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unique.

Desorientada, la pelirroja tomó entre sus manos el rostro de la contraria, sumergiéndose en el sabor dulce de sus labios y la lucha excitante contra su lengua pecaminosa. Podía sentir su tacto más allá de los límites que en algún momento había puesto, encendiendo su piel con toques de picardía, deseándo aún más.

Un jadeo involuntario salió desde el fondo de su garganta a la par que su labio inferior era agarrado con poca delicadeza por sus dientes.

— A la cama, de rodillas en el centro.

Se escuchó una pequeña risa en respuesta por parte de la pelirroja, Siyeon mordió su labio inferior levemente herido, la picardía impregnaba sus ojos gatunos.

— No.

— ¿Perdón? —La pelinegra se dió vuelta, su rostro mostraba la poca paciencia que tenía ese día, pero Lee amaba eso, amaba llevarla al borde con su comportamiento digno de una "mocosa insolente", con diferencia en que ésta vez si pagaría gustosa el precio de su mal comportamiento— Es una orden.

— No quiero.

Bora alzó una de sus perfectas cejas, acercándose lentamente a ella. La pelirroja no pudo evitar relacionarla con un felino, tan sigilosa y hambrienta por su presa.

— Seguirás mis órdenes te guste o no.

— Y yo dije que no quiero.

Con su mano derecha, Bora agarró un puñado de su castaño cereza con fuerza, tirando de su cabeza hacia atrás, ambas retándose con la mirada.

— No estoy para tus juegos, Lee. —dijo en un susurro, adornando el delicado cuello de Siyeon con su mano izquierda— No eres más que una pequeña mocosa malcriada, ¿sabes que les hago a las mocosas malcriadas como tú? Las castigo sin compasión alguna, utilizó sus cuerpos para mi propio beneficio de verlas destruida, y les quito su derecho a decir "basta".

Oh.

Una sonrisa dibujó el rostro de la pelirroja, era exactamente lo que quería, no sabía en qué se estaba metiendo, pero lo deseaba.

Deseaba ser arruinada tal y como había dicho.

— No lo voy a volver a repetir. —El agarre en su cabello se hizo más fuerte— Te quiero de rodillas en el centro de la cama. —Siyeon suspiró con fuerza, su mano izquierda apretaba su cuello con brusquedad, casi dejándola sin aliento— con la vista hacia la pared.

La soltó de la misma manera en que la había agarrado, provocando que cayera de rodillas al suelo, respirando con dificultad. Siyeon alzó la vista, encontrándose con la mirada oscura de su mayor, quien había optado por una postura rígida, con los brazos cruzados delante de sus senos y su espalda recta.

La miraba desde arriba con molestia, lujuria y deseo, y Lee Siyeon no podía estar más atraída por aquella mujer, se sentía deseada, afortunada de ser ella quién recibiría todo por parte de la pelinegra.

— Ahora.

Lentamente, volvió a ponerse de pié, caminando hacia la espaciosa cama al fondo de la habitación. Había levantado una de sus rodillas, sintiendo como esta se hundía en el suave cubre cama rojo.

— Primero desnúdate.

Interrumpida en su acción, volvió a posicionar su pie en el suelo, tomándose su tiempo para deslizar los tirantes de la delgada tela por sus brazos, dejando caer su vestido hasta hacer que un círculo de tela negra rodeara sus pies descalzos, sus zapatos altos habían quedado en el olvido hace mucho.

Su mano derecha se dirigió hasta su espalda, abriendo el broche de su brasier sin mucho esfuerzo, dejando que caiga lentamente junto a su vestido. Siyeon tragó en seco, podía sentir la mirada de su mayor recorrer su espalda y posarse en la tela de encaje que aún cubría una pequeña parte de su cuerpo.

— Déjate las bragas y sube a la cama, ya.

Sua se limitó a acercarse a ella cuando finalmente estuvo posicionada como se le pidió. Podía sentir su presencia detrás de ella, su aliento chocando contra su cuello, provocando que su piel se erizara.

— Estás tensa, relájate.

Las manos frías de la pelinegra recorrieron sus brazos lentamente, subiendo hasta posicionarse en sus hombros.

— Te ves tan hermosa cuando estás tranquila, en silencio y sin responder con insolencia.

Siyeon sintió como una de sus manos recorría su espalda con una lentitud tan tortuosa, sabía que era su culpa, se maldijo mentalmente, debió haber cerrado la boca y hacer caso, pero de esa forma, no sería igual de intenso, no sentiría aquella tensión ni la desesperación que crecía en la humedad de su centro por ser tocada.

Bora la mantuvo tranquila durante poco tiempo, empujándola desde su espalda hacia el colchón, sintiendo como la suave tela se amoldaba contra el peso de su torso y sus rodillas. Con una mano, la rubia mantenía su pecho pegado a la cama, mientras la otra sostenía su cadera en lo alto, haciendo que su espalda se arqueara con exquisitez en ese ángulo.

— Abre las piernas.

Siyeon suspiró con dificultad, abriendo sus piernas lentamente, totalmente conciente del roce de su trasero contra la pelvis de la contraria.

— Te has comportado como la mismísima mierda, realmente dudo tener más paciencia si vuelves a abrir tu sucia boca para llevarme la contraria. —Bora acarició con ambos la piel expuesta de sus nalgas, apretando suavemente de vez en cuando— Te daré diez azotes y me darás las gracias por cada uno, ¿quedó claro? —Un suspiro entrecortado salió de los labios lastimados de la pelirroja, quién asintió con su cabeza— Te hice pregunta, responde.

— Sí.

— ¿Si, qué?

— Sí ama.

— Buena chica. —Sus dedos se engancharon en las tiras de sus bragas, bajándolas hasta que quedaron arrugadas en sus rodillas— Tu palabra.

— "Rising"

— Cuenta para mí.

Siyeon se sobresalto en su posición, sintiendo un pequeño ardor creciendo en su mejilla derecha.

— Uno, Muchas gracias.

Bora volvió a dejar caer su mano en el mismo lugar cuatro veces, y cada una fué agradecida.

— Tienes un culo perfecto. —Habló bajo, masajeando la zona teñida de un bonito rojo— Sigue contando.

Su mano volvió a impactar en el mismo lugar una quinta vez. Lee soltó un gemido de dolor, el ardor había crecido y cada azote empezaba a sentirse como agujas incrustadas en su piel.

— Cin-cinco, Muchas... Muchas gracias.

Siyeon se retorció, agarrando con fuerza el cubre cama en sus manos, la habían azotado dos veces seguidas, sin darle tiempo de recomponerse, la mano de la pelinegra volvió a golpear la misma zona.

— ¡Oh! Seis, muchas gracias... Siete, muchas gracias. O-ocho, muchas gracias...

— Me encanta cuando sigues mis órdenes al pié de la letra. —Su voz sonó dulce, dándose el tiempo suficiente para acariciar la zona visiblemente mucho más roja, con la silueta de su mano grabada en su piel— Estoy tan orgullosa de tí.

Dejó caer su mano nuevamente.

— ... Nu...Nueve.... Muchas gra-gracias.

— Solo falta una, cielo.

Los ojos gatunos de la pelirroja reprimian sus lágrimas, el escozor era insoportable. "Una más, solo una" se repitió mentalmente una y otra vez, necesitaba que terminara rápido y se la cogiera de una buena vez. Su centro se contrajo con el último azote, lamentando lo vacía y húmeda que se sentía, y recordando lo expuesta y necesitada que estaba, un gemido salió desde el fondo de su garganta.

— ¡Diez! Oh, muchas gracias, muchas gracias.

— Eres tan buena, estoy muy orgullosa de tí, cariño. —Sua la elogió, acariciando su piel suavemente, alejándose a los pocos segundos— Aún no terminamos. —Extrañando su presencia, Siyeon se removió incómoda, buscándola con la mirada, encontrandola cerca de un cajón que ella desconocía por completo— Quédate como estás.

Sacó un 'algo' rosa y grueso del cajón, volviendo lentamente a ella. Recorriendola con descaro en su mirada. Siyeon se sentía totalmente expuesta y sucia con el culo herido en alto y su coño necesitado totalmente expuesto.

— Estás tan mojada. —Volvió a posicionarse detrás de ella, pasando su dedo por su humedad— Oh, Siyeon, voy a cogerte tan bien.

Un grito salió desde el fondo de la garganta de la menor, sintiéndose totalmente llena en segundos, Bora había empezado a moverse con más fuerza, sintiendo el agarre de sus manos marcar sus caderas.

Se agarró con fuerza al cubre cama en busca de apoyo, sus pezones se restregaban contra la misma tela que llegaba a doler de una manera tan exquisita. Bora seguía empujando el juguete en su interior, llenandola tan bien hasta que sus ojos se pusieron en blanco y su garganta se esforzaba por seguir transmitiendo sus quejidos.

Uno, dos, tres embestidas golpearon ese punto tan sensible en su interior, provocando que su gemido se escuche por encima del cabecero chocando contra la pared.

— Oh, ¡ama! Por favor, siga así.

Sua le abofeteó el culo, haciéndola gritar de dolor, volviendo a gemir cuando su mano acarició su clítoris al tiempo en que golpeaba su punto g con cada embestida.

— Córrete para mi, Siyeon-ssi. —Los sentidos de la pelirroja se nublaron, su orgasmo la atravesó con fuerza, sintiendo su cuerpo pesado y débil caer contra la cama.— Buena chica.

Siyeon vió como le sonreía con cariño, quedándose dormida cuando empezó a acariciar su cabello y con dulzura le repetía lo buena chica que era y lo orgullosa que estaba.

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