CAPÍTULO 18
RYDER
—¿Qué cojones? —me callo al ver cómo ella me hace una señal con los ojos.
—Vuelve al coche —le dice Ronnie—. Y tú, ¿vas a disparar o no? No tengo toda la noche.
—Te mataré. Pero no aquí —digo guardando la pistola y caminando hacia atrás sin perderle de vista.
—Ya me parecía a mí —río.
—Vamos —Lisa tira de su mano hacia la tienda de la gasolinera.
Nos miramos unos segundos más, hasta que ella se gira y me pide con la mirada que no haga ni diga nada.
—No entiendo —dice Carter cuando llego a casa de los mellizos y les cuento lo que ha pasado.
—¿Qué mierdas hace Lisa con él? —pregunta Max.
—No lo sé, pero no me gusta. Se está metiendo en la boca del lobo.
—De cabeza —dice Roland.
—Sí.
Voy a responder, cuando el sonido de mi móvil me interrumpe. ¿Quién será? Son las dos y media de la madrugada.
Alexis— ¿Dónde estás? Vuelve a casa, por favor. Yo— ¿Qué haces despierta?
—Tengo que hablar con ella. Pero no me coge el puto teléfono cuando la llamo, joder —continúo con la conversación.
—Pues tenemos que pensar en algo. Se está poniendo en peligro —dice Jeff cogiendo otra ronda de cervezas.
—Lo sé. Oye... en cuanto a lo que os dije la última vez... —miro a los mellizos.
—Para —me interrumpe Roland.
—Olvidadlo. No lo decía en serio.
—Esta olvidado —Jeff choca mi mano y me abraza. Después de él, Roland se acerca y hace lo mismo.
—En serio, sabéis que a veces hablo sin pensar...
—Ryder, ya está. No hay necesidad de darle más vueltas —dice Roland.
Alexis— No puedo dormir. ¿Puedes decirme dónde estás o venir a casa?
Yo—Estoy con los chicos. Voy en un rato, duérmete.
Alexis— ¿Estas bien?
Yo— Sí. Duerme.
—¿A quién escribes a estas horas? —me pregunta Trevor.
—A Alexis.
—¿Qué tal está? —Max sonríe.
—Bien. Se está quedando conmigo.
—¿En tu casa? —pregunta Carter.
—Sí.
—¿Estáis...? —Roland eleva una ceja, insinuante.
—No. Solo me hace compañía.
—Ya —Max no está convencido—. ¿Bueno, qué hacemos?
—Vosotros nada. Yo voy a hablar con Lisa mañana mismo. Me está tocando mucho los huevos ya —digo pasándoles las cervezas que Jeff ha dejado sobre la mesa y abriendo una para mí.
—¿Y cómo estás tú? —me pregunta.
—Bien.
—Ry... —dice Max—. No tienes que fingir. Todos estamos hechos mierda.
Les miro y me dejo caer en el sofá. Dejo la cerveza en el suelo y me froto la cara con las manos, apoyando la frente. Noto como Max se sienta a mi lado y palmea mi espalda. Dejo escapar un par de lágrimas que me limpio de inmediato.
—Es duro —les digo sin levantar la cabeza—. Todo me recuerda a él. No puedo escuchar música. No puedo ver casi nada en la tele. No puedo ir a casi ninguna parte sin recordarle —me callo un segundo porque el nudo en mi garganta me impide seguir hablando.
—Déjalo salir, hermano. Todos lo hemos hecho. Lo necesitas.
—No... yo no... —y entonces, el muro que había levantado se hace pedazos.
Todo lo que llevaba días aguantando, sale. Las lágrimas me empañan la visión y lo único que puedo hacer en seguir llorando. Alguien se sienta al otro lado y acaricia mi cabeza. Nadie dice nada. Solo dejan que llore. Un par de minutos después, veo a Max arrodillándose frente a mí y agarrando mis muñecas para que saque la cara de entre mis manos. Me mira unos segundos y me abraza.
—Ya está. Sabes que él siempre estará con nosotros —dice en mi oído—. Estoy seguro de que ahora mismo nos está viendo.
—Lo sé —consigo decir—. Pero le echo de menos.
—Yo también.
—Toma, colega —miro a Carter y acepto el porro que me pasa.
—Gracias. Estoy bien —digo secándome las lágrimas y dándole un trago a la cerveza.
—¿Quieres que nos ocupemos de Ronnie? —me pregunta Jeff.
—No. Es mío —respondo con firmeza.
—Podríamos fingir que ha sido un accidente y evitarte problemas, Ry.
—No. Lo haré a mi manera.
—Pero... Está bien —Roland asiente cuando le miro.
—Tengo que irme —digo levantándome—. Veniros mañana a cenar.
—Eso está hecho, hermano —Max se levanta conmigo.
—Claro.
—Hasta mañana, colega —dice Trevor, dándome un abrazo.
Diez minutos después, aparco en el garaje de mi casa. Me quedo sentado dentro del coche porque las ganas de llorar han vuelto. Le pego una hostia al volante, provocando que suene el claxon. Comienzo a llorar de nuevo. Salgo del coche y empiezo a darle patadas a todo. La mesa de herramientas, la estantería llena de cosas. De un manotazo tiro todo lo que hay sobre la mesa. Rompo una vitrina de cristal.
—¡Para! ¡Ry, para! —sus brazos me rodean la cintura desde atrás. Me dejo caer de rodillas, con Alexis abrazándome— Ya está. Tranquilo —susurra en mi oído.
ALEXIS
El sonido de un claxon me despierta cuando, después de dar ochenta vueltas por la casa, de poner y apagar la televisión, y de intentar leer sin conseguir concentrarme, consigo quedarme dormida.
—¿Qué coño? —digo mirando la hora y escuchando jaleo en el piso de abajo.
Bajo corriendo y me lo encuentro hecho una furia, tirando todo y llorando descontroladamente.
—¡Para! ¡Ry, para!
Le sujeto por detrás, intentando detenerle y que se tranquilice. Le abrazo con fuerza cuando cae de rodillas y rompe a llorar aún más.
—Ya está. Tranquilo —susurro en su oído—. Vamos arriba. Venga —digo tirando de él para que se levante.
No opone resistencia, aunque camina sin ninguna gana. Consigo que suba las escaleras y llevarle hasta la cama.
—¿Quieres contarme lo que ha pasado? —le pregunto cuando me tumbo a su lado, mirándole.
—He visto a Ronnie. Casi le mato —dice sin expresión alguna.
—¿¡Qué!? —me incorporo de inmediato y me fijo mejor en si está herido— ¿Estas bien?
—Sí. Ha sido en la gasolinera. Ha aparecido y ha empezado a decirme... Le he puesto la pistola en la cabeza.
—¿Y qué ha pasado? —pregunto intentando guardar la calma.
—Lisa.
—¿Qué? ¿Cómo...? Me he perdido.
—Estaba con él. Ha salido del coche y se lo ha llevado. Lo sé —dice cuando ve que no digo nada—. Yo tampoco entiendo nada.
—Joder. Te dije que no salieras —apoyo la cabeza en su pecho.
—Después he ido a ver a los chicos. Hemos empezado a hablar y... Aiden no estaba.
Acaricio su pecho y levanto la cabeza para mirarle. Seco la lágrima que se le escapa y le doy un beso en los labios.
—Intenta dormir un poco, ¿vale?
Asiente, rodeándome con los brazos y abrazándome más fuerte. Lo último que siento, antes de dormirme, son sus labios dándome un beso en la frente.
RYDER
La noche de ayer fue horrible. Ese cabrón tiene que morir. No hay otra opción posible. Pero antes tengo que sacar a Lisa de todo esto.
Giro la cabeza y veo la cama vacía, y el reloj marcando las once de la mañana. ¿Dónde está? Entonces escucho la puerta de la calle. Anoche no me quité la ropa, asique sigo vestido. Bajo las escaleras y cuando entro en la cocina, la veo bebiendo agua de la nevera. Lleva unas mallas y una camiseta de manga larga, que se pega completamente a su cuerpo.
—¡Ryder! —pega un saltito al escucharme— Dios, me has asustado.
—¿De dónde vienes? —le pregunto cogiendo un vaso.
—He salido a correr.
—No sabía que te gustara el deporte.
—No me gusta, pero cómo llevo tiempo sin bailar, necesitaba moverme un poco.
—¿Ya has pensado que vas a hacer con eso?
—Sí... y no —dice sentándose en un taburete frente a mí—. No lo sé. Me gusta mi trabajo. Lo único que no me gusta es...
—Lo sé —le interrumpo sabiendo que se refiere a Ronnie.
—¿Tú qué opinas?
—¿Yo? Que no quiero que vuelvas a poner un pie ahí.
—Lo imaginaba.
—Pero sé que vas a hacer lo que te dé la gana —sonríe porque sabe que tengo razón.
—Necesito el trabajo.
—Puedes encontrar trabajo en otro sitio.
—No es tan fácil. Además, me gusta trabajar ahí.
—No quiero que ese cabrón te ponga los ojos encima. Porque... Dios, porque entonces se los sacaré.
—Ryder, sabes que él se pasa las noches allí metido. Eso es imposible.
—Por eso no quiero que vuelvas —digo dándole otro trago al zumo—. Allí no podré protegerte.
—No es necesario que lo hagas.
—Si lo es, sí. Él sabe que estás conmigo. Sabe que la mejor forma de hacerme daño, es haciéndotelo a ti.
—Anoche me pediste tiempo —dice rodeando la barra y colocándose frente a mí—. Me pediste que confiara en ti. Que no te pasaría nada.
—Sí —digo temiendo lo que dirá a continuación.
—Pues yo te pido lo mismo. Confía en mí. No me pasará nada. La seguridad del bar es muy buena y lo sabes. Además, no es idiota. Sabe que si me hace algo, irás a por él y no pararas hasta matarle.
—Puedes tenerlo claro —la miro seriamente.
—Yo lo tengo claro y el también —tiro de su mano y la coloco entre mis piernas.
ALEXIS
Acaricia mi pelo, colocando un mechón suelto tras mi oreja, y suspira.
—¿Eso quiere decir que vas a quedarte conmigo? —pregunta con tono esperanzador.
—Eso quiere decir que si tú confías en mí, yo confiaré en ti. Lo intentaré, al menos.
—Es un trato tentador —me sujeta por la cintura y me acerca más a él.
—¿Entonces? ¿Aceptas o no? —pregunto.
—Acepto —responde con la sonrisa torcida. Coloca una mano en mi nuca y me atrae para besarme—. Eres mi chica.
—Soy tu chica —sonrío sobre sus labios.
—Claro que lo eres.
—Tengo que ducharme —digo separándome un segundo.
—Pues duchémonos —sonríe y me levanta.
Sube las escaleras conmigo encima, y camina hasta el baño. Me deja en el suelo y comienza a quitarme la ropa, sin dejar de besarme. Cuando ya estoy desnuda, sonrío mientras me meto en la ducha. Observo cómo se desnuda él, mientras regulo el agua caliente. Cuando ya está dentro, se pone un poco de jabón en las manos y hace que me dé la vuelta. Las pasa por mis hombros, mi cuello y mis brazos. Después rodea mis pechos y pelliza mis pezones con suavidad, mientras me muerde la oreja. Yo cierro los ojos y comienzo a sentir cómo la sensación de calor crece dentro de mí. Sigue bajando por mi vientre, acariciando mi cintura y mis caderas. Ya no le queda jabón, debido al agua que nos cae encima, pero no se detiene. Su mano acaricia la zona interna de mis muslos, rodeando la parte que más deseo que me toque ahora mismo.
—Eres malo.
—¿Por qué? —no puedo verle pero sé que está sonriendo.
—Sabes por qué.
—¿Esto es lo que quieres? —pregunta rozando con un dedo mi clítoris.
—Eso mismo.
Lo rodea con dos dedos, moviéndolos de arriba abajo. En círculos. Yo echo el brazo hacia atrás y busco su polla para hacer lo mismo con mi mano. Un gruñido llena mis oídos cuando lo hago. Es entonces cuando, al menos dos dedos, entran en mí sin piedad. Dentro y fuera, profundos, apretándome contra él. Vuelve a subir hasta mi clítoris y lo presiona mientras, con su polla, acaricia mi entrada desde atrás. Y sin más, me penetra de un golpe. Gimo sin remedio y siento una de sus manos apretando mi cadera, mientras la otra tortura. En apenas unos minutos, me corro escandalosamente y le hago parar.
RYDER
Se gira y se pone de puntillas para poder besarme, mientras su mano acaricia mi polla de arriba abajo. Sonríe y baja por mi cuerpo, besando cada centímetro de mi pecho, cada tatuaje, hasta colocarse de rodillas.
—Joder, sí —digo cuando veo sus intenciones.
Rodea la punta de mi polla con la lengua, moviéndola de un lado a otro con rapidez. La sujeta fuerte con una mano y se la mete completamente en la boca, haciéndome soltar un gemido ronco. Instintivamente, agarro su cabeza y la empujo para que aumente la velocidad.
—Así, nena. Sigue así —digo mirándola a los ojos cuando levanta la cabeza.
Me la chupa sin descanso durante unos minutos más, haciendo que el orgasmo esté cada vez más cerca.
—Alexis —murmuro entre jadeos—. Me corro. Nena —insisto cuando no se detiene.
Pero no lo hace, ni se aparta hasta el último segundo. Mueve la mano de arriba abajo, tan rápido que me corro sobre sus pechos mientras pasa la lengua por la punta.
—Jo... der —digo apoyándome contra la pared.
ALEXIS
Después de secarnos y vestirnos, bajamos al salón y nos sentamos en el sofá. Hoy es sábado, así que se supone que debería ir a trabajar...
—¿Qué vas a hacer hoy?
—He invitado a los chicos a cenar. ¿Tu?
—Tengo que trabajar...
—Alexis, no...
—Ya lo hemos hablado —le interrumpo.
—Lo sé. Pero no pensaba que fueras a empezar tan pronto —dice con fastidio.
—Bueno, ya llevo más de una semana sin pasar por allí.
—¿A qué hora entras?
—A las nueve y media. Pero iré antes para hablar con Dustin.
—Ese tío no me gusta.
—¿Hay alguno que te guste? —le pregunto sonriendo.
—Que graciosa.
—En serio, Ry. No te preocupes. Iré, trabajaré y volveré.
—Yo te llevo.
—No. Cuanto menos pises por allí, mejor.
—Joder, vale. Pero si pasa cualquier...
—No va a pasar nada —digo, interrumpiéndole de nuevo.
—Si pasa, me llamas en seguida —su voz es seria. Firme.
—Sí.
—Prométemelo.
—Te lo prometo.
—Vale —dice acercándose y besándome—. ¿Qué tal llevas el examen?
—Bueno, desde que me explicaste eso no he vuelto a mirarlo.
—¿Quieres que estudiemos un poco?
—La verdad es que no me apetece una mierda —digo mirando la televisión mientras cambio de canal.
—Venga, no seas perezosa. Ve a por el libro.
—No quiero —lloriqueo.
—Me lo agradecerás. Venga.
—Uff, vale, pesado —digo yendo hacia las escaleras.
A las dos en punto, dejamos el libro y vamos a la cocina para hacer la comida. Nos decidimos por un poco de arroz con tomate. Yo cocino mientras él me besa el cuello, distrayéndome.
—Vas a conseguir que se queme —sonrío mientras sus labios rozan mi oreja.
—Me da igual. Tú estás mucho más buena.
—Pero a mí no puedes comerme.
—¿Quién dice que no? —dice dándome un mordisco en el cuello.
—¡Oye! —grito riendo— Venga, vete poniendo la mesa, que esto casi está.
—Dame un beso primero —dice girando mi cara.
Le beso unos segundos y se separa,mordiendo también mi labio. Sirvo la comida en dos platos y nos sentamos acomer. Tengo que decirle que vaya a hablar con Lisa...
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