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Capítulo 13: Congratulations

Jessica recibió el café con cortesía. Se hallaba dentro de apartamento del profesor Blanca a petición de ella.

Varias cosas han cambiado a través de un año, uno de ellas es su aspecto. El cansancio era notorio en sus facciones, remarcaban algunas arrugas prematuras en su piel que no lucían en su bello rostro. Debido a la agotadora e infructuosa investigación en búsqueda de dos personas inocentes y apreciables, teniendo limitaciones en acceder a ella tras clasificarlo como "confidencial", cayendo en lo absurdo de que cierto grupo de policías especiales que ella no formaba parte.

La excluyeron, cubrieron a los responsables y ahora todo estaba en el limbo.

La mujer suspiró profundo luego de darle un sorbo a su bebida caliente. Ni el con el café tan espeso podía despejar su mente frustrada, tampoco las pastillas relajantes para dormir la arrullaban a un delicioso sueño.

Cada día que pasaba, era un fracaso en hallar a Max o el niño Ash. Hasta ese punto, lo más que esperaba era encontrar sus restos en algún lugar recóndito de la tierra.

Entretanto, Blanca observó como Jessica divagaba en sus propio dilema mental. No pudo más que sentirse compungido.

—Hace ya varios meses que no nos vemos — comentó Blanca, sin tantear en la pregunta educada del bienestar de su invitada. Claramente se veía terrible. —; cuatro, para ser precisos.

La fémina hundió su rostro entre sus antebrazos. —Iré al grano — murmuró al tener presionada sus mejillas con dos de sus extremidades. —. Me enteré que la investigación... fue archivado — frunció el ceño. —. Mierda.

Blanca no se sorprendió. Al momento que supo que el oficial Marvin fue trasladado a otro condado, la posibilidad de verse truncada la investigación era digno de ser plausible de manera irónica.

—¿Qué hacer ahora? — preguntó, por si Jessica tenía un az bajo la manga.

La mujer resopló y dobló su cuerpo en la mesa, desparramándose y sintiéndose líquida. — No lo sé.

Las palabras de Jessica sonaban desamparadas.

—Ha perdido la esperanza en hallarlo. — comentó lo obvio el hombre.

Jessica obligó a sus ojos alzarse y ver seriamente a Blanca. —He trabajado muchos años siendo policía para conocer cómo funciona esta mierda... — susurró. —, Max sabía mucho... lo suficiente para querer deshacerse de él.

Blanca también se sentía terrible por la situación. Sin embargo, su dolor no se comparaba por el desgaste emocional de Jesicca, disolviendo su sanidad a cuentagotas durante un año.

—Hace poco oí sobre el Sistema Nacional de Personas Desaparecidas y No Identificadas. Está fundada por el Instituto Nacional de Justicia... — habló Blanca, llamando la atención de la mujer. —. Ellos tienen una base de datos del ADN de personas fueron sepultadas como XX.

Jessica exhaló por medio de la nariz. —¿Quieres mandar el ADN de Max por si se adecua? ¿Qué tan seguro si no lo incineraron o está en el fondo del mar?

—Es mejor eso a no hacer nada.

La mujer cerró sus ojos e intentó calmarse aunque sea con el aroma del café. —¿Ha escuchado sobre WikiLeaks? He pensado subir la investigación de Max en esa página web.

En pleno 2009, el Internet estaba en su auge y muchas personas ya tenían acceso a ella. Era impensable en publicar una investigación de tal magnitud de forma anónima, hasta llamaría "loca" a Jesicca por tan solo intentarlo, de alguna u otra forma, la ubicarían. En WikiLeaks, hace ruido, y uno muy fuerte como para que el FBI o la CIA se involucren.

Blanca asintió. —Tarde o temprano deben de caer...

Hubo un silencio entre ellos. El sonido de las manecillas del reloj de pared hacía eco. Las conversaciones en ambas personas giraban entorno a la investigación. No había lazos de amistad o conversaciones informales, simplemente se hablaban para mantenerse al tanto del asunto. A Blanca y a Jesicca fue un terrible shock lo que pasó, muy difícil que puedan sobrellevar aquella con el tiempo. Ambos eran personas decididas, en darle voz a los que en ese momento no pueden. Si ellos los olvidan, Max y Ash definitivamente desaparecerán para siempre.

—¿Cómo están los chicos? — preguntó Jessica, refiriéndose a los asiáticos.

El hombre dio un sorbo a su café ya frío. —Les sigue afectando... — confesó. —. Debido a que ya no soy maestro de Eiji y de Yut Lung no puedo asegurar su estado de ánimo. Pero los niños siguen en luto. Ya no sonríen como antes.

Jessica sonrió débilmente. —Ah, es cierto... ellos ya pasaron a otro grado... — se incorporó y se sentó erguida. Sostuvo su taza con ambas manos antes de ver su distorsionado reflejo en el líquido marrón. —. Ya están creciendo —ella ya no se acercaba a ellos por el miedo de ser bombardeada de preguntas acerca de Ash. Jessica simplemente no tenía el corazón en decirles que ya no se estaba investigando nada. —. Cuanto quisiera tener a Marvin frente a mí... — dijo secamente y cansada. —, así recibiría un plomazo de mi parte... Bang. — hizo el sonido de un disparo, imitando una pistola con sus dedos.

Blanca ha estado en varios conflictos bélicos para identificar pensamientos peligrosos en las personas. Claramente, Jessica añoraba hacer justicia con su propia mano. Sus ojos carecían vida al pronunciar la sentencia de muerte de Marvin emanado de sus deseo.

Por primera vez en mucho tiempo, el hombre sintió escalofríos.

Luego de esa conversación, Blanca compró una Kel-Tec PMR-30. Tenía armas consigo en el pasado, pero tras conseguir la ciudadanía estadounidense, ha tenido una corazonada que no lo dejaba tranquilo. Por lo mismo, siempre portaba la pistola con él.

*

Caminando luego de un arduo día de escuela, los muchachos estaban juntos en un silencio nada incómodo.

Bueno, al menos para la mayoría. Sonny y Lao tenían la presión de sus padres de sacar un buen punteo en sus clases. A pesar que aún les faltaban dos años para entrar a básicos, les exigían un ritmo fuerte de estudio a partir de su grado actual para que se acostumbraran a la Universidad.

De vez en cuando les daba ataques de estrés, más en Sonny, él era catalogado por sus padres como un holgazán.

Las idas a la biblioteca era más llevaderas porque ellos podían estudiar sin interrupciones, al menos casi siempre.

Sing abrió grandemente sus ojos al notar varias vallas publicitarias. La emoción corrió por sus venas al dar un vistazo a los demás chicos.

Y es que, desde que aprendió a leer, no ha parado en tratar de descifrar todo lo que tenía enfrente. Señaló con su dedito la más grande que vio. —¡P-Pres... tatamos a la... orden! Lla-llame al 4-9-2-9-1-3-5...

Yut Lung le tembló el ojo. Ese mocoso era un loro después de repetir lo que leía hasta leerlo con fluidez.

Esta ocasión no fue la excepción.

Shorter aplaudió. —Muy bien, Sing.

Lao asintió en señal de aprobación. Por su parte, Sonny y Eiji vieron con cariño al niño asentir y empezar a leer nuevamente.

Sing abrió grandemente su boquita. —¡P-Pres... tatamos a la...!

—¡YA! — Yut Lung casi se jala sus cabellos. —. ¡Puedes buscar libros en la biblioteca y llevarlos a tu casa a leer!

Eso no le gustó al niño con seis años recién cumplidos. —¡La biblioteca es aburrida! No se puede jugar ahí.

Lao parpadeó. —Pero si ahí vamos, Sing.

Hizo un puchero. —¿De nuevo?

Los demás niños se vieron a los rostros con grima. La situación mental de Sing mejoró considerablemente en él. Ya no tuvo que ir al psicólogo, y prácticamente estaba bien. Sin embargo, hubo una regla que los padres de todos los niños concordaron: era no hablarle tanto a Sing sobre Ash para que no se pusiera triste.

Al principio, funcionó de maravilla, mas fue una movida de doble filo: Sing, tras ya no volver a escuchar ni preguntar sobre Ash, fue olvidando poco a poco de él.

El psicólogo Ibe lo estimó normal debido a la edad en que Sing vivió los sucesos. Mei Mei, la madre de los hermanos, quiso que así se mantuviera.

Hablar de Ash ahora era casi considerado tabú. No obstante, los muchachos aún lo recuerdan con estima, en especial Eiji.

—Sí, Sing... — intervino Sonny, con una sonrisa torcida. —. Debemos estudiar mucho con Lao.

El niño frunció muy bien sus ojos. —No quiero...

Yut Lung puso sus ojos en blanco. El bebé Sing ya estaba en la etapa de ser muy berrinchudo. Para él, ya no era tan adorable como antes.

—Saben que, muchachos — dijo Lao, buscando la manita de su hermano. Cuando la halló, la sostuvo con delicadeza. —. Ustedes vayan, Sing y yo iremos a casa... él quiere jugar y es válido...

Los muchachos accedieron con mala gana. Los hermanos se despidieron torpemente debido a que Sing estaba jalando a Lao a que se apurara. Cuando ya no los tenían a la vista, los niños suspiraron.

—De verdad extraño cuando preguntaba por "Doradito". — confesó Shorter, con el corazón en la mano.

Las palabras de Shorter sacudieron el interior de Eiji. Desvió su mirada para que nadie se diera cuenta que sus ojos quemaban por calientes lágrimas frescas, pero fue inútil. Todos se percataron que quería llorar.

—Ay, Eiji. — lamentó Sonny, rodeándolo con su brazo su cuello.

Shorter y Yut Lung se pusieron tristes.

—Vamos a la biblioteca... — sugirió Yut Lung, caminando hacia allá como si no estuviera acompañado.

El pelo pincho y el mayor se quedaron cerca de Eiji. Entretanto, el japonés luchaba para no llorar en medio de la calle.

—Perdón, chicos... —musitó.

—Nah... — dijo Shorter, sin entusiasmo. Él también sentía que lloraría. —. Mejor darse prisa, hace mucho frío aquí.

El invierno se estaba adentrando en Estados Unidos. Aún si ya pasó más de un año desde la última vez que vieron a Ash, la memoria del chico seguía vivo en sus recuerdos.

*

Tras escuchar el ruido de la puerta cerrarse, Ayumi jadeó y dejó jugar con sus muñecos. —¡Hermanito!

La bebé corrió con sus piernitas regordetes y el voluminoso pañal le permitieron. Sus mejillas se sonrojaron y sus ojos brillaron al notar que un cansado Eiji entró al apartamento luego de las seis de la tarde.

El joven japonés la notó de inmediato y acortó la distancia entre ellos para que no se cayera en media corrida, olvidándose quitarse la chaqueta de invierno. Sostuvo a su hermanita de un año y medio y la cargó en brazos, dándole una risita tierna.

Estoy en casa.

Ayumi lo abrazó con vehemencia, ahorcandolo con sus brazos. Eiji por un instante le faltó el aire, pero el amor a su hermana era más grande que pensar en la manera brusca de ella en expresarle cariño.

La bebé japonesa emitió gorjeos mientras Eiji, como pudo, caminó hacia la cocina, dónde estaba su madre. A veces su hermano le decía que estaba creciendo y engordando como cerdita, lo cual ella pensó que era algo bueno.

Rápidamente, Naomi se percató de la presencia de sus tesoros. Ver esa imagen tan encantadora de sus hijos llevarse tan bien, le enterneció el corazón. —Bienvenido, Eiji... — comentó su madre, con una sonrisa. —, ¿puedes lavar las manos a Ayumi? Ya es hora de cenar y tu padre no tardará en venir del trabajo.

Eiji observó brevemente a su hermanita, quien estaba ida por el delicioso aroma de la comida. —Okay.

La madre negó con la cabeza al escuchar los alaridos de su primogénito, regañando a Ayumi por chuparse el pulgar. Cuando ella lo hacía, Eiji le alegaba que arruinaría su dientes y tendría dentadura de un oni feo. Ayumi, al escucharlo, hacía pucheros y odiaba por un microsegundo a su hermano.

El bullicio de los hermanos pelear le reconfortaba el alma. Era impensable ser testigo de esa escena hace meses. Eso era un indicador que Eiji estaba mejorando de a poco. Además, la convivencia en el hogar era más llevadera, aunque su hijo conservaba cierto recelo hacia ellos.

Por su parte, Eiji a veces se frustraba lo testaruda que podía llegar a ser Ayumi. Él lo hacía por su bien, pero ella no lo comprendía. Posiblemente se guiaría por el sabio consejo de Shorter: si untaba wasabi en el pulgar de Ayumi y lo chupa, quedará traumada de por vida como para volver a meter su dedo en la boca. ¡Garantizado! Según las palabras del chino.

Aún así, amaba a su rabiosa hermana.

Listo, Ayumi. Ahora a secarte las manos. — pronunció Eiji pesadamente. Todo el tiempo la estaba cargando para que ella alcanzara el lavamanos.

La niña alzó sus manos mojadas, salpicando a todo su paso al ver la toalla a pocos centímetros de ella. —Mío, quiero...

Eiji suspiró y se la dio. —Esta bien...

Ayumi con vehemencia lo pasó sobre sus manos. Hasta ya no sentir ninguna gota, vio a Eiji. —Hermanito, sucio... tus manos están sucias.

El aludido sonrió suavemente. —¿Qué? ¿Acaso Ayumi-chan me ayudará a lavarme las manos? — se puso de cuclillas, a la altura de su hermana.

La bebé asintió con fervor. Eiji le bajó el jabón líquido del estante y se lo entregó. Con todas sus fuerzas, Ayumi vertió más de la cuenta en las manos del japonés. Sin embargo, a él no se molestó.

Gracias, Ayumi. Fuiste de mucha ayuda.

La japonesa sonrió, luciendo sus pocos dientes crecidos. —¡Hermanito! — gritó con alegría y rodeó con sus bracitos las piernas de Eiji.

Terminó velozmente en fregarse sus manos y abrazó a Ayumi. Ambos rieron felizmente debido a que Eiji comenzó a besar los pomposos y suaves cachetes de bebé, enterrando sus labios en la suave piel de su hermana.

Momentos como ese Eiji se sentía ligero. La constante exigencia de la atención por parte de Ayumi lo distraía un poco del dolor punzante en que habitó en su interior y nunca se fue.

*

Eiji gruñó en su mente cuando fue interrumpido por su madre, quien le habló detrás de la puerta, cuando se disponía a vestirse.

Ya era tarde y el profesor Blanca ya no le enseñaba, y realmente resentía el cambio drástico de cátedra. El profesor Abraham Dawson era una pesadilla, en especial en las mañanas.

—¿Qué pasa, mamá? — masculló suavemente.

Naomi dio una pequeña pausa antes de hablar. —Mi niño, Ibe-san está al teléfono... quiere hablarte.

Alzó sus cejas. —¿Qué?

Eiji observó su reloj electrónico, marcando las siete de la mañana. El psicólogo jamás llama a su casa, solo para recordarle sobre las citas programadas. Antes, el japonés iba a las sesiones cinco veces por semana, ahora se redujeron a dos y estaba muy seguro que no tenía ninguna en estos días.

Salió de su cuarto y luego vio confundido a su madre. Ella también portaba su misma expresión, así que él se encaminó hacia el teléfono, casi de puntillas porque no quería despertar a Ayumi con pasos apresurados.

Casi de inmediato, llegó a la sala de estar. Su padre Toshiro todavía mantenía una conversación con Ibe mientras le hacía tiempo a Eiji. Cuando apareció, el hombre le avisó al psicólogo y le dio el teléfono a su hijo, con una expresión aturdida.

¿Hola? — Eiji sostuvo el aparato con sus dos manos.

¡Ei-chan! ¡¿Cómo estás?! — dijo genuino y animadamente Ibe, enterneciendo a Eiji. —. Lamento en haber llamado a esta hora, ¿ya ibas para la escuela?

El susodicho negó con la cabeza de forma inconsciente. Luego se acordó que Ibe no lo podía ver. —No, pero está bien, Ibe-san. ¿No le ha pasado nada malo a usted, verdad?

¡No, Ei-chan! Estoy de maravilla, no te preocupes... me disculpo si te asusté.

—En realidad asustó a todos por aquí...

Ibe solamente dio una pequeña carcajada. —Lo siento, mi culpa. Sé que te he llamado repentinamente pero necesito preguntarte algo.

¿Qué, Ibe-san?

Eiji escuchó al hombre suspirar para recuperar el aliento. Sus padres estaban al pendiente, tratando de escuchar también.

Verás, yo formo parte de la Comunidad Japonesa en el sector, y me encomendaron en hacer una actividad especial para los niños y... pensé en ti.

Los ojos del niño se abrieron de par en par. —¿En serio?

—He estado pensando en hacer una dinámica educativa, pero necesito saber primero cuántos en realidad asistirán y pensar en algo — comentó suavemente. —. ¿Quieres participar? Así empiezo hacer un sondeo.

La quijada de Eiji se tensó. De los eventos vividos, él no se creía capaz de relacionarse con la gente, en entablar una nueva amistad. ¿Qué sucede si desaparecen? No lo podría tolerar, aún si no son raptados como Ash, la idea que ya no le hablen por no caerle bien lo volvería loco. Él ya no quiere perder nada apreciado. Entonces no quería abrir su corazón a esas posibilidades.

Sin embargo, la voz de Ibe se denotaba esperanzado. El hombre ha intentado que él se desarrolle de manera sana en enfrentar las dificultades de la vida. No le podía romper las alas por sus inseguridades.

Ibe-san, ¿tiene un lugar en mente en dónde lo hará?

El adulto le respondió segundos después. —No, en realidad eres el primero que lo hago saber. Quiero que estés cómodo con esto, si quieres estar.

El corazón de Eiji se sintió tibio de la calidez de las palabras de su psicólogo.

Un lugar desfiló en su mente en ese momento, al igual que una figura infantil tan entrañable para él. Esa visión casi lo hace llorar.

Eiji sostuvo con más fuerza el teléfono e inclinó su rostro hacia adelante. —Ibe-san, ¿puede...? — tragó saliva, nervioso. —¿Puede hacer una sesión de lectura... en la biblioteca de Charlie...?

Simplemente, no podía dejar ir la fe en encontrarse a Ash de nuevo en aquel sitio. Era más que una costumbre frecuentar la biblioteca, no hacerlo una vez sentía que estaba traicionando su memoria.

El niño sintió sus músculos contraerse por la tardía contestación de Ibe. Al final, pudo escuchar un soplido y la tierna pronunciación de su respuesta.

Bien, hablaré con él para ponernos de acuerdo. — el rostro de Eiji se iluminó. —. ¿Te parece el viernes a las tres y media de la tarde? Sé que sales de clases a las 2, así que no habrá problema en que te retrases...

No pudo contener su emoción. —¡Gracias, Ibe-san!

Luego de eso, platicaron de cosas banales hasta que Eiji colgó de golpe. Se le hizo tarde para ir a la escuela, así que corrió, no sin antes decirles escuetamente lo que habló con el psicólogo.

Los padres de Eiji se sintieron a gusto con la noticia, pensando que su hijo por fin quería socializar con otros chicos.

*

Eiji no pudo decirle a los chicos sobre la actividad con los niños japoneses hasta que Ibe-san le confirmara que se haría dentro de la biblioteca.

Eso ocurrió esa mañana del viernes. En total, se apuntaron diez niños. Sin embargo, Eiji aguantó a comentarle a su séquito de amigos después de clases, cuando estuvieran todos presentes.

Todos estaban sentados en la acera, observando cómo los niños salían corriendo felices porque mañana era fin de semana.

El primero en dar alaridos desesperados fue Sonny.

—¡¿Por qué no me preparaste mentalmente, Eiji?! — jadeó. —¡¡Ahora tengo que estudiar en mi casa con el bullicio de los gemelos!!

Shorter rió al ver un tic en el ojo izquierdo del mayor. Vaya que sus padres eran brutales. —¿Acaso tu abuela no los calla?

Por su parte, Sing notó que el cabello de Yut Lung era más largo y él un poco más alto para chuparlo. El hecho que oliera a frutas finas le daba hambre al pequeño, no era su culpa.

Sonny resopló. —Toma su siesta, ella ni los escucha...

El pelo pincho asintió, frunciendo sus labios de forma cómica. Por un segundo le iba a proponer a estudiar en su casa, pero recordó que Nadia estaría ahí.

—Lo lamento, Sonny. No quería decirles antes porque quería asegurarme que sí se llevaría a cabo. — disculpó Eiji, luego de desviar sus ojos tras ver momentáneamente que bebé Sing jaló un mechón de pelo de Yut Lung y se lo llevó hacia la boca. El pelo largo todavía no se había percatado de ello. Eiji simplemente se hizo la vista gorda de la situación.

El mayor suspiró. —Está bien... pediré posada a Lao... — sonrió entre dientes. —. Pero descansemos antes... estoy agotado.

Antes que el aludido pudiera contestar, vio a su hermano llevarse mitad de mechón. La conexión de sus palabras de su cerebro a su boca se truncó. Tuvo una reacción tardía para regañar a su hermanito, puesto que Yut Lung notó su "cara de estúpido" hacia su persona y giró su cabeza hacia atrás.

Ahí mismo Yut Lung pegó grito al cielo. Sing no se inmutó.

Eiji parpadeó ante las maldiciones y alaridos en mandarín. Sin comprender nada, pensó que era la oportunidad perfecta para zafarse e ir a la biblioteca.

Se puso de pie de un brinco, sacudiendo después su chumpa esponjosa y arreglando su gorrito verde con un pom pom de adorno. —¡Me voy! De seguro Charlie querrá ayuda en las últimas preparaciones.

Shorter le asintió a Eiji, ahogándose de la risa de la pelea entre Yut Lung y Sing. Lao casi se le cae la cara de la vergüenza por la escena que estaban armando, llamando la atención de todos. No era que podían salir corriendo para no ser objeto de entretenimiento de las personas. Debían de esperar a Nadia.

—Suerte, Eiji. — dio el mejor de los ánimos Sonny.

Él sonrió. —¡Sí!

Sing alzó sus cejas y dejó a Yut Lung alegando sólo. —¡Adiós, Eiji!

El japonés sintió un cosquilleo en sus adentros. No estaba seguro en socializar, pero quería pensar que estaba haciendo bien el llegar temprano y ser el primero para que los demás niños le saluden por educación.

Se despidió nuevamente de sus amigos y corrió hacia la biblioteca. Esa tarde había un frío helado que le calaba hasta los huesos, así que decidió trotar para entrar en calor.

No pasó mucho tiempo en estar frente a frente con la puerta de su destino. Respiró profundo antes de querer sin quisiera tocarla. La biblioteca portaba sentimientos agridulce difíciles para él describir. Una nueva etapa comenzaría en breve, y no estaba seguro si estaba listo.

Ensimismado en sus propios pensamientos, Eiji no se dio cuenta que Charlie abrió la puerta para sacar la basura. La nueva campana instalada en el arco de la puerta tintineó, haciendo que Eiji sobresaltara.

—¡Oh, Eiji! ¿Estás aquí? — preguntó extrañado Charlie. El niño estaba casi una hora y media temprano.

El niño esbozó una sonrisa torcida. —Sí, acabo de salir de clases... no quería hacer doble viaje si me iba para mi casa...

El pelirrojo tiró la bolsa de basura a un lado y se frotó sus brazos. El viento estaba soplando muy gélidamente. —Entiendo... — arrugó su rostro. Si no supiera que esa calle era desértica, creería que todo mundo está guardado en un lugar cálido. —. Pasa, hace mucho frío. Me puedes ayudar con los últimos detalles.

Eiji asintió.

Cuando ambos entraron, un agradable ambiente tibio los atrapó. El aire acondicionado estaba emanando una temperatura acogedora, en la cual casi de inmediato, Eiji tuvo que quitarse sus prendas de invierno, incluido su gorrito tejido.

Sus pertenencias las colocó en la mesa cerca de la ventana, en donde Ash y él se conocieron. Entonces varios sentimientos se encontraron en el interior de Eiii. Le tenía tanta estima a esa tabla destartalada con patas que casi estaba a punto de llorar nuevamente.

—Eiji, ven, ayúdame a juntar las sillas de aquí. — pidió Charlie, haciendo una media luna con ellas.

El japonés accedió con gusto. Durante el tiempo que ha tenido la oportunidad de tratar a Charlie, él ha sido muy amable con los chicos y él.

Charlie fue de igual manera muy atento en vigilar los alrededores de la calle, también los cuidaba mucho. Por eso, él perdió la convocatoria para el entrenamiento de oficial de policía. Sus metas fueron adecuándose a las necesidades de los chicos, porque forjó un cariño especial con ellos.

Entonces, Charlie se prometió a sí mismo que cuando los niños asiáticos pudieran lidiar mejor con su dolor, él permanecería en la biblioteca. Si él se va, llegará otra persona a su reemplazo, y seguramente modificaría la biblioteca y por ende los recuerdos de los niños que tuvieron con Ash.

Ese nunca fue su sueño, pero él era un adulto y estaba bien con eso.

—Charlie... ¿te puedo hacer una pregunta? — inquirió Eiji, mientras ayudaba a Charlie a escoger los libros que leerán con el grupo.

El hombre lo vio de reojo. —Dime.

Las mejillas de Eiji se sonrojaron y sus ojos se iluminaron. —¿Piensas casarte con Nadia cuando ella se gradúe?

Esa duda hizo que Charlie botara los libros al suelo. Un fuerte color rojo pintó todo su rostro hasta el cuello. —¡¿Q-Qué mosco te picó?! — se cubrió su boca con la palma de su mano.

—¡¿Entonces no son nada?! — casi grita Eiji, eso significa que Sonny todavía tenía oportunidad.

Charlie se tragó la vergüenza de hace momento para poder articular palabras. —E-Es complicado, un niño como tú no lo entenderá.

Eiji levantó una ceja. —Tengo diez años...

—¡Sigues siendo un niño! — contestó de forma gutural. De repente, sonó la campana, indicando que la puerta se abrió. —. ¡Ah, al fin! Es el señor Ibe, ¡justo a tiempo! — por un segundo se sintió a salvo, mas el somatar de la puerta alertó sus sentidos.

Charlie y Eiji se vieron a los rostros. La incertidumbre creció en ambos cuando escucharon violentos jadeos de la persona que acababa de entrar. Con pasos temblorosos y vacilantes, Charlie y Eiji asomaron sus cabezas hacia la entrada, abriendo grandemente sus ojos por cualquier calamidad que se avecinara.

La distancia entre ellos y el desconocido era corta, pero el miedo hizo que ninguno quisiera encontrarse.

Armándose de valor, Charlie salió de su escondite entre los estantes. En un pestañeó, él exhaló anonadado. —¡¡¿Estás bien?!!

Eiji arqueó su rostro y pudo ver con sus propios ojos lo que había aturdido a Charlie.

En un segundo, Eiji olvidó todo. Tenía la mente en blanco y una presión en el pecho interrumpiendo su respiración normal. Su cuerpo tembló haciendo que sus lágrimas nacientes fluyeran sobre sus mejillas. Estaba seguro que se había levantado de la cama ese día porque ese no era otro de sus sueños.

—A-Ash... — quedó estático en donde estaba mientras que el rubio lo vio con pavor.

Charlie desvió su mirada hacia el chico. —¡¡¿Qué?!! ¡¿Él es Ash?!

Aún si el cuerpo de Ash estaba más demacrado desde la última vez que lo vio, aún si tenía más golpes de los habituales y rostro personificada el terror puro, Eiji lo observó con afecto e incredulidad.

—¿E-Eiji...? — casi no pudo hallar su voz debido a que estaba muy débil.

El japonés no aguantó más. Corrió con todas sus fuerzas, no estando seguro si lo hacía de forma recta por las lágrimas que distorsionaba su vista.

Gimió con su voz quebradiza y su alma nunca se había sentido tan ligera desde aquel día que se fue. —¡ASH!

Eiji lo contorneó con sus brazos fuertemente, ganándose un quejido de Ash. Sin embargo, con toda la energía restante, el rubio intentó abrazarlo con la misma intensidad, llorando de amargura y pánico, pero la felicidad también la podía sentir.

—E-E-Eiji... — hipó Ash en sus ropas. —¿Eres Eiji? — preguntó tembloroso. El japonés había crecido.

El aludido rompió con el abrazo mas no con el contacto físico. Agarró por los hombros a Ash y una oleada de angustia e ira pasó por sus adentros. Podía sentir los huesos de su amigo a través de la ropa.

—Sí... Lo soy... — sus ojos se aguadaron de lágrimas al verlo con detenimiento. Era él, realmente Ash estaba enfrente. —. ¡¡Lo siento, Ash!! — lloró desconsoladamente. Hilitos de mocos salieron de sus fosas nasales y sus gotas cristalinas de sus ojos se multiplicaron. —. ¡¡Lo siento por todo!! ¡¡Te juro que jamás te voy a abandonar de nuevo!! ¡¡Juro que no comerás natto otra vez!! — gritó sin aliento Eiji, viendo como Ash se deshacía en lágrimas también. —. ¡¡Solo no te vayas nunca!! ¡¡Ash!! ¡A-Ash...!

El rubio cerró con furor sus ojos lagrimosos. —Eiji... —musitó.

Charlie estaba en shock. Su mente no estaba procesando nada. Se encontraba parado viendo como los niños se abrazaban y se decían palabras con el corazón en la mano.

¿Realmente ese niño era Ash? ¿Cómo mierda escapó?

Finalmente, Charlie reaccionó al estar pasmado viendo el horror que permanecía en el rostro de Ash.

Era hora de actuar, las respuestas vendrían luego.

—Niños, niños... yo... yo sé que todo esto es confuso y quieren seguir abrazándose... p-pero debemos hacer algo antes que llegue la gente— se fue por las ramas y se maldijo en no poder manejar la situación como era debido. —. Saben que... a ver, siéntense ustedes dos en la mesa... voy a traer chocolate caliente...

Los niños obedecieron en silencio. Charlie se percató que siguieron llorando y no querían soltarse, a pesar lo notorio que el niño Ash se desmayaría en cualquier instante.

Se apresuró a darles la bebida caliente y la aceptaron con gusto. Procuró no hacerlo caliente para que no se quemaran y lo tomaran con calma. No obstante, Ash se lo terminó en dos sorbos, acojonando a Charlie y a Eiji.

—Hola, Ash... — dijo Charlie, todavía sorprendido. —, mi nombre es Charlie... el nuevo bibliotecario.

El rubio lo observó con recelo.

—Puedes confiar en él, Ash... — animó Eiji, tragando saliva después.

De la nada, Ash comenzó a respirar irregular y sus ojos reflejaron susto tras recordar el plan. —Max me dijo que pidiera ayuda rápido...

Eiji frunció el ceño. —¿Max? ¿Quién es?

Ash relamió sus labios. —Él me ayudó a escapar... — teniendo las palabras de Eiji en mente, agarró la camisa de Charlie y le dio un apretón. —. Me dijo que buscara a Jessica Randy... la biblioteca... eses el único lugar que conozco.

Tanto Eiji como Charlie se asombraron. Todo eso era real.

—De acuerdo — dijo Charlie con convicción. —, sé que no podemos fiarnos con nadie, así que la llamaré de su celular personal... ¡Qué tú estás aquí! — jadeó.

Eiji, aún rodeado por los brazos escuálidos de Ash, lo acercó más a su cuerpo. —Ash...

El rubio negó. —No, no Ash... Max me dijo que no lo usara...

Frunció el ceño el pelirrojo. —¿Cómo?

Dio un suspiro profundo, viendo fijamente a Charlie. —Aslan... c-creo que así me llamo... no lo recuerdo bien...

Eiji y Charlie se congelaron ahí mismo por unos segundos. El hombre fue el primero en salir del trance.

—¡¡Sí, la llamaré en seguida!!

Charlie corrió hacia el teléfono sobre el escritorio del bibliotecario y comenzó buscar entre sus cosas el número de Jessica.

Entretanto, ambos niños se observaron a los rostros sin tener las intenciones de desviar la mirada. Era como volver a recordar lo que se perdió, en palpar de lo que se había creído un mero sueño muy feliz.

Ellos estaban juntos nuevamente, ante cualquier mal pronóstico, ellos estaban realmente abrazándose y llorando.

Nuevamente, una efímera paz se asentó sobre sus almas.

Ash se recostó en el pecho de Eiji, sin dejar de llorar. —Te extrañe... mu-mucho... yo...

Eiji lo silenció suavemente. —Todo estará bien, Ash... ya verás... no me separare de ti... los muchachos tampoco.

Era tan abrumador los sentimientos agridulces que fluían en Ash que ya no pudo hablar más, solo sollozar.

Ambos niños escucharon como Charlie marcó el número en el teléfono y la campanita ser golpeada por la puerta abierta sonó.

—Debe ser Ibe-san. — murmuró Eiji, sin alzar su mirada y dejar que su cabeza siguiera descansando sobre la coronilla de Ash.

En un santiamén, se oyeron cuatro disparos.

Eiji y Ash se sobresaltaron y se abrazaron con más fuerza. Sus corazones palpitaron con potencia y sus ojos casi se salían de sus órbitas.

Se escucharon los pasos de un hombre acercándose. Entonces apareció la silueta de Dino con una pistola en su mano izquierda y con su bastón en la otra.

Él sonrió ampliamente al ver a los niños temblar sin control ante su presencia.

Por su parte, Eiji palideció y su boca estaba seca. No podía creer lo que estaba viendo. —¡C-Charlie! — lo buscó con la mirada después de llamarlo. El japonés emitió un grito ahogado al ver el pelirrojo yacía muerto en su escritorio en un laguna de su propia sangre que emanaba de su cabeza.

Los ojos de Eiji buscaron una salida, alguna vía para poder correr y pedir ayuda, mas el brillo de la boca de fuego de la pistola apuntándolos directamente mató su confianza.

Ash no paraba de temblar, así que Eiji intentó cubrir su rostro para que no lo viera.

—Oh, no me imaginé que Eiji estuviera aquí — curvó más sus labios, provocando un respingo en el japonés. —. Aún conservo un capricho con él... ¿un compañero de juegos te vendrá bien, no lo crees Ash?

El rubio se despegó del pecho de Eiji. Su rostro denotaba pavor. —¡¡No, por favor!! ¡¡No le hagas daño, Dino!!

Esa desobediencia alteró los nervios del hombre mayor. —¡¿Creés que eres más listo que yo?! ¡¡Por supuesto que irías a la biblioteca, estúpido niño!! — le gritó con odio. —. ¡¡Sí lo que le pasará a él será por tu culpa!!

Ash percibió que Dino lo golpearía con el mango del arma. Cerró sus ojos con temor, esperando la familiar tundra. Sin embargo, Eiji lo ocultó nuevamente, usando su cuerpo como escudo.

—¡¡No, alejate de Ash!! — imploró Eiji, sin desprender sus ojos de la pistola.

Los músculos de Eiji se tensaron y resultó ser muy doloroso para su cuerpo. La adrenalina y el estrés estaba a su punto máximo. Abrazó muchísimo más fuerte a Ash cuando sintió mojado su ropa, en virtud que el rubio se orinó del miedo.

El japonés rechinó sus dientes cuando Dino detuvo sus movimientos a medio camino, para reír satisfactoriamente en sus caras.

—Interesante... — sonrió sombríamente Dino. —, creo que nos divertiremos mucho, Eiji — Las lágrimas no brotaban de los ojos de Ash por lo tan estupefacto que estaba. Eiji exhaló por la nariz, tratando de mostrarse firme. —. Vamos, el auto nos espera...

Dino enterró el arma en el hombro de Eiji, obligándolo a caminar. 


N/A: antes de huir, debo mostrarles la manera en como me imagino a Ayumi ahora en la historia QAQ

Picrew es el amigo de los fickers que no saben dibujar ni una línea recta xD.

Ahora sí, S A Y O N A R A. Iré a esconderme hasta que publique el próximo capítulo. Lo único que podré decir es que será pesado D:


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