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Quince

[NARRADOR]

La cita de estudio con Isaac había acabado tarde, por lo que Stiles agradecía que al día siguiente no hubiese clases. Aunque de todas formas no hubiera querido levantarse.

Se despertó a eso de las 10 AM. Hubiera podido dormir más de no ser porque a su vecino se le había dado por salir a cortar el césped. En momentos como ese Stiles de verdad creía que la gente mayor ya no tenía nada mejor que hacer además de cortar el césped a horarios realmente inhumanos. Aceptaba que ellos durmieran poco y se levantaran temprano, pero no por eso tenían derecho a despertarle de su sueño de belleza. Necesitaba dormir para no acabar matando a alguien.

Se levantó, sintiendo como si su cuerpo pesara más de lo normal. Probablemente a causa de la somnolencia.

Caminó hasta el baño y se aseó, acabando de espabilarse de esa forma, para luego cambiarse de ropa e irse escaleras abajo hacia la cocina.

Pegada a la nevera se encontró una pequeña nota, la cual estaba doblada al medio y tenía su nombre escritó. La cogió entre sus manos y la leyó, había reconocido la letra de su padre.

"Hijo, tuve que ir a la comisaría. Al parecer el Sheriff de la ciudad vecina quiere hablar conmigo. Te veré para cenar, llevaré comida.

PD: ayer no te lo dije, pero si, te dejo ir a esa fiesta con los gemelos

PD2: Te quiero".

Yo también te quiero –Murmuró para sí mismo.

Al acabar de leer la nota, Stiles sonrió y la volvió a pegar en el refrigerador. Había pasado bastante desde que su padre le había dejado una de esas notas. Normalmente, había sido su madre quien solía hacerlo, Claudia las pegaba en todos lados: en el refrigerador, en el estudio de su padre, en su almuerzo e incluso en la parte interior de las chaquetas de ambos. Siempre acabando las notas con un PD: recuerda que te amo. Pero desde el fallecimiento de su madre, todos los recuerdos de ella eran una clase de tema tabú para ellos dos.

Desayunó fruta, como había comenzado a hacer regularmente, y decidió que ese día iba a hacer algo productivo con su vida. Si, todo un milagro viniendo de él. Pero decidió que iba a ir a respirar aire fresco en lugar de quedarse usando el ordenador.

Saludó a su vecino al salir y se fue trotando hacia el centro, en un mal intento de caminar y a la vez hacer ejercicio. Cualquiera diría que luego de escapar de tantas criaturas, aguantaría más corriendo. Pero la verdad es que ese día hacía mucho calor y se agitó a los veinte minutos de haber comenzado a correr.

Bajó la velocidad y se esforzó por recuperar el aliento. Llegando a su primer destino: La tienda del centro. Allí compró chuches y un pack de latas de Coca-cola, para luego coger todo en bolsas y emprender camino al taller mecánico que se encontraba a una calle de la tienda.

Una vez que llegó al lugar, entró sin llamar a la puerta. Puesto que al ser el hijo del Sheriff ya todo el mundo le conocía. Sobre todo el dueño del taller, que tantas veces había reparado su amado Jeep.

— ¡Stiles, mein freund ! –Le saludó el pelirrojo con efusividad.

— Hola, Oliver –Respondió al saludo sonriendo.— ¿Cómo va todo por aquí?

 Sehr gut (Muy bien), hace mucho que no nos vemos.

— Ha pasado un tiempo desde la última vez que vine –Admitió el menor.— Pero el lugar se ve muy bien ¿Has pintado las paredes?

— Ja –Asintió el hombre.— Tengo mucho tiempo libre ahora que los muchachos hacen el trabajo pesado, beide von ihnen (Ellos dos) llegaron como caídos del cielo.

El ojimiel sonrió ampliamente antes de sacar una lata de refresco de la bolsa y dársela a Oliver. Él era un buen amigo de su padre desde que había llegado al pueblo, mudándose con su esposa y sus dos hijas directo desde Alemania. Lo cual había ocurrido hace ya casi diez años.

— ¡Danke, Stiles! –Le agradeció mientras abría la lata.

— De nada –Un golpe hueco hizo que el humano viera por encima del hombro del otro.— ¿Los gemelos están trabajando?

Tatsächlich (Efectivamente), Llegaron apenas abrí la puerta y me pidieron algo para hacer, están arreglando una motocicleta.

— Iré a verlos.

Sich hüten (Ten cuidado), Stiles –Le advirtió.— No quiero llamar a tu padre para decirle que te lastimaste.

— Tranquilo, soy más duro de lo que parece.

Stiles le dedicó una última sonrisa al alemán antes de irse hacia donde escuchaba a los gemelos riñendo. Probablemente tan concentrados en la pelea que ni siquiera habían notado que él había entrado al taller hasta que le tuvieron en frente.

— ¡Te dijo que la maldita mancha de aceita ya estaba ahí cuando traje la moto! –Gritaba Ethan mientras jaloneaba el vehículo con su hermano.

— ¡Y yo te digo que...! –Aiden se quedó en silencio al voltear la cabeza y ver al humano.— Stiles.

— ¿Uh? –Ethan hizo lo mismo.— ¿Stiles? ¿Cuándo llegaste?

— Cuando le gritabas a tu hermano que la macha ya estaba ahí –Se burló el castaño.— Y si, ya estaba allí. Lleva un mes en el mismo lugar.

— Te lo dije –Stiles quiso reír por lo infantil que acababa de sonar Ethan.— ¿Lo ves? Por eso siempre tengo razón.

— Bájale una raya a tu ego, gemelo maravilla –Continuó burlándose el humano.— Me imaginé que iban a estar aquí, así que les traje cosas dulces para que engorden y pueda burlarme de ustedes por ser los primeros lobos que también puedas ser luchadores de zumo.

— Pues yo no me voy a quejar –Aiden se acercó y cogió algunos dulces de la bolsa que Stiles traía.— ¿Qué dices, hermano? ¿Dejamos las motos y huimos para ser luchadores de zumo?

— Solo si Stiles viene con nosotros –Dijo Ethan sonriente.— ¿Quién nos engordará, sino?

El ojimiel dejó la bolsa a un lado y se dobló de la risa ante la imagen mental de los dos gemelos super obesos y con esas telas tipo pañal antiguo que utilizan los luchadores de zumo.

— Mejor sigan con las motos y el gimnasio –Aconsejó.— Gordos nadie los va a querer besar.

Los tres se sentaron en un viejo asiento de Chevrolet que Oliver tenía allí tirado desde tiempos inmemorables. Stiles y Scott jugaban en esa cosa cuando eran niños, y seguía siendo el mismo asiento viejo, sucio y maloliente. Pero en ese momento no había otro lugar donde sentarse, así que era la silla perfecta.

— Que no, tío –Hablaba Aiden.— Que las chicas japonesas si me querrían besar. Al menos las obesas sí.

— Ya te dije dos veces que las japonesas no son obesas hasta luego de la menopausia –Le replicó su hermano por tercera vez.

— ¿Tienes acaso un gustito por las Milf del que no me has hablado, Aiden? –Bromeó Stiles, alzando una ceja.— Y yo que te veía besar el suelo por donde Lydia pisaba.

Aiden enrojeció un poco y le dio un ligero golpe en el hombro a Stiles. Mientras que Ethan casi llora de la risa mientras se palmeaba la pierna e intentaba no apretar mucho la lata de refresco que se encontraba en su mano.

— Tío, tu sarcasmo me mata –Le dijo Ethan mientras le palmeaba la cabeza.— Si te hubiéramos conocido apenas y llegamos con los alfas, todo podría haber sido diferente ¿Se imaginan?

Los tres se quedaron en silencio, mirándose los zapatos mientras meditaban lo que el rubio acababa de decir. Era verdad, si apenas y los gemelos llegaron la manada les hubiera recibido de la forma en la que socializaban ahora, todo hubiera sido muy diferente. Boyd y Erika podrían...

Stiles negó con la cabeza antes de bufar, no queriendo pensar en eso. Estaban vivos, luego de muchas cosas, aún estaban vivos y juntos. Y eso era algo para agradecer. Aunque no estuvieran todos allí.

— Bien hecho, Ethan –Habló Aiden, sonando molesto.— Stiles se deprimió.

— ¡No fue mi intención, hablé sin pensar! –Se disculpó rápidamente el mencionado.

— No me deprimí, solo... –El ojimiel suspiró.— Me quedé pensando, eso es todo.

Pareció que Aiden iba a decir algo más, pero los tres se pusieron tensos cuando tres vehículos de la policía pasaron por frente al taller a gran velocidad, siendo seguidos de cerca por una ambulancia.

— Algo pasó –Dijo Stiles, aunque eso ya era obvio.

— Nunca había visto a tantos policías a esta hora –Dijo Ethan, poniéndose de pie.

— ¿Vamos a ver? –Preguntó Aiden, haciendo lo mismo que su hermano.

— Sería genial, pero no traje el Jeep y...

— Vas con Ethan en la moto, da...

Stiles miró a Ethan y el rubio le sonrió, provocando que el chico pasara saliva. Nunca le habían gustado las motos.

— Está bien, vamos –Aceptó, pues la curiosidad le ganaba a su miedo.— Pero ni se les ocurra hacer carreras.

Ambos gemelos sonrieron burlones.

— Por supuesto que no ¿Cómo seríamos capaces de hacer eso?

NOTA DE LA AUTORA:

¿Qué habrá pasado? Solo yo lo sé, y no se los voy a decir. Si, soy muy mala persona.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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