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Capítulo 1: The Sunshine Boy

A CONSIDERAR: cuando los diálogos estén en cursiva, significa que los personajes están indiscriminadamente japonés o mandarín. Yo describiré cuando es que hablaban cuál idioma.   

*

El amor hogareño nunca le hizo falta a Eiji en sus cortos nueve años de edad.

Su padre era poco expresivo pero demostraba su cariño hacia él a su manera; lo contrario era su madre, su aprecio a su hijo lo demostraba de manera desbordante, nunca le faltaba abrazos, ni besos ni palabras llenos de estima.

Pasaron momentos difíciles en Japón y se tornaron peores ante la decisión de emigrar a Estados Unidos. Ya asentados en Nueva York hace ya un año, la situación para la familia Okumura se convirtió en alegría debido a que tenía una posición económica más estable y por el nacimiento de la pequeña Ayumi.

Vivían más apretados en el pequeño apartamento que alquilaban y Ayumi no dejaba dormir ni siquiera a los vecinos por las paredes tan delgadas como si se hubiera construido el complejo a base de papel. Las quejas siempre se hacían llegar.

Pero por todo lo demás, eran una familia ideal. Eiji era feliz.

¿Eiji, ya te irás a la escuela? — preguntó su madre desde la cocina, atendiendo mil cosas a la vez. En ocasiones, el pequeño japonés se reía al ver a su madre tan ajetreada en las mañanas porque la imaginaba con otros necesarios cuatro brazos más, como un pulpo deforme, por la velocidad que hacía los quehaceres.

¡Sí, mamá! — sonrió, dejando entre ver la ausencia de sus dos dientes frontales.

Por eso, como él ya era un niño grande, iba a la escuela solo.

¿Comiste tu desayuno?

—¡Sí!

La señora Okumura dejó de hacer lo que hacía y se acercó a su hijo. Se puso de cuclillas y su rostro se mostraba serio.

A ver, Eiji, si un extraño, hombre o mujer, te ofrece de comer algo rico, ¿qué le respondes?

Eiji parpadeó rápidamente. —No, gracias.

—El "gracias" está de más — comentó su madre. — . Si un extraño, hombre y mujer, te ofrece dar un aventón o dice conocernos y te quiere llevar, tú le dices...

—¡Qué no!

—¡Así se habla!

—Por favor, Naomi... deja a Eiji en paz — expresó su padre, apartando el periódico de su vista para verlos. — . El no es tonto para caer en ese tipo de trampas... creo que has visto mucho Investigation Channel.

Naomi jadeó. —¡Cariño! El peligro está siempre al acecho.

Eiji bajó su mirada. Todos los días su madre le hacía repetir una y otra vez una serie de preguntas antes de que él se fuera algún lugar. Era tedioso la rutina pero el pequeñín jamás cuestionó las acciones de su madre sobreprotectora.

Inesperadamente, Ayumi estalló en llanto.

El señor Okumura suspiró. —Yo iré... — y se levantó del comedor.

Naomi negó con su cabeza. Solamente lo hizo para no tener que lidiar con una mini discusión sobre lo "exagerada y traumada" que era ella. Sí, vivían en Nueva York pero en un entorno tranquilo que en otras partes de la ciudad.

La cuestión era que Naomi confiaba en su dulce Eiji pero ella no confiaba en la sociedad estadounidense. Aquí no era Japón. Lo estaba preparando para lo peor, tenía el presentimiento.

Bien, Eiji. Por último... — sonrió suavemente mientras que su hijo le regaló una expresión encantadora: una sonrisa chimuela. — Recuerda que tu cuerpo es sagrado...

—Sí, sí — se adelantó a su madre. Con manoteos, Eiji explicó. —. Ni mi papá ni mi mamá, tíos, primos o cualquier familiar o maestro o compañeros... ¡O sea nadie! Debe de tocar mi cuerpo... — exhaló. — ¡O sea! Mi rostro, pecho, piernas... — estaba pensando. — mi... mi... salchicha. — se sonrojó. — ¡Ni mis pompas!

Naomi se aguantó la risa por lo adorable que fue su pequeño discurso.

Muy bien.

Eiji alzó su vista hacia el reloj de pared y gritó. ¡Era tardísimo!

¡Me voy!

El japonés agarró su mochila con agilidad y corrió hacia la puerta. ¡No quería tener un reporte en su perfecto récord estudiantil!

La señora Okumura fue detrás de su hijo hasta el umbral de la puerta, vislumbrando a su hijo dar pasos apresurados hacia las gradas. No había elevador y ellos vivían en el cuarto piso, así que no se iba llevar tanto tiempo en salir a la calle.

¡Me traes el resultado de tu examen de Lenguaje, Eiji! ¡No lo olvides!

Eiji, entre jadeos, torció sus ojos. A veces su madre era imposible. —¡Claro!

Una bomba de felicidad explotó en el pecho del japonés. Aún si no dominaba el inglés perfectamente, agregando que sus compañeros se reían por su acento, él se había preparado para ese examen.

Estaba tan confiado que hasta alardeó con sus futuros amigos asiáticos que se juntaban en el recreo. ¡Él sacaría un excelso diez!

*

Su profesor, el señor Blanca le sonreía con pena. Le había llamado después de clases, a solas, para abordar sobre un asunto importante.

Fue momentos después que Eiji se percató de las intenciones de su profesor cuando le entregó su nota. Eiji quedó petrificado al ver un cuatro de color rojo en una esquina del papel.

Eiji quería que la tierra se lo tragara. ¡No podía mostrarle esa cosa a su mamá! ¡Ella lo va a matar!

—¡Tú, profesor, estar mal! ¡Yo estudié! — retó Eiji.

El profesor Blanca sobresaltó levemente. —Sin duda, señorito Eiji, has mejorado bastante. Tu esfuerzo para aprender inglés es notable pero tienes que mejorar en varios aspectos.

El aludido bajó su mirada, frustrado. —¿Soy malo aún?

—No, no, no... no quise decir eso — respondió rápidamente Blanca. Luego volvió a su sonrisa habitual. —. Sabes, sé por lo que estás atravesando. Yo soy ruso, y el inglés tampoco ha sido mi idioma materno...

Eiji se mordió el labio inferior. De nuevo, la "refrigeradora" iba a decir uno de sus sermones. —Es fácil decir ahora.

—Te propongo algo —el profesor se acercó a Eiji y dio unas palmadas en su espalda. El japonés estaba atento a que no le tocara una zona prohibida. —, la escritura y lectura es tu talón de Aquiles... y solamente la mejoraras si prácticas. Entonces, cada semana, leerás un libro, uno pequeño... delgado, escribirás un ensayo y me lo entregarás.

Eiji hizo una mueca de desacuerdo. Una tarea más que hacer. —Entiendo...

El profesor Blanca dio una carcajada y otra palmada en Eiji. —¡No te desanimes! ¡Son puntos extras que te estoy dando para que no pierdas el curso!

Los ojos de Eiji se abrieron desmesuradamente y brillaron. —¡¿Verdad?!

—Pero te los tienes que ganar —le guiñó el ojo. —. Hay una biblioteca a unas calles de aquí... puedes tomar un libro de ahí para empezar.

Eiji frunció su ceño debido a que nunca había notado sobre la existencia de esa dichosa biblioteca. Si hubiera sabido sobre la misma, no hubiera tenido que estar aguantando los lloriqueos de Ayumi al estudiar.

—¡Gracias, profesor Blanca! — sonrió y sintió el aire circular en su boca por los orificios temporales.

*

Eiji llamó a su casa en un teléfono público para avisar que llegaría un poco tarde. Tuvo que confesarle a su mamá sobre la mala nota y los ejercicios que su profesor le asignó. Eiji sintió entumecida su lengua por la vergüenza. Esperó un regaño hacia su progenitora pero sucedió lo contrario. Su mamá estaba conforme a que él se esforzara más. Lo único que irritó un poco era que la señora Okumura le dijo que si anochecía, su padre debía de ir a traerlo.

Eiji, al escucharlo, infló sus cachetes. ¡Él era ya un niño grande y acababa ser un hermano mayor! ¡Si quería ser fuerte, debía de luchar contra toda contingencia!

Además, sabía karate.

Cuando colgó, fue a la biblioteca que el profesor Blanca le sugirió. El lugar era pequeño pero acogedor.

Los estantes no tenían la clasificación para niños, así que Eiji empezó a buscar el libro más raquítico que encontró: uno de Plaza Sésamo.

Casi no había nadie en el lugar, unas cuantas personas nada más que luego se fueron. La bibliotecaria era una señora mayor, que se la pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, plácidamente.

Eiji encontró un lugar, frente de una gran ventana que reflejaba la luz tenue del sol. El japonés sonrió al no sentir que los rayos UV no eran cegadores. Era un buen día para jugar pero él estaba estancado en rescatar su clase.

Mientras suspiraba sacó su cuaderno y un lápiz. Luego abrió el libro de cuentos con desgano, con su entrecejo fuertemente fruncido.

La frustración fue creciente; si hubiese sido japonés, Eiji comería las letras con sus ojos de forma perfecta. La Literatura era su fuerte en su primer escuela, luego de la clase de Deportes. El japonés estaba al límite de desbordar sus lágrimas al leer la primera página y no pasar de ahí por un buen tiempo.

Sin embargo, en Estados Unidos era tan diferente e incomprensible para él. Ya con un año viviendo en un país extranjero y todavía no podía llamarlo su nuevo hogar.

Aún si miraba la sonrisa amplia del Elmo en sus imágenes, Eiji estaba triste.

—E-El... cachorro b-busca a su... mamá — balbuceó Eiji, en voz alta y sin muchos ánimos de comenzar desde el principio. Posó su mano en su cachete, haciendo que sus palabras salieran inteligibles irritadas. — . Él... se perdi... perdío...

—Argh, es "perdió". Realmente te cuesta leer, chinito. — dijo una voz infantil, molesto.

Como si fuego líquido calentara sus sentidos, la depresión se disipó a enojo. Una de las cosas que le disgustaba, cuando llegó a Estados Unidos, era que dieran por hecho que era de ahí, como si todo Asia fuera China.

— ¡¿Qué dijiste?! — alzó la mirada, con odio muy cómico.

Los insultos solamente quedaron en la mente de Eiji tras ver al niño parado detrás de él, sosteniendo un libro grueso.

Era rubio, blanco y de complexión delgada, con ojos hermosos jade pero denotaban cansancio. Llevaba consigo un suéter alrededor de su cintura, muy grande para él, pantalones de mezclilla holgados y zapatos Converse. La luz resaltaba las bonitas facciones infantiles del desconocido. Lo que más le llamó la atención a Eiji era que pudo ver ciertos hematomas de color rojizo y púrpura en ciertas partes de sus brazos pero eran prominentes en sus muñecas. De inmediato lo relacionó como aquellos golpes que él obtenía cuando jugaba Football Soccer en Japón. Ese niño frente a sus ojos debe ser atlético pero lo que no concebía a entender Eiji cómo se lastimó sus muñecas o de aquellas marcas difuminadas color entre café y amarillo alrededor del cuello de ese niño.

El rubio frunció el ceño, ante lo estupefacto que estaba Eiji. —¿Qué? ¿Te gusto?

Eiji reaccionó. —¡Asco! ¡No! — recordó porque estaba bravo. —¿Qué quieres?

El niño solamente suspiró. —Estás sentado en mi lugar favorito.

—¿Lo estoy? — preguntó Eiji, confundido.

—Nunca te he visto por aquí... o algún niño... ¿Qué haces? — cuestionó con pura curiosidad.

Bajó la mirada. —Escribo un ensayo de un libro.

—¿Con Plaza Sésamo...? —bufó. —¡Realmente eres terrible!

En eso, el rubio estalló en risas. Eiji quiso enojarse pero pudo más su miseria en querer llorar en ese instante.

¡Ya basta! ¡Eres malo! — intentó detenerlo con voz quebradiza. Sin embargo, no pudo pensarlo con velocidad en inglés, así que lo gritó en japonés.

El niño tuvo dificultad de detener sus carcajadas. La viejita bibliotecaria no se había despertado a pesar del ruido. Eiji lo veía de manera fulminante.

Luego, de las risas, el rubio no se le borró la sonrisa en sus facciones, molestando más a Eiji. —Bueno, chinito... buena suerte con eso. La necesitaras.

Eiji gruñó. —¡No soy chino! ¡Soy Okumura Eiji! — se revolvió sus cabellos con sus manos estresadas. Olvidó que en occidente no se presentan primero con el apellido y después el nombre de pila. —¡¡Arghhh!! ¡¡Eiji Okumura!! ¡De Japón!

Eiji notó que el rubio tenía dificultades de en caminar, por lo que solidificó su teoría que ese niño le gustaba jugar extremo. El rubio se dirigió a tomar asiento en la mesa donde estaba Eiji. Se sentó cara a cara con él. —Bueno, E-i-j-i, trata de no joderme o si no te mando a la mierda. Tengo ahora poco tiempo para leer.

Eiji jadeó fuertemente. ¡Ese niño dijo malas palabras con naturalidad! ¿Acaso no tenía miedo en ser castigado?

El japonés suspiró al ver que el rubio lo empezó a ignorar. Observó con detenimiento el libro grueso que leía y rápidamente lo ubicó con los libros de Ciencias de su padre en el librero que tenían en el apartamento.

Ese niño debía ser muy listo.

Eiji dejó caer sus ojos ante el libro infantil y trató de concentrarse nuevamente. Le fue difícil entender pronunciar y entender las palabras, en especial al escuchar que el chico rubio cambiaba de página con velocidad.

Murmuró lo más silencioso posible la lectura. En ocasiones, regresaba a leerla porque no lo comprendía muy bien.

Lo que pudo escuchar a lo lejos fue un suspiró profundo del niño, el golpe sordo del libro cerrarse, el rechinido de la silla hacia atrás y los pasos del niño marcharse.

Eiji cerró sus ojos y dejó que el sentimiento de aflicción lo domara. A ese paso, su demás tareas iban a procrastinar. A él le costaba el doble en hacerlas, así que podía imaginar las voces de sus compañeros reírse, decirle estúpido en su cara e insultarlo a que regresara a China porque en "América" no lo quieren. Eiji rechinó sus dientes, ellos eran los estúpidos, ¿quién les enseñó que América era un país? ¡Era un continente!

Sintió sus ojos quemarse de lágrimas calientes, peligrosas a ser derramadas en cualquier momento hasta que oyó que la silla a su lado se movió.

Abrió grandemente sus ojos al percatarse que el niño rubio se sentaba, con cautela, a su lado.

—¿Qué...? — musitó Eiji.

El rubio levantó una ceja. —Ay, no llores. No eres un bebé... a pesar que lees Plaza Sésamo — dio unos golpecitos a la hoja. — . Lee y yo te corrijo. — sonrió, torcido.

Eiji sollozó. —¿Por qué?

Tardó en responder. Eiji sintió escalofríos en tan solo verlo y lo vacilante que estaba.

—No lo sé... — vio hacia el techo destartalado. — De verdad me diste pena...

Ese niño era extraño.

—Gracias. — Eiji sonrió, sintiendo el aire frío adentrarse en sus entradas pero él las sintió cálidas.

—Ash... soy Ash... de aquí. — se presentó.

Ambos sonrieron forzosamente. Debido a Ash, Eiji pudo terminar su ensayo y, de paso, otras tareas también.

El japonés no se había equivocado, Ash era muy inteligente pero raro. No le gustaba que se acercara demasiado a él, ni que lo tocaran, ni siquiera le podía decir porque estaba muy nervioso al ver el reloj.

Cuando marcó el reloj las seis de la tarde, Ash se fue corriendo del lugar, dejando a Eiji confundido.

Realmente, Ash era extraño pero esperaba verlo mañana.

NOTAS DE LA AUTORA

1. Este es el libro que Eiji estaba leyendo :v

2. ¡Bueno, bueno, bueno! ¡Y... arrancamos con un nuevo proyecto que lo tenía planeado desde hace un tiempo! El reto de esta historia será los propios personajes ya que la mayoría son niños (Señor bendito, ampárame xDDD). Entonces, la narrativa será desde el punto de vista de un niño. Creo que ya han dado cuenta la situación de Ash pero Eiji solo lo ve "raro"... por el momento TwT 

Esta historia no será muy larga, ya tengo los puntos muy puntuales sobre la introducción, nudo y final. ¿Los puedes adivinar ;D ? Tampoco los capítulos serán muy largo, lo máximo procuraré en hacerlos es entre 5,000 a 6,000. Más de eso, no por favor (flashbacks vietnamitas cuando escribía Extranjeros).

El próximo capítulo aparecerán más personajes y más cosas turbias TwT pero no se preocupen, siempre voy a acatar las pautas de Wattpad y la moral TwT

¡Nos vemos hasta la próxima! 

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