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Capítulo 6


—Lamento que no puedas ir a visitar hoy a tu mamá. —dijo Yoongi apenado.


—No se preocupe, llamé antes para avisar sobre mi ausencia.

Mintió a medias. Enrealidad había llamado a Nam desde que Yoongi le pidió quedarse hasta tarde con él, le explicó la situación y obviamente Kim comprendió diciéndole que iba a excusarse con Lee en el club.

—Creo que ya estoy listo para ver las imágenes que mandó.

Jimin asintió y se levantó de la silla siendo seguido por el mayor, ambos llegaron a la oficina adjunta y Yoongi pudo ver cómo Jimin entre los correos buscaba el de su ex y le dió click para abrir un archivo lleno de imágenes que a ambos les afectó ver. Jimin simplemente apartó la vista apenado, y Yoongi ignorando al menor fruncía su entrecejo mientras deslizaba cada foto que alguien había capturado de él en el club burlesque.

Tenía miedo, ambos tenían miedo. Yoongi no tenía las intenciones de dañar a Prince, ese chico lo había hechizado desde el primer momento y mentiría si dijera que no sentía nada más que placer sexual. Por otra parte, Jimin tenía miedo de ser descubierto y que Yoongi lo odiara cuando se llegara a enterar de la verdad.

—Si quiere puedo eliminarlas

—No serviría de nada Jimin, ellas las tiene... pero creo que es lo correcto.

—¿Me vería muy atrevido si le preguntara acerca de ello?

El menor quería saber de sus labios, muy a pesar de todo, que concepto tenía Yoongi de la situación, aunque fuera sólo de esa parte oscura de él.

—Si serías atrevido, pero la verdad también necesito hablarlo con alguien. Ya que seremos demasiado cercanos a partir de ahora no le veo problema a que sepas.

Jimin escuchaba atento viendo a Yoongi tomar asiento frente a su escritorio, sonrió con ironía al ver el cambio de roles que habían tomado, y le gusto saber que el mayor a pesar de ser su jefe respetaba su espacio. En la corta semana que había pasado a su lado y le dió tiempo de conocer al verdadero Yoongi, podía declarar que era un caballero y un buen hombre.

»Me estoy divorciando... Por cuestiones no tan sencillas. Cuando vine aquí, Shung me invitó a un club, se llama burlesque. Al principio no quería... Pero vi entre la multitud a un chico que llamó mi atención...

Jimin suspiró por la forma en la que Yoongi se expresaba, se veía tierno y en un punto sintió que no se merecía la confianza de ese maravilloso hombre.

»No quiero dañarlo a él porque sé que ella podría hacerle daño, ella ya lo sabe.

—No creo que eso sea un problema tan grande ¿Le importa su reputación?

Un poco de decepción se formó dentro de él, talvez Yoongi se avergonzaba.

—¿La mía? No mucho, ella se ha encargado de arruinarla, por eso me largué de corea y vine hacia acá.

—¿Entonces que le preocupa?

—Él... —respondió sin rodeos admitiendo por primera vez que sí se preocupaba por el chico pelirrosa del club.

—Usted... ¿Lo quiere?

Jimin no quería saber la respuesta de esa pregunta, no, mejor dicho no quería saber si era un si la respuesta a esa pregunta. Porqué entonces sentimientos podrían surgir sin siquiera pensarlo.

—No, a penas lo conozco... No sé la verdad, sólo sé que quiero protegerlo.

Park agachó la cabeza sin expresión alguna, aparentando hacer algo en la computadora para no parecer afectado, intentó poner en orden sus pensamientos a pesar de que estos estuvieran como una montaña rusa.

¿Alguna vez sintió algo como lo que estaba sintiendo? No, en su vida jamás había sentido tantos sentimientos hacia una sola persona. Quiso levantarse, se imaginó saltando a sus brazos y besando sus labios así como estaban en ese momento, decirle al mayor que enrealidad él era aquél chico que lo tenía confundido y que él también se sentía de igual forma... Pero una corazonada le dijo que era mejor dejar las cosas así como estaban, que nada sería igual si él se diera cuenta y que probablemente lo odiaría y sintiera asco de él.

—¿Qué quiere que haga con las fotos? —Oreguntó triste

—Nada, elimínalas.

Yoongi se levantó y caminó un poco perturbado hacia su escritorio, pensó sobre que pecado estaría pagando como para soportar a la mujer que se hacía llamar su esposa, estaba desquiciada, esa era una realidad, a él no le importaba su imagen. Al fin y al cabo los medios se daban el gusto hablando porquería de cientos de empresarios, él no iba a ser la excepción.

Levantó el teléfono y marcó a un número que bien se lo sabía de memoria, repicó cuatro veces hasta que la otra línea se descolgó.

Hola cariño mío ¿Te gustaron las fotos que te envié?

Yoo Heji ¿Estás loca? —preguntó tranquilo—. Sabes muy bien que nada me hará cambiar de parecer, sigo esperando tu firma.

Al otro lado de la línea se escuchó una risa malévola con toque inocente, una que apenas había descubierto hace unos meses desde que esa mujer había decidido por cuenta propia destruirlo sentimentalmente.

Pues te quedarás esperando sentado, mi vida, porque sabes que eso no pasará. No te daré el divorcio así por así.

Heji ¿Porqué estás empeñada en arruinarme la vida?

Creo que tú mejor que nadie lo sabes... —la voz de ella estaba repleta de odio, Yoongi bajó su cabeza con lágrimas en sus ojos.

—Yo si estaba enamorado, fuiste tú quien decidio revolcarte con él. —la mujer al otro lado carcajeó con lágrimas de rabia en sus ojos.

Tu y mi padre arreglaron nuestro matrimonio, siempre te he odiado Min Yoongi, tú pudiste haberte negado ante el estúpido altar, me arruinaron la vida. Asique yo arruinare la tuya y la de tu estúpido amante de ese mugroso club.

La mujer no esperó respuesta y solamente colgó. Min apretó el teléfono en sus manos y se dejó caer en la silla giratoria sin saber que un chico detrás de la puerta al fondo estaba escuchando aquella conversación. Se levantó yendo hacia el minibar donde se sirvió trago tras trago de tequila. Su cuerpo se sentía caliente, sus pensamientos incoherentes y se vio tentado a voltear hacia la oficina adjunta a la suya, la puerta estaba cerrada.

Jimin respiraba nervioso ¿Qué haría ahora? Estaba a un paso de ser descubierto por una mujer sin cordura alguna, su trabajo, su vida entera estaría en peligro, porque sabía que esa mujer no estaría tranquila hasta hacerlo caer demasiado profundo.

Talvez Park Jimin, el chico que ahora era el asistente del CEO de donde trabajaba no era conocido en los medios, pero Prince si, había salido en periódicos como el demonio de la lujuria personificado ¿Qué pasaría cuando todos se dieran cuenta que era él? Había rechazado contratos en compañías como modelo Playboy, porque ese no era su sueño, porque ya su reputación no le permitía tener un trabajo tan decente como ese aunque quisiera. Porque no quería que se burlaran de su hermana cuando todos supieran la forma en la que su hermano tenía que conseguir dinero para pagar sus cosas. Estaba perdido.

Su respiración empezó a volverse más forzosa llegando al punto de creer que tenía un ataque de asma. Se asustó cuando la puerta se abrió de golpe y vio como Yoongi entraba desesperado y se acercaba a él de una manera anormal.

—Señor Min...

No pudo seguir hablando, pues sus labios había sido callados por los labios de Yoongi moviéndose sobre los suyos, su cuerpo se relajó y se dejó guiar en aquél beso demandante con sabor a alcohol que le nublaba sus sentidos, estaba gustoso recibiendo el beso de él, necesitaba con fervor sentirlo cerca suyo.

Yoongi no pudo controlar sus manos y las llevó hacia sus muslos cargándolo para dejarlo en el escritorio, el beso era apresurado y húmedo, necesitado y urgido de ambas partes. Min sintió en su interior una chispa encenderse y escuchar como el menor jadeaba entre sus besos no ayudaban a su cordura. Tomó el cuello de Park con una de sus manos mientras la otra jugaba y apretaba su cintura, el menor gimió ante la rudeza y eso lo hizo enloquecer aún más.

Bajó hacia su cuello empezando a quitar el cinturón de su pantalón mientras se apretaba contra el cuerpo del chico.

—Yoongi...

Quizás ese fue su mayor error, quizás jamás debió pronunciar su nombre en un gemido agudo o solo quizás debió haber detenido a su jefe cuando tenía tiempo. Min se apartó asustado, dejando al menor aturdido por lo que acababa de hacer.

—Tú —el rostro de Yoongi estaba ligeramente pálido y sorprendido ante su actuar—... Olvídalo, debo estar demasiado borracho. Siento mucho esto, Jimin. Puedes irte.

Yoongi salió rápidamente de la pequeña oficina, Jimin se quedó ahí tratando de respirar con normalidad, no, aquello no estaba para nada bien.

Se levantó y tomó sus cosas personales para irse, salió de la oficina percatándose que Yoongi no estaba cerca, agradeció no tener que verlo y simplemente salió hasta llegar a recepción en donde todo estaba vacío. Taxis pasaban por su lado pitando, pero él quería caminar y tratar de sacarse de la cabeza ese beso.

Veía como las luces de la ciudad brillaban, veía a algunas parejas pasar por su lado dejándole la amarga pregunta en su cabeza de porqué él no podía ser normal ¿Tener un romance con su jefe? Eso no era tan normal, pero tener una doble vida en la que su jefe estaba involucrado en ambas era una completa locura, tenía que detener aquello a como diera lugar.

Llegó cansado a su casa, encontró que la comida que había preparado su hermanita estaba casi recién hecha en el microondas, caminó hasta el cuarto de la pequeña y tocó dos veces para luego abrir despacio.

Ahí, encima de la cama rodeada de un montón de libros se encontraba la razón de su ardua lucha por sostener aquella pequeña familia de tres, por ella, por su felicidad, y para que no tuviera que pasar nunca por necesidades.

—¡Hola Minnie!

La chica de dieciséis años al verlo se le tiró encima, era las pocas veces que lo veía temprano en casa. Inhaló su aroma, el perfume de su hermano lograba hacerla sentir tranquila.

—Hola mi ángel ¿Cómo te fue en la escuela?

—Bien ¿Cómo es que saliste tan temprano del restaurante?

Su sonrisa se borró al sentir un pinchazo en su corazón que hizo tambalear su estabilidad. Odiaba que su hermana tuviera que creer que su segundo trabajo era como mesero en un restaurante nocturno.

—Nos dieron libre, solamente hice unas horas extras en la empresa.

—Me alegra mucho tenerte temprano en casa —La menor se aferró a su torso.

—¡Hey, te tengo una buena noticia! —exclamó sonriente.

—¿Qué es?

—Me ascendieron, ahora soy el secretario del CEO de la empresa ¿Qué te parece?

Los ojitos de Mingi brillaron y empezó a saltar feliz de un lado a otro haciendo reír a su hermano. Jimin la observó con felicidad, adoraba ver a su hermanita tan animada, amaba verla alegre y no preocupada por la situación de ambos, para eso estaba él.

—¡Esa es la mejor noticia! —dijo gritando mientras saltaba en la cama haciendo que todos sus libros escolares cayeran al suelo.

—Bajate o te vas a caer —advirtió Jimin sin dejar de reír.

—Que aburrido eres —se quejó la pelirroja—. Pero aún así te quiero. —ella corrió nuevamente a los brazos de su hermano.

—Yo también te quiero, pulga.

Jimin caminó con Mingi en brazos y ambos se dejaron caer en la cama, la menor quedó con su cabeza en el pecho de su hermano mayor, amando como sonaba el corazón de él.

Jimin a pesar de todo le encantaba llegar a casa y olvidar sus penas viendo el rostro sonriente de su hermanita, esa era la cura para cualquier dolor y para resistir a tanto. Nunca pretendió ser una figura paterna para Mingi, pero ella si lo veía como a un padre, y Jimin fue incapaz de quitarle esa imagen paterna que ella tenía de él.

Él nunca había querido herir los sentimientos de su hermanita al prohibirle aveces decirle papá, con el tiempo se acostumbró a que la niña le dijera así y hasta llegó a sentir calidez cuando Mingi lo llamaba de esa manera. A pesar de eso podía notar el sufrimiento de su hermana, al no tener una figura paternal y prácticamente tampoco una materna. Su madre estaba enferma, sus riñones estaban fallando día a día y solamente un transplante daba las posibilidades de que ella viviera un poco más.

Vivió toda su vida pintando a su hermana una vida perfecta que no tenían, teniendo que cargar con una cruz que él en un principio no quería cargar. Su madre había tomado pésimas decisiones, como por ejemplo casarse con aquél hombre que le había arruinado la vida entera a Jimin, agradeció que Mingi no haya tenido que vivir aquella vida que el de chico tuvo que aguantar.

Golpes, abuso de todo tipo, gritos, insultos, en eso se basó su niñez. Es por eso que Park Jimin juró que no le importaba vender su cuerpo contal que su hermana no pasará por lo mismo, pero al ver que a ella le faltaban figuras paternas en su entorno se sintió mal.

Su verdadero padre y el de Mingi había muerto, el desgraciado que fue su padrastro se encargó de quitarle la vida por malditos celos hacia su madre, por eso agradecía cada día que esa escoria se pudriera en la cárcel.
La vida de su madre había sido de telenovela, pero no una en la que al final se quedaba con su principe azul, no, el maldito villano le había robado la oportunidad de terminar en un cuento de hadas. Y le dolía saber que su madre había terminado sola y confinada a una camilla de hospital por los maltratos de ese hombre.

—¿Minnie? —la voz de su hermana lo saco de sus pensamientos.

—Dime pequeña...

—¿Cuando iremos a visitar a mamá? La extraño

Jimin la apretó contra su cuerpo abrazándola más fuerte, él también la extrañaba, pero extrañar no servía de nada cuando habían cuentas que pagar.

—Te prometo que el domingo iremos ¿Si? Quiero que te alistes temprano para que podamos pasar el día con ella.

—Ok, te quiero mucho hermanito.

—Yo más mi amor.

Ambos se durmieron abrazados en el cuarto de la menor, el mayor acariciando el pelito cobrizo del mismo color del suyo, con una sonrisa amarga en su rostro.

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