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—¿Entiendes la magnitud de tus actos? —preguntó el doctor Choi, mirando fijamente a la menor quien sólo bufó ante la pregunta—. ¿Lo entiendes... Hani?
—Ay por favor... —dijo con sorna—. Ni siquiera fue mi culpa, todo pasó por ese resbaloso hijo de puta que cree que puede quitarme a Jungkook.
—¿Quitarte a Jungkook? —preguntó de vuelta el doctor—. Te refieres al hijo del amigo de tu padre ¿cierto?
—Si —soltó con brusquedad—. Justo ahora él pudiera estar conmigo pero ese resbaloso sigue rondándolo como buitre...
—¿Podrías hablarme más sobre ese... resbaloso? ¿Quién es?
—Eso no importa... es sólo un chico insignificante, un don nadie que se le metió a Jungkook por los ojos... lo tiene engatuzado... —odio era evidente tanto en las palabras como en la mirada de la joven—. Debió haberse roto el cuello cuando caímos por las escaleras...
—Pudo haber pasado a mayores... tanto tu como ese joven pudieron haber salido mal heridos... —comentó el pelinegro, con voz calmada pero severa—. Tienes que comprender que fuiste muy lejos, Hani. No es correcto poner en riesgo la seguridad de los demás ni tampoco la tuya.
—¡Al diablo con todo! No fue mi culpa, fue de él por no haberse apartado cuando se lo advertí...
—Vamos a hacer algo Hani... he decidido cambiar tu mediación...
—Uhu, drogas más fuertes —le interrumpió ella en tono sarcástico.
—No son drogas, sólo son píldoras un poco diferentes de las que tomas ahora, y me encargaré personalmente de que lleves este tratamiento al pie de la letra, tendré a tu padre al tanto de ello.
—Ya son las cuatro doc... ¿No tiene más locos para atender?
El pelinegro miró hacia el gran reloj de pared que quedaba justo encima del marco de la puerta. En efecto, ya eran las cuatro y seis.
—Bien ya hemos terminado por hoy... Cr... —el doctor no fue capaz de terminar su oración, la pelinegra se puso de pie, se dio media vuelta y salió del consultorio a paso rápido y ruidoso, golpeando los mosaicos con sus tacones.
El pelinegro suspiró, sacó su móvil del bolsillo y luego de buscar entre sus contactos lo llevó hasta su oreja. La llamada no tardó en ser contestada.
—¿Choi Minho? ¿Todo bien con mi hija? —el mayor habló del otro lado de la línea.
—Más o menos, se acaba de ir... por lo menos está vez no respondió con monosílabos a mis preguntas como la semana pasada... te llamo porque quiero darte un par de opciones...
—Por supuesto... te escucho.
—Decidí cambiar su medicación, te enviaré las indicaciones más tarde... estas pastillas son un poco más fuertes que las que está tomando ahora, serán buenas para ella, producen un nivel de somnolencia muy alto.
—Perfecto... yo personalmente me encargaré de que siga el tratamiento...
—Otra cosa... creo que sería bueno recluirla...
—¿Recluirla? Pensé que no sería necesario llegar a eso...
—En una persona con su condición casi no lo es... pero me he dado cuenta que su diagnóstico ha avanzado con el paso del tiempo... No estoy hablando de un periodo muy prolongado... Sólo un lapso menor, alejarse por un tiempo, le ayudará a calmarse... Hani es muy joven, apenas tiene veinticuatro años, estoy seguro que con un poco de trabajo y esfuerzo podrá salir de esto y recuperarse, justo como cuando era adolescente.
—Entiendo doctor... Sólo quiero ayudar a mi hija, estoy a tu entera disposición en lo que digas... —el bajón de ánimo era evidente en el tono de voz del hombre.
—Lo sé... quiero tratarla un par de semanas más, también observar su progreso con la nueva medicación... después ya veremos.
—Muchas gracias, Minho.
—No agradezcas, es mi trabajo.
Luego de despedirse ambos hombres colgaron la llamada.
El doctor Choi volvió a estudiar el folio de papeles que tenía en el escritorio. Era evidente que el cuadro de Hani había avanzado.
Los cambios en su conducta era peores que cuando tenía diecisiete, y era toda una pena, una joven hermosa, joven, inteligente y con toda una vida por delante. Una vida truncada por una mente carente de emociones y demasiado apegada a la manipulación y al engaño, que ni siquiera era capaz de darse cuenta de la gravedad de su actuar.
Si que era una pena, porque siquiera era su culpa.
•••••
Aquella noche Taehyung se había quedado a dormir en casa del mayor. Luego de un par de horas en donde no hubo nada más importante que disfrutar el uno del otro, en donde las caricias, besos, mordidas y gemidos fueron su única compañía, ambos cayeron profundamente dormidos.
Hacía calor. No... hacía mucho calor, un calor sofocante que hizo que Taehyung abriera los ojos con pereza.
Se sentía pegajoso. Y como no si tenía a Jungkook abrazado a su cuerpo como si fuera un oso. Estaba sudado e incómodo.
Como pudo se liberó del abrazo del mayor, se incorporó un poco en la cama, observó el reloj en la mesita de noche. Las cuatro y treinta y ocho de la madrugada.
Bostezó y estiró su cuerpo un poco, paseó su vista por la habitación y casi pega un grito cuando enfocó el marco de la puerta.
Había alguien allí, de pie.
Se giró para encender la lámpara. Cuando volvió a ver hacia la puerta ya no había nadie.
¡¿Pero qué mierda?!
Su corazón empezó a latir como loco dentro de su pecho, podía escucharlo como locomotora. Hasta podría jurar que su sangre se había congelado, podía sentirla fría corriendo por sus venas.
Bajó de la cama, miró a Jungkook, éste seguía profundamente dormido.
Se puso los pantalones que estaban tirados justo a sus pies y salió de la habitación. Se apresuró a llegar a las escaleras y bajó por ellas a paso rápido.
Miró toda la estancia con detenimiento, se acercó al interruptor de la pared y encendió las luces. No había nadie allí.
¿Se estaba volviendo loco? La imagen de sólo minutos atrás volvió a su cabeza. No había mucha luz pero claramente quien estaba en el marco de la puerta era una mujer. Sólo la había visto por un segundo pero...
Un nombre llegó a sus pensamientos, como fuegos artificiales en cuatro de julio.
Hani.
Si... se estaba volviendo jodidamente loco. ¿Qué haría ella en casa de Jungkook a las cuatro de la mañana?
Se estaba dejando llevar por el estrés, estaba siendo demasiado paranoico sin ninguna razón. Obviamente en aquella casa sólo estaban Jungkook y él.
Debía calmarse y dejar de ver monstruos debajo de la cama, o en otras palabras, cosas inexistentes.
Caminó hacia la cocina, necesitaba un poco de agua, y quizás azúcar... si, el azúcar siempre ayudaba.
Del refrigerador sacó una barra de chocolate, Jungkook no comía dulces, pero las había comprado ya que sabía que a Taehyung le gustaba.
Se dispuso a abrir la envoltura del chocolate pero éste terminó en el piso en cuanto Taehyung sintió una mano sobre su hombro.
—¡¡AHH!! —gritó el menor.
—¡Eh, soy yo! —gritó Jungkook de vuelta, mirando al pelinegro en frente a él, más blanco que una hoja de papel.
—Me asustaste... —dijo el menor en un hilo de voz al tiempo que se agachaba para recoger la barra de chocolate.
—¿Estás bien? Estás muy pálido... —el azabache observó a Taehyung, sus ojos bajaron a sus manos sosteniendo el chocolate, estas temblaban ligeramente.
—Yo... —¿Qué mierda iba a decir? ¿Qué Hani se había aparecido en la habitación como un fantasma?—. Tuve una pesadilla... vine por un poco de chocolate... siempre me ayuda a calmarme.
Jungkook le devolvió la mirada desconfiada, había algo extraño en el menor, pero sabía que no iba a sacarle nada, cuando quería Taehyung podía llegar a ser muy terco.
El azabache se acercó al menor y le abrazó, rodeando su cintura, Taehyung pasó sus brazos por sus hombros y enterró en rostro en su cuello, respirando su aroma.
—Puedes contar conmigo para lo que sea, dulzura...
—Lo sé... —respondió el menor, aún con el rostro en el cuello del mayor—. Lo sé, Kook...
—Anda... —habló el azabache separándose—. Come tu chocolate y volvamos a la cama...
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