PRÓLOGO
"El cielo y el infierno a la vez"
En esa simple frase resumía el cómo consideraba aquél lugar plagado de humo, alcohol y sexo. Se divertía en un rincón con la copa de vino entre sus manos, esperando la indicación de su amigo que hablaba con otro hombre negociando su cuerpo como si de una pedazo de carne se tratara, cómo si fuera un cordero a punto de entrar al matadero.
Sus piernas temblaban necesitadas de sexo, necesitadas de que por ellas escurriera lubricante y su semen mezclado a otro ajeno, necesitaba correrse con urgencia.
Se distrajo viendo el baile erótico que ofrecían las chicas en la tarima de baile al rededor de los tubos, parecían estar poseídas por demonios cuando bailaban, lo hacían muy bien; sin embargo ninguna lo hacía mejor que él, cuando Prince subía a la tarima lo hacía solo, porque ir acompañado era inútil porque opacaba hasta a la mujer más linda del lugar.
Pocas habían sido las veces que estuvo ahí arriba moviendo sus caderas como poseído por ninfas, emanando de él pura lujuria y excitación, cada mujer y cada hombre que lo veían terminaba encantados y algunos necesitados en sus pantalones o faldas, y vaya que eso le fascinaba. Tener a un hombre comiendo de la palma de su mano era como si un gato atrapara un débil ratón con el cuál entretenerse.
—Prince —llamó el hombre, el pelirrosa caminó haciendo que los tacones sonarán en el suelo, contoneándose sabiendo que otros lo veían embobados —. Él será tu acompañante de esta noche.
El chico sin pudor alguno se acercó al hombre pasando con un leve roce su mano por las piernas del sujeto que se sintió desfallecer en ese momento.
—¿Por dónde quiere que empecemos, señor?
—Por donde tú quieras precioso, pero ¿sabes?. Te verías mucho mejor sin ese antifaz ¿No crees?
—Nada de eso señor, tengo un estricto acuerdo con mi empleado —interrumpió el hombre colocando a Jimin a sus espaldas para protegerlo—. Jamás se quita el antifaz, hay cámaras en la habitación, si se descubre que quiere hacerle daño o tomarlo a la fuerza inmediatamente será vetado del club y demandado por una suma fuerte de dinero.
—¡Oh, vamos amigo. Te di demasiado dinero!
—Y es completamente reembolsable, firmó un contrato antes de pagar. La decisión está en sus manos. —dijo el moreno viendo fijamente los ojos del otro con el fajo de billetes que le había entregado el extraño en mano.
—Cariño, no me hagas perder el tiempo, no te imaginas la fila de hombre que esperan por acostarse conmigo. Fuera de mi vista, Jack devuélvele el dinero y consígueme otro porfavor, iré a retocarme —dijo dándose vuelta y empezando a caminar.
—¿Adónde vas maldito? ¡Pagué mucho por tí!
Cómo si hubieran tocado un interruptor, Jimin se dió la vuelta arrebatando el fajo de dinero de las manos del que consideraba su manager y mejor amigo tirándoselo en la cara al hombre que quedó perplejo.
—Aqui soy yo el que escoge con quién acostarse, tú no me elegiste a mi, fui yo. Deberías sentirte agradecido que consideré por un momento tenerte entre mis piernas. Idiota —volvió a retomar su camino pasando por el lado de su amigo dedicándole unas palabras viendo como el hombre era arrastrado hacia la entrada del club por dos guardias —. Vetado de por vida, que no lo vuelvan a dejar entrar.
—Entendido Chim —dijo haciendo que el menor sonriera ante el apodo cariñoso que le había puesto su hyung.
—Nam, esta vez quiero dos.
—¡Dos! Vaya, hoy quieres que literalmente te partan el culo.
—Así es.
—Bien ¿Ves aquellos dos que están allá? —el menor trató de acomodarse el antifaz para poder ver mejor a los dos hombres.
Parecían extranjeros, uno con una barba de candado que le quedaba demasiado bien, vestido de traje y el cabello algo largo con un cuerpo envidiable y en buena forma. El otro hombre era casi de la misma estatura, con el mismo peinado pero sin barba y ropa casual con pantalón y camisa polo.
—Si
—Son hermanos, quieren una noche contigo, ambos. Dijeron que pagarían lo que sea. Pero el idiota de antes se les adelantó, si quieres puedo hacerlos pasar.
Los vio fijamente y notó como esta vez ambos hombres se coordinaron muy bien para verlo, parecían devorarlo con la mirada, querer arrancarle con sus manos cada prenda que llevaba puesta. Era justo lo que necesitaba, un trío que no tendría que volver a repetir porque ambos hombres estaban de paso por negocios y en busca de una aventura.
—Haz que pasen a mi habitación. Encárgate de que firmen.
Caminó en dirección a su espacio privado, rápidamente se retocó el perfume de vainilla que siempre usaba para volver loco a cualquiera, acomodó y ajustó aún más su antifaz sabiendo que necesitaba la plena seguridad ante la rudeza con la que sería tratado en breves minutos.
Esperó acostado en la cama con una posición muy provocadora, poco después entraron ambos hermanos deteniéndose ante él.
—Es un honor estar ante tí, Prince —dijo el hombre con barba, ese parecía tener una actitud más ruda que el otro. Pero el que parecía el menor, lo veía profundamente, tratando de escudriñar su alma.
—Nosotros somos los hermanos Ruggiero. Venimos de Italia y nos complace estar con usted. —dijo el menor de mirada profunda.
—El gusto es mío —respondió Jimin agradándole el respeto que ambos hombres le brindaban.
En los tres años que llevaba en ese club jamás nadie lo había tratado tan bien como ellos.
—Queremos hacer un trato con usted... —dijo el mayor y como si estuvieran coordinados su hermano continuó.
—No queremos ser como el hombre al que acaba de echar. Nosotros somos practicantes del sadomasoquismo, no nos interesa nada más que eso. Y nos encantaría si podría quitarse el antifaz para nosotros.
—Señores... ¿Están al tanto del papel que firmaron? —dijo Jimin decepcionado de volver a tener que pasar por lo mismo.
«¿Es que hoy en día no se puede tener un buen amante?» Pensó.
—Lo sabemos, somos abogados. Sabemos que podemos salir de aquí con una demanda y no podemos oponernos a su palabra, pero quisiéramos pedir su permiso para seguir.
Sé quedó un momento pensando, apreciando a ambos hombres que esperaban sin atisbo de nervios, solamente lo veían esperando una respuesta de parte del hermoso chico frente a ellos.
Le dieron sus apellidos, todo el que entraba al club era avisado que tenía derecho de permanecer en anonimato ante él y cualquier trabajador del club, exceptuando a Namjoom, que era el que se encargaba de hacer firmar a los que estuvieran con él, y quizás eso le hizo entrar en confianza con ellos.
Se acercó al borde de la cama quedando de rodillas en ella, necesitaba urgentemente que lo tomaran y hicieran de él una fuente de gemidos jadeos y sudor. Por un minuto se detuvo a pensar en las palabras que un día Nam le dijo.
"Si algún día te llegas a quitar el antifaz ante alguien, que sea con alguien que tengas confianza, yo te apoyo"
Le había dicho el moreno que siempre le había apoyado en todo, finalmente ese día había llegado, ambos hombres se veían bastante de fiar, además que no eran de ese país, la mayoría de sus otros clientes eran de esa misma ciudad y sabía que con ellos no podría ni pensar en quitarse el antifaz ¿Qué podría perder esta vez?
—De acuerdo señores, acepto.
Llevó su mano hacia el lazo que sostenía el antifaz con intención de quitar el estorboso objeto, pero la mano de uno de los italianos le impidió la acción.
—Aún no, Prince.
Ambos hombres empezaron a desvestirse, empezando por sus camisas en una sincronía increíblemente hipnotizante, el mayor se acercó a la cama posicionándose frente a Jimin para tomarlo suavemente del cuello y besar sus labios de una manera demandante y exquisita.
Jimin sentía que su culo ya palpitaba pidiendo atención y sus pezones duros bajo la fina tela de encaje no ayudaba mucho a la tortura que estaba recibiendo. El pelirosa cerró los ojos disfrutando el increíble momento.
Los vellos de su cuerpo se erizaron al sentir al otro hombre subirse a la cama y llegar por detrás de él quitándole con una maestría increíble cada liga que sostenía la lencería que cubría su esbelto cuerpo. La sobreexplotación le golpeó, generalmente era él el que hacía todo el trabajo de quitarse sus lencerías y satisfacer a los hombres, pero esta vez se sentía diferente, grato, sobreestimulado.
Percibió en su piel la mano ajena que venía del hombre detrás de él, lo tocaba de una forma que adormecía sus sentidos y debilitaban sus piernas.
El italiano menor guío su mano hasta el pene del pelirosa cuando ya estuvo desnudo. Jimin se sorprendió con la rapidez que esté se había deshecho de su traje de encaje, movía su mano sobre el falo sacando gemidos del chico que eran capturados por los labios del hermano mayor.
Los movimientos de la mano del italiano sobre el miembro de Jimin se hicieron más rápidos haciendo que el menor se separe de los labios contrarios y permitiéndole gemir sin pudor alguno. La cabeza del chico estaba apoyada en el hombro del sujeto detrás de él. En ese momento, con su boca entreabierta y su ceño fruncido debido al enorme placer, sintió como el antifaz caía de su rostro, no le importó, si se sintió algo extraño debido a la costumbre que tenía de mantener relaciones sexuales con el puesto, pero aquellos hombres daban vibras de no querer dañarlo.
—Precioso... —El hombre frente a él empezó a delinear sus labios abiertos, por un efímero momento los labios contrarios se posaron nuevamente en los suyos, robándole jadeos descontrolados.
Con la vista puesta en su miembro siendo estimulado apreció como todo el semen de él era atrapado con la otra mano del hombre, delante de él, el hombre con barba se dedicó a quitarse el pantalón dejando ver por debajo de su apretado boxer como su pene latía pidiendo entrar en él.
—Bien pequeño, empecemos.
No dejaron que el pelirosa respirara o se tomará su tiempo luego del orgasmo alcanzado segundos atrás. Con salvajismo fue jalado hacia atrás haciendo que por inercia quedará de rodillas con las manos en la cama en la posición de perrito.
El hombre tras él acarició embelesado cada parte de su ancha cadera y de sus glúteos. Alzó su mano y la dejó caer sobre el glúteo derecho del menor tomándolo desprevenido.
—Lame —ordenó el hombre frente a él con la mano frente a su rostro.
Jimin hizo caso a la orden, empezó a lamer su palma y a lubricar sus dedos vorazmente hasta dejarlos totalmente húmedos de su saliva.
Park sintió como la mano del hombre se asomaba por enmedio de sus gluteos en toda su entrada acariciando con su otra mano partes sensibles de él.
—Joder... —pronunció dándose cuenta que estaba siendo lubricado con su propia saliva.
Sin previo aviso fue embestido con poco o nada de cuidado, en la misma posición observó cómo frente a él, el tipo alto se masturbaba viendo como su hermano menor arremetía contra el cuerpo del sexy chico.
—Mierda, tus labios parecen irreales —dijo delineando nuevamente sus labios, sus ojos estaban llorosos, su frente y su espalda empezaban a sudar y el cuarto empezaba a fundirse de su olor —. Veremos cómo se ve tú exquisita boca siendo follada.
Aceptó con gusto la intromisión del pene del hombre en su boca, la coordinación en los movimientos se contemplaba y hacían el ambiente aún más sobreestimulante.
Dos, tres, cuatro veces. Ya había perdido la cuenta de sus orgasmos, y del cambio de posiciones que los hombres habían empleado en él. Su cuerpo estaba cansado, su cabello un desastre y su boca color cereza por morder sus labio. Su garganta ardía por el sexo oral que había brindado a ambos y por los gritos que salían de él sin ninguna intención de ser callados por ninguno de los hermanos, al contrario, para ellos era como escuchar el canto de una sirena que los atraía y los embaucaba en placer.
Eso era lo que significaba Prince, un chico que muchos alegaban que había sido tallado por ángeles, y que tenía el don de atraer como un demonio.
El par de hermanos se habían ido hace apenas unos veinte minutos, en la habitación ya nada más se encontraba el pelirosa viendo un punto en específico sin parpadear. En él ya no estaba Prince, ahora solo era Park Jimin, el chico que solamente necesitaba un poco de amor.
Empezó a sentir ganas de llorar pero parpadeo repetidas veces viéndose al espejo para ahuyentar las lágrimas, jamás lloraría otra vez, se lo prometió a sí mismo y era una promesa que no iba a incumplir.
Sintió la necesidad de salir corriendo del lugar arrepintiéndose de estar ahí como todas las noches que iba ¿Pero como iba a escapar de esa vida si dependía del sexo para vivir?
Quería ser libre, había acudido a miles de psicólogos y todos le decían lo mismo. Había perdido la batalla, había perdido las esperanzas de seguir.
Entonces lo odió aún más, odio a ese enfermo mental que le arrebató la verdadera vida que pudo haber tenido. Odió con cada célula, cada átomo de su cuerpo, al hombre que le robó todos los sueños cuando apenas era un pequeño niño y que destruyó a su familia por completo.
Corregido: 21/08/2024
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