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Sí, Sir (Parte 2).

Styx:

Me dolían los pies, mis muñecas se estaban poniendo violetas y tenía sed, pero en ningún momento abrí la boca.

Gafas azules vendría en cualquier momento, él me sacaría las esposas y los grilletes, me llevaría al sofá y me abrazaría y besaría las marcas, solo debía esperarlo.

Los segundos pasaban, los conté hasta que el número fue tan grande que pasaron horas, comencé a creer que no vendría, que me dejaría para siempre atada como a los prisioneros en la cabaña de tortura, pero justo cuando la última pisca de esperanza me abandonaba, la puerta se abrió y él entró.

No tenía buena cara, arrojó las gafas sobre la cama y tomó asiento en el piso a un metro de mí. Nuestros ojos se encontraron, la oscuridad brillaba en esa miraba gris y negra y me miró de arriba a bajo lamiéndose los labios ante la vista de mi cuerpo desnudo y atado a su pared.

—¿Hablaste? — preguntó y no respondí solo sacudí la cabeza. —¿Hiciste algún sonido? — otra sacudida de cabeza. —¿Quieres que te libere? — el mismo movimiento, solo que esta vez de arriba a bajo. —¿Y cómo sé que ya no me vas a manipular?

Mis ojos se llenaron de lágrimas, Gafas azules jugaba con mi dolor, me estaba llevando al extremo, pero solo quería que me soltara, no que se detuviera.

Lo miré, él sabría si estoy arrepentida o no. Él es mi salvador, mi juez y mi verdugo a la vez, solo él tiene ese poder.

—No me estás convenciendo— la primer lágrima abandonó mis ojos, pero me dije a mí misma que debía ser fuerte, esta era una prueba, solo una más y podía superarla, iba a demostrarle mi resistencia. —Pero sé como lo harás— se levantó y sonreí.

Sí, quería demostrárselo.

—Tendremos sexo, si haces ruido alguno estarás otra hora atada ¿Quedó claro? — buscó en mis ojos y asentí con un pestañeo, estaba de acuerdo, solo debía resistir la tentación. —Muy bien.

Se quitó de un puntapié las zapatillas, deslizó hacia abajo la cremallera del pantalón y se bajó los bóxer sacando a relucir su deliciosa extremidad.

La boca se me hizo agua y casi lloriqueo al notar que no se quitó el resto de la ropa. Intenté moverme y quitársela con mis propias manos, pero las malditas esposas no me lo permitieron.

—No será tan fácil, Miss, este es tu segundo castigo en la semana, te estás portando mal y tienes que pagar— metió una mano entre mis piernas y chillé.

Su contacto, su mano, su piel, todo en él estaba caliente.

—Te quedas otra hora atada— ordenó y me quitó la mano de encima dejándome vacía.

Esta vez sí las lágrimas abandonaron mis ojos. Estaba tan deseosa de su calor que no noté el sonido que salió de mis labios y fue muy tarde para corregir mi error.

Bajé la mirada al piso y volví a contar.

En tres mil seiscientos segundos él volvería y esta vez no le fallaría.

Oí la puerta cerrarse y más lágrimas cayeron, pero ya estaba contando.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinco.

—Sabes qué, Miss— alcé la cabeza y lo vi, él aún seguía aquí.

¡No se había ido!

—Te daré otra oportunidad y si lo haces bien, te premiaré, pero si fallas serán dos horas más de castigo, así que silencio Miss.

La esperanza regresó al igual que él, esta vez no fallaría.

Asentí una vez más. Estoy lista, no fallaré, ya no.

Él alzó la mano, su polla aún estaba afuera, sus dedos secaron mis lágrimas y me acarició la mejilla.

—¿Querías un beso, cierto?

Sí, Sir.

Mi primer beso.

Por favor, Gafas azules, dámelo.

Esperé y esperé, pero él alejó su rostro del mío.

—No dijiste donde lo querías Miss, dilo— ordenó y abrí la boca, pero me mordí la lengua.

Quise gruñirle y gritarle tramposo. No hice nada de eso.

—Buena chica, te daré el primer premio ahora, hay más de uno— me sonrió y se alejó, el corazón casi me da un vuelco al verlo marchar, pero solo fue a cerrar la puerta y volvió tan rápido como se fue.

Se agachó, dejándose caer de rodillas delante de mí con su boca a centímetros del calor de mis muslos y el cosquilleo me hizo curvar los dedos de los pies.

Ya estuvimos una vez así, pero él se alejó ¿Lo hará de nuevo?

Lo observé, preguntándome qué haría a continuación, me guiñó su ojo gris y se enfocó en el calor entre mis piernas.

—Estás empapada, Miss, si alguien más te viera pensaría que perdiste la virginidad hace tiempo y no anoche en el piso y manchada de sangre debajo de mí— me mordí los labios ante sus sucias palabras y sentí como me mojaba más y más. —¿Tu coño de mierda sigue húmedo?

Hice puchero.

—Sí, no es un coño de mierda, lo siento, te quitaré ese pucherito, ya sé como— se inclinó hacia delante y posó sus labios en mi botón.

Gemí en silencio, mi grito era mudo, sus labios estaban quietos, pero mi piel ardía.

Su boca se separó y su lengua salió a jugar. Encontró su camino en la piel sensible de mi botón y lamió. Largas y deliciosas lamidas que me hacían llorar en silencio, podía volverme adicta a él y estaba segura de que lo haría. Cerré los ojos y disfruté del trabajo de su lengua que formaba círculos y dibujaba alrededor de mi botón.

Era delicioso y doloroso, solo me tocaba allí, solo jugaba allí y no era suficiente.

Me removí y su lengua acarició más abajo, él se apartó sacándome toda clase de satisfacción.

—Quieta— me ordenó y volvió a inclinarse, sus dientes capturaron mi botón, anhelé tener un trapo o algo para morder, quería gemir, demostrarle con mis ruidos lo bien que lo está haciendo y cuanto me gusta que me toque así.

Intercambió su lengua con sus dientes lamiendo y luego tirando de mi botón, sumó un dedo al juego, lo introdujo dentro de mí y lo sacó, lo volvió a introducir y lo volvió a sacar, frustrándome con cada toque que me daba placer, pero no el suficiente como para explotar.

Un segundo dedo me exploró, mi respiración se agitó y sentí las gotas de sudor deslizándose por mi frente, estaba tan lejos y a la vez tan cerca.

Sus dedos se movieron, entrando y saliendo de mí con brusquedad, me mordí la lengua y el dolor se sumó al placer con el mordisco que le dio a mis muslos mientras el mete y saca de sus dedos continuaba.

Despegó su boca, pero fue bueno y mantuvo sus dedos dentro de mí moviéndolos como una tijerita dentro de mí.

—¿Quieres decir algo?

Sacudí con fuerza la cabeza y él se incorporó, la mirada perversa brillaba en su mirada bicolor.

—¿Segura?

Sí, Sir.

Él asintió, vi orgullo en sus ojos y esperé conformándome por ahora con sus dulces y largos dedos dentro de mí.

Tomó su polla y la masajeó con su mano libre, lo observé, atenta a sus movimientos y reacciones. Pronto yo tomaría su polla con mis manos, quizás no hoy, pero sí en estos días y debía saber complacerlo como él sabe complacerme a mí.

—¿Te gusta lo que ves?

Sí, Sir.

—¿Más que tu propio placer?

Sí, Sir, mucho más.

Se acercó cortando la distancia y me alzó las piernas, los grilletes tiraron de mis tobillos lastimándome, el dolor me recorrió el cuerpo dándome escalofríos y suspiré, ahora estaba medio colgada y medio sobre él. Recargué mi cabeza en su hombro, de repente la sentía muy pesada y solo quería un descanso.

—La circulación de la sangre en tus muñecas se cortó— me dijo al oído y separó todo lo que los grilletes le permitieron mis piernas, guio su polla a mi interior y reemplazó con ella sus dedos.

Mis labios se abrieron y mi espalda se arqueó, se sentía inmensa a comparación con sus dedos, la boca se me hizo agua y el dolor de anoche regresó.

Gafas azules, hmmm.

Toda— quise decir, la quería refugiar en mi calor, pero él estaba decidido a torturarme.

—Segundo regalo— dijo y empujó con fuerza contra mí, clavando su extremidad en mis entrañas y abriéndome tal y como yo quería.

Sonreí y disfruté. Al igual que anoche él se descontroló, sus emociones se hicieron presentes en esa mirada bicolor.

Placer, deseo, disfrute, todo en el mismo lugar.

Cerré mis ojos y me dediqué a sentir. Gafas azules era enorme para mí, lo oí gruñir y jadear, lo envidiaba por poder pronunciar los sonidos y no solo responder con su cuerpo.

Al menos tenía eso último. Mi espalda se arqueó y con el movimiento mis tobillos y muñecas tiraron de los grilletes y esposas, la circulación volvía por cortos laxos de tiempo acompañada del dolor y el placer.

El dolor y el placer, uno jalando de mí, el otro enterrándose en mi interior. Ambos trabajando juntos, turnándose para complacerme, una y otra vez, enseñándome que van perfectamente de la mano.

—Gime— permitió y lo hice, fue un acto inconsciente, pero por fin pude gritar y disfrutar al fin de nuestro encuentro.

Gafas azules tenía razón, él no es mi amante, tampoco es mi novio, pero me lo hace tan bien.

—Por favor, Sir— sollocé, el calor se acumulaba en mi vientre con cada envestida, cada golpe de sus bolas contras mi sexo me sacaba un grito y me acercaba más a la explosión.

El cosquilleo se instaló en la punta de mis pies, mis dedos se curvaron más que antes y mi cabeza se inclinó hacia atrás, sus envestidas fueron más decisivas, el cosquilleo de mis pies se expandió y con un grito y el temblor de mis piernas me convertí en gelatina, un cuerpo sin huesos deshecho por el placer y sostenido nada más que por su mafioso favorito y la frialdad de grilletes y esposas.

—¡Sir!

Él continuó dándome placer, aunque estaba deshecha y necesitaba recargar baterías, siguió con sus movimientos extendiendo mi explosión hasta la suya propia cuando por segunda vez sentí esos jadeos deliciosos y salvajes del momento en que él mismo alcanzaba su final.

—Miss...mierda.

Recibí su última envestida con la vista borrosa y el cuerpo frágil. La habitación cambió de color y todo se volvió negro.

Estuve por tanto tiempo atada y ahora me iba a desmayar, pero valió la pena.

Jamás me cansaría de mi Sir.

Era mío y así me lo demostraba.

Historia: Styx: La mafia y mi señor.

Disponible en:

Wattpad= solo 10 capítulos. (Usuario MicaelaEP).

Booknet= Pronto completa y gratis. (Usuario Micap93)

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