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CAPÍTULO 14

ALEXIS

—¿Con quién hablas? —le pregunta el cura.

—Con Aiden —lo dice tan bajo que solo yo consigo escucharle.

—¿Con quién? —repite.

—Creo que es hora de irnos —digo yo—. Vamos.

Cojo a Ryder de la mano y le acaricio la mejilla, secando las lágrimas que ya no esconde. Parece aturdido aunque tiene un brillo diferente en los ojos.

—¿Puedes quedarte conmigo unos minutos? —me pregunta.

—Claro.

Esperamos a que todos bajen hacia los coches y nos quedamos en silencio, mirando cómo un hombre tapa la tumba con tierra. Aprieto su mano de nuevo y me acerco más a él. Levanta un brazo y me rodea con él, abrazándome. Me sorprendo porque es la primera vez que lo hace desde que Aiden murió.

—Siempre estará contigo —susurro.

—Lo sé —dice con una pequeña sonrisa. Espera, ¿ha sonreído? —Te quiero, hermano —se quita la pulsera que lleva y la tira sobre la tumba que va desapareciendo entre la tierra—. Vámonos.

Ha pasado una semana desde que todo ocurrió. Faltan dos semanas para Halloween y una para mi cumpleaños. He estado visitando a Ryder casi todos los días. Hablo un rato con él y trato de que el rato que pasamos juntos, ría un poco y se olvide de todo. Lleva toda la semana sin ir a clase. Lo entiendo. Su padre está teniendo paciencia con él y hablamos cada vez que me marcho de su casa. Me pregunta qué tal está, ya que parece que se han distanciado un poco y no habla con él. He tenido ganas de besarle en muchas ocasiones pero no lo he hecho porque creo que no es el momento. No sé lo que pasará ahora, no sé lo que va a hacer, pero le conozco lo suficiente como para saber que no va a dejar las cosas así. Y me da miedo.

—Buenas tarde, Alexis —me saluda su padre cuando entro en su casa.

—Buenas, Señor Black. ¿Qué tal está?

—Por favor, ya te he dicho que me llames Jim.

—Lo siento. ¿Cómo estás, Jim? —sonrío.

—Bueno, creo que hoy tiene un buen día. Hemos hablado un poco y he conseguido que coma algo.

—Por algo hay que empezar.

—Sí. Oye... verás, quería pedirte un favor... —dice incómodo.

—Lo que sea.

—Esta noche tengo que marcharme. Hay un caso importante en Sedona y necesitan refuerzos... Me preguntaba si podrías quedarte con Ryder hasta que vuelva.

—Em... claro. No hay problema pero... bueno, no sé si el querrá que me quede.

—Seguro que sí.

—¿Y cuándo volverás? —pregunto.

—Eso no lo sé... Ya sabes cómo son estas cosas.

—Sí. Vale, puedes irte tranquilo.

—Sé que no es el mejor momento para dejarle solo pero en fin, no es que conmigo hable mucho así que...

—No te preocupes, cuidaré de él —digo con sonrisa de niña buena.

—Sé que lo harás. Me marcho en un par de horas.

—Vale. Voy a subir a hablar con él.

—Estás en tu casa.

—Gracias.

Subo las escaleras, que para mí ya se han hecho habituales, y camino hasta su cuarto. La puerta está entreabierta y escucho que está hablando por teléfono.

—Lo sé y lo siento... No... Joder, sé que no es culpa tuya pero ahora mismo no me apetece verte... No... Bueno, mira... ¡Que no!... Adiós, Emily.

¿Emily? ¿Quién mierdas es Emily? Seguro que es alguna de las amiguitas que tiene para cuando quiere echar un polvo. Respiro y finjo no haber escuchado nada. Dibujo una sonrisa en mi rostro y suelto el aire contenido.

—Toc, toc. —digo antes de entrar.

—Hola, gatita.

—¿Cómo estás? —pregunto caminando y sentándome en la silla de escritorio que tiene frente a su cama.

Aún no me acostumbro a su cuerpo cubierto de tinta. Está tumbado sobre la cama, sin camiseta y lanzando una pelota al aire y cogiéndola cuando cae. No hay un centímetro de piel que no cubran sus tatuajes. Es realmente increíble.

—Bien.

—Ry, sabes que a mí no tienes que mentirme.

—Estoy bien, Alexis —dice dejando la pelota y sentándose para mirarme—. Todo lo bien que podría estar.

—Ya... Bueno, oye, quizá pienses que soy demasiado pesada por venir a verte cada día pero...

—Mi día solo mejora cuando tú estás aquí —me interrumpe mirándome seriamente—. Cuando te vas... la oscuridad vuelve.

—Me alegra escuchar eso —sonrío—. Porque tu padre me ha pedido que me quede contigo.

—¿Esta noche?

—No solo ésta... —digo sin terminar la frase.

—¿A qué te refieres?

—Tiene que irse unos días a Sedona y me ha pedido que me quede contigo mientras él no está.

—No tienes por qué hacer eso, Alexis. No soy ningún crío —mierda, se ha enfadado. Se levanta y recarga su cuerpo en la pared.

—Lo sé. Yo solo pensé que... Olvídalo, le diré que no —digo caminando hacia la puerta.

—Espera —coge mi mano y eleva la comisura de los labios—. Lo siento. Estoy un poco nervioso, no quería hablarte así.

—Tranquilo. ¿Ha pasado algo?

—Nada de lo que debas preocuparte —dice acercándome a su cuerpo y envolviéndome con sus brazos.


RYDER

Ésta ha sido la semana más dura de mi vida. Nunca jamás pensé que tendría que vivir algo así, a pesar de conocer los peligros que implican el dedicarnos a esto...

No he sabido nada de Lisa en toda la semana y eso no me gusta. No me responde al teléfono y no contesta mis mensajes. Aunque bueno, yo tampoco respondo los de nadie, aparte de los de Alexis. Lo cierto es que no me apetece estar con nadie que no sea ella. Supongo que todos los demás me recuerdan demasiado a que él ya no está. Siempre estábamos juntos. Todos. Y ahora nos falta uno. Los primeros dos días no paraban de llamarme pero Max ha debido de decirles que necesito espacio y tiempo porque no han vuelto a molestarme.

"Sé que esto está siendo difícil para ti. También loes para nosotros. Aun así, te conozco y sé que ahora mismo necesitas estarsolo. Tal vez no solo, pero sí sin nosotros. Por eso voy a darte un poco deespacio y de tiempo. Cuando sientas que te encuentras mejor, por favor, llámamey estaré ahí en un minuto."

Ese es el mensaje que me mandó Max hace cinco días. Se lo agradezco. Al fin y al cabo es el único que puede aproximarse un poco a entender cómo me siento. Sé que estoy siendo egoísta pero no me sale ser de otra manera ahora mismo. No de momento.

Emily es la que no ha parado de rayarme en toda la semana. Quiere que quedemos, que nos veamos. Yo lo siento, pero no me apetece verla ahora. Solo quedamos para besarnos y follar, básicamente. Y ahora no me apetece ni lo uno ni lo otro. No voy a mentir, habría besado a Alexis en más de una ocasión esta semana, pero me siento culpable por pensar tan siquiera en sentirme un poco feliz o aliviado por unos minutos. Merezco sentirme como una mierda cada minuto de lo que me queda de vida.

—¿Estás seguro? Si ha pasado algo quiero saberlo.

—De verdad que no —intento convencerla.

—¿Y Lisa?

—No sé nada de ella. No responde mis mensajes y no me coge el teléfono.

—Tal vez podría llamarla yo desde el mío —levanta la cabeza para mirarme entre mis brazos.

—Colgará.

—Pero sabremos que está bien.

—Eso es cierto. De acuerdo, lo haremos esta noche cuando mi padre se vaya.

—Pero creía que no querías que me quedara.

—Yo no he dicho eso.

—¿Entonces?

—Te quedas —sonrió.

ALEXIS

—Cuidaos mucho, chicos —dice Jim antes de marcharse.

—Lo haremos.

—Hijo...

—Estoy bien, papá —le dice, tratando de sonreír.

Su padre se acerca y le da un abrazo. Murmura un "te quiero" y escucho a Ryder responderle otro. Le despedimos con la mano cuando se va con el coche y volvemos a entrar en casa.

—¿Qué te apetece cenar? —me pregunta.

—¿Ah, pero piensas cocinar? —alzo una ceja.

—Hace días que no como nada en condiciones...

—Lo sé. Déjame que te haga yo algo.

—¿En que habías pensado?

—¿Pasta con carne picada?

—Genial —sonríe.

Voy hacia la cocina y escucho cómo me sigue por detrás. Se sienta en un taburete y veo cómo está sonriendo cada vez que le miro. No sé dónde están las cosas así que abro todos los cajones y armarios hasta que encuentro lo que necesito. Menos un plato grande para el horno, el cual está en lo alto de una estantería y no llego. Me pongo de puntillas y lo rozo con la punta de los dedos. Sus brazos pasan por encima de mí y lo cogen sin esfuerzo.

—Gracias —murmuro intimidada por la repentina cercanía.

—¿Puedo ayudarte?

—Mmm... claro. Puedes ir preparando la ensalada, si quieres.

—Vale.

Después de poner un par de cubiertos y de vasos en la encimera, sirvo los espaguetis con la carne y me siento a su lado en otro taburete.

—Que aproveche —dice antes de empezar.

—Que aproveche.

—Dios, gatita, esto está buenísimo.

—Gracias.

—Supongo que es la ventaja de ser italiana —dice cogiendo la servilleta para retirar los restos de tomate de sus labios.

—Claro, bobo. Llevo cocinando este plato desde que tengo memoria.

—Pues es increíble. Se ha convertido en mi comida preferida después de ti —me atraganto y él comienza a reírse—. Lo siento, lo siento —dice entre risas—. Era una broma.

Le golpeo en el brazo con cariño y seguimos comiendo como si nada hubiera ocurrido. Lo cierto es que es la primera broma que le veo hacer desde que todo pasó. Y eso es bueno, supongo.

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