CAPÍTULO 7
ALEXIS
Me despierto a las seis de la mañana y voy a levantarme para ir al baño, pero Luke tira de mi cintura hacia él.
—¿Dónde vas?
—A hacer pis.
—No te dejo —dice con voz divertida y apretándome más.
—¡Ay! No me aprietes que me meo, idiota. Déjame.
—Date prisa, que me quedo frío —dice soltándome.
Bebo un poco de agua y regreso a la cama. Me acurruco contra su pecho y me abraza.
La verdad es que muchas veces me he preguntado a mí misma por qué no me enamoraré de Luke. Nuestra relación es tan extraña que creo que tenemos una especie de amor no descubierto aun por el hombre. Es complicado.
—Pequeña, tienes que levantarte —me susurra un par de horas más tarde.
—Mmm...
—Venga, vas a llegar tarde —dice destapándome.
—¡Joder, que frío!
Me visto deprisa y me despido de él con beso en la mejilla para ir a mi apartamento a cambiarme de ropa y a desayunar.
Veinte minutos después estoy entrando en la clase de Medicina Legal. Tarde.
—Lo siento —digo avergonzada porque todos me estén mirando.
—Puede pasar pero tendrá que quedarse después de clase diez minutos más. Los que ha perdido.
—Está bien.
Subo las escaleras, hasta el asiento libre junto a Scarlett y le hago un gesto con la cabeza para que no pregunte.
—Anoche estuviste increíble —me susurra.
Gracias —digo con una sonrisa—. ¿No se dieron cuenta, no?
—No. O eso creo, vamos.
—Joder, eso espero.
—Señorita Fabrici. Ya son quince minutos, ¿Quiere que siga subiendo? —pregunta Owen desde su mesa.
—No. Perdón.
Pasamos el resto de la clase en silencio. Subrayando lo que el profesor nos manda y tomando los apuntes necesarios. Intento no mirarle porque, joder, entre el beso salvaje con Ryder anoche, y después el cuerpo de Luke... madre mía.
Cuando la hora termina y todos han salido, bajo despacio las escaleras y veo cómo cierra la puerta por dentro.
—Alexis —dice acercándose peligrosamente.
—Owen.
Sin decir más, me levanta y me sienta sobre su escritorio. Comienza a acariciar mi cuello con la lengua y a bajar la cremallera de mi cazadora. Tira de la camiseta para libera mis pezones por encima del sujetador y los muerde mientras los recorre con la lengua. Tiro de su pelo para subir su cabeza y besarle.
—Sin tonterías. Puede venir alguien —digo desabrochando su cinturón.
Sonríe y se coloca un condón mientras yo bajo mis pantalones y le rodeo con las piernas. Me mira con seriedad justo antes de metérmela. Gimo sin querer y me tapa la boca con una mano mientras con la otra me aprieta contra él. Me lo hace unos minutos más. Cada vez jadeo más alto y sus gruñidos en la garganta no son precisamente bajos. Me inclina hacia atrás, recostándome en la mesa, y coloca las manos en mi cintura. Sus golpes son más duros y profundos. Presiono mi clítoris provocando que en menos de dos minutos el orgasmo me invada, teniendo que taparme yo misma la boca con la mano libre. Poco después, Owen hace lo mismo y tira de mí para levantarme y pegar su cuerpo al mío.
—Has sacado un nueve en el examen sorpresa del otro día —me dice mientras sale de mí.
RYDER
Después de aguantar la charla sobre responsabilidad de mi padre esta mañana, llego justo antes de que cierren la puerta de mi clase de Derecho Constitucional.
—¿Dónde coño estabas, tío?
—Mi padre me ha echado la charla por llegar ayer a las tantas. Estoy reventado, he dormido una mierda.
—Yo no he dormido —le miro interrogante—. He pasado la noche con Kels —dice con una sonrisa.
—Ya era hora, colega. ¿Qué tal?
—De puta madre.
Veo como el profesor nos mira, así que nos callamos.
Cuando la hora termina, vamos al gimnasio y nos ponemos la ropa de entrenamiento.
—¡Smith! ¡No eres el capitán por tu belleza! ¡Así que despiértate de una puta vez y da ejemplo, joder!
—Lo siento, entrenador —responde Aiden comenzando a correr más deprisa.
Dos horas después salimos de las duchas completamente agotados. Este puto entrenador nos revienta, no sé por qué coño me apunté al equipo si no me gusta el deporte, joder. Ah, sí, por el puto pesado de mi amigo que no paró de insistir en que así, ligaríamos mucho más.
—Hostia, creo que me voy a quedar dormido de pié.
—Eso os pasa por salir anoche —dice Timothy riendo.
—Cierra el pico, Tim —Aiden le tira una toalla.
Al salir de la facultad veo a Alexis apoyada en su coche, mirando su teléfono. Me despido de Aiden y voy hacia ella.
—No des un paso más —dice sin levantar la vista.
—¿Cómo sabias que era yo?
—Te he olido a veinte metros, Ryder. Esa colonia, o lo que sea que llevas, apesta.
—Hay que ver lo que te gusta hacerte la dura, gatita. Te encanta y lo sabes.
—¿Qué quieres? —pregunta con aburrimiento levantando la vista.
—A ti —digo mirándola a los ojos—. Pero como sé que tu orgullo es más grande que tu deseo, de momento, solo he venido para invitarte a una fiesta que daré este sábado.
—No puedo ir, pero gracias.
—¿Trabajas?
—Sí.
—Puedes venir cuando salgas.
—Paso. Que te diviertas —dice sonriendo a mi espalda—. Sí que has tardado —le dice a su amiga.
La chica me observa con una sonrisa y se mete en el coche junto a Alexis. Me apoyo en la ventanilla abierta y le guiño un ojo, ella me mira sorprendida y sonríe.
—Si tu amiga, la estrecha, cambia de opinión, tú también estás invitada, preciosa.
Me doy la vuelta, dejando a su amiga completamente excitada y a Alexis indignada por mi comentario, y me alejo con una sonrisa triunfante.
ALEXIS
—¿Qué ha sido eso?
—Nada —digo pisando el acelerador.
—¿Por qué te ha llamado estrecha y de qué tienes que cambiar de opinión?
—¿¡Qué cojones le pasa ahora al coche!? —pregunto con frustración, sintiendo que algo no va bien.
—Lexi, a lo mejor si quitas el freno de mano... —dice bajándolo ella misma.
Empieza a reírse y yo me ruborizo. ¿Quién cojones se cree ese imbécil para llamarme estrecha?
—Te pone nerviosa —dice riendo—. A ver, que lo entiendo, eh. Está buenísimo. Con esos brazos llenos de tatuajes y esa pinta de "súbete a mi moto y acompáñame a vivir una vida llena de peligros y orgasmos en un motel de carretera".
—Eres una idiota —digo estallando en carcajadas.
—Venga, dime. ¿Por qué te ha llamado estrecha?
—Joder. Ayer cuando salí de currar, me fui a dar una vuelta con él...
—Follasteis.
—Scar, si hubiéramos follado no me habría llamado estrecha.
—Cierto. O sea que no follasteis —afirma mientras salimos del campus.
—Pues no. Sin darme cuenta... Lo juro que no sé cómo pasó... terminé encima de él, besándole.
—¡Estás de coña! ¡Eres una hija de puta con suerte! —ríe— Seguro que besa como los dioses.
—No estuvo mal, la verdad... lo cierto es que no estuvo nada mal —reconozco para mí misma.
—¿Y cuál es el problema, entonces?
—Que paso de liarme con él. Luke dice que es peligroso y además es un creído.
—Se lo cree porque puede.
—Si ni siquiera le conoces, Scar –digo aparcando frente a su casa.
—Se llama Ryder Black. Tiene veintidós años y estudia derecho. Juega en el equipo de rugby de la universidad y su padre es el jefe de la policía. Su madre murió al darle a luz y lleva una doble vida un poco oscura, de la cual nadie habla ni comenta. La mitad de las tías andan detrás de él pero es bastante exigente a la hora de liarse con nadie. No lo hace con cualquiera. Al menos del campus.
Dice todo esto de manera despreocupada mientras retoca su maquillaje en el espejo y saca la chaqueta de la mochila. La miro sorprendida y alzo una ceja.
—¿Puedes explicarme de dónde has sacado todo eso?
—Es una ciudad pequeña, Lexi. Además, joder, es Ryder Black. ¿Me estás diciendo que nunca habías oído hablar de él?
—Pues no —respondo ofendida porque todo el mundo parezca saber de él más que yo.
—Deberías salir más. Vas de clase a casa y de casa al trabajo.
—Que te jodan.
—En serio, Lexi. ¿A ver, de qué quería que cambiaras de opinión? No me digas que hablaba de la fiesta.
—¿Cómo lo sabes?
—¡Joder! Todos los años da una fiesta de Halloween en su casa del lago. ¿Nos ha invitado? —pregunta emocionada.
—Sí. Pero no voy a ir. Tú puedes ir si quieres. Además, Halloween no es hasta dentro de casi tres semanas.
—Da la fiesta en octubre. No dice la fecha exacta hasta pocos días antes. Así sabe cuándo su padre trabaja fuera de la ciudad y no le vigila. Lexi, lo que pasa en esta fiesta... es recordado todo el año. ¡No podemos faltar!
—No.
—¿¡Pero tú has visto a sus amigos!? —lloriquea— ¡Si no quieres liarte con él, al menos hazlo con alguno de ellos!
—No.
—¡Alexis Fabrici! ¡Necesito echar un polvo en condiciones ya, así que por una vez en tu vida, hazme caso!
—Tengo que trabajar.
—¡Mentira! Me dijiste que librabas este sábado.
—Mierda —chasqueo la lengua.
—Venga, Lexi. Por favor —suplica poniendo ojitos.
—Ya veremos.
—Joder. Vale.
Se baja del coche enfadada y entra en su casa sin despedirse. Al final me va a hacer ir. Pero es mañana ya, joder. Y no tengo un puto disfraz. Mierda.
—¿Qué tal el día, pequeña? —me pregunta Luke entrando en mi apartamento.
—Bien. Muerta de sueño, como cada viernes. Pero bien.
—Conozco esa cara —dice acercándose.
—¿Qué?
—Tú has follado.
—¿¡Cómo coño puedes saberlo!? —exclamo empezando a reírme.
—Te conozco, Alex. No me digas que ha sido con Black —dice apretando la mandíbula y acercándose.
—No...
—¿¡Ese profesor, otra vez!?
—No te alteres, Luke. No nos ha visto nadie.
—¡Hasta que un día os vean y te expulsen!
—No exageres —digo quitándome los pantalones y la camiseta.
—¿Además, cuántos años tiene? ¡Seguro que es un viejo!
—Pues para tu información, tiene veintinueve años —digo entrando en el baño para darme una ducha.
—¿Tan joven y ya es profesor de universidad? No me lo trago.
—Es inteligente —digo encogiéndome de hombros.
—Demasiado listo me parece a mí que es —dice con doble sentido.
—¡Sal de aquí! —grito cuando veo que entra en el baño.
La mampara de la ducha es transparente, excepto por pequeñas rayas que la cubren de arriba abajo pero que no tapan nada en absoluto.
—Joder, Lex. Te he visto desnuda millones de veces.
—Pues parece que no estás acostumbrado —miro la erección que comienza a formarse bajo sus pantalones.
—Que te haya visto desnuda muchas veces no quiere decir que no me pongas cachondo.
Temo el brillo de ojos que tiene ahora mismo. Sin apartar su mirada de la mía, se quita la camiseta provocando que mis ojos vayan hasta sus oblicuos, y camina hacia la ducha con lentitud.
—¿¡Que haces!? —grito cuando abre la mampara y se mete dentro con los pantalones puestos.
—Vamos, no me digas que no lo echas de menos —dice arrinconándome contra la pared.
—Luke... no lo hemos hecho nunca sin estar borrachos...
—¿Quién ha dicho que vayamos a hacerlo?
Me acaricia con sus ásperas manos y toda mi piel se pone de gallina. Baja por mi cintura y con las dos manos hace que me gire y apoye la espalda en su pecho. Aprovecha que tengo el pelo hacia un lado para besarme el cuello y la oreja, mientras sigue bajando la mano hasta encontrarse con mis muslos apretados. Uno de sus dedos se desliza entre ellos, haciendo que los relaje de inmediato. Acaricia suavemente mi clítoris provocando un estremecimiento por mi parte. Con la mano libre me sujeta con fuerza porque sabe que las piernas comenzarán a temblarme de un momento a otro. Dos dedos entran mí, despacio, muy despacio.
—En mis veintitrés años, no he encontrado un coño como el tuyo —susurra contra mi oído—. Parece que mis dedos estén hechos para él.
Entran y salen un poco más deprisa que al principio, y cada vez más profundo. La mano que me está sosteniendo trepa hasta mis pechos y aprieta uno de mis pezones, provocando que un gemido solitario salga de mi garganta, con dolor. Reconoce ese gemido así que comienza a penetrarme con los dedos más deprisa, rozando mi clítoris con la palma de su mano cada vez que entra y sale. Consigue que me corra en muy pocos minutos. Nadie es capaz de hacer lo que él hace, joder.
Me sostiene mientras recupero el aliento y las fuerzas. Sin separarse ni un centímetro de mi cuerpo. Siento su polla contra mi culo a través del pantalón.
—¿Por qué has hecho eso, Luke? —pregunto bajo el chorro de agua cuando mi cuerpo vuelve a la normalidad.
—¿Por qué no? —sonríe y sale de la ducha, y del baño, empapando todo por completo.
RYDER
—¿Papá, hasta cuándo estarás fuera?
—Pues no volveré hasta el lunes, así que compórtate. Por favor —pide mirándome con el semblante serio.
—Sabes que sí. Puedes irte tranquilo.
—Lo sé, hijo. Confío en ti.
Terminamos de cenar hablando de los próximos exámenes y las asignaturas. Recojo la mesa y friego todos los platos, mientras él prepara un par de cafés y los lleva al salón. Me siento a su lado y los tomamos, en silencio, mientras termina de recoger las cosas que necesita para el viaje. A las diez y media de la noche nos despedimos y se marcha hacia la comisaría.
Trevor— ¿Todo listo para mañana?Yo— Sí. Seacaba de marchar, así que mañana venís para ayudarme a preparar las cosas. Aiden— Vale, tío. ¿De qué os vais a disfrazar?Max— A mí meestáis tocando los huevos con tanta fiesta de disfraces. Dos en una semana. Roland— Sí y entres semanas es Halloween. Otra más.Aiden— Podríamos ir todos iguales. Jeff— Me apunto a eso. Paso de pensar.Yo— Pues todos de policías. Así no tengo que comprarmeotro, jajaja.Max— Mejor de bomberos. A las tías les ponen los bomberos,jajaja.Yo— Venga, vale. Quedamos mañana por la mañana en latienda del centro comercial para comprarlos. Os invito a comer y vamos para ellago después. Aiden— Vale. Jeff— Rol y yo nos apuntamos. A la una y media en latienda. Trevor— Estoy con Carter, no tiene batería. Nosotrostambién. Yo— Venga, maricones. Pues mañana a la una y media en la tienda. Coger lo que necesitéis porque después venimos a mi casa y vamos directos al lago.
Subo a mi habitación y me pego una ducha rápida. Enciendo el ordenador para pasar a limpio los apuntes de hoy mientras escucho un poco de música, hasta que mi móvil suena.
ALEXIS
Después de que Luke me diga que ha quedado con una chica y llegará tarde, nos despedimos y se marcha. Me paso la tarde estudiando para los exámenes de enero y mandándome mensajes con Scarlett.
Scar—Alexis, te juro que como no vayamos a la fiesta no te lo perdono.Yo— Pero mira la hora que es, Scar. Yo ni siquiera tengodisfraz. Scar— Yo tampoco. Mañana por la mañana vamos a comprar unoa la tienda del centro. Yo— Joder, te odio. Yo paso de ir a comprar nada, así quesi quieres que vayamos, vale. Pero tú te ocupas de todo. Scar— ¡Perfecto! Me paso por tu casa a la tarde paraprepararnos juntas. ¡Te quiero!Yo— Te odio. Scar— Mentirosa. Voy a dormir a casa de mis abuelos y yasabes que allí no hay una mierda de cobertura, así que hablamos mañana. Yo— Vale. Hasta mañana.
Que aburrimiento. ¿Con quién hablo yo ahora? Aun son las once y media de la noche así que las chicas están currando y además estoy sin gasolina, joder. Más le vale a Luke llenar el depósito mañana.
Decido bajar al Veinticuatro horas a comprar unas palomitas. Dejo el móvil cargando porque, total, no me va a llamar nadie y voy a tardar cinco minutos.
Después de salir del supermercado, veo de reojo cómo dos chicos me miran y se sonríen entre ellos. Comienzan a seguirme intentando disimular pero se nota claramente. Cuando estoy a pocos metros del portal, meto la mano en el bolsillo de la sudadera y casi me da un infarto cuando me doy cuenta de que no he cogido las llaves. Mierda. Paso de largo y al doblar la esquina, veo una cabina de teléfono. Sin pensarlo dos veces me meto dentro y observo cómo los dos chicos se detienen. Están apoyados contra la pared y fumándose un cigarrillo mientras me miran, ahora de manera descarada. ¿A quién cojones llamo yo ahora? Solo me sé el número de Scarlett y el de Luke, y la primera no tiene cobertura. Llamo a Luke, pero no responde. Lo que imaginaba, debe estar follando y con el móvil en silencio, como siempre. Busco en mis bolsillos y encuentro un trozo de papel, doblado y hecho una bola. Lo extiendo y veo que es el dólar que Ryder me dio la noche que nos conocimos. Sí, con su teléfono escrito. Joder.
Finjo que estoy hablando para ver si se marchan, pero no se mueven. Incluso me observan con más descaro que antes, mientras ríen. Soltando un suspiro, meto una moneda y marco.
—¿Quién es?
—Emm... ¿Ryder?
—¿Alexis?
—Sí...
—¿Qué pasa? ¿Desde dónde me llamas?
—Desde una cabina, cerca de mi casa.
—¿Qué pasa? —pregunta con un tono preocupado.
—Siento molestarte a estar horas...
—Dime que cojones pasa, gatita.
—Bueno... he bajado a la calle a comprar y me he dejado las llaves y el móvil en casa. Luke no está y no me coge el teléfono y el único número que me sé es el de Scarlett, pero no tiene cobertura.
—¿Y cómo has conseguido mi número? —ahora habla con diversión.
—Tenía el dólar que me diste metido en la sudadera.
—Vaya, gatita. Pensé que lo habías usado para limpiarte los mocos.
—Ryder, te puedo asegurar que eres la última persona que me apetece ver ahora mismo.
—¿Y por qué me llamas entonces?
—Bueno... cuando he salido del supermercado, dos chicos han empezado a seguirme. Están a unos pocos metros y no dejan de mirarme. No sabía que hacer...
—No te muevas de ahí. Estoy en un minuto —dice con voz seria y apresurada.
A pesar de que él ha colgado, yo no.Finjo que sigo hablando y que no me he dado cuenta de que me están observando.Los próximos minutos se me hacen eternos, a pesar de que en menos de tres ocuatro, un coche aparece a toda velocidad por el final de la calle. Cuando loreconozco salgo, y los dos chicos caminan hacia mí. Ignorando a Ryder.
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