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—Me despidieron... —dijo Taehyung con pesadumbre, tomando asiento al lado de su amigo.
—¡¿Qué!? —soltó Seokjin con el ceño fruncido.
—Le arrojé una copa de vino a un imbécil que se quiso pasar de listo conmigo —suspiró, Seokjin rió.
—Genial, me hubiera encantado ver eso —dijo el mayor divertido.
—Pues a mi me hubiera gustado que ese tipejo nunca hubiera ido al restaurante, aún tendría mi empleo —se quejó el menor.
—Siempre puedes conseguir otro, Tae, además, no es como si en verdad te hiciera falta.
—Pues si, si lo hace, de esa forma me mantengo ocupado...
—Aún no termino de entenderte —comentó Seokjin—. ¿No te basta con los deberes de la universidad?
—Sabes a donde va a parar esta conversación y no tengo ganas de volver a explicarte lo de siempre... ¿Por qué no mejor me ayudas a buscar un nuevo empleo esta tarde?
—De hecho... ahora que lo mencionas, tengo el empleo perfecto para ti —comentó—. Y de paso perfecto para mí —sonrió.
—No me gusta la forma en que estás sonriendo —dijo Taehyung algo desconfiado.
—No te preocupes... sé que te gustará.
—No creo qu...
—¡Bien, todos en la segunda lectura, página treinta y cuatro, ahora!
La plática de ambos chicos se vio interrumpida por el maestro que había ingresado al salón, con aparente mal humor.
—Genial... —susurró Seokjin—. Tendremos que aguantar a este anciano toda la mañana... —Taehyung solo suspiró y rodó los ojos.
Mientras transcurría la clase, al de mechones verdes le era imposible prestar atención a las palabras que salían de la boca del maestro con fastidio, no podía dejar de pensar en lo ocurrido una noche atrás.
Le molestaba que aquel hombre siguiera rondando por su mente, y no sólo era el hecho de que el tipo era malditamente atractivo, no, había algo más, que Taehyung no podía descifrar.
Se repitió a si mismo varias veces que ya era hora de olvidar lo sucedido, porque, ¿Cuántas probabilidades hay de volver a encontrarse con él? Ningunas, nulas, nada.
Lo mejor sería no darle tantas vueltas al asunto, lo despidieron por culpa de un adonis súper sexy que quizás jamás vuelva a ver en su vida y que lo puso tan nervioso como nadie lo había hecho antes, sin olvidar el hecho de que es un baboso arrogante. Solo eso, nada importante. Así que si... lo mejor sería pasar página y olvidar el asunto. Para la semana siguiente ya tendría un nuevo empleo y todo el asunto se perdería en el pasado.
•••••
—¿Estás seguro de que está todo? —preguntó el joven azabache.
—Si señor, es todo lo que pude conseguir considerando el poco tiempo que me dió —respondió el otro presente en aquella oficina.
—Bien, puedes retirarte.
Cuando se encontró solo se permitió analizar cada página de la carpeta que su empleado le había entregado. Revisó todo con detalle.
—Kim Taehyung... —susurró para si mismo—. Eres un chico muy interesante... creo que he encontrado un nuevo entretenimiento... —sonrió.
Jeon Jungkook era una persona muy volátil. Hijo de uno de los magnates más importantes en toda Asia, aunque era sumamente responsable y un As para los negocios, no le quitaba lo caprichoso y manipulador. Cuando algo se le metía en la cabeza no había vuelta atrás, siempre consigue lo que quiere, sin excepciones.
Con veintiocho años se había labrado su propia reputación como empresario estrella, el sucesor de su padre, el único heredero del imperio de la famila Jeon, actualmente director general de la compañía.
Ese hombre lo tenía todo, en todo el sentido de la palabra. Aunque tenía sus defectos, arrogante y engreído a más no poder y hasta se podría decir que en el fondo era algo malvado y déspota. Pero, ¿se le puede culpar? Nació en cuna de oro y nunca aprendió lo que es la empatía. Típico, ¿no?
El mencionado sonrió cuando logro identificar un nombre en específico de entre todos los demás.
Kim Min Jae.
¿Cómo olvidar ese nombre? Él mismo había estado a cargo de la compra de la empresa de ese sujeto, la cual había quedado en banca rota. El hombre aún le debía mucho dinero a su familia.
Según lo que leía, Taehyung llevaba una vida acomodada y habia roto comunicación con su padre.
¿Lo odia? ¿Lo abandonó por la situación de la empresa? Fueron preguntas que asaltaron la mente del azabache.
En pocos segundos ya se estaba armando un plan en su cabeza, el padre del chico sería la carnada perfecta. Un hijo haría cualquier cosa por su padre, ¿cierto?
Jungkook lo averiguaría.
•••••
—¡Ni lo pienses! —gritó Taehyung.
—¡Ay por favor! ¿Que tiene de malo? —preguntó Seokjin.
—No voy a trabajar en un club nocturno, Jin, sabes cuál es mi nivel de tolerancia con clientes pesados, no duraré más de dos horas.
—No tienes que preocuparte, el propietario es un amigo de la infancia... ¡Hasta creo que los presenté en una ocasión!
—¿Si? ¿Cuál es su nombre? —preguntó Taehyung.
—Park Bogum, su familia es muy rica pero él no está involucrado en el negocio familiar.
—Ya veo... No lo sé, Jin....
—Vamos, sólo... solo has un pequeño periodo de prueba, por algunos días, y si no te gusta, pues lo dejas y buscamos otra cosa... ¿que dices? Será divertido.
—Bueno —suspiró—. Lo voy a intentar a ver qué tal...
—¡Si! —gritó el castaño. Taehyung puso los ojos en blanco.
•••••
El sonido de la puerta resonó por toda la casa, alguien la golpeaba con bastante fuerza.
Pasó sus arrugadas manos por su oscuro cabello con algunas hebras blancas. Su cabeza aún dolía por la resaca y aquel estruendo solo empeoraba las cosas.
—¡Ya voy!
Abrió la puerta y enseguida tragó en seco al observar a los dos hombres vestidos de negro que se encontraban al otro lado.
—El señor Jeon se está cansando de ser paciente, señor Kim, debe saldar su deuda cuanto antes o habrá consecuencias —dijo uno de ellos con voz intimidante.
—Por supuesto... claro que pagaré, solo necesito tiempo...
—Ya ha pasado demasiado, el señor Jeon quiere que su dinero sea devuelto.
—Saldaré mi deuda lo más pronto posible... dígale al señor Jeon que no tiene nada que preocuparse —respondió Kim no muy seguro de lo que decía.
—La próxima vez será más que una simple advertencia, téngalo presente, señor Kim.
Dicho esto ambos hombres se marcharon del lugar. Kim Minjae cerró la puerta detrás de si y a pasos lentos se dirigió a la cocina, donde destapó otra botella de licor y le dio un largo trago y luego otro. Debía embriagarse lo más rápido posible.
Solo estando ebrio podía olvidar todo, y a todos.
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