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∆ Único ∆

Pharaoh Boy era el único al que sonreía cada vez que miraba.

No a Gecko, ni a sus amigos.

Tampoco a los demás villanos.

Incluso y llegaba a admitir que no era así cuando estaba sola.

Parecía verdaderamente una dulce princesa ante su presencia.

Porque la hacia palpitar y sentir mariposas. Con serenidad y ternura la mimaba cada que podía.

Octobella se dio cuenta de sus sentimientos y no los rechazó, al contrario, abrazó esos sentimientos y los envolvió junto a los suyos. En una manera de demostrar que tanto la hacia sentir aquel pequeño faraón.

Siempre que podían, ambos se reunían frente al museo. La pulpo se arreglaba, asegurando ponerse presentable para su chico especial. Pharaoh Boy no era la excepción, también intentaba verse bien para ella, aunque no tenía que hacerlo, claro estaba que no podía cambiarse de ropa ni nada.

Ningún factor los alejaba de si mismos, pues ellos eran villanos. Los héroes no podían meterse, además el moreno daba aires de desafío y rebelión como para que alguien los detuviese. Era casi imposible. Todo marchaba perfecto, ¿no?

Las cosas siguieron igual, hasta que algo empezó a cambiar...

∆∆∆∆∆

Luego de que el chico faraón haya dejado su querido bastón en el interior de una caja, y esta sobre el pasto, con la intención de que nadie (aunque no existían posibilidades) le fuera a robar y encarar de alguna forma. Se dio la vuelta hasta ver llegar a su amada.

Esta caminaba tarareando una melodía, Octobella amaba con locura hacer tonadas, de vez en cuando inventaba canciones que sólo ella conocía. Formaba bellas orquestas. Cada una de ellas tenía una historia, cada una de ellas guardaba un toque especial, y eso fue suficiente para enamorarlo.

Alrededor de varios minutos, el moreno ya tenía a la pulpo entre sus brazos y repasaba sus dedos por el rostro de la ojiceleste, desde sus pómulos hasta su esclarecida sonrisa.

—Tienes un brillo inigualable...

—Aww —decía mientras mantenía una expresión adorable; con los ojos bien abiertos y un leve sonrojo en sus mejillas—, pues tú también. Tienes una carita perfecta, unos ojos bonitos. Eres mi preferido —aseguró ella.

El mayor rió con sus palabras, le parecía un encuentro, sin lugar a dudas, agradable. Sobretodo el poder tener el privilegio de acariciar a una tan alegre Octobella. Para ella también era especial tenerlo muy cerca.

Después de ese momento, las semanas siguieron y el chico faraón cada vez se iba olvidando de algo relevante para él, su integridad. Una cosa que muchas personas dejaban de lado al estar tan enamorados...

Ni una advertencia hacía razonar al moreno de ojos violeta...

∆∆∆∆∆

Esa noche, todo parecía actuar normal. El niño otra vez salió de la esfinge del museo, se dirigió a fuera y se ocultó entre la ciudad, esperando con ansias la presencia de la criatura.

—¿Cuándo vendrás, preciosa pulpo?

Sólo sintió la brisa acariciando su piel, por lo que, suspiró observando el cielo.

«Cuando creí que no podría ser traicionado por ser quién soy, supe que andaba roto»

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—¿No te parece mejor pasear por la entrada del parque? —preguntó nerviosa la ojiceleste.

—Si, claro, no hay problema. Mientras estés esperándome todo está bien.

—Obvio, no te debes preocupar. Sólo confía en mí. —El de tez oscura asintió.

Un plan astuto y deplorable fue el que tuvo que enfrentar el pequeño faraón.

Porque ese día su amada no había llegado para cuando la esperó.

Las horas pasaban y el moreno se encontraba cansado, se sentó en una banca frente al sitio previamente citado, posaba su cabeza a un lado y su mano la sostenía.

La noche seguía en pie, y no ayudaba mucho la fría gama azul de la atmósfera.

Dentro de minutos, Pharaoh Boy se encontraba sentado, sus pies dejaron de tocar el suelo para que subirse al asiento y apoyó su cabeza entre sus piernas, cerrando los ojos.

Se preguntaba en donde estaba y porqué lo dejó plantado.

El faraón, con tristeza, salió del parque y paseó parte de la ciudad. Pasó algo inimaginable. Que si no fuera por que a él se le ocurrió recorrer la zona, nunca hubiera sabido la cruda verdad.

∆∆∆∆∆

—¿Aghh? Pero, pero... —pronunció con una voz temblorosa, con miedo y sin aliento momentáneo.

Y ahí la vio, en brazos de otro.

Riéndose con alguien más, con ojos de amor, como si él fuera nadie para ella.

«¿Por esto me ha cambiado?» consideró entre llantos.

«Nunca antes había llorado tanto, pero la seguía queriendo. Aún mantenía esa chispa de siempre, no la dejaría por nada»

Su corazón no se lo permitía.

"Es más difícil romper que aferrarse a alguien"

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Por el mes después, ambos se vieron como si nada. Más por parte de ella, de él hubiera sido un alivio, pero no supo como negarse.

Un día algo se fue quebrantando, no hacían falta salidas, si se veían era para pasear. A veces, no necesitaban un "hola" ni un "adiós" y poco a poco se volvía una situación caótica para el dúo de villanos.

En uno de esos días, el mayor no pudo más. Había retenido esas emociones por mucho tiempo; emociones de tristeza y dolor.

Aunque trató de explicarle como fueron las cosas cambiando y las mentiras que se creyó, ella lo trató de celoso y manipulador. Incluso le ordenó no volver a tocar el tema otra vez. Porque él era el que estaba mal, era quien inventaba.

Él lo pensó, quizás ella no mentía.

Quien hubiera pensado que lo dijera la misma chica que juró amarlo por siempre.

∆∆∆∆∆

—Me hubiera gustado... poder abrazarla más tiempo. Nunca haberla soltado —expuso el chico faraón.

Deseaba tener más amor propio, pero ya superó la etapa donde él era importante. Octobella lo hacía sentir bien, por ella lo dejó todo.

Por ella se perdió así mismo.

Ahora se lamentaba...

«Me aterra decírtelo, cariño, pero eres tóxica»

Bonita pero tóxica

Risueña pero tóxica

Reina pero tóxica... 💔

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Lo tenía escrito en borradores hace dos meses y hoy finalmente se los presento!

Muchas gracias por leer.

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