veces apeste tener que repetirlo todo el rato, compréndeme: es mi forma de lidiar con ello. No puedo callarlo, tengo que expulsarlo, perdón si te cae el peso de mi pesimismo. No es mi intención molestar, si tan sólo vivieras por un día en mi interior quizás entenderías todas las razones por las que hago lo que hago. No es una invención mi malestar, el dolor mental trasciende las neuronas, se deposita en los nervios y los enciende como chispas. No estoy bien, pero algún día estaré bien, tengo fe de ello, y ya no vas a tener que soportarme, seré uno más del montón, no tendrás otra oportunidad de entrar en mi alma e indagar, he notado que a las personas les gustan las cáscaras vacías. Y es verdad, a la gente le gusta simplificar, no todos se entusiasman frente a un problema matemático. Yo soy un problema que no puede resolver cualquiera, sólo yo soy capaz de encontrar la respuesta en la más honda profundidad de mi pasado, mi presente, mi existencia y mi conciencia. Sólo dame tiempo... un poco más de tiempo.
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📌 Pazzenger
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