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23.

[Jimin]

El trabajo de medio tiempo de Jungkook era un asco. ¡Ni siquiera cobraba! Era una pérdida de tiempo que él se empeñaba en seguir haciendo porque su compañero de turno le comía la oreja cuanto quería.

- Le gustas –declaré removiendo el café mientras él se preparaba para salir.

- ¡Es hetero, joder Jimin! –rodé los ojos. Como si lo que dijera ese tipo me importara. Solo había que mirar a Jungkook, pues sobrepasaba cualquier declaración sobre sexualidades. Él gustaba a todo el mundo, lo que conllevaba que me lo quisieran robar a cada segundo. Era exhaustivo. – Y te he dicho que si cobro.

- Cobras la mitad de lo que cobrarías en un trabajo normal.

- Le estoy haciendo un favor a mi tío –agarró su bufanda y empezó a darse los últimos retoques frente al pequeño espejo de la entrada. Yo seguía mirándole, completamente serio, callando toda la rabia que me comía por dentro. – ¿Tanto te cuesta entenderlo?

- Le gustas.

- ¡Es mi tío, por favor!

- A tu compañero –corregí.

- No quiero empezar otra vez con lo mismo –suspiró con cansancio y se acercó a despedirse dejando un beso en mi mejilla. – Anímate, venga. Esta noche intento volver un poco antes y vemos esa serie que tantas ganas tenías de enseñarme. –fruncí el ceño y aparté la vista, intentando hacerme el difícil, pero él sabía perfectamente por donde llevarme. Y lo conseguía. – Y luego te daré un masaje de los que te gustan. Con velas y todo.

- ¿Y te pondrás lo que te compré?

- Me pondré lo que tu quieras –tras sopesarlo unos segundos, decidí que era suficiente. Al menos por ahora. Me giré para mirarle y correspondí su beso. Él sonrió y antes de irse, agarró la galleta que tenía en mi mano y pretendía mojar en el café. – ¡Deh quiedoh! – fueron sus últimas palabras, con los carrillos llenos y escupiendo migajas sin pretenderlo. Yo también le quería, por eso sonreí al escucharle.

Y pasé básicamente el resto de la tarde planteándome ir a recogerle por sorpresa. Decidiendo ir a recogerle por sorpresa. Preparándome para ir a recogerle por sorpresa. Conduciendo para ir a recogerle por sorpresa. Y frenando en medio de la carretera para leer un mensaje de móvil en el que me pedía disculpas por tenerse que quedar hasta tarde.

Al parecer los del restaurante habían decidido celebrar el fin de temporada esa misma noche. Incluso estaría su tío. Se pasarían hasta las tantas bebiendo y luego cogería un taxi para volver. Una cena de negocios como cualquier otra, una que sería de mala educación rechazar, como cualquier otra.

No sé si fue la decepción de no tener nada de mi tan esperada noche con Jungkook, o la inseguridad de saber que estaría emborrachándose junto a su compañero de trabajo y más gente sin estar yo delante. Pudo ser una mezcla o un cúmulo de mil detalles más. Pero de cualquier manera, ni siquiera me paré a pensarlo cuando di media vuelta, tras el pitido de varios coches, y me dirigí hacia el local en el que Taehyung trabajaba.

Cuando llegué, no tardé ni medio segundo en encontrarle. Era fácil. Era el único músico de aquel pub, la única persona con un saxofón casi más grande que su cuerpo entre las manos. Al verme, me saludó con el pie, emocionado, pero sin detener la canción que tocaba. Pedí un par de bebidas en la barras mientras esperaba su descanso.

- ¡Jimin! –alguien apareció a mi espalda, rodeándome con el brazo. Sonreí y me giré hacia el rubio. Eso si que me sorprendió. Agarré un mechó y lo observé entre mis dedos. – Ah, cierto. Decidí teñirme. Hoseok perdió una apuesta.

- ¿Él perdió la apuesta y tu te teñiste?

- Él también lo hizo. Me pareció divertido y le imité. –sonrió y se sentó en la butaca de al lado. Cuando nos trajeron las bebidas, le tendí una, pero la rechazó con una sonrisa. – No puedo beber en horas de trabajo.

- Esperaré a que termines entonces.

- ¿Esperarás una hora y media? –miré mi reloj y luego a la carta de bebidas.

- ¿Me dará tiempo a emborracharme en hora y media?

Cualquier otra persona coherente, habría intentado persuadirme. Habría propuesto un plan que no incluyera alcohol y ofrecido escucharme. Cualquier persona no habría apoyado un plan que implicara emborracharse hasta perder el conocimiento, pero Taehyung no era cualquier persona.

- ¡Te dará tiempo! ¡Tú espérame y bebe! –sonreí divertido y empecé siguiendo su consejo con la copa que ocupaba mi mano. De un solo trago, me la bebí entera. El rubio me miró sorprendido, dio unas palmaditas en la cabeza y sonrió, girándose seguidamente para volver a tocar. Yo estiré mi brazo y le agarré de la manga antes de que se marchara.

- Eh, Taehyung –me miró interrogatorio, alzando ligeramente la barbilla. Yo aún intentaba asimilarle con el pelo rubio. En verdad, no le quedaba nada mal. – ¿Sigues con Hoseok?

- Me mudo con él el mes que viene –respondió feliz. Pude notarlo. Era feliz.

- Genial –fue lo que respondí, aunque jamás llegué a comprender porque lo hice. No me alegraba por él, simplemente me era indiferente. A esas alturas yo ya debería haberme casado con Jungkook.

Esperé pacientemente hasta el final de turno de mi amigo, y es ese tiempo arrasé con la barra igual que él lo hizo con su público. Seguramente fue una pena haber bebido tanto, porque no recordé nada de la actuación, aunque en ese momento no me importara en absoluto. Solo quería beber. Si me sentía enfadado, bebía. Si me sentía triste, bebía. Si aplaudían demasiado fuerte a Taehyung y me dolía la cabeza, bebía.

Era comprensible que cuando fuimos a por mi coche, yo no fuera capaz ni de meter las llaves en él.

- Estás fatal, amigo –fue lo más inteligente que se le ocurrió decir. Yo le ignoré y seguí intentando meter las llaves en el coche. – Creo que sería mejor aplazarlo a otra noche... –coló su dedo entre los míos y pulsó un botó, haciendo que las luces de mi coche se encendieran. Le miré molesto y entré con orgullo en mi coche. En los asientos traseros. – Tienes suerte de que me obligaran a sacarme el carnet.

- Tú no tienes el carnet.

- Tú hace meses que no me llamas – respondió desde el asiento del conductor. Ahora él también había entrado y se estaba poniendo el cinturón. Antes de hacerlo, se inclinó hacia mí para abrochar el mío. – Algunas cosas han cambiado.

- Jungkook tenía miedo de que algún día nos liáramos.

- ¡Oh, cierto! ¡Jungkook! –sonrió y me miró por el espejo retrovisor al tiempo que arrancaba. Yo fruncí el ceño y cerré los ojos, apoyándome en la ventana. El pelinegro era la última persona de la que quería hablar. – ¿Sigues con él?

- ¿Me llevas a casa? –pregunté, ignorando sus palabras. Intentando no pensar en la persona que acababa de mencionar. – Creo que me he pasado con la bebida...

- Claro, amigo.

- Por cierto, Tae –entreabrí un ojo y le miré por el espejo retrovisor. Sonreí levemente. – Te queda bien el pelo rubio.

A partir de ahí, todo empezó a revolverse. Cerré los ojos y estuve reteniendo el vómito hasta que caí dormido contra la ventana del cristal. Cuando desperté, estaba en una posición completamente distinta, lo cual puso en duda que Taehyung me hubiera dicho la verdad sobre el carnet.

- Lo que importa es que estamos vivos y en tu casa –respondió cuando le pregunté. Aún seguía borracho, así que me bastó con eso. Acepté su ayuda para salir del coche y luego me dirigí al portal, tropezándome y apoyándome en mi amigo más veces de las que podía contar. – ¿Te importa que me quede a dormir en el sofá?

- Toma las llaves –se las tendí para que abriera la puerta. – Duerme donde quieras – añadí entrando en el piso, tambaleándome hasta el sofá, y dejándome caer sobre él sin importarme lo más mínimo el daño que pudiera hacerme. Solo noté lo mullido y agradable que era. –...pero el sofá me lo pido yo.

- Entonces cogeré tu cama.

- ¡Taehyung! –grité antes de que se marchara. Probablemente lo hice antes de que siquiera le diera tiempo a dar medio paso. – Ven –ordené, y vino. Se acercó al sofá y sentó a mi lado. Sin que yo se lo pidiera, empezó a quitarme la chaqueta. – Jungkook me engaña.

- ¿De verdad? –por su tono y por como me seguía desvistiendo, casi hasta con aura maternal, supe que no me creía. – Ah, odio los jerséis de cuello alto. Son casi imposibles de quitar.

- Hablo en serio, Tae –formulé tras casi perder la cabeza cuando me quitó el jersey. Luego fueron las zapatillas, y en cuestión de minutos. Me encontraba solo con la ropa interior. – Ahora es con su compañero.

- ¿No decías que era Yugyeom? –recogió toda la ropa y se puso en pie. – Voy a traerte un pijama. Espérame aquí.

- ¡Eso era en el colegio! –grité para que me escuchara desde el otro cuarto, ignorando que eran más de las doce y mis vecinos no me tenían mucha estima. Por suerte no tardó en volver con las prendas en sus manos, y mi tono de voz bajó. – Ahora es con el compañero.

- Ahá.

- Están follando. Estoy seguro. Se están riendo y follando a la vez. Riéndose de mí.

- Estás borracho.

- Riéndose de que estoy borracho –seguí hablando, porque todo tenía sentido. Jungkook solo quería hacerme daño. Jungkook no me quería. Ahora quería a ese tío del que no me había querido ni dar el nombre. No me importaba su nombre, solo quería destrozarlo. – Voy a matarle.

- Primero vas a ponerte el pijama –esa voz me hizo recordar que Taehyung estaba conmigo. Y por primera vez en toda la noche, le miré. Le observé fijamente, incluso acariciando su rostro. Él me dejó, quizás porque éramos amigos, o quizás porque iba muy borracho. – ¿Qué haces, Jimin?

- Has crecido mucho desde el colegio.

- Todos lo hemos hecho. Ha pasado un tiempo ya.

- Para mi no lo parece –respondí sin pensar, mecánicamente. Los borrachos y los niños siempre decían la verdad, aunque nadie la pidiera. Y yo ya no era un niño. – Yo no he cambiado. Nada ha cambiado. Sigo igual que siempre.

- Jimin...

Tampoco lo pensé ni pedí permiso cuando le besé.

Me lancé encima suyo, con brusquedad, echando el pijama a un lado y agarrándole de los hombros. Mis manos comenzaron a bajar, y aunque él no me detenía, sus palabras si lo hicieron.

- Eh, eh, espera –no esperé. Empecé a besar su cuello sin pensar. Es que no pensaba. No pensaba en absolutamente nada, solo actuaba. – ¿sigues con Jungkook? – le miré un segundo, ladeando la cabeza con desconcierto, y entonces solo imaginé al pelinegro gimiendo en los brazos de otro. Ni siquiera tenía rostro, pero esa persona no era yo. – ¿Jimin?

- A Jungkook no le va a importar.

Y me creyó. Porque así era Taehyung, ingenuo como un niño y promiscuo como un adolescente. Y yo estaba borracho. Era la combinación perfecta para comernos el uno al otro. Nos besábamos tan intensamente que cualquier diría que llevábamos siendo solo amigos todos esos años, pero la verdad era que lo que expulsaba en cada acto, no era intensidad. Lo mío era rabia.

Mientras le besaba, pensaba en Jungkook besando a otro. Mientras me mordía, pensaba en Jungkook seduciendo a otro. Cada marca, cada vez que mis dedos se clavaban en su carne, Jungkook venía a mi mente, enfureciéndome aún más.

Fue irónico que apareciera en la puerta cuando yo estaba a punto de llegar al clímax. Porque sí, me corrí viendo esa expresión de sorpresa e incredulidad. Seguida de desconcierto. Rabia. Decepción. Y luego nada.

Cuando Taehyung alzó la vista y me miró sonriendo, satisfecho, Jungkook ya no estaba.

- ¿Acabo de escuchar un portazo? –preguntó el rubio. Se pasó la mano por el pelo y miró hacia la puerta, pero ya no había nadie. – Bah, habrá sido el vecino... –entonces volvió a mirarme, y supe lo que sucedía porque él me lo dijo. – ¿Jimin? ¿Estás llorando? ¿Jimin? –agarró mis mejillas y empezó a limpiarme el rostro, apartando el pelo de mi cara. – ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?

Solo podía pensar en que se había ido y por culpa del alcohol, no conseguía recordar las últimas palabras que me había dicho aquella mañana. 

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Aún hay más. 

Pero no lo voy a subir hoy.

Lo digo para que no penséis que esto es el final.

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