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Capítulo 9: Pour your heart out


El sonido del picaporte del closet girar hizo que los niños estuvieran con sus cinco sentidos atentos. Ash salió con el vestido largo hasta los tobillos y la peluca puestas, con lentitud y vergüenza. Todos estaban mudos y Eiji sonrojado.

El rubio verdaderamente parecía una chica, pero el vestido eran sin mangas por lo que se vislumbraba con claridad sus hematomas y cortas. Aunque eso no restaba lo femenina que emanaba.

—Wow... — dijo Sonny, parpadeó varias. —. Wow..— no era posible que un niño le estuviera dudando de su sexualidad. ¡Era hermoso, le ganó a Nadia! —. No. No. — negó en mandarín y cerró fuertemente sus ojos para bloquear esa imagen que estaba haciendo estragos en su mente. Nadia es la personificación de la belleza asiática, mientras que Ash era el epítome de la lindura americana. ¡Sí, así no había confusión!

—¡¿Eh?! — gritó Sing, dejando deslizar sus carritos de sus dedos y que cayeran al suelo. Sus ojitos estaban abiertos de par en par. —¡¿Doradito es una niña?!

Ash dejó caer su vista al suelo, con su rostro más teñido de un fuerte rojo ante la risa burlesca de Shorter que hizo eco en la habitación. Eiji y los demás observaron al chino con un gesto bizarro.

—¡¿Oíste, Yut Lung?! — preguntó con un alarido. —. ¡Ya tienes competencia!

El aludido jadeó y le propició un golpe en su hombro. —¡Eres grosero!

Por otra parte, Eiji negó con la cabeza y se acercó a Ash. Una vez estando a su lado, palpó su hombro con delicadeza, al tener miedo por si lo hacía muy brusco podía lastimarlo. —No le hagas caso a Shorter — el rubor en sus mejillas persistía; cuestión que no dio por vista gorda a Ash. —, él es así, pero realmente te confundes como una niña.

Ash sonrió torcido. —¿Debo hablar como una? — preguntó, con voz muy aguda. Los demás niños se tensaron.

—N-No es necesario... — dijo Lao. Todo esto era muy extraño. ¿Acaso Ash fingió ser una mujer alguna vez en su vida? Porque era muy convincente, y daba miedo.

Eiji suspiró. El plan era bastante bueno pero había una espinilla en su interior que le molestaba. Esos moretones... eran muy feos.

De repente, el japonés se quitó su sudadera y se la dio a Ash. —Póntelo, necesitas cubrir esos golpes —sonrió cálidamente. —, así evitaremos llamar la atención de la gente.

El pasmo fue casi palpable en los gestos de Ash. Desde que sostuvo la prenda, se quitó la molesta peluca, haciendo que sus hebras de oro se despeinaran y puso la sudada sudadera de Eiji. Increíblemente olía a su amigo, y eso lo hizo sentir seguro al instante.

—¡Ya está! — Shorter saltó y dio un aplauso en el aire. Corrió hacia el rubio, le arrebató la peluca y se la colocó imperfectamente. —. ¡Es hora de poner a prueba esto! Si nadie lo reconoce... entonces el futuro plan de ir a Canadá funcionará.

Lao parpadeó. —¿Posiblemente lo puedan adoptar siendo una niña?

Ash hizo una mueca. Eiji se sorprendió al no pensar eso antes.

—Lo dudo. —dijeron al unísono Yut Lung y Sonny. No le tenían fe al plan de Shorter.

El pelo pincho sonrió. — ¡Tal vez, Lao! — gruñó un poco en tratar de reunir al grupo. —. ¡Vamos, vamos a jugar!

Sing gritó de la emoción. Tomó sus carritos, a Eiji y a Ash y los haló con sus fuerzas de bebé. —¡Vamos, juguemos a los carritos!

Yut Lung le dio un tic en el ojo. Tenía la corazonada que iban a manejar bicicleta y lo iban a obligar a pedalear.

*

Luego de tranquilizarse y mantener la mente fría, ambos hombres pensaron en su mejor jugada.

No podían acercarse a los padres de Eiji, tampoco preguntarles a los niños directamente o a la policía. Entonces, decidieron indagar en donde dio origen a este lio y maraña de confusiones: la biblioteca cercana a la escuela primaria M & W Smith.

Lo que no esperaban al estar ahí era la no presencia de los niños. Estaba desértica.

—¿Seguro que es este lugar? — murmuró Max. Se sentía que todo esto era un vil engaño. Ese lugar parecía más un sitio abandonado.

Blanca abrió grandemente sus ojos, buscando con la mirada el semblante de su alumno. —Por supuesto, este es. Es la única biblioteca cercana.

—¿Disculpen, puedo ayudarlos?

Ambos hombres voltearon sus rostros ante la voz jovial y varonil. Lo primero que de toparon fue con una cabellera pelirroja.

—¿Tú eres...? — preguntó Max, al ver al muchacho.

—Soy el nuevo bibliotecario, Charlie Dickinson.

Blanca y Max pensaron lo mismo: este nuevo hecho podía complicar con la investigación.

—Lo siento, estamos buscando al bibliotecario anterior — mencionó Blanca, con bastante tranquilidad. —, soy maestro de primaria, y estábamos en contacto en virtud que tengo pensado hacer una actividad con mi clase. —mintió.

El joven, en vez de sospechar porque un hombre fornido e imponente era un profesor de niños y como el otro ceñudo lo veía intensamente, solamente suspiró cansado. —Olvídenlo, todo lo que trataron con la señora Samantha denlo como pérdida de tiempo.

—¿Y eso por qué? — inquirió Max, con voz profunda.

Para su sorpresa, Charlie bufó. —Realmente me aturde que ustedes hayan podido hablar con ella, ella siempre dormía por aquí... — comentó con cierta acidez. —. Ella es mi abuela y tiene Alzheimer. Yo soy su reemplazo.

Charlie necesitaba alejarse un poco de la mirada fulminante de sus padres al no poder entrar a la Universidad. Él se prometió a sí mismo que si, no podía ganar los exámenes de admisión, se convertiría en policía. No se lo había dicho nada a sus padres al respecto con su nuevo plan. No quería quedarse de vago como un bibliotecario, ni le gustaba leer. Hasta que anunciaran la convocatoria a nuevos cadetes, se uniría y renunciaría a esa muerta biblioteca.

Blanca parpadeó. —¿Y cuándo empezó?

—Hoy — pronunció con aburrimiento. —. Si quieren platicar sobre esa actividad, adelante. Nadie pisa esta biblioteca desde hace mucho tiempo.

De inmediato, Blanca y Max concluyeron al tan solo verse. Biblioteca como fuente de información: descartada.

*

El miedo y la ansiedad se entremezclaron en el pequeño cuerpo de Ash. Aún vestido como niña, caminando con otros niños hacia el parque, nadie de la multitud le estaba prestaba atención.

Sin embargo, dentro de la mente del rubio era un caos, al punto que no se percató cuando comenzó a temblar y sus dientes castañear. Estaba pálido y sudó frío, solamente al sentir el brazo de Eiji alrededor de su cuello no hacía perder la cordura.

Luego de muchos años en confinamiento, Ash por primera vez estaba expuesto al mundo real, sin ataduras, amenazas o nadie quien lo persiga al reconocerlo.

La libertad le aterraba mucho. Esto era una mala idea.

—¿Ash, te encuentras bien?

La voz de Eiji hizo que sobresaltara. Alzó su cabeza hacia un preocupado amigo. Ellos se quedaron atrás mientras que los demás estaba adelante riendo, gritando y molestando a Yut Lung a que se subiera en una de las bicicletas. Ellos eran ajenos a la dolencias del rubio, lo cual el niño agradeció mucho.

Ash respiró profundo y dejó caer su cabeza en el hombro de Eiji, oliendo su confortable aroma. —Sí... — musitó mientras sostenía con ambas manos la camiseta del japonés, cerca de su pecho.

—¿Quieres regresar?— preguntó Eiji, desacelerando sus pasos.

Al sentir que Eiji casi se detuvo, Ash envolvió sus brazos en el torso del japonés y negó con su cabeza. — No, no, no, no... — cerró fuertemente sus ojos y enterró su cara en la clavícula del pelo negro. — . No quiero ser aguafiestas... pero sí quiero jugar a los carritos.— dijo al ver a los chinos, incluso a Yut Lung, disfrutando la ida al parque.

Eiji frunció labios al escuchar la voz agitada. Atrajo más a Ash a su cuerpo y palpó con la puntita de la nariz la peluca del rubio. —Estás a salvo, Ash.

Y sí lo sentía por medio del cálido abrazo de Eiji. Ash suspiró y se relajó al instante. Era curioso como el japonés lo calmaba sin hacer mayor esfuerzos. Era un enigma que ni siquiera él pudo encontrar en los libros de la biblioteca. En vez de frustrarse, mejor se dejó llevar ante el agradable sentimiento.

En un abrir y cerrar de ojos, llegaron al parque. Eiji fijó sus ojos en Ash, para ver su reacción. El japonés se llenó de satisfacción al ver esa expresión memorable y embelesada, con sus jade llenos de destellos.

Otros niños estaban jugando de igual manera en los columpios, cajas de arena, con pelotas o usando la cancha de basquetball, con sus padres supervisándolos o jugando con ellos.

Había tanta gente que Ash no podía creer lo desenfrenado que estaban la mayoría. No podía hallar el temor en nadie, solo diversión.

Entonces todos sus miedos se esfumaron casi al instante.

No se percató el momento que el preescolar corrió hacia él, con una sonrisa flamante, capaz de derretir el corazón más gélido. Ambas manos agitaron sus hot wheels para llamar la atención de Ash.

—¡Doradito! ¡Doradito! — gritó Sing la emoción. Ash parpadeó para espabilarse. —. ¡Ven, vamos a jugar a los carritos en la grama! ¡Hay que hacer la pista!

Primero, Ash vio a Eiji. Él también le regaló una sonrisa con el potencial de sentir calidez del bueno. Si podían sonreír así era porque ellos tampoco tenían temor.

Entonces el rubio sonrió ampliamente, siendo una sonrisa más cegadora que los asiáticos. Vagos recuerdos pasó por su mente cuando era más joven y estaba viviendo en Cape Cod. Podían jugar a la Fórmula 1, tal y como lo recordaba cuando veía la televisión con Griffin.

—¡Por supuesto! ¡Podemos lanzar rocas a la pista como obstáculos! — Ash corrió junto con bebé Sing, sin olvidar a Eiji, quien iba caminando a su lado. —. ¡Sería la carrera de autos EXTREMO! — profundizó su voz para darle un toque dramático.

Eiji se entusiasmo, pero notó que Sing llevaba solo dos carritos. —¿Y qué puedo hacer yo?

—Ser la pista — aguantó la risa.

—¡Ash! — Eiji frunció el ceño.

Sing lo observó de reojo y agarró lo primero que vio en el suelo: una rama gruesa y llena de tierra. —Vas a correr con nosotros, ¡este es tu carrito! ¡Doradito tendrá este Ferrari y yo el rayo McQueen.

El japonés sacó su lengua y Ash carcajeó. Estaba decepcionado por el trato pero no se quejó, por lo menos iba a jugar.

Los tres niños se empujaron suavemente y luego se agarraron las manos, riéndose infantilmente. Corrieron hasta una encontrar una planicie y sin muchos niños alrededor.

Se hincaron pero con sus traseros al aire y ambas extremidades al suelo, como si iban a correr la carrera de su vida. Había un árbol frente de ellos, ese era la meta.

Los carritos y el palo polvoriento estaban bien pegados en la grama. Algunas hormigas palparon con sus antenas esos extraños objetos para ellas, pero se retiraron rápidamente al percatarse que no era comida.

—En sus marcas — dijo Eiji, no conteniendo la emoción. —, listo... ¡YA!

Eiji corrió sin problemas en esa posición incómoda debido a que él así limpiaba los pisos de su apartamento con un paño húmedo cada día o cuando era el Oosouji. Ash pudo aguantar un poco gracias a lo amplio del vestido, pero cayó rendido al suelo a pocos metros de la meta, no tenía mucha fuerza en las piernas. Sin embargo, Sing gateó sin importarle que el pantalón quedara sucio de grama y lodo, gritó de manera agitada durante todo el trayecto, con una sonrisa amplia.

El japonés pudo haber ganado por su flexibilidad, pero le concedió el primer lugar al bebé Sing.

¡Gané, gané, gané, ohhhh! — expresó con alaridos en mandarín, mientras bailaba y festejaba como los sonidos triunfales propios del Rayo McQueen.

Ash jadeó sus risas al ver a Sing. Se acostó boca arriba, tratando de recuperar el aliento. Una brisa agradable de sintió poco después y el rubio cerró sus ojos.

—¿Ash, te encuentras bien? — preguntó Eiji. De inmediato se preocupó tras percatarse como el pecho de Ash ascendía y descendía erráticamente, procurando modular su ritmo habitual.

El aludido invitó a Eiji a descansar a su lado, el japonés rápidamente concedió el deseo de su amigo. Estaban a pocos centímetros de distancia y ambos buscaron la mirada sonriente del otro. Tanto los orbes verdes y los orbes cafés oscuros se suavizaron.

—Sí — dijo entre un suspiro. —. Solo un poco cansado.

Estaban tan ensimismados en su propio mundo, que no se dieron cuenta que Sing estaba encima de ellos.

—¡¿Estás cansado?! — preguntó Sing, con una faceta anonadada y voz chillona.

Eiji se aproximó más a Ash, jalando al preescolar junto con él. —Podemos estar así un rato...

Sing se alarmó. Se incorporó e inclinó su cabeza hacia los otros dos niños. —¿Ya no vamos a jugar?

Ash parpadeó y se sentó con rapidez, sosteniendo su peluca durante el proceso. —Por supuesto que sí, Sing — sonrió. —. ¿Qué quieres jugar ahora?

Eiji quiso suprimir una risita pero no pudo. Ash era muy considerado con el pequeño y no había notado que ambos se volvieron, de alguna manera, cercanos. Posiblemente la inocencia del pequeño conmovió mucho a Ash, lo podía decir con exactitud. Tan solo ver el rostro iluminado de Sing, las facciones del rubio se relajaron considerablemente.

—¿Qué tal si jugamos en la sombra, bajo el árbol? — inquirió Eiji. Así no debían de hacer mucho esfuerzo físico. El japonés se dio cuenta que Ash era un niño enclenque y debilucho, más que Yut Lung, y le perturbó en no saber la razón. Empero, se prometió a él mismo que cuidaría de Ash, lo protegería, aún con las situaciones más banales.

Entonces, los niños se arrastraron hacia allá. Luego tiraron los carros y el palito de Eiji, en la pista improvisada con obstáculos, como si se trataban de autos monstruos. Sin embargo, los alzaban tan alto, que parecían más aviones que volaban y destruían todo a su paso.

Así estuvieron por un largo rato, los tres niños fueron olvidados por los otros chinos. Estaban al pendiente de hacer maldades a Yut Lung. Los otros tres, sabiendo que el menor no sabía manejar bicicleta, lo forzaron a subirse a una. Sin darle escapatoria, Shorter y Sonny se colocaron en los costados y Lao atrás de la bicicleta, empujándola con fervor.

Ellos solo rieron ante el rostro arrugado en pánico de Yut Lung.

¡Mal nacidos! — gritó en mandarín a todo pulmón mientras se aferraba con las uñas los manillares. Sus piernas estaban alzadas para evitar que los pedales lo golpearan con sus revoluciones imparables. —¡Bájenme!

Shorter se ahogó entre risas. —Si no aprendes a montar por las buenas — le dolió su estómago por tanto aire que tragó. —, serán por las malas.

Sonny y Lao palidecieron al momento que Yut Lung borró todo rastro de temor en su rostro y lo reemplazó con uno lleno de ira. Sus ojos emanaron fuego del mismo infierno y se manifestó tras tomar a Shorter de sus cabellos parados. Con fuerza bruta, Yut Lung se abalanzó a Shorter y ambos cayeron al pasto. El pelo pincho fue quien sufrió más el impacto, besó el suelo con la bicicleta y con el menor encima en su pecho.

¡Te odio, Shorter Wong!

El aludido sonrió entre dientes. Aún con esas palabras cargadas de odio, Yut Lung no se quitó sobre su cuerpo. —M-Me ama... — pronunció, con dificultad.

—¿Shorter?

Los chinos se crisparon en un santiamén. Esa voz femenina, dulce pero con toques frívolos en sus sílabas resultaba muy familiar. Los cuatro vieron de soslayo a Nadia, acompañada con otras dos amigas.

¡Nadia! — gritó Sonny, temblando su garganta. Corrió hacia Yut Lung y lo levantó sin su autorización. Había horror dibujado en su cara. —. Solamente estaba ayudando a esta pobre alma en problemas...

Tanto Shorter y Yut Lung lo observaron desconcertados. Lao solamente fulminó con la mirada al traidor, a un Judas; Sonny quería tener una buena imagen para Nadia.

No obstante, la chica lo ignoró por completo. —Pensé que estaban ayudando a Eiji a estudiar.

Las otras dos amigas de Nadia se vieron los rostros, ellas no podían entender mandarín, así que hablaron entre ellas.

Shorter sudó frío, los demás chicos le concedieron la palabra. —Pues sí... no es mentira que lo estamos ayudando...

La mayor buscó al japonés con la mirada, entre la muchedumbre de niños. En tan pocos segundos lo halló, y se sorprendió bastante cuando notó que no estaba solo.

¿Eiji... está con una chica? — preguntó impresionada. También estaba Sing con ellos pero rápidamente lo relacionó como la "tapadera" entre el japonés y la niña.

Una bombilla imaginaria alumbró en la cabeza de Shorter. —Es su cita... — dijo, con una sonrisa curvada y maliciosa.

Nadia tuvo que verlos nuevamente para creer. Justo en ese momento, Eiji estaba ayudando a la chica en ponerse de pie, pero perdió el equilibrio. El niño, con sus reflejos karatecas, como él mismo lo hacía llamar, rodeó con ambos brazos a la niña y la ayudó delicadamente. Los dos rieron con ternura cuando se percataron que no se lastimaron, mientras que Sing era ignorado, dando saltitos alrededor de ellos.

Los ojos de la china brillaron incrédulos. Hasta un niño de la edad de Eiji tenía mejor vida amorosa que ella. —Es verdad...

Shorter, Lao, Yut Lung y Sonny se desubicaron por el rostro estupefacto de Nadia. Voltearon y todos abrieron sus labios, sorprendidos por la escena que estaban protagonizando Ash y Eiji.

¿V-Ves que buenos hermanos mayores somos, Nadia? — rió nerviosamente Sonny. —. Cierto, mentimos, pero Eiji nos rogó en apoyarlo en esto.

Entonces... — Nadia los vio, con ingenuidad en sus ojos. —, ¿era mentira que Eiji iba a la biblioteca a estudiar?

—No, no, no, ahí Eiji la conoció — informó Shorter. No estaba mintiendo, así que no se sintió mal en decirlo.

Yut Lung y Lao asintieron.

Si puedes ver, hermana Nadia, esa niña lleva puesto el sucio sudadero de Okumura... — tanteo Yut Lung, no era posible que solo él le diera asco.

Nadia alzó su mirada nuevamente a ellos. Ahora, Sing, Eiji y la niña estaban jugando al escondite. El bebé era quien estaba contando, con dificultad, y la parejita decidió esconderse juntos detrás del árbol en que Sing estaba diciendo en voz alta los números del uno al diez.

¡Es verdad! — Nadia se sonrojó. Ese era el puro amor de niños. —. Se gustan...

Lao frunció sus labios y levantó sus cejas. —Pues sí... creo.

Yut Lung negó con la cabeza. Estaba decepcionado de Nadia; ella estaba tan absorta viéndolos que no se puso a pensar lo apestoso de debería estar esa sudadera.

—Por favor no les digas nada a nuestros padres. —rogó Shorter, pero Nadia estaba distraída, pensando que debería de dar un su colazo a esa biblioteca para ver si hay algún hombre guapo.

Entre la muchedumbre, ya estaba acostumbrada a que un agente policial estuviera velando por la seguridad de todos.

El oficial Marvin Crosby estaba de turno, y ya había ubicado a sus objetivos: a esos siete revoltosos niños. Sonrió ampliamente al darse cuenta que Ash estaba vestido como niña. Al principio, estaba atolondrado tras verlo, hasta entrecerró sus ojos y velozmente hizo memoria de las veces que el rubio era forzado en ponerse ropa femenina.

—¡Hey, Crosby!

El aludido reaccionó ante el llamado irritado y agudo de una fémina. Era la oficial Jessica, con una frustración visible en su rostro.

—Oh, oficial Randy, ¿qué ocurre? —preguntó, actuando natural.

Ella se acercó a él, sin haberle cambiado su expresión. —Hace quince minutos debiste regresar a la comisaría — resopló. —. Ahora es mi turno vigilar el parque, ¿por qué sigue aquí? Últimamente he notado que ha estado ensimismado en esta zona en particular. ¿Halló algo extraño?

Marvin sudó un poco. —No, nada fuera de lo común —comentó. —. Solamente he perdido la noción del tiempo.

Jessica hizo una mueca. No le creyó en absoluto.

—Bueno, no importa. Ahora estoy de turno aquí.

La mujer esperó a que Marvin, jadeante, se fuera la comisaría a pie sin rechistar. Aún no sabía que sucedía, pero tenía una corazonada, algo que le decía en su interior sobre una cuestión sospechosa sobre él. Su sexto sentido nunca fallaba, e iba a averiguar la razón.

Escaneó el panorama con cuidado, en memorizar cada detalle del parque. Esta área de la calle Wisor es la que Marvin siempre frencuentua.

De repente, su mirada se suavizó al ubicar rostros conocidos a sus ojos. Ahí de hallaba los hermanos Lao y Sing junto con sus amigos. No pudo evitar sonreír. Una parte de ella se tranquilizó en ver la felicidad bordada en sus facciones. Incluso notó que había otro niño asiático y una niña blanca jugando con el preescolar.

No podía desear mejor resolución para esos dos chicos que habían pasado por mucho. Quiso saludarlos pero se limitó en solo verlos de lejos. Ahora, estaba en una investigación secreta.

*

—Mesa para dos, por favor.

Max y Blanca fueron ubicados en una con las características que Max pidió. Ambos estaban en un restaurante de tres estrellas, no había muchas personas porque ya había pasado más de las dos de la tarde, y sus ánimos estaban por los suelos.

—Planear una salida con mis alumnos a la biblioteca el próximo mes no estaba en mi agenda —suspiró, con frustración contenida. —, ni siquiera tengo autorización del Director.

Max se recostó en su asiento. —Ahora debemos empezar desde cero... — observó al profesor. —. Odio decir esto pero, hay que involucrar a los niños.

Blanca relajó su rostro por de la estupefacción. Al procesar ese hecho, frunció su ceño y cerró fuertemente sus ojos. —Creo que... no hay opción.

Los hombres dejaron muda la conversación que tuvieron. Solamente abrieron la boca para pedir su comida y dar gracias al mesero cuando les sirvió media hora después.

Max partió en cuadros su filete mientras que Blanca tomaba su sopa en bocanadas pequeñas. El aura entre ellos era un poco incómoda, tal vez porque no se conocían del todo e investigaban un caso demasiado delicado.

No obstante, una circunstancia que notó el castaño era que ese hombre que tenía enfrente era muy dedicado con su trabajo, en especial con sus niños. Poseía una fineza en su enseñanza y verdaderamente velaba por su bienestar. Era poco común que existan maestros hombres de primaria, las malas lenguas dicen que la mayoría de profesores de niños pequeños eran homosexuales, pedófilos o personas frustradas.

Blanca no parecía llenar ese perfil, su honestidad en querer ayudar lo ha enternecido levemente. Tenía más el calibre de un fisicoculturista.

—¿Puedo preguntar por qué eligió el camino de la enseñanza?— inquirió deliberadamente Max, asombrando al susodicho.

Blanca dio una pequeña carcajada y dejó a un lado su cuchara. —¿No parezco ser un maestro?

—Pues —musitó Max. —...no — tragó saliva. —. Creo que son los músculos, sabes... lo fortachón que te ves... — dijo con inconformidad.

El hombre resopló. —No se preocupe, lo sé perfectamente. Por eso mismo sé que los niños me llaman la "refrigeradora".

Max y por poco escupe su comida. Blanca se limitó a conservar su sonrisa.

—¿P-Por hobby? — preguntó inocentemente Max.

Blanca sonrió más amplio, pero sus ojos no tenían vida. —Kazajistán, un país con eternas guerras... y niños soldados — observó lo tenso que se puso Max. —. Los fuerzan a un entrenamiento inhumano a temprana edad, que rápidamente queda en el olvido la infancia.

Max lo comprendió rápidamente. —Entonces, esa es la razón de ser maestro...

—Sí —su cara se tornó seria. —. Supongo que con ellos puedo experimentar sutilmente mi niñez perdida.

Max exhaló por la nariz y siguió comiendo lo que le quedaba. Nuevamente entraron en un silencio, solo que ahora no era tan sofocante como el anterior. Como periodista debe ser crítico ante la situación que se presenta y corazón de piedra en ocasiones.

Sin embargo, esta vez no podía ser imparcial como él quería. Todo este asunto del niño maltratado y la posible implicación de la policía iba más allá para Blanca. Ese niño, que no sabe de él o si existe en realidad, el hombre estaba dispuesto a ampararlo. La razón era tan simple: no quería que otro niño, niña o adolescente sufriera ese tipo de vejámenes que él tuvo que atravesar.

Lo podía ver, claro que sí, sus intereses eran tan transparentes como agua limpia y pura, que reflejaban su alma altruista.

—No se preocupe, llegaremos al fondo de todo esto. —dijo Max, más decidido que nunca.

Por su parte, Blanca asistió, sintiendo su corazón arrugarse en pena. Si hubiera estado en Kazajistán, hubiera arreglado el problema por su cuenta, pero aquí, en Estados Unidos estaba muy restringido y riesgoso. Ahí era tan vulnerable como sus alumnos por el sistema fallido del país.

*

—¿Dónde está Eiji? — preguntó Toshiro en japonés, al escuchar la casa sospechosamente silenciosa.

Naomi terminó de lavar los trastes y vio de soslayo a su esposo. —Está con Ayumi ahora.

El padre hizo un sonido afirmativo y se sentó en el sofá. Su esposa se dirigió a la sala de estar y se situó al lado de Toshiro.

Ambos suspiraron, no al mismo tiempo, y vieron sus rostros.

—Que locura han sido estos días.

Naomi asintió. —Me preocupa Eiji. Siento que no le estamos prestando atención para mentir de esa manera.

Aún recordaban el día que los citó el maestro Blanca, y la manera en como los apartó de su hijo para charlar.

"Eiji tiene conocimiento de el abuso sexual, físico y emocional hacia un amigo" fueron las duras palabras que el profesor expresó para describir llanamente la confesión del niño. Era un alivio que el oficial eficientemente descartó esa posibilidad. Su hubiera sido cierto, Eiji hubiera dicho al menos el nombre del supuesto amigo.

Su hijo siempre fue bueno, era abierto con ellos, y, de repente, emitió una falsa y alarmante señal de auxilio. Incluso se sentían mal en haberlo castigado.

—Aunque hoy llegó contento — comentó Toshiro. —, ¿acaso es por qué siente qué estamos reaccionando? — suspiró. —. No puede ser que Eiji haya estado celoso de la bebé Ayumi...

Del otro lado del lugar, Eiji exhaló con satisfacción luego de haber cambiado el pañal a su hermanita. La bebé balbuceó divertida y sus extremidades empezaron a moverse descontraladamente.

—Listo, Ayumi, ¡al fin ya no apestas! — levantó los brazos en señal de victoria.

La aludida rió de forma ahogada. Eiji sonrió y la vistió con su pijama para luego cargarla en brazos. Los gorjeos de bebé resonó en la habitación mientras que Eiji le hablaba con voz fina y graciosa.

Su buen humor también estaba afectando a la bebé. —Ay, Ayumi, es una lástima que aún eres muy pequeña en jugar con nosotros. De seguro te caerían bien los muchachos.

Quizá, un día de estos, en vez de ir al parque, los chicos podrían visitar a su casa, para que Ash pueda conocer a su familia y a su hermanita. Eiji se imaginó el rostro sorprendida del rubio intentando levantar a Ayumi, los demás chinos en hacerla reír y Sing compartiendo sus juguetes con ella.

Una burbuja de felicidad explotó en los adentros de Eiji. Había esperanza de que el futuro de Ash mejorara.

No podía esperar hasta mañana para volver a repetir lo de hoy.

*

Llegó la noche y Yut Lung estaba cenando con su madre en la mesa. Fue una verdadera fortuna que no debía pedirle a ella más comida para su "parásito" debido a que Shorter le dio su cena antes de venir.

Con una sonrisa, Yut Lung se comió su zanahoria. Sus amenazas dieron resultados, si no hubiera coaccionado al pelo pincho, él no se preocuparía en alimentar al niño. Es decir, su familia tiene un restaurante, que pinche tacaño.

Xin Qian observó a su hijo con una expresión traviesa, él estaba pensando algo agradable. —He notado que eres más unido a los chicos...

Yut Lung encogió sus hombros, su sonrisa se esfumó. —¿Lo crees? A mí me parece molesto.

La mujer negó con la cabeza, aún portando su rostro lleno de felicidad. —El amor no se mendiga, mi niño, se merece — dijo antes de darle un bocado a su platillo. —.Hay algo que ellos vieron en ti para seguir siendo tus amigos, una virtud que, lastimosamente, no te has percatado que tienes.

Yut Lung levantó una ceja. —¿Tú la sabes?

Soy tu madre, por supuesto qué sé cuál es. —emitió una carcajada suave ante lo estupefacto que estaba el rostro de su hijo.

El niño parpadeó, confundido pero curioso. No obstante, frunció su ceño y se atragantó con el resto de su cena. —No quiero saber.

Xin Qian rió. —Está bien, aún estás muy joven para preocuparte por todo esto — mencionó con una dulce sonrisa. —.Recuerda, Yut Lung, trabaja en tus defectos y muéstrate transparente en tu verdadero ser — los ojos del menor estaban prácticamente clavados en su madre. —. Maquillar tu alma acorde a los gustos de los demás es lo peor que puedes hacer.

El niño no lo entendió del todo, solamente asintió. Quedó pensativo luego de haber terminado de comer y de lavar los platos.

Su madre le preguntó si quería que durmieran juntos, lo cual Yut Lung declinó cordialmente, asegurando que ya no tendría pesadillas.

Xin Qian no insitió más. Sin embargo, iba a estar atenta por cualquier inconveniente.

Al momento que Yut Lung entró a su habitación, de inmediato le echó seguro a la manecilla y suspiró. Ash, obediente, permaneció dentro del closet todo el tiempo cuando llegaron. Asomó su cara hacia dónde provino el ruido, y salió ya más confiado en ver al chico.

El rubio tenía puesto una pijama vieja del chino, una que una vez fue de color azul y ahora se veía celeste. Lo que casi le causaba patatus a Yut Lung era que Ash tenía puesto el sudadero de Eiji.

La noche era fría ese día, y el de la coleta baja no poseía otro suéter extra para darle. Así que lo dejó pasar.

—¿No tienes tareas que hacer? —preguntó Ash, con cierta timidez.

—Ya termine con todo desde ayer, porque soy muy inteligente. — dijo con orgullo.

La desilusión fue casi palpable en la expresiones de Ash. —Oh, ya veo. —bajó la mirada y musitó.

Yut Lung estiró sus brazos y bostezó. —Bueno, es hora de dormir —Ash asintió. Instintivamente giró su cuerpo y se dirigió a paso lento al armario. —. Espera.

El niño de tez blanquecina se detuvo de golpe. Volteó su rostro, abrumado por el tono de voz de mando del chico. —¿Qué?

El pelo azabache se dirigió a su cama, se sentó y dio una palmadita sobre su colchón. —La cama es suficientemente grande para que quepamos los dos.

Ash se tensó. Compartir cama con otra persona lo puso nervioso. —¿Qué, por qué? —susurró.

Yut Lung rapidamente notó que el niño se estaba asustando. — Sé que sueñas cosas feas, ¿es por qué te sientes solo?

El rubio no respondió. Su respiración se tornó laboriosa y no se atrevió a Yut Lung nuevamente.

Por su parte, Yut Lung observó al niño con empatía, emoción que intentaba de ocultar lo más que podía. Era molesto lidiar con otras personas, pero situaciones como esta no podía poner la vista gorda. Ash no estaba fingiendo, de verdad estaba petrificado, ¿por qué?.

Con sumo cuidado, Yut Lung se acercó a Ash y sostuvo las mangas de la sudadera. Algo que comprendió, de lo poco que lo conoce, es que a él no le gustaba que lo toquen; así que lo evitó, no quería que gritara.

Ash alzó su vista hacia él, su mirada era temerosa. Sin embargo, decidió confiar en el chino por aquella expresión mansa y amable, esbozado solamente para él.

Poco a poco, caminaron despacio a la cama. Durante el trayecto, cuando Ash jadeaba del susto, Yut Lung permaneció firme con su sosiego, lo cual ayudó a salvaguardar la cordura del rubio.

Yut Lung no se separó de él, ni siquiera cuando levantó las sábanas; tampoco le importó la suciedad proveniente del sudadero, puesto que ambos se acostaron juntos a la cama. En silencio, el chino rodeó con sus pequeños brazos el tembloroso cuerpo de Ash. El rubio solo hipó suavemente, se denotaba su inconformidad.

—Mi mamá hace esto cuando tengo una pesadilla —murmuró Yut Lung. Tras decir esas palabras, Ash se revolvió entre las sábanas. —. ¿Mejor?

—Y-Yut Lung, ¿ellos no vendrán aquí? — preguntó con voz temblorosa.

El aludido no entendió que quiso decir. Solamente se guió por lo que hacía su mamá en momentos como este. —Ellos no son reales, solo soñaste algo feo ese día. Estarás bien... estás a salvo aquí...

Ash abrió sus ojos desmesuradamente y dejó de temblar. Conectó su afligida mirada a Yut Lung; el chino lo dijo con tanta convicción al punto de tranquilizarlo. El rubio respiró profundo y sus sentidos se agudizaron al poder oler el aroma de Eiji aún saturado en las fibras del sudadero.

—¿Estaremos bien...? —preguntó, ya más relajado. La bondad oculta del chino lo ha tocado.

Yut Lung lo atrajo más a su cuerpo y cerró sus ojos. —Solo duerme y no grites esta noche... de lo contrario meteré un calcetín en tu boca.

La respuesta de Ash se redujo a una risa genuina. Cedió que Yut Lung se acomodara entre su cuerpo con el suyo, presagiando amparo en su conciencia y alma. No quiso obviar lo seguro que se sintió ese abrazo sincero; liberó unas cuantas lágrimas que amalgamaban estrés y felicidad, un sentimiento agridulce fluyó en su ser, pudiendo por fin dormir plácidamente.

Esa noche, soñó con Griffin.

*

N/A:

¡He vuelto con un nuevo capítulo! :D Perdón por la tardanza, pero ahora que estoy en cuarentena, se podría decir que tengo un poco más de disponibilidad para escribir ♥

Espero que tod@s estén protegidos de este virus. Mucha fortaleza en donde se encuentren, deseo que este capítulo les ayude un poco en su ánimo, ya que aun estamos en la fase feliz del fic  :'v

Ya varios de los personajes adultos se han percatado de algo extraño, mientras que otros no tanto (me duele padres de Eiji D:  ). Los niños sigue siendo niños xD eso es lo más que puedo decir de ellos :') .Para hacer un sondeo, ¿cuál de los niños es su favorito hasta el momento?

Publicaré el siguiente pronto :) ¡Gracias por todo el apoyo ♥♥♥♥♥, son los mejores!



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