
9.
[Jimin]
No sé ni por qué me sorprendió que después de que Taehyung entrara en los vestuarios del equipo, no pasaran ni dos segundos antes de que el lugar se revolucionara. Quizás por eso, inconscientemente, me coloqué nada más verle llegar, en una esquina de la sala, observando todo lo más alejado posible.
- ¡SÍÍÍ, FIESTAAAAAA! –exclamaba Jiho por el fondo, haciendo girar una camiseta mientras Yukwon se le subía a la espalda de un salto. Le miré de reojo, incapaz de hacer desaparecer por completo mis celos al recordarle días atrás. Podía fingir, pero nunca olvidar.
- ¡TAEHYUNG TE QUEREMOS! –exclamó otro grupo por el fondo a medio vestir, lanzando sus zapatillas manchadas de barro al techo.
Era tal el alboroto que si no me fui de la sala, fue para mantener vigilado a Tae. Después de todo era mi amigo, y aunque hubiera revolucionado los vestuarios con una simple noticia acerca de una fiesta, seguía teniendo la responsabilidad de cuidarle. Y de bajarle de los hombros de Hoseok, incluso si eso conseguía abucheos de todo el equipo.
- ¿Tus clases no habían terminado hace más de dos horas? –pregunté colocándole la camiseta, la cual habían estirado tanto que casi podía vérsele un pezón.
- Me quedé estudiando –respondió de inmediato, dándose la vuelta y agitando la enorme mochila cuadrada que tenía a su espalda. Parecía vacía, pero tampoco me esperaba mucho más de él, por lo que no dije nada. – Ya que tenía que avisar al equipo de lo de la fiesta, pensé que podía preguntar si tú o algún amigo tenía un hueco libre en su coch-
- ¡YO TE LLEVO!
- ¡NO YO!
- ¡TAEHYUNG, EL MÍO ES MÁS GRANDE!
- ¡OYE, QUE EN EL TUYO NO HAY HUECO!
- ¡YO TE LLEVO A ESPALDAS!
- ¡YO TE COMPRO UN COCHE!
- ¡YO T-
Fulminé con la mirada a todo el grupo de desesperados que querían comerse al castaño. Todo el mundo en el colegio sabía que Taehyung era una pieza fácil. Deliciosa y fácil. Supongo que por eso me sentía constantemente en el deber de protegerlo de las hienas de mi equipo, o del centro en general.
- Te llevo yo.
- ¿Tú? –me miró ligeramente decepcionado. Estaba claro que esa no era su idea cuando entró por la puerta. Seguidamente se giró hacia Hoseok, quien estaba atrás mío, fingiendo colgar la misma camiseta en una percha como treinta y siete veces, y dio unos toques en su hombro. Por como se giró el mayor, parecía que llevara esperando ese contacto toda su vida. – ¿Tú no tienes coche?
- Tengo moto –respondió de inmediato. Rodé los ojos y les di la espalda, prosiguiendo con mis cosas. Ya sabía cuales eran las intenciones de mi amigo, y también sabía como reaccionaría a ellas mi débil compañero de equipo.
- ¿Te importaría acercarme a casa? –Taehyung colocó una mano en su hombro y Hoseok me miró, casi pidiendo permiso. Suspiré y aparté la vista, casi ofreciéndoselo. – Así no tengo que molestar a Jimin.
- Ten cuidadito –me puse en pie, colgando mi mochila de deporte al hombro, y les interrumpí la conversación, dando unos toques en la frente de Taehyung junto a la advertencia. – Cualquier cosa que necesites, me llamas.
Por como siguió hablando con el mayor una vez me marché, supe que a menos que cayera un meteorito o se quedaran sin condones, no iban a llamarme. Y conociendo el historial de Taehyung y su poca precariedad, quizás ni en el último caso.
Conduje solo hasta casa, con la música baja y la ventanilla de mi chat con Jungkook abierta. En cada semáforo o descanso de la carretera, me paraba a responderle. Él hablaba en cada segundo, ya que en vez de tener un volante en sus manos, tenía un libro de apuntes de Historia. Seguro que en verdad era un manga y el libro de historia estaba abandonado en su escritorio, pero preferí no sacar el tema. Ya casi me había acostumbrado a su nula compenetración con el estudio.
Me habló de sus clases. De varios compañeros que habían creado una especie de proyecto sobre una obra de teatro. De como ahora, Taehyung le saludaba al verle por los pasillos, e incluso hablaba como si fueran amigos de toda la vida. También mencionó que estaba engordando y que la nueva máquina de café de la cafetería también incluía chocolate caliente, lo cual, posiblemente, era el motivo de su aumento de peso.
Hablaba de muchas cosas, y me gustaba escucharle. Me gustaba leerle, en ese caso. Realmente le visualizaba hablando, y no podía evitar sonreír, pero hubo un momento en el que me aburrí, y los siguientes veinte minutos a penas me apetecía desbloquear el móvil con cada mensaje suyo.
Y entonces me acordé de Taehyung. Y, por extraño que pudiera resultar, Jiho también vino a mi mente. Y mis dedos comenzaron a teclear por sí solos, escribiendo una simple frase.
¿Qué llevas puesto?
Jungkook respondió que unos pantalones negros de chándal y una camiseta, también negra, de manga corta. Luego siguió hablando acerca de una fiesta que no paraban de comentar por su clase. Rodé los ojos y volví a insistir. Sabía mis intenciones, y las estaba desviando deliberadamente.
Mándame una foto.
Respondió que no. Respondió que no era el mejor momento, que su cara daba asco y no tenía ganas. Yo le dije que no quería una foto de su cara, sino una de su cuerpo. Él volvió a repetir lo mismo, que no tenía ganas, y tan solo consiguió acrecentar las mías sobre verle. Quizás ya ni sobre eso, tan solo sobre que me hiciera caso. No le costaba nada, no podía negarse.
Y lo siguió haciendo. Se siguió negando hasta que llegué a mi edificio. Mientras cruzaba el parking, me decía que se había hecho varias y ninguna le gustaba. Mientras subía en el ascensor, que estaba más gordo. Mientras entraba en mi casa, que por favor, realmente no quería.
No le respondí a ninguno de los mensajes, de tal forma que terminó hablando consigo mismo. Parecía una conversación de un demente. Una conversación interrumpida, al cabo de un rato, por una imagen.
Sonreí, complacido, y esperé sin prisas a que se cargara, sirviéndome un vaso de zumo entre tanto. El círculo de su interior seguía girando, impidiendo que yo pudiera observar la imagen, pero siendo sinceros, tampoco tenía tanta curiosidad. Simplemente quería que me la mandara, y eso había hecho.
- ¿Jungkook? –le llamé nada más verla. No por la foto, la cual era excitante pero normal. Tan solo salía frente a un espejo, de rodillas y sin los pantalones. Me había gustado, me gustaba todo de él. Probablemente le llamé, porque me sentía culpable. Aunque fuera un poquito. El pelinegro se había esforzado, y ahora se merecía una recompensa. No podías golpear a alguien sin acariciarle después. – Jungkook, responde.
- ¿Qué quieres? – sonaba rabioso. Puede que incluso estuviera llorando. – Te he dicho que no quería.
- Y yo te he dicho que quería –sonreí por lo impotente que se escuchaba al otro lado. Tal como había dicho, no quería, pero por mí lo había hecho. – Sales perfecto. Estás igual de apetecible que siempre.
- Estoy más gordo.
- Estás perfecto –repetí con voz tranquilizadora, con paciencia. – Y ya sabes que no me gusta que llores, así que deja de hacerlo.
- Es-está bien...
Me terminé el zumo de naranja y dejé el vaso en el fregadero, pendiente de cada suspiro al otro lado de la línea. Jungkook parecía estar calmándose. Sonreí complacido.
- ¿Ha sido para tanto?
- No –respondió reacio. Podía visualizarle abultando los labios con enfado. Igual que cuando se avergonzaba, igual que cuando no quería reconocer algo. Igual que un niño inmaduro, uno que no podía esconder sus emociones. Sin planearlo, llevé mi mano a los pantalones y comencé a masajearme por encima. – ¿Jimin?
- Desde ahora, haz todo lo que yo te diga. –me apoyé contra en frigorífico, agarrando la gran erección que, como era de esperar, no había tardado ni un minuto en aparecer, y suspiré sonoramente, frustrado. – Eres perfecto. Eres mío.
Jungkook puso el pestillo en su habitación e hizo todo lo que yo le dije en esa llamada. Absolutamente todo.
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