"Heterosexual" parte 2
Historia BL🌈
CAETANO:
En el presente:
Intento sacudirme los nervios antes de entrar en la habitación y quedar a solas con Meneredith, pero no es fácil. Esa noche las cosas no acabaron allí, no fue solo una lamida o chupar o besarlo, fue mucho más. Esa noche conocí su cuarto caliente, esa noche descubrí que sí era sumiso.
—¿Vas a entrar o te vas a quedar ahí? — dice Meneredith abriéndome la puerta y sin pensarlo entro a su habitación que a diferencia de la mansión y su elegancia, me hace sentir cómodo y no en alguna especie de palacio pervertido.
—¿Cómo supiste que estaba en el pasillo?— le pregunto fingiendo no ver que está envuelto únicamente en una toalla y que su cabello gotea sobre su suave pecho. Me dejo caer de espaldas en la cama y miro el reloj en la pared antes de cerrar los ojos, estoy demasiado nervioso para contener mi rubor y si lo miro a él acabaré avergonzado y rojo hasta las orejas y solo es apenas media noche, si sigo así estaré nivel tomate para la una.
—Tus pasos, no dejabas de caminar de un lado a otro— explica y oculto mis manos sudadas bajo mi nuca tratando de parecer relajado.
Es solo sexo— me convenzo. —Las personas tienen sexo todo el tiempo, Mía y yo tenemos sexo todo el tiempo, Meneredith y yo también podríamos tener sexo todo el tiempo. —Sin embargo, eso último no me convence, se siente mal, retorcido. Y a la vez no hace que mi deseo disminuya.
—¿Estás nervioso? — el colchón se hunde a mi lado, intento permanecer quieto, inmutable.
—No, he tenido mucho sexo antes— miento. Lo hago tan descaradamente, pero no puedo decirle que Mía es mi única experiencia.
Santo cielo, Meneredith tiene más de cien portadas de revistas y todas involucran a alguien diferente. Si le digo que Mía ha sido la única se va a reír.
—¿Mucho sexo, eh?— suelta un risita y deja un beso en mi mejilla, abro un ojo y lo vuelvo a cerrar tan rápido como lo veo. Está desnudo.
Tan...tan desnudo.
Mi boca se hace agua, mis mejillas arden.
Por favor, contrólate— le pido a mi timidez, aunque no obedece. Nunca lo hace.
—Sí, mucho sexo, con cientos de chicas— las mentiras solo salen. —Todas sexys— agrego recordándo que él siempre tenía a alguien bonito a su lado.
—¿Todas con pechos grandes?
Me muerdo la lengua, su voz suena ronca y me excita.
—Ajá— titubeo.
—¿Y con un trasero de ensueño?
—S...í— mi voz tiembla, quiero dejar de mentir, pero no puedo.
—¿Argentinas o Diagomalneras? — siento sus labios presionar en mi pecho y duele tener aún la camisa puesta.
—Diagomalneras— suelto sin pensar.
—Así que engañaste a Mía.
Me incorporo y abro los ojos.
—¡¿Qué?!
—Ustedes se casaron en Argentina, luego vinieron aquí...la engañaste.
—No, yo nunca le haría eso...— me paso la mano por el pelo y él se empieza a reír.
—Te atrapé— se ríe y me atrae para darme un beso. Lo aparto y desvío la mirada, realmente caí en su trampa.
—Caetano sé que Mía es tu única experiencia.
—¿Cómo lo sabes? — ya no tiene sentido mentir, aunque sigo avergonzado.
—Cualquiera lo notaría, ahora si no te importa, preferiría que no temblaras— me acaricia la mejilla y me acerca a su pecho, sus manos me envuelven y cierro los ojos disfrutando el calor de su duro, pero suave y musculoso torso. Suspiro ante sus caricias a mi espalda, él es cariñoso, siempre lo es, me gusta eso.
Ojalá él y Mía se pusieran de acuerdo algún día solo para mimarme.
—¿No confías en mí?
Hablándome así de cariñoso ni siquiera parece el mismo Meneredith que pelea con Mía o incluso el jefe que no acepta errores.
—Depende.
—¿Depente?
—No puedes esperar que te entregue mi culo así nomás— alzo la cabeza para verlo a los ojos, pero no me aparto de sus músculos.
—Quiero una palabra de seguridad y números así podré decirte si estoy listo para más, si quiero detenerme o si estoy al límite de lo que puedo soportar.— me sorprende lo firme que suena mi voz teniendo en cuenta que estamos hablando de sexo.
— Te los iba a dar de todas formas, solo tengo una pregunta, dulzura— ay, esos apodos, amo sus apodos, es tan caliente como cuando Mía me dice bombón.
— ¿De dónde sacaste todo eso? Dudo mucho que Mía te lo haya enseñado.
Ups.
—Yo...
—¿Tú?
—Lo investigué— encojo los hombros y vuelvo a ocultar mi cabeza en su pecho. Se supone que no debían enterarse, que sería solo mi secreto, ahora él revisará mi historial de navegación.
Mierda, mierda, mierda.
—¿De la misma página que sacaste la información de la ensalada?
—¿Podrías dejar de avergonzarme? — refunfuño y él se ríe y alza mi cabeza besando mis labios de puchero.
—Solo tengo curiosidad, cariño.— me gira y empuja boca abajo sobre la cama, mi cabeza cae sobre las almohadas.
—Eres tan grande y te ves tan inocente, este lindo hombre ruborizado no se parece al chico que hoy quería comer ensalada para facilitarme el acceso ¿Vamos a traerlo devuelta, te parece? — sus manos se deslizan dentro de mi pantalón, sostiene mis glúteos y los aprieta provocándome suspiros involuntarios.
—También usarás preservativo— le digo y aunque sus manos no dejan de amasar mis nalgas, ahora la tensión se siente en el aire.
—Puedes confiar en mí— me dice y trago grueso.
Sé que él me lo diría, sé que puedo confiar en él, pero no se siente bien hacerlo sin protección. Supongo que ya me acostumbré a sentirme seguro, para mí usar protección implica no acabar en el hospital ni ver como el amor de mi vida lucha por respirar...
—No puedo Meneredith, lo siento— ruedo sobre mi estómago y subo mis manos a su rostro antes de que se aleje. —¿Por favor?
Nos quedamos viendo, creo que nunca va a aceptar, entonces asiente y besa mis labios.
—Bien, supongo que tendré que acostumbrarme.
—Mi tía estaría orgullosa de ti— le digo y vuelvo a caer sobre mi estómago, pero él no intenta meter sus manos dentro de mi pantalón. —¿Pasa algo?
—Nunca me hablas de tu familia— murmura acomodándose sobre mis muslos. —Cuéntame sobre ellas— pide y lo hago mientras sus manos comienzan a darme un rico masaje sobre los hombros y espalda.
—Soy el único hombre, mis hermanas en realidad son mis primas...ahh, ahí— gimo cuando sus dedos tocan un punto delicioso cerca de mi garganta. Él repite el movimiento y pronto siento que estoy en las nubes.
—Continúa— me sacude obligándome a concentrarme y por muy poco lo logro.
—Ellas son cuatro, la tía creyó divertido ponerles nombres de personajes ficticios, Oh, Meneredith, justo ahí— gimo enterrando la cabeza en la almohada.
—Dime más— pide y sacudo mi dedo que al parecer es el único músculo que aún puedo mover sin retorcerme de placer.
—Luego te digo, ahora quiero sentirte.
—¿Con que sí, eh? — lo siento inclinarse, su cuerpo me aplasta por completo y un suave gemido escapa de mis labios, me gusta esto. Él es grande y pesado con todos sus músculos, pero no jamás se me ocurrió que ese peso pudiera sentirse tan placentero. —¿Qué es esto? — pregunta y giro la cabeza encontrándome a Meneredith con su obsequio en la mano.
—¡Nada, dámelo!— intento estirar mis manos y él me las atrapa, impidiéndolo. —Meneredith, en serio, dame— le pido haciendo puchero y me da un beso, pero no me regresa la cajita.
—¿Esto es para mí? — Guardo silencio, no puedo ver si la abrió o no y los nervios volvieron. Tenía pensado dársela más tarde, claro, si es que me decidía a dársela. —A Mía le va a encantar— murmura y me quiero morir.
—Es para tí, Meneredith — lo corrijo con mi voz apenas en un susurro, no puedo mirarlo, no puedo ver su reacción y me alegra, estoy demasiado avergonzado.
Ahora sé que no debí comprarle esto. El tipo es multimillonario, ni siquiera necesita un obsequio y los que le dan los arroja a la basura ¿Por qué pensé que yo sería la excepción?
—¿Me compraste una pulsera?
No respondo.
Se baja de encima mío y me toma de la barbilla haciéndome girar, pero no lo veo a los ojos sino a la bonita pulsera de plata con un corazón rojo en su mano.
—¿Usaste mi tarjeta para comprarme una pulsera?
Rápidamente sacudo la cabeza ¿Cómo puede pensar eso?
—¡Claro que no! Ese fue mi dinero— me incorporo sentándome en la cama y acomodo mi pantalón que por sus manos se encontraban más abajo de lo que deberían. —Si no la quieres está bien— se le arrebato de las manos y me dirijo a la puerta.
Este regalo fue una estupidez.
—Yo no dije que no la quería— me arrastra de regreso y me sienta en su regazo. —Y no vuelvas a quitarme mi ibsequio, es mío— me lo arrebata de la misma forma que yo hice y me da un golpesito en el muslo. —Debería castigarte por esto.
Trago saliva y espero, si no fuera porque no estamos en la mansión me preocuparía por sus palabras, pero estamos en el departamento y aquí no tiene una pica para atarme y azotar mi trasero.
—¿Te gusta? — pregunto tímidamente, lleva demasiados segundos viéndola, me pone incómodo.
—Pónmela— ordena en cambio y lo hago, mis dedos cosquillean al tocar su piel, me siento atraído por las venas en sus muñecas y por sus fuertes brazos.
—Hazlo— ordena y le obedezco teniendo que obligarme a no inclinar mi cabeza y lamer cada centímetro de su piel.
Cierro la pulsera alrededor de su muñeca y sonrío, le queda perfecta. El corazón rojo se ve muy lindo en él.
—¿Y bien? — acaricio su palma y juego con el corazón, no sé si le gusta, pero a mí me encanta.
—Me gusta— dice luego de un rato y sonrío. —Bésame— ordena y me giro sobre su regazo enganchando mis pienas a cada lado de las suyas sobre la cama y beso sus labios.
—Repítelo— le pido, quiero ver sus ojitos iluminarse cuando lo diga.
—Me gusta— dice seriamente y frunzo el ceño.
—¿Y si sonríes un poco?
—¿Y si follamos un poco?
—¡Vamos! ¡No puede pensar en sexo luego de recibir un obsequio! — me cruzo de brazos.
—Sí que puedo, mírame— me toma el pantalón y lo baja.
—¡Meneredith!— me apresuro a vestirme y él vuelve a bajármelos.
Mi mirada marrón se cruza con la suya y pronto nos encontramos en una pelea sobre quien gana en bajar o subir el pantalón.
—Ya para, me los vas a romper— me quejo.
—Si me dejaras quitártelos no pasaría eso— gruñe —¿Dónde está el hombre sumiso al que le azoté el culo? — se queja y le golpeo la mano tratando de que deje mi ropa en paz.
—¡Está tratando de que no lo dejes en bolas!
—Imposible— dice y me besa, me derrito con sus labios dejándome llevar, sin darme cuenta subo las manos a su cuello y lo atraigo más cerca intentando meter mi lengua en su boca. —¿Lo ves? — interrumpe y sin previo aviso baja mis pantalones exponiendo y tomando mi polla.
Bajo la mirada, sus grandes dedos me masturban de arriba a bajo.
—Escupe— me ordena acercando su mano a mi boca y lo hago, él besa mi mejilla y lleva la mano ensalivada a mi polla deslizándola de arriba a bajo con facilidad. —Buen chico— me besa de nuevo y de nuevo, pronto el calor y la excitación se me suben al cerebro y yo mismo me quito el pantalón y me recuesto en la cama viendo como él se sube sobre mí y continúa tocándome.
—Tu palabra de seguridad es corazón — dice enseñándome su nueva pulsera y sonrío. —Si tienes la boca ocupada y quieres parar vas a tocar la pulsera y yo me detendré— asiento para que continúe y aprieto las sábanas al sentir su nuevo agarre sobre mi polla.
Mierda.
—Y utilizarás los números para decirme si te duele. Cinco es "soportable", siete "doloroso" y diez "Para" ¿Lo entendiste?
Asiento con la cabeza y suelta mi polla, un quejido desesperado sale de mis labios.
—Meneredith, por favor.
—Di si lo entendiste— ordena y repito cada instrucción. Él me compensa con un beso y se agacha, deja un beso en la punta de mi polla y luego se aparta. Aprieto las sábanas conteniendo el quejido y lo observo atento cuando él reparte sus besos más y más abajo dejando el último en mi trasero.
—Meneredith, no, eso no— intento alejarme y él me mira. Sus ojos azules cargados de lujuria son suficientes para que me regrese a mi lugar.
—¿No quieres que te prepare? Será doloroso si no lo hago.
Observo su polla y trago grueso.
—¿No pudieron hacerte más chiquito? — murmuro, pero me dejo caer cómodamente sobre la cama apretando las sábanas para contener mis nervios.
Él realmente está cómodo con besarme allí atrás, no es que yo no lo haya hecho, disfruto teniendo mi cara entre las nalgas de Mía, pero ¿Que me lo hagan a mí? Es extraño.
—¿Haz visto tu propia polla? — pregunta en cambio y hago oídos sordos. Él es más grande que yo, pero mierda, definitivamente ninguno de los dos podría llamarse así mismo "Promedio".
—Cállate— ordeno, aunque mi voz es demasiado asustadiza para ser tomada en serio.
—Voy a hacerte gemir, Caetano Heese.
El placer me recorre, amo que diga mi nombre, me excita demasiado.
Siento sus besos justo allí, me remuevo y él deja caer su mano en mi muslo manteniéndome quieto. Cierro los ojos y espero, no creo realmente sentir mucho placer con esto, los besos allí no son exactamente placenteros, no creo que lo sean.
Siento algo húmedo rozarme. Sé que es su lengua, sé lo que viene ahora y me estremezco en respuesta. Su lengua lame en círculos y agradezco mentalmente haberme duchado. Carajo, pobrecito si no lo hiciera.
Contengo la risotada y aprieto más fuerte las sábanas al sentir su lengua empujar. Pienso en todo lo mal que es esto, en lo extraño que se siente y hasta recuerdo las muchísimas veces que preparé a Mía de la misma forma, no obstante, cuando siento su dedo tocar algo dentro de mí que me hace jadear esos pensamientos se borran poniendo mi mente en blanco.
Su lengua se mueve, empuja contra mí y su dedo está quieto, pero presiona una de mis paredes internas haciéndome sentir lo vacío que siempre he estado. Gimo bajito cuando ese dedo comienza a moverse en un ritmo perfecto con su lengua, el nombre de Meneredith se repite sin cesar en mi cabeza mientras mis labios permanecen sellados.
Las sábanas se vuelven insufientes rápidamente y mis dedos acaban sobre su cabellera rubia empujando su rostro entre mis piernas.
Quiero más— le pido en silencio.
Su lengua se retira y refunfuño, él se inclina más arriba y vuelve a besar mi polla que a este punto está dura, necesitada y no deja de gotear sobre mi estómago.
—Paciencia— me dice y contrario a sus palabras, siento un segundo dedo empujando dentro de mí.
Mi espalda se arquea, mis ojos se ponen en blanco, mi mano suelta su cabello solo para volver a tomarlo y empujar mi polla en su boca. Las sensaciones me abruman, siento que podría correrme en cualquier momento.
—¡Meneredith...ah!— gimo y nuestros ojos se encuentran.
Su mano se mueve como una tijera dentro de mí, me encanta, me vuelvo adicto a ella y casi me avergüenzo cuando esos mismo ojos que ahora me miran mientras chupa mi polla se vuelven profundos y burlones como diciendo:
—Te dije que te haría gemir.
Busco una nueva posición, necesito más, me encantan sus dedos y su boca, pero siento un nudo en el estómago, cada vez se hace más y más grande diciéndome, pidiéndome más.
—Por favor— susurro tan agobiado que podría llorar si no me da más.
Él se quita mi polla de la boca, pero sus dedos no dejan de jugar dentro de mí ni su mano abandona mi miembro.
—¿Estás seguro de lo que me pides? — pregunta y trago grueso.
—Solo no quiero sentirme vacío— sollozo.
—¿Quieres ir más allá? — me pregunta, veo preocupación en sus ojos.
—Sí, sí, por favor— apenas puedo hablar, apenas me escucho a mí mismo y me quejo cuando se baja de la cama privándome de cualquier toque.
—¡Duele! — me quejo y bajo mi mano. Me siento en la cama recostándo mi espalda en el cabesal y llevo mis propias manos y dedos a los lugares que él estuvo tocando.
Mis dedos desaparecen dentro de mí, no sé qué hacer así que no se siente tan bien como cuando él me toca, aún así lo intento y me masturbo con mi otra mano.
No quiero pensar en cómo me veo, no quiero nada más que llegar más y más dentro de mí.
—Aguarda, me estoy poniendo el condón— murmura, pero su voz se oye lejos y no provoca nada más que deseo insatisfecho. Muevo mis dedos más profundo dentro de mí, mi cabeza se inclina a un lado por sí sola, mi mano aprieta mi polla intentando hacerme llegar al cielo, pero no lo alcanzo, no lo consigo yo solo y acabo frustrado.
—Meneredith — gimo cuando siento la cama hundirse, él me arrastra y una vez más estoy debajo suyo.
—¿No te dije que aguardes? — retira la mano que tengo en mi trasero y lo mismo hace con la otra llevándolas sobre mi cabeza. —¿No te lo dije, Caetano Heese?
Gimo incapaz de responder.
Abro los ojos indicándole que lo oí, solo eso puedo hacer, pero lo que veo, no es furia, no es enojo por mi desobediencia, es la clara imagen del amor en sus ojos.
—Voy a follarte, quédate quieto— me ordena y obedezco quedando embelesado por su mirada.
Respiro hondo sin que me lo pida y aunque trato de prepararme, aunque tuve sus dedos y luego los míos dentro de mí. Cuando empuja colocando su punta, llenando apenas un espacio de lo mucho que lo necesito, sé que haré adicto a él, a esto.
Me retuerzo debajo de él, mi espalda se arquea enterrando su polla otro dentímetro más y de repente todo se trata de eso, de cuantos tendré dentro, de cuanto será suficiente porque hasta ahora me encanta y reacciono a los pocos centímetros que me está dando.
—¿Duele? — pregunta y sacudo la cabeza.
—Cinco— murmuro, recordando sus reglas y es que no duele, arde sí, pero me gusta ese ardor, cada empuje sobre mi anillo me encanta.
—Bien— empuja más y chillo, él se detiene rápidamente y gruño.
—No dije Diez— me quejo y él suelta una risita capturando mis labios y dejándome inamovible bajo su peso mientras su polla continúa abriéndome haciéndome suyo de una manera única.
—Carajo— gimo y muevo mis caderas alentándolas a su encuentro. Él gime y me alza la barbilla, se ve tan fuera de sí como yo. —Te amo— le digo y esa es su señal para que me de todo de él.
Sé que mañana estaré destruido, pero ahora disfruto el moviento de su caderas, de mi pene aplastado bajo nuestro cuerpos.
—Más— lo gimo incontables veces, por instantes me siento una puta que no puede dejar de pedírselo, tampoco callar mis gemidos. Me vuelve loco rápidamente y sé lo que quiero instantes después. —Salte— le pido y lo hace, él casi salta de la cama alejándose de mí, pero lo mantengo rodeando su cintura. —Quiero verla. — Él frunce el ceño y mis mejillas queman, pero le cuento mi deseo —Quiero verla desaparecer dentro de mí.
Él gime y se abalanza sobre mi boca, me come y quita el aire, me quema en todos los lugares donde su piel toca la mía, me gusta y vuelve tan loco que sollozo cuando no cumple con mi pedido.
—Chico sucio— susurra en mí oído lamiendo mi cuello —Y pensar que decías ser heterosexual— mis mejillas queman y gimo a pesar de la vergüenza. —Tú y Mía son míos, los quiero colgados de mi polla cada día.
—Sí— gimo y bajo la mirada entre nuestros cuerpos, él sujeta su polla, juega con mi agujero haciéndome jadear en desesperación. —No seas malo— me quejo y sin previo aviso empuja su polla desapareciéndola de mí.
—¿Malo? — gime dándome un beso rápido —Malo es esto— retira su polla y la vuelve a enterrar dentro de mí, me derrito y gimo, el placer me recorre, pero apenas puedo apreciar como se ve entrando. —Te esforzarás si quieres verla— se retira de nuevo y vuelve a entrar, mis vista se entrecierra, está empujando contra la misma pared que sus dedos, me está matando.
—Por favor, por favor— sollozo y suplico, pero no logro abrir los ojos, su polla entra y sale de mí y no puedo abrir los ojos, cuando lo hago vuelve a embestir llevándose la poca fuerza que me queda. —Malo— repito sintiéndome vulnerable y a la vez muy cuidado.
Su juego no se detiene y su mano toma mi polla.
—Malo es no jugar con esto— me corrige y vuelve a masturbarme como antes, pero ya no son sus dedos dentro de mí, sino su gran polla que estoy aprendiendo a amar. Libera mis manos y las llevo a su cintura, enrollo las piernas den sus caderas y acompaño sus movimientos sintiendo como cada vez me lleva más y más cerca del cielo.
—Me perteneces— gime apresurando las sacudidas de su mano, acelerando sus embestidas y me siento tan cerca.
—Házmelo, por favor— suplico al borde del colapso, él suelta una risita y aparta su mano de mi polla sacándome un grito de frustración.
—Te dije que te entrenaría— le cuesta hablar, pero lo hace. —No vas a correrte antes de los diez minutos, maldito seas, no me harás esto a mí— sus palabras solo me excita y una vez más me lleva al borde.
Sus embestidas se ralentizan y abro los ojos para que vea mi frustración.
Me está torturando, me esta matando. Solo quiero acabar, quiero su cuerpo sudado sobre el mío, quiero mi estómago manchado por mi corrida y que luego lo limpie con su lengua, quiero estar abrazadito a él y que me haga mimos.
¿Es tan difícil?
Me quejo una y otra vez, sus embestidas solo me torturan y me dan mo suficiente para no morirme de angustia, pero yo quiero más. Quiero mucho más.
Carajo.
—Malo— continúo gimiéndole al oído cuando su polla se hunde hasta el fondo de mí en cada ocasión.
Mi vida es un infierno por los siguientes minutos hasta que finalmente, al ver el reloj en la pared me sonríe y besa mis labios.
—Ya puedes correrte, bebé.
Y lo hago, el orgasmo me atraviesa sin que toque mi polla, él gime, sé que lo estoy apretando tan rico como Mía me aprieta a mí y disfruto cuando él alcanza su orgasmo conmigo.
—Te amo— gime en mi oído y es suficiente, me dejo ir en un enriedo de brazos piernas y el calor de su cuerpo aplastando el mío.
Historia: Un suave y duro ménaje à trois.
Disponible en: Wattpad= Usuario MicaelaEP (esta cuenta).
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