CAPÍTULO 11
RYDER
La fiesta de anoche fue una mierda. Al principio pensé que todo iría bien, que Alexis y yo habíamos avanzado un poco, y en cierto modo lo hicimos... pero finalmente ella decidió irse con ese gilipollas.
La odio. La odio a muerte. Tengo que sacarla de mi cabeza como sea. Necesito centrarme en mis estudios y en mi negocio. Lo único que me faltaba ya era que me pillaran por no tener la cabeza donde tengo que tenerla.
El domingo por la mañana, después de haber contratado el servicio de limpieza para el desastre que queda todos los años tras la fiesta, decido llamar a mi proveedor para asegurarme de que el pedido que hice llegará esta noche. Después me hago un zumo y me tomo una pastilla para la horrible resaca que tengo. Menos mal que mi padre no viene hasta mañana.
Cuando tocan el timbre a las seis de la tarde, es como un puto martillazo.
—La madre que te pario, tío. Haber entrado por el maldito garaje.
—¿Sigues con resaca? —me pregunta Aiden mientras va a la cocina.
—¿A ti que te parece?
—Vete a darte una ducha, anda. Hemos quedado en una hora.
—Yo no voy a ninguna parte —digo quitándole el plátano que ha cogido. Coge otro y lo pela mientras me mira y se ríe.
—¿Qué paso anoche con Alexis?
—Nada.
—¿A estas alturas sigues intentado mentirme? —pregunta apoyándose en la nevera.
—Follamos y se largó con otro. Fin de la historia.
—¿Por eso estás tan gruñón? Me cago en la puta, Ry. Es una tía cualquiera. Hay millones como ella.
—Como ella no. Pero ya da lo mismo, solo quiero sacármela de la cabeza.
—¡Cojonudo! Ya era hora. Pues venga, prepárate que nos vamos.
—Que no seas pesado. No voy a salir —digo subiendo las escaleras a mi habitación.
—No seas pesado tú. Vamos a hacer una barbacoa en la piscina de los mellizos.
—Paso —bufo y me tiro en la cama.
—No pasas, no. Has dicho que quieres sacártela de la cabeza y no lo vas a conseguir mirando al techo. Así que venga, dúchate y vuelve a ser el Ryder por el que todas babean —dice tirando de mi pie para sacarme de la cama.
—Eres como un puto grano en mi culo.
Cuando llegamos a la casa de los mellizos veo algunos coches aparcados fuera. Reconozco el de Carter, que imagino habrá venido con Trevor, el de Max, y el de Kelsey.
—Os parecerá bonito llegar cuando ya está todo hecho —nos dice Emily riendo.
—Ha sido su culpa —me señala Aiden—. Tarda en prepararse más que una tía.
Le pego un empujón y voy hasta Em. Le doy dos besos cerca de la comisura de los labios y la sonrío seductoramente. Después a Kels, Carly y Grace.
—¿No has traído bañador? —me pregunta Trevor cuando nos sentamos en la mesa.
—¿Estas colgado? Hace un frío de cojones.
—Eres un maricón —ríe Carter.
Cenamos tranquilamente mientras comentamos las cosas sucedidas anoche, y también las no sucedidas. Todos ellos son como mi segunda familia. Los conozco desde pequeños, excepto a los mellizos que llegaron hace cuatro años. Las chicas también son de Flagstaff, pero solo conocía a Kelsey. Nuestros padres solían ir juntos de caza hasta que a su padre le atacó un oso y ya no volvieron. Yo le presenté a Aiden hace unos años y desde entonces está colgado por ella.
—¿Eh, Ry?
—¿Perdona? No te he escuchado.
—Ya veo, llevas toda la cena con la mirada perdida. ¿En qué piensas? —pregunta Grace.
—En nada importante —respondo dándole otro trago a la cerveza—. ¿Bueno, entonces nos bañamos o qué?
No me apetece una mierda porque realmente hace frío, pero es la única forma de que no me sigan rayando. Me levanto y le tiendo la mano a Emily para que haga lo mismo. Sube los brazos para que le saque el vestido y todos gritan y comentan mientras reímos. Poco después todos nos imitan y pasados diez minutos, ya no siento el frío. Nadamos y nos hacemos ahogadillas mientras Emily me roba un beso que otro. Bueno, en realidad no me los roba porque yo mismo se los regalo. Me hace sentir a gusto. No tengo que tener cuidado de lo que digo o hago cuando estoy con ella. Con ninguno de los que estamos aquí. Todos conocen los negocios y nada sale de aquí, así que es dónde más cómodo me siento. Aunque con Alexis... mierda.
—Mañana nos vemos —le digo a Aiden cuando llegamos a mi casa al anochecer.
—Venga, tío, y deja de pensar en esa mojigata.
—Que sí, pesado. Deja de recordármela.
—No necesito hacerlo, la recuerdas tu solito. ¿O es que te piensas que ha colado toda esa actuación que te has marcado en la cena?
—Que te jodan.
—Te conozco mejor que nadie, hermano. Por eso te digo que esa chica te traerá problemas. Más —dice mientras se mete en su coche y arranca—. ¡Hazme caso! —grita mientras se aleja por la calle.
Subo a mi cuarto y me quito la ropa que apesta a humo de la barbacoa. Me meto en la ducha y dejo que el agua se lleve todo el cloro de mi cuerpo. De pronto escucho un ruido en el piso de abajo, así que cierro el grifo y salgo de la ducha mientras me cubro con una toalla.
—¿¡Hola!?
Nadie responde pero sigo escuchando ruidos así que me pongo el pantalón de chándal sin perder más tiempo. Cojo la pistola de la mesilla y aunque siempre la llevo cargada, me aseguro de que esta vez también lo esté. La llevo escondida con la mano por detrás, por si el causante del ruido es mi padre que ha vuelto antes o cualquier vecino que se ha colado. Aunque lo dudo mucho...
Compruebo que no hay nadie en el salón ni en la cocina. Tampoco en el sótano ni en el baño de abajo. Los ruidos se escuchan más altos a medida que me acerco al garaje. En cuanto abro la puerta, un disparo pasa silbándome la oreja e impactando en el corcho de las herramientas. Corro para agacharme junto a la camioneta de caza de mi padre y me asomo lo justo para ver a un hombre salir corriendo del garaje. Corro tras él pero sale a la calle principal, así que no puedo ponerme a disparar delante de todos los vecinos. Veo cómo se sube en un coche que le espera con el motor en marcha y se alejan deprisa. Memorizo la matrícula y vuelvo a casa para apuntarla y que no se me olvide.
—¿Qué ha pasado, hijo? ¿Eso que ha sonado ha sido un disparo?
—No, señora Harris. Ha reventado una rueda, eso es todo —le digo a la anciana vecina de la casa de al lado.
—Vale, hijo. Me había asustado —le dedico una sonrisa y vuelvo a casa.
Yo— Acaban de dispararme.Carter— ¿¡Que cojones dices!?Max— ¿Estás en casa?Yo— Sí. Aiden— Tardo dos minutos.
A los dos segundos veo el número de Jeff en la pantalla de mi móvil.
—¿Quién ha sido?
—No tengo ni puta idea, joder.
—Vamos a tu casa.
Sin dejarme responder, cuelga el teléfono. Camino por el salón mirando por la ventana cada pocos segundos. A los cinco minutos veo el coche de los mellizos.
—¿Qué cojones ha pasado?
Estaba en la ducha y he escuchado ruidos, así que he bajado y en cuanto he entrado al garaje ese hijo de puta me ha disparado —digo mientras vamos hacía allí.
—¿Falta algo? —pregunta Roland.
—No parece. Esta es la bala, me ha rozado la maldita oreja, joder.
—Nos quedaremos esta noche —dice Jeff mientras volvemos al salón.
—Bien. La matrícula es "ADH7845". Era un Renault negro del 98 —les digo mientras leo el papel dónde lo he escrito y se lo paso después.
—Vale. Nos encargaremos de encontrarlo —dice Roland.
—Cuando lo hagáis, me lo traéis.
—¿Pero no prefieres que...?
—No —le interrumpo—. Quiero verle la cara al cabrón que ha intentado matarme.
—Lo que tú digas, tío.
Escucho más coches y la puerta principal se abre sin tocar el timbre.
—Me cago en la puta, no hacía falta que vinierais todos.
—Cierra la boca y dinos qué ha pasado —Aiden se acerca a mí con preocupación—. ¿Estás bien?
—Sí, papá —respondo riendo para que se tranquilice.
—El que no va a estar bien es ese cabrón cuándo sepamos quien ha sido —dice Trevor.
—Eso puedes tenerlo claro —sentencia Aiden.
—Venga, fuera todos de mi casa o mañana no seré persona.
—Nos quedamos —Max se cruza de brazos.
—Los cojones. Con estos dos colgados me basta —digo señalando a los mellizos que ahora están vaciando mi nevera.
—Yo me quedo, y no malgastes saliva en intentar convencerme de lo contrario.
Después de que todos se hayan ido, Aiden, los mellizos y yo hablamos de lo que ha pasado y de quien habrá podido ser.
—Está claro que sea quien sea, le manda Ronnie.
—¡Estás sembrado hoy, colega! —le dice Roland a Aiden.
Este último le tira un cojín y el primero se la devuelve lanzándole un trozo de corteza de la pizza que ya hemos terminado.
—¿Y si no ha sido Ronnie? —digo pensativo.
—¿Quién si no? —pregunta Jeff.
—No lo sé... Puede que los dos tíos esos del otro día que seguían a Alexis. O ese amigo suyo, que esta loquito por ella y no quiere que salga conmigo.
—¿Lo ves? Te dije que esa tía te traería problemas, colega.
—Cierra el pico. Solo es una posibilidad —chasqueo la lengua.
—En realidad no tiene sentido que Ronnie haga esto. Quiero decir que se supone que tenemos una tregua para que todo funcione. Si ha sido él, entonces a tomar por el culo la tregua.
—Eso es verdad —Jeff le da la razón a su hermano.
—Pues como haya sido ese cabrón, el amigo de Alexis... Dios —noto la tensión en los puños.
—Cálmate. No sabemos nada aun.
—Pues voy a averiguarlo ahora mismo, joder —digo levándome del sofá.
—¿Dónde cojones vas? Son las doce y media de la noche, estará dormida —Aiden se levanta también.
—Me la suda.
—Eres desesperante.
—Voy solo.
—Y una polla. Acaban de dispararte.
—Vamos todos —dicen los mellizos a la vez.
—Bien —suelto un suspiro de derrota.
Cuando llegamos a su calle, aparco frente al portal y les hago una señal para que no se les ocurra salir del coche. Recuerdo que me dijo que vivía en el segundo piso, pero no sé cuál de todos será su balcón. Observo la fachada y veo que hay tres diferentes. En uno de ellos, hay una señora dando de comer a un gato que asoma en la repisa, así que solo me quedan los otros dos. Sé que su amiguito vive en el mismo piso, así que una de dos, o es la suya, o es la de su amigo. Cualquiera de las dos opciones me vale.
Doy la vuelta al edificio hasta un lateral y encuentro las escaleras exteriores de incendios. Siempre he pensado que estas mierdas son una trampa mortal. Cualquier colgado puede entrar a robar colándose por tu ventana o balcón, aunque en este caso me vienen de puta madre. Me decido por la de la derecha. Cuando estoy fuera, me pego a la ventana entreabierta pero solo veo oscuridad. Entro sin hacer ruido y espero unos segundos a que mis ojos se acostumbren a la oscuridad.
ALEXIS
Me tiro todo el domingo en la cama. La resaca que tengo es inmensa y gracias a Dios, terminé todos los deberes el viernes por la noche, así que puedo pasarme el día vagueando de la cama al sofá y del sofá a la cama.
Me despierto a las once de la noche, con un dolor horrible de cabeza, seguramente de dormir tanto. Miro mi teléfono y me entra el aburrimiento solo de ver tantas notificaciones.
· 5 llamadas perdidas de Scar.· Te han etiquetado en 13 fotos nuevas en Facebook.· Whatsapp 19:43 Scar —¿Dónde te metes? ¡Coge elteléfono! Tienes que...· Llamada perdida de Aa Mamá a las 14:35· Aviso de calendario para el lunes 12 de octubre:¡PONTE A ESTUDIAR!
Vuelvo a bloquearlo sin hacer caso a nada y me levanto para comer algo. Veo una nota en la encimera, junto a una pastilla.
"Tengo cosas que hacer hoy, Alex. Así que no estaré en casa en todo el día. Mañana nos vemos, pequeña. Tómatela, sé que tienes una resaca horrible. Te quiero."
Luke
Lleno un vaso con agua de la nevera y me la tomo sin pensar.
Después de hacer zapping durante una hora y de comerme dos sándwiches, me quito la ropa y abro el grifo para llenar la bañera. Echo unas sales de colores y mucho jabón para que salga espuma. Meto la punta del pie y poco a poco voy entrando, acostumbrándome al calor del agua. Pongo un poco de música y cierro los ojos, apoyando la cabeza en la toalla y relajándome.
RYDER
Entro poco a poco y veo que no hay nadie en casa, pero compruebo que es la suya porque huele a ella y su disfraz de colegiala está tirado sobre la silla del escritorio. Avanzo un poco más y leo la nota que ese gilipollas le ha dejado.
—¿Así que cosas que hacer, eh? Como venir a matarme, hijo de puta —murmuro para mí mismo.
Escucho música proveniente de lo que creo que es el baño, y voy en esa dirección, intentando no hacer ruido. La puerta está medio abierta así que me asomo con cuidado. Su ropa está tirada en el suelo y ella descansa tranquilamente en la bañera. Me encanta esta canción. La observo desde el umbral de la puerta. Joder, ¿por qué cojones tiene que ser tan perfecta?
—Tienes dos opciones —su voz me pilla por sorpresa—. Largarte ahora mismo por dónde has venido y que yo finja que esto ha sido un sueño, o que abra los ojos y empiece a gritar como una lunática para que los vecinos llamen a la policía
—¿Podría ser un sueño erótico? —pregunto siguiéndole el juego.
—Podría... pero no lo será. Tienes tres segundos, Ryder. Tres... dos...
—Espera.
—Uno...
—Me han disparado —al instante en el que esas tres palabras salen de mi boca, se incorpora abriendo los ojos y me mira de arriba abajo.
—¿Te han dado? ¿Estás bien?
—Estoy bien, solo me ha rozado.
—En ese caso, las dos opciones siguen en pie —apoya de nuevo la cabeza en la toalla y cierra los ojos.
No quiero irme, solo quiero quedarme aquí con ella, joder. Ignoraría el hecho de que su amigo haya querido matarme si tan solo dejara que me metiera con ella en la bañera. Simplemente para abrazarla. ¿Pero qué estoy diciendo? Mierda.
—Tenemos que hablar, Alexis. Creo que tu querido Luke ha sido quien me ha disparado —empieza a reírse y me mira cuando ve que hablo en serio.
—Estás más loco de lo que pensaba. Vamos a ver —se levanta de la bañera sin preocuparse por que la vea desnuda—. En el caso de que eso fuera cierto, cosa que no es, ¿qué derecho tienes de colarte en mi casa a la una de la madrugada, por la ventana, como un vulgar ladrón? O peor, un violador —dice colocando las manos en sus caderas.
—Tápate —bajo la mirada al suelo.
ALEXIS
Sé que no se me ve nada porque estoy llena de espuma, aunque también sé que aun así, es una visión que le está poniendo cachondo.
—Estoy en mi casa. Y en mi casa ando como me da la gana —digo saliendo de la bañera y caminando más despacio de lo normal hasta la toalla.
Le doy la espalda y su mirada me abrasa mientras me seco sin cubrirme.
—Te espero en la sala —dice soltando un suspiro y saliendo del baño.
Reprimo una risita y me visto con unas bragas negras y la camiseta de mi equipo favorito que me regaló Luke en mi pasado cumpleaños. Voy hacia el salón y le veo sentado con las piernas medio abiertas y mirando la televisión.
—¿Sigues aquí?
—Te he dicho que tenemos que hablar.
—Pues habla —digo tumbándome en el sofá de al lado y fingiendo que no le doy importancia al hecho de que esté en mi casa y acabe de verme desnuda.
—Joder, Alexis. Consigues dejarme sin palabras —su voz detona desesperación.
—¿Yo? Si no he hecho nada.
—Maldita sea, gatita. Basta ya —dice levantándose y arrodillándose a mi lado.
—¿Basta de qué? —pregunto mirándole a los ojos.
—Esto. Para ya. ¿Hace una hora que casi me matan, sabes? Y vengo aquí, con la intención de reclamarte y de acusar a tu amigo y... joder.
—¿Qué?
—¡Que me estás volviendo loco!
Me incorporo y me siento frente a él, de manera que queda con su cuerpo entre mis dos piernas ahora más abiertas.
—Gatita —me advierte con esa voz ronca.
—Tenemos que acabar con esto, Ry —digo mientras acaricio su pelo y bajo la mano hasta su cuello.
—¿Qué es lo que quieres, Alexis? Porque te juro que no te entiendo. Y me estás haciendo perder la paciencia —murmura entre dientes.
Sube las manos hasta mis rodillas y las va moviendo por mis muslos a medida que se acerca más. Sus ojos no se apartan de los míos ni un momento.
—No sé qué me pasa contigo, pero cuando te tengo cerca no soy capaz de pensar con claridad —digo con la voz claramente alterada.
Los dos estamos respirando con dificultad y lo que empezó como una simple provocación, se ha convertido en una guerra de voluntades.
—Voy a besarte —afirma.
—No.
—Sí. Voy a hacerlo —dice a escasos centímetros de mi boca.
Y lo hace. Y joder, cómo lo hace. Como un animal hambriento que lleva semanas sin probar bocado. Como si llevara días perdido en el desierto y mi boca fuese la última gota de agua que le quedase.
—Tienes que dejar de comportarte así, preciosa —susurra entre beso y beso.
—¿Así, cómo?
—Como si tu objetivo no fuera otro que volverme loco.
—Me gusta volverte loco —digo tirando de su labio inferior con mis dientes.
Bajo la mano por su espalda, con la intención de quitarle la camiseta, pero me detengo cuando toco algo duro al final.
—¿Pero qué coño? —me aparto hacia atrás— ¿¡Es que no puedes salir de casa sin la puta pistola!?
—Alexis... —entonces escucho unas llaves y la puerta del apartamento se abre.
RYDER
La puerta se abre y ese maricón entra como si fuera su casa.
—¿¡Qué haces tú aquí!?
—Luke, no —dice ella separándose de mí.
—Eso, Luke. Más vale que no te pases ni un pelo —digo mientras me levanto y camino hacia él.
—Vete a tomar por el culo y sal de aquí ya —me desafía.
—Mira, campeón, tienes suerte de que Alexis esté aquí, pero tú y yo tenemos que hablar. Así que tú eliges, vienes conmigo por las buenas o te saco yo por las malas.
—Yo no tengo nada que hablar contigo, así que sal de aquí ya. No lo repetiré.
Me aproximo a él con la intención de perder los papeles, pero entonces veo a su espalda cómo se acercan los mellizos y Aiden. Esto puede ser un baño de sangre y es lo último que necesito para que Alexis confíe en mí, así que decido dejarlo pasar solo por esta vez.
—Ryder. Por favor —siento su mano apretando mi brazo y al escuchar su voz, mis músculos se relajan un poco.
—No ha sido él. Vámonos —dice Roland desde el pasillo.
—Tenemos algo pendiente, gatita —la miro y le guiño un ojo.
—Se llama Alexis —dice el idiota entre dientes.
—Se llamará como a mí me salga de los huevos que se llame. Y deja de provocarme si no quieres que me olvide de que ella está aquí y te saque volando por la ventana.
—¡Ya vale! —ella se coloca en medio de los dos.
—Vámonos —Aiden tira de mí y me saca del apartamento antes de que pierda el control.
ALEXIS
Cierro la puerta cuando Ryder sale y miro a Luke, pensado en cómo explicarle lo que hacía él aquí.
—¿No piensas parar hasta que te haga daño, verdad? —pregunta dándose por vencido.
—Luke...
—No —levanta la mano para que me calle—. Mira, Alex, yo te quiero, pero no me pidas que acepte esto porque no lo haré. Es un tipo peligroso, joder.
—Nunca me haría daño —digo más para mí misma que para él.
—Ni si quiera tú te crees eso —camina hasta la puerta y la abre sin mirar atrás.
—No te vayas, por favor.
—No me apetece estar contigo ahora mismo, lo siento —cierra tras él y ahí me quedo yo, hecha una mierda y sin saber lo que acaba de pasar.
RYDER
—¿Por qué sabéis que no ha sido él?
—Porque sabemos quién ha sido —dice Jeff mientras entramos en el coche.
—¿Quién?
—Se llama Steffan y es primo de Ronnie.
—Lo sabía. ¿Cómo os habéis enterado?
—Tenemos contactos, Ry —Roland saca su móvil—. ¿Es este, verdad?
—No lo sé, tío. Ya os dije que no lo vi. Sino no, no habría venido a comprobar si era ese idiota de Luke.
—Es verdad.
Aparco en el jardín de casa y entramos todos al salón. Me aseguro de que mi padre no ha vuelto y de que no hay nadie dentro.
—¿Qué quieres que hagamos?
—Traédmelo.
—Colega, no tiene sentido. ¿Para qué lo quieres? Ya sabemos que es un simple emisario de su primo. El no vale nada —dice Aiden.
—La tregua ha terminado —digo mirando por la ventana—. De acuerdo, no lo traigáis. Iremos nosotros.
—¿Dónde?
—Vamos a buscar a Ronnie.
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