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Cuarentaiocho

[NARRADOR]

Stiles tardó varios minutos en procesar lo que estaba ocurriendo. Antes su cerebro no funcionaba bien debido al sueño. Pero ahora que tenía cafeína en su sistema estaba pensando con claridad. Se había encontrado a una niña en la calle, estaba solo con ella, estaba cuidándola. Simplemente no podía creerlo. Él era un adolescente, no sabía nada acerca de cuidar niños. Al menos, Lili era tranquila. O eso creyó hasta que tuvo al pinguino de peluche apenas a centímetros de su cara.

— Dale un beso a Miguel –Fue lo que dijo la niña mientras balanceaba el muñeco frente a su cara. Stiles negó con la cabeza.— Pero Miguel quiere un beso.

— Pero yo no quiero darle un beso a Miguel –Repuso Stiles.— Bésalo tú.

— Miguel no besa niñas –Lili casi sonaba ofendida por tener que aclarar eso.— Él sólo besa a otros pingüinos, pero la señora Miguel se quedó cuidando mi cuarto, así que tu tienes que darle un beso.

— No quiero provocar una pelea entre el señor y la señora Miguel –Stiles no podía creer que estaban discutiendo por eso.— Así que no puedo besar a Miguel.

Hazlo.

Stiles no podía creer que acababa de besar a un pingüino de peluche. Pero si. Lo había hecho. Había besado el pequeño pico del maldito pingüino para que la mocosa dejara de mirarle con aquél pequeño ceño fruncid que, aunque adorable, le daba miedo.

Cuando se separó del pingüino, escuchó el motor de un auto que sonaba familiar ser apagado y desvío la vista hacia la gran ventana por la que se tenían unas buenas vistas del exterior. Allí estaba el Camaro, y allí estaba Derek bajándose de dicho carro. Lo único que podía implorar Stiles era que el mayor no le hubiera visto.

La campanita encima de la puerta tintineó en cuanto esta fue abierta por el lobo. Stiles estaba sentado de forma que le daba la espalda, pero le escuchaba acercarse. Vió como Lili sonría ampliamente y no entendió por qué.

— Hola Derek –Saluedo la niña al hombre que ya había llegado junto a ellos.

Stiles alzó la vista hacia Derek, mirándole confundido.

— ¿Se conocen? –Preguntó finalmente.

— ¡Derek salvó a Miguel! –Le contó entusiasmada la niña.

Stiles miró a Lili por un par de segundos para luego volver la mirada a Derek y reírse en su cara.

— No puedo creer que hayas salvado a Miguel –Dijo el menor en tono burlón.

— Al menos yo no lo besé.

El ojimiel dejó de reír al instante en que escuchó aquello. Sus mejillas se tiñeron de un fuerte color rojo mientras apartaba la mirada de Derek, el cual sonreía victorioso y burlón mientras cruzaba los brazos.

— Stiles parece un tomate –Dijo Lili. Haciendo que el adolescente enrojeciera más.— Mira Derek, parece un tomate.

Stiles quiso cubrirse la cara, pero Derek cogió una silla de una de las mesas desocupadas que les rodeaban y se sentó junto a su lado. Agachando la cabeza para poder verle la cara que el menor intentaba ocultar.

— Tienes razón pequeña –Asintió el Hale. Acercándose un poco más a Stiles.— Parece un tomate.

Aprovechando que Lili no les estaba mirando. Puesto que Miguel se le había caído al suelo. Derek se acercó a Stiles, más precisamente a su oído.

— Un tomate que me gustaría devorar –Dijo en voz baja.

Stiles no había creído que fuera posible ponerse más rojo. Pero si le ocurrió. Sentía su cara arder incluso más que antes. Quería golpear a Derek por ser tan indiscreto y decir esa clase de cosas frente a una niña pequeña. Lo peor de todo fue cuando el mayor le sopló la oreja, provocándole un escalofrío. Stiles tuvo que cerrar los ojos un momento para recordarse que estaba en un lugar público y cuidando a una niña. Puesto que por un momento había considerado llevarse a Derek al baño y mandar a la mierda su plan de esperar a que el mayor actuara.

Una discusión que venía de afuera se hizo cada vez más audible. Sobre todo cuando las dos mujeres que discutían entraron al café.

— No puedo creer que se te haya escapado –Le reclamó una a la otra.

— Estoy embarazada, no puedo ir por ahí persiguiéndola cuando... ¡Lili, ahí estás!

Stiles se volteó al escuchar esa voz. La recordaba. Pero no podía creer que se tratara de ella. Allí, caminando hacia ellos y como ahora un vientre algo abultado, se acercaba rápidamente Sarah. Siendo seguida por una mujer rubia que Stiles dedujo era la otra mamá de Lili.

Sarah se acercó y abrazó a su hija. Volviendo la vista hacia Stiles y Derek una vez que se separó de ella.

— Dios, ustedes siempre me salvan la vida –Dijo suspirando aliviada.

Se acercó a Derek y el mayor creyó que iba a estrecharle la mano cuando en realidad le abrazó. Debía admitir que era una mujer fuerte.

— Gracias –Le dijo con voz entusiasmada.

Stiles sonrió mientras estrechaba la mano de la otra mujer, la cual se notaba era mucho más tranquila que Sarah, aunque se veía más femenina.

— Yo no hice nada –Aclaró Derek una vez que la mujer le soltó.— Stiles fue quien encontró a Lili, yo vine porque él me llamó.

Mentiroso, quiso decir Stiles. Él no había llamado a Derek, el Hale le había llamado sonando más preocupado que nunca y exigiéndole que le dijera dónde estaba y por qué se había ido. Casi como un novio celoso.

La embarazada se separó de Derek y volteó a verle. Stiles ya se veía venir lo que seguía. Y, efectivamente, ocurrió. Ahora era él quien estaba recibiendo un abrazo que, estaba seguro, iba a dejarle una marca.

Luego de agradecerles varias veces, de que se ofrecieran a pagarle a Stiles el trozo de pastel de Lili y el chico se negara, y de que intercambiaran números para futuras posibles perdidas. La pareja se marchó del lugar llevándose a Lili con ellas. La niña se había despedido de los dos hombres y había hecho que Stiles también saludara a Miguel. Aunque esta vez el adolescente solo le palmeó la cabeza al peluche.

Cuando ellos salieron del café y se metieron al Camaro, Derek miró a Stiles.

— Así que... –Comenzó a decir el mayor, con una sonrisa divertida.— Besaste al pingüino Miguel.

Y en ese preciso instante Stiles deseó que se lo tragara la tierra.

NOTA DE LA AUTORA:

Aguante el pingüino Miguel vieja, no me importa nada. Exijo que le hagamos un club de fans. Hail Miguel el pingüino 🐧

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

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