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VIII. Alexandra es Miss Universo, pero Olivia es Miss Mentirosa

NICOLÁS

Después de tranquilizarlo y ayudarlo a componerse, Dalton y yo nos dirigimos al despacho de la directora. Mi hermano no se siente cómodo aquí y creo que lo mejor ahora es irnos a casa.

—Entiendo que no puede dar esta clase de "permisos" tan seguido pero... no estaba planeado. A veces estas cosas pasan.

La directora nos ve fijamente.

No hace falta explicar que después de unas cuantas súplicas ella terminó por concedernos el permiso.

—Deberías añadir "rogón" como experiencia laboral a tu currículum —dice Dalton, quien toma Tormenta en brazos y me guía a través de los laberínticos pasillos.

—"Gracias por hacer que pudiera ir a casa, Nico, te amo" —lo imito, sarcástico.

Dalton me ignora y pregunta:

—¿No esperaremos al glotón?

—No lo sé —medito. Y tiene razón, falta menos de media hora para que acabe su horario. No tiene caso hacer dos vueltas, así que asiento—. Creo que deberíamos.

—Bien. —Dalton sube al auto y, después de asegurar a Tormenta, baja el vidrio del coche para observar desde lo lejos. Estamos estacionados en la parte de enfrente así que tenemos una vista amplia del panorama.

Transcurren 20 minutos y entonces vemos a Marlon a lo lejos. Está cruzando el jardín... acompañado de una chica.

—Wow.

Coincido.

—¿Quién es? —No puedo evitar cuestionar.

—Más allá de que es obvio que tiene más vida social que tú y yo juntos, no tengo ni la menor idea.

Jamás había visto a mi hermano acompañado de una chica. Además de sorprenderme, me pone feliz. Y nostálgico, no esperé que esta etapa de "las citas" llegara tan rápido.

Marlon se despide de ella y se acerca sonriente al auto.

—Vaya, ahora tienes un nuevo pasatiempo que no es grasoso y además tiene bonito cabello —espeta Dalton, maravillado.

Marlon se sube y sonríe, orgulloso.

—Solo somos amigos —aclara.

—¡Ay, ajá! —chillamos Dalton y yo al unísono.

El tema queda en el aire así que mejor arranco. Me abro paso entre el tráfico de la hora pico y, de vez en cuando, observo por el retrovisor a mis hermanos. Dalton se ha quedado dormido y Marlon, por más increíble que parezca, acaricia su cabello con dulzura.

Sin intención de interrumpir tan enternecedora escena, sigo conduciendo.

—¿Ya casi llegamos? —susurra Marlon. No quiere importunar su sueño.

—Sí, ya estamos muy cerca —respondo, volviendo la vista al volante.

Marlon asiente y entonces destina su mirada a la ventanilla que tiene al lado. No tengo idea de que es lo que piensa justo ahora, pero sé que es algo bueno porque sigue haciendo ese tierno gesto de acariciar el cabello de su hermano.

☔ ☔ ☔

Observo el reloj pegado a la pared y veo que van a dar las 3:00 pm.

Mis hermanos y yo llegamos a casa hace aproximadamente dos o tres horas. Al llegar, Dalton retomó su siesta y Marlon se fue a jugar a su habitación con sus figuras de acción.

Mientras tanto, yo preparé un delicioso guiso, limpié la sala y arreglé un par de goteras que estaban en el techo del segundo piso.

—Wow, la impermeabilizada sí sirvió —digo, pasmado. Justo en este momento empieza a llover de nuevo, y por el ruido de las feroces gotas, deduzco que no tiene intenciones de parar pronto.

Me siento en la mesa y le doy un último repaso a mi currículum. Escribo algo, e inmediatamente lo borro. Me da vergüenza todo lo que escribí en el y no sé cómo remediarlo. ¿Quién querría contratar a alguien que abandonó sus estudios, nunca encontró su vocación y además no tiene gran cosa que ofrecer?

Resignado, dejo en blanco el único espacio que queda en mi currículum y lo adjunto al correo que estoy por enviarle a varias empresas. Realmente no me interesa qué tipo de trabajo me den, solo quiero trabajar; hay tantas deudas que pagar, y cuatro bocas que alimentar... que, viéndolo de ese lado, ninguna fuente de sustento es humillante en tanto sea honesta.

Sigo navegando en internet, esperando el momento más adecuado para por fin animarme a darle clic y enviar mi solicitud. Abro una pestaña en google y entonces un anuncio tapa mi pantalla:

¿Perdiste tu empleo y deseas encontrar uno pronto? PA, la asociación animalista más grande del país está en búsqueda de gente como tú. ¡No esperes más y postúlate en nuestra página web! Te entrevistaremos a la brevedad.

Como caído del cielo. ¿Es lo que debo llamar coincidencia?

Esperando que no sea un enlace virulento, doy clic en la página y me voy hasta el final para revisar los requisitos que la empresa impuso. Entre ellos destacan la mayoría de edad, la disposición temporaria y una excelente presentación.

—Bañarte cuenta como buena presentación, eso no te costará mucho.

Asustado por la repentina aparición de Dalton, le doy un empujón.

—¡Oye!

—¿En serio te asusté? —ríe él, cínico—. Que poco aguantas, hermanito.

Giro los ojos.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Dormir mucho no es lo mío y lo sabes, además... ¿cuánto tiempo creíste que podrías ocultármelo?

Hago una mueca. Dalton siempre ha tenido un sexto sentido que es una espina en el trasero, es prácticamente imposible mentirle.

—¿Cómo te enteraste? —lo interrogo, sin intención de ocultar mi sorpresa.

—No es como que me la pongas muy difícil, ¿sabes? Eres como un libro abierto dispuesto a ser leído. Tú estúpida expresión de la mañana te delató —asevera, arrastrando una de las sillas para sentarse a mi lado.

—Pero Marlon fue el único que se acercó, y tú estabas de espaldas...

—Tengo ojos en la espalda.

Entrecierro los ojos y lo fulmino con la mirada. ¿Qué tan idiota cree que soy?

—Sí, claro —expreso, sarcástico.

Dalton acerca el rostro a la pantalla y le echa un vistazo.

—Suena interesante... y digo, ya que el explotado serás tú, me parece conveniente.

Le dedico una mirada de molestia. Él se encoge de hombros.

—¿Qué harás entonces?

—No lo sé.

—Acéptalo, hermanito. Quizá te convenga mientras adoptas alguna otra oferta. No quiero ser pesimista pero las deudas no están llegando al cuello.

Tiene razón, no quiero ahogarme más. Termino de agendar una entrevista con la gerente.

—Pero debes darte prisa —añade Dalton—. Mira, la entrevista es hoy.

—Oh, Dios, ¡Marlon! —grito, parándome de un salto.

Vuelvo a sentarme y ajusto unos últimos detalles; PA está en el centro de Taleville, debo apresurarme si quiero llegar a tiempo. Marlon aparece en la cima de las escaleras y refriega sus ojitos somnolientos. Sostiene su muñeco de Batman de la pierna y se acerca a nosotros con un gesto de tedio en el rostro.

—¿Nunca te han dicho que es malo despertar a los sonámbulos?

Frunzo el ceño. ¿Él también?

—Tú no eres sonámbulo —afirmo.

—Pero podría serlo —replica Marlon, sumamente malhumorado—. Y de ser así habrías desatado una guerra de sonámbulos contra impertinentes.

Suelto un bufido. No tengo tiempo para esto.

—Okay, lo siento, ¿sí?

Marlon arquea una ceja producto del asombro.

—Francamente no creí que cederías tan rápido, te felicito por reconocer tu error.

—No le des tanto crédito —refuta Dalton, aburrido de que la discusión haya cesado. Le encanta ver el mundo arder—. Tiene una cita de trabajo hoy. —En cuanto Marlon escucha estas palabras cambia por completo su expresión de cansancio a una de indignación—. Ah, ¿no te lo dijo?

Marlon me voltea a ver y eleva aún más las cejas, exigiendo una explicación.

—Qué lástima —agrega el gemelo malvado—, en fin, quiere decirte que estás a cargo de la casa porque no confía en mí y mi capacidad de mantenerme quieto. En lo personal eso me ofende pero bueno, una responsabilidad menos.

—Te pregunté si todo estaba bien y mentiste —me reprocha Marlon, evidentemente decepcionado.

En mi defensa debo decir que no esperaba que los hechos se desencadenaran de esta manera. Despierto hoy en la mañana y de lo primero que me entero es que fui despedido y... no quería mentirle, solo no estaba listo para lidiar con la situación; decírselos lo habría vuelto más real, me negué a creerlo por un rato y apenas lo estoy asimilando.

—Sé que no hice bien al mentirte. —Me dirijo a Marlon. Mentir más no remediará las cosas, debo ser honesto con él—. Pero sentí que decírtelo era aceptar que era un hecho; que ahora estamos desamparados, endeudados y sin un rumbo claro. Pensaba meditar mis opciones y resolverlo por mi cuenta antes de preocuparlos a ambos. Nunca fue mi intención, ¿de acuerdo? Solo quise evitarles ese peso.

Marlon hace una mueca y se acerca a darme un efímero abrazo.

—Está bien, lo entiendo. Pero no olvides que somos un equipo y el hecho de que seamos menores que tú no quita que podemos apoyarte; no estás solo y a pesar de no podemos trabajar podemos hacer alguna otra cosa para mejorar nuestra situación y repartir la carga.

—Habla por ti —replica Dalton—. No pienso ponerme un mandil.

—Eres un idiota, ¿sabías? Deberías callarte.

—¿Yo? ¿Idiota? Pero si el que está insinuando que deberíamos encargarnos del aseo de la casa eres tú, no yo. Tú cállate.

—¿No puedes ser un poquito más empático? Esta situación nos afecta a todos y tú estás portándote como un verdadero imbécil —afirma Marlon, molesto.

—Ah, ¿ahora me llamas imbécil? Aquí el imbécil es...

—¡Ya basta! —Los callo a los dos—. Hoy iré a mi entrevista de trabajo y ustedes van a comportarse. No quiero discusiones ni peleas, si se supone que somos un equipo deben demostrármelo. Necesito que se porten bien para no irme preocupado, así que hagan las pases.

Dalton y Marlon se miran. No les agrada la idea.

—Hagan las pases —exijo entre dientes.

—Bien, es una tregua.

—Gracias —suspiro, más tranquilo—. Mi entrevista es a las cinco en punto, si me dan el empleo, cenaremos tamales para celebrar.

☔ ☔ ☔

Entro en el estacionamiento subterráneo de PA y aparco mi auto cerca del elevador que supongo es el acceso a la entrada. Bajo del auto y me dirijo a el, observando en el proceso los múltiples vehículos que, a comparación de mi modelo del 2005, desprenden un aire de ostentosidad y refinación.

Sacudo la cabeza para alejar aquellos pensamientos negativos y entonces me adentro en el cubo del ascensor. Oprimo el botón que indica la planta nueve del edificio y el artefacto empieza a moverse.

Casi de inmediato las puertas se abren y por fin puedo ver el espacio donde estoy. Hay varios escritorios, más fotocopiadoras de las que alguna vez vi en mi vida y unas ventanillas al fondo. Me guío con los letreros y, luego de divisar la recepción, me acerco a pedir informes.

—Buenas tardes, señorita. —La chica que atiende la recepción tiene la cabeza gacha y apenas parece prestar atención. Siento que debo hablarle otra vez así que lo hago—: Vengo a una entrevista, una mujer llamada Constanza me contactó y me dijo que debía presentarme hoy a las 5:00.

La chica por fin levanta la cabeza y al instante la reconozco. Jamás podría olvidar esos enormes ojos azules y su cabello lacio que le cae en el rostro como cascada.

—Eres tú —susurra, incrédula. Su piel aperlada pronto se tiñe de un ligero tono rosáceo.

Mis ojos se amplían. Sabía que no estaba imaginándomelo, ¡sí es ella!

—¡Hola! —la saludo, exagerando con mi efusividad—. Esto... wow, jamás pensé verte de nuevo. Me da mucho gusto haberme reencontrado contigo.

Alexandra entreabre sus labios e inmediatamente mi vista se desvía a ellos: carnosos, casi apetitosos. Cuando devuelvo mi mirada y conecto sus ojos con los míos veo como retrocede y choca su espalda contra una fotocopiadora. Sigue igual, o más impresionada que al principio. ¿Eso es bueno o malo?

—¿Te encuentras bien? —pregunto, algo alarmado.

—Sí, sí, ¡sí! —exclama, sonriéndome. Ensancha tanto su gesto que sus mejillas se abultan y las pecas que le adornan gran parte de la cara apenas y se notan.

¿Por qué reacciona de manera tan... extraña?

—¿Estás segura?

—Sí, claro, desde luego —farfulla, prologando esa sonrisa fingida que ya empieza a incomodarme—. Siempre será un gusto verte. Pero anda, Nicolás, estás demorándote y Constanza es muy impaciente. Su oficina está por allá; atraviesa la estancia, gira a la izquierda y la primera puerta que veas al fondo es la de la oficina de mi jefa.

Arrugo la frente, y cuando estoy a nada de protestar una figura femenina imponente y acuerpada se entromete. Ella no parece notar que estoy aquí porque le habla directamente a Alexandra.

—Olivia, querida, un muchacho que aspira al puesto de mensajero quedó de reunirse conmigo a la cinco pero al parecer está atrasado. Me avisas cuando se presente, por fav... —Enmudece cuando gira la cabeza y se percata de que ya llegué. Sus ojos marrones me escanean y luego se da a la tarea de alternar la vista entre la supuesta Alexandra y yo.

Olivia, Alexandra o como sea que se llame pone los ojos en blanco y le hace a su jefa un ademán de silencio.

Demasiado tarde.

—¿Tu verdadero nombre es Olivia? —inquiero, ofendido. Ignoro la presencia de Constanza y poso mis ojos sobre la mujer que alguna vez rescaté; ¿cómo... cómo se atrevió a burlarse de mí de semejante forma?

Olivia hace una mueca incómoda y yo me cruzo de brazos. No comprendo, ¿qué la motivó a mentirme? ¿Por qué lo hizo? Tal vez pensó que jamás volveríamos a vernos y se le hizo fácil hacerlo.

—Bueno, yo... —dice la impostora, intentando evadirme. Espero a que culmine la oración pero es incapaz de formular una excusa lo suficientemente buena como para convencerme—. Lo siento.

—Silencio, Liv. —La corta Constanza, levemente inconforme. En el fondo agradezco que termine de una vez por todas con esto que no nos llevará a nada más que reclamos o justificaciones sosas—. Tú y yo hablaremos después acerca de esta... confusión.

Olivia asiente y se da la vuelta para no volver a mirarme.

—Tú debes ser Nicolás Dixon, ¿no es así? —Constanza me sonríe y le sonrío en respuesta. Enfocarme en obtener este empleo me ayudará a despejar mi mente de todo lo que acaba de pasar—. Acompáñame para entrevistarte, es por aquí.

Sigo a la mujer para no perderme y es así que me distancio de Olivia. No sé cómo sentirme al respecto pero... no dedicaré otra mirada a quien no la merece.

*************

¡Hola, hola! Me tardé bastante pero aquí les traigo un capítulo fresco y tiernito 🤗

Espero les haya gustado porque a veces me dan unos bloqueos que... ay jijo hacen que no actualice en un mes. En fin, gracias por estar aquí y por leerme, me hace muy feliz <3

Con amor y besos perrunos,

Nactaly.

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