La playa estaba totalmente desierta, las olas se movían con suavidad al ritmo que marcaba el viento, el sol brillaba sobre el reflejante tono azulado del mar.
La arena se sentía cálida bajo sus pies descalzos.
Había tanta paz...
—Taehyungie... —su nombre fue pronunciado por una voz dulce, llamando su atención. El nombrado se dio la vuelta, encontrándose con una bella mujer de piel blanca y cabellera oscura.
—Mamá... —dijo el pelinegro, sin poder creer lo que veían sus ojos. Sin pensarlo dos veces, a paso rápido acabó con la distancia entre ellos, envolviendo el cuerpo contrario en un fuerte abrazo—. Te extrañé tanto...
—Y yo a ti pequeño... A cada momento... —se separó un poco del pelinegro—. Mírate, eres todo un hombre...
—¿Cómo es que estás aquí? —preguntó el menor mirando todo a su alrededor—. Espera... yo... ¿estoy muerto? —aquella pregunta salió con temor de sus labios.
—No cariño —dijo la pelinegra, con una pequeña sonrisa—. Sólo estoy aquí para decirte lo mucho que te amo... lo orgullosa que estoy de ti... también que aún te queda mucho camino por recorrer... ya no necesitas ser fuerte Taehyungie, tu felicidad está ahí, sólo tienes que ir y tomarla.
—Mamá... —los ojos de Taehyung se cristalizaron—. Si sólo pudieras quedarte a mi lado... todos estos años sin ti... —la mujer posó su mano en la mejilla del menor, proporcionando una suave caricia.
—Así es como debía ser... Y tú lo has sobrellevado increíblemente, sé perfectamente lo que has sentido todos estos años... pero ya no más cariño, es hora de dejarlo ir...
—Estoy asustado mamá... Y si...
—El miedo es bueno —le interrumpió ella—. Siempre y cuando no dejes que te sobrepase, al contrario, lo superas y avanzas un paso más...
El menor iba a responder algo, pero unas manitas se sujetaron a su pierna y una voz muy conocida gritó su nombre de forma alegre.
—¡Taehyung! —el pelinegro bajó la vista, encontrándose con una pequeña de seis años, que le sonreía.
—Hyejin... —cargó a la niña y le miró con la misma sonrisa, y un par de lágrimas—. Hermanita...
—Este capítulo ya ha sido muy largo, Taehyung —volvió a hablar la pelinegra—. Es hora de que le pongas fin, pases página y empieces a escribir otro...
—¿Volveré a verte?
—Yo siempre he estado a tu lado y siempre lo estaré, nunca olvides eso, mi Tae.
—Te amo, mamá... —habló con la voz rota, dejó un pequeño beso sobre la frente de la niña y la volvió a depositar sobre el suelo.
—También te amo, hijo —volvió a acariciar su mejilla, el menor inclinó un poco la cabeza, en busca de aquel contacto—. Ahora ve... —dijo mirando hacia el mar —. Esperan por ti.
Tomó la mano de la mujer, apartándola de su rostro para llevarla a sus labios y dejar un par de besos sobre sus nudillos.
Se alejó lentamente, empezando a caminar, en cuanto sintió la arena húmeda de la orilla y el agua fresca hacer contacto con su piel, miró hacia atrás, su madre y su hermana seguían allí, ambas le sonrieron, él devolvió el gesto dejando que un par de lágrimas más escaparan de sus ojos.
Volvió su vista al mar, con cada paso que daba este le envolvía más y más.
Avanzó un poco más y el agua le sobrepasó, continuó, hundiéndose, adentrándose.
Hasta que la apacible oscuridad le envolvió por completo.
•••••
El primero en entrar a aquella habitación fue Jungkook. El pelinegro ya había salido de emergencias y estaba en una habitación normal.
El azabache entró lentamente, tratando de no hacer ruido, como si fuese a molestar. Avanzó hasta la camilla donde descansaba el pálido cuerpo del menor, se veía tan frágil, débil, como si fuera porcelana fácil de romper.
Tomó la silla que estaba al lado del monitor y tomó asiento a su lado.
—Taehyung... —le llamó, sin poder evitarlo su voz salió angustiada, aterrada—. Dulzura... ¿Podrías despertar ya? Necesito escuchar tu voz... me volveré loco si no lo hago...
Esa voz... ¿Jungkook?
—Yo debería estar en esa cama... No tú... soy un maldito imbécil... jamás debí haber permitido que algo así pasara... No logré protegerte...
Kook... nada de esto es tu culpa... fue mi elección... Yo elegí protegerte... ¡¿Por qué mis párpados pesan tanto?! No puedo moverme...
—Lo siento tanto dulzura... por favor... tienes que volver... Te necesito... te amo... —tomó la inerte mano del pelinegro entre las suyas—. Te amo como no tienes idea... daría todo lo que tengo y más por ocupar tu lugar...
También te amo Jungkook... con toda mi alma... ¡¿Por qué mi cuerpo no responde?!
—Tienes que recuperarte, dulzura, se supone que yo te haría feliz, que te daría el mundo... Y lo haré, te daré el mundo y todo lo que pidas, sólo... solo regresa, dulzura...
Yo no quiero el mundo, idiota, te quiero a ti... solo a ti... tu amor es suficiente para mi...
El azabache sintió un leve aprentón en su mano, miró al menor con la esperanza bailando en sus cristalizados ojos.
A duras penas el pelinegro fue recobrando conciencia, sus ojos se abrieron de forma lenta.
—Kook... —susurró con voz rasposa.
—Dulzura... —se acercó más a él—. Aquí estoy... ¿Cómo.... cómo te sientes?
—Tengo sed... —el azabache de forma apresurada fue a tomar un poco de agua, del jarrón que descansaba sobre la mesilla en una esquina, con sumo cuidado ayudó al menor a tomar un par de tragos.
—¿Mejor? —Taehyung asintió.
—Lo siento... Jungkook...
—No —le interrumpió inmediatamente—. Yo lo siento, por mi culpa casi mueres... si algo así hubiera pasado yo... yo...
—Pero no pasó —su voz sonaba débil—. Estoy aquí... Y no pienso irme de tu lado...
—Te amo, dulzura... —dijo Jungkook, con todo el sentimiento que conllevaban aquellas palabras.
Se inclinó y posó sus labios sobre los del pelinegro, apenas fue un roce perceptible, una simple caricia.
Pero significaba tanto... Todo aquello que simplemente no era suficiente ser expresado en simples palabras.
•••••
El hombre trajeado se detuvo frente a los barrotes, observando a la chica del otro lado, en cuanto ésta se percató de su presencia se puso de pie y corrió hacia él, aferrándose fuertemente a las barras de metal.
—¡Papá! Tienes que sacarme de aquí... Yo no hice nada... yo sólo... Todo fue culpa de ese bastardo de Taehyung... —las palabras salían desesperadas de la boca de la joven, mientras que el mayor sólo le miraba dolido, con genuina lastima en la mirada—. ¡Él se lo buscó! Fue su culpa... papá... Tienes que creerme...
—Aún no entiendo como pasó todo esto... —el dolor era más que evidente en las palabras del mayor—. Cometí tantos errores... si tu madre estuviera viva, nada de esto hubiera ocurrido...
—Papá... No quiero estar aquí... por favor...
—Serás trasladada a un hospital psiquiátrico, allí serás tratada, te ayudarán...
La expresión lastimera y asustada de Hani, se transformó en una mueca de enfado.
—¡No! ¡No me puedes hacer esto! ¡YO NO ESTOY LOCA! —golpeó los barrotes con furia, su padre retrocedió un par de pasos.
—Es por tu bien, Hee Yeon... ahí te...
—¡No! ¡No quiero, no puedo terminar así! ¡¿Cómo puedes permitirlo?!
—Porque te amo... No volveré a cometer los mismos errores, así debió haber sido desde hace mucho tiempo, pero me negué a ver la realidad...
—¡Largo! ¡Te odio! —gritó ella, el hombre permaneció unos instantes allí de pie, mirándola, sintiéndose realmente culpable. ¿Qué clase de padre era? ¿Tan ciego estaba? ¿Cómo permitió que su hija llegara a tales extremos? se dio la vuelta, con sumo pesar, su corazón dolía cada vez más, con cada palabra que salía de la boca de su hija—. ¡Los odio a todos!
La pelinegra se dejó caer al piso, lentamente, se abrazó a sus rodillas y entonces las lágrimas mojaron su rostro.
—Los odio a todos...
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