VII. Si tu pareja no acepta un no, rómpele una botella en la maceta
ADVERTENCIA: Este capítulo podría resultar explícito y/o sensible para algunas personas. La autora no glorifica los actos aquí plasmados; esto es pura ficción que tiene como finalidad teñir de realismo la historia.
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OLIVIA
Muevo el scroll del mouse y checo la nueva página web de PA. Hernet, además de colocar mi alerta, renovó por completo el sitio.
Es un jodido genio. Le quedó espectacular.
—Es fantástica, y me siento muy orgullosa de él, pero vea... —Le acerco la laptop a mi tía y le muestro la nula respuesta—. Nada. Han pasado casi dos semanas y nadie ha proporcionado información sobre mi Nadine.
—Veámosle el lado positivo —dice ella.
Ella está al borde del balcón y yo estoy recostada en el sofá. Pasado mañana se vence mi incapacidad y es como si apenas y pudiera recuperarme de lo que pasó. El médico dijo que físicamente estoy bien pero, ¿qué hay de mi mente? Mi salud mental es igual de importante que la física, y aunque me esfuerzo en mejorar, simplemente parezco no lograrlo.
—¿Acaso existe un lado positivo? —inquiero, sarcástica.
En lo personal siento que no hay ningún lado positivo. ¿Que tiene de positivo que Nadine siga lejos de casa y en las calles?
—Claro —responde, recalcando una supuesta obviedad que yo no logro percibir—. Es probable que esté con una familia que cuide bien de ella y no por ahí en cualquier banqueta. Es mil veces preferible imaginar eso, que está pasando hambres, fríos o cualquier otra cosa peor.
No había querido plantear aquella posibilidad, pero ahora ella se encargó de hacerlo y el que lo haya hecho notar me agobia. ¿Y si jamás logro hallarla? ¿Y si se encariñó con otras personas? ¿Y si ya se olvidó de mí?
—Entiendo el punto de que, balanceando ambas cosas, debemos inclinarnos por la más obvia pero... me estoy desesperando, ¿okay? Y que conste que eso no suele pasarme porque soy la mujer más paciente del mundo —aseguro, frustrada—. ¡Pero bien podría estar muerta! Y créame, ese escenario no alienta a nadie.
—Cálmate, Olivia. Nadine es una perrita inteligente, sobrevivirá.
Dejo salir un resoplido.
—¿Cómo está tan segura? —le discuto.
Francisca dirige su mirada a la calle que tiene debajo y aferra sus dedos huesudos al barandal de metal. Se inclina un poco sobre él y deja que una corriente de aire frío choque contra su cara.
Y como si mágicamente aquella ventisca nocturna le hubiera refrescado la memoria, espeta:
—Pues tú me contaste que ella estuvo contigo cuando Jackson te golpeó las últimas cuatro ocasiones, ¿no? Y, según tu anécdota, Nadine intentó protegerte de diversas formas; mordiéndole el tobillo, orinándole el pantalón, gruñéndole... Es lo suficientemente lista como para comprender que cuidar de ti es algo muy importante. Ella te ama, chamaca. Y un amor tan incondicional como el que ella siente por ti no se borra de la noche a la mañana.
Aparto unas cuantas lágrimas que empiezan a acumularse en mis ojos.
—¿Ahora entiende por qué me duele tanto que no esté? Ella me salvó. Interfirió cuando nadie más se atrevió a hacerlo. Aún siendo tan pequeña, se arriesgó a morir para evitarme un sufrimiento mayor. Fue más valiente que cualquier humano que yo haya conocido.
Mi tía se gira y detiene su mirada en mí, indignada. En realidad yo no planeaba tirarle una indirecta, solo estaba siendo sincera.
—La pedrada me llegó hasta acá —me reprocha.
Recorre la cortina que impide que la gente de afuera me vea y hace que contemple el exterior. Ya se hizo de noche; las estrellas brillantes contrastan con el pacífico cielo oscuro.
Entreabro los labios y me quedo embelesada observándolas. Luego bajo la vista y distingo las luces potentes de los rascacielos más prominentes de la ciudad; los letreros neón de bares, discotecas, casinos y demás también se hacen presentes.
La vista es fascinante pero no puedo evitar sentirme ajena al panorama.
Devuelvo mi mirada hacia lo alto y examino con mayor detenimiento la inmensa negrura que me abraza. Veo la gran luna en cuarto menguante que destaca allí y respiro hondo.
Me transmite paz y, como si fuera una clase de drenaje místico, todo el estrés y la energía negativa que he venido sintiendo se esfuma. Por fin, después de casi dos semanas sin pegar el ojo, siento como el cansancio está apoderándose de mi cuerpo terrenal.
Me pongo de pie y, con la laptop en mano, me dirijo a mi habitación.
—¿Adónde vas? —pregunta mi tía, extrañada.
—Debo dormir.
—¿Es por lo que dije?
Me volteo y noto algo de preocupación en su cara.
—¿Qué? No, para nada. Solo tengo muchísimo sueño.
—¿Segura?
Que insista tanto, por más irónico que parezca, me hace dudar. ¿Me voy porque tengo ganas de dormir o porque, muy en el fondo, su comentario me molestó?
—Lo estoy —concluyo, bostezando—. Buenas noches.
Le doy la espalda sin esperar a que me responda y camino rumbo a mi habitación. Hoy más que nunca me hace falta uno de esos sueños que reparan hasta al individuo más roto.
☔ ☔ ☔
Abro los ojos, exaltada, cuando de pronto siento el colchón hundirse bajo un enorme peso. Me muevo a modo de poder ver el reloj y distingo la hora: 4:08 a.m.
—¿Dónde estabas? —le exijo saber a Jackson. Mi reclamo pierde validez cuando escucho a sus zapatos impactarse estruendosamente contra la alfombra.
—Eso no te importa.
Jackson se abre paso entre las sábanas y destina a su mano hacia mi rodilla. Empieza a acariciarla con las yemas de los dedos y luego se estira hasta alcanzar el lóbulo de mi oreja; lo muerde, en un intento por seducirme, y después exhala contra mi cuello.
—Hueles a alcohol —replico, intentando alejarlo—. Y a perfume de mujer.
Jackson ignora lo que acabo de decirle y profundiza su agarre. Crea una serie de trazos con las uñas y sube su mano callosa hasta topar con el elástico de mi pijama de algodón.
—¿Qué hac...?
Se monta encima de mi cuerpo indefenso y antes de poder siquiera asimilarlo comienzo a sentir la presión de su torso fornido contra la suavidad de mis senos blandos.
—Quiero hacerte el amor —susurra en mi oído.
Meto las manos entre su pecho e intento, sin éxito, aventarlo del otro lado de la cama. Es demasiado fuerte para mí.
—Hoy no tengo ganas.
En movimiento arrebatado por convencerme de estar con él devora mi boca y se apodera de mi lengua en un beso brusco y ansioso. Junta su frente con la mía y luego de sonreírme, me suelta. Empieza a repartir una cadena de besos desde mis labios hasta mi vientre.
—Jackson...
Cuando veo que tiene intenciones de desprenderme de mi ropa lo detengo.
—No quiero.
Jackson se aleja y yo rápidamente me recargo sobre la cabecera de la cama. Sus caricias ya no me excitan; hace mucho que dejé de desearlo.
—¿Ya no me amas? —pregunta, con expresión dolida.
Guardo silencio.
—¡Respóndeme, puta! ¿Acaso ya no me amas? ¿Te doy asco?
Su tono agresivo hace que me rehúse a responder. Él interpreta mi silencio como una negación y enfurece. No soporta que nadie lo rechace, mucho menos en la intimidad.
Inmediatamente se hinca sobre el colchón y me levanta de un jalón de pelo. Aprieta mis mejillas y me obliga a besarlo.
—Vas a ser mía, puta. Quieras o no, voy a demostrarte que soy un hombre y que puedo darte mucho placer.
Inmoviliza mis piernas con las suyas y luego, con un movimiento rápido, las abre.
—¡No! —grito, tratando de resistirme—. ¡Déjame! ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme!
Me asesta una fuerte cachetada y sofoca mis gritos. Acto seguido coloca su mano sobre mi boca.
—Si gritas, te juro que te mato —amenaza.
Presa del terror, me zangoloteo. No quiero que me toque. ¡No quiero!
Nuevamente encuentra la forma de paralizarme y es entonces que rasga mi ropa. Rompe el centro de mi blusa para dejar expuestos a mis senos y en seguida prosigue con el pantalón; la delgada y frágil tela termina por ceder ante su furia.
—Eres preciosa, Olivia. Ansío que llegue el momento en que por fin pueda tenerte.
Desabrocha los botones de su camisa, se arranca la hebilla del cinturón y se desenfunda el pantalón a manera de solo quedarse con el bóxer y los calcetines puestos.
No me gusta el sexo salvaje. Y aún si lo fuera, esto no es sexo, es abuso. Lejos de sentir placer, me siento como un objeto; humillada y poco valorada.
—Es una verdadera lástima no poder oírte gemir, preciosura. Pero dado que nadie debe enterarse quiero dejar en claro una cosa. —Vuelve a tomar bruscamente mi boca y se acerca a mi oído de modo que no pueda ignorar ninguna palabra—. Óyeme bien, Olivia Stelian. Si hablas de esto con alguien despotricaré contra ti y tu familia. Voy a desprestigiarte y hacerte la mujer más miserable sobre la faz de la tierra, ¿entendiste?
¿Cómo le digo que llevo ocho años siéndolo?
Jackson se acerca a besar mi cuello e inmediatamente aprovecho para buscar en el cuarto algo con que defenderme. Localizo una botella de whisky casi llena en el buró que tengo a mi izquierda y me estiro para tratar de alcanzarla.
—El estúpido de Nicolás jamás te amará como lo hago yo, mi amor.
Nicolás... Lamento muchísimo que no esté aquí para salvarme de otro final terrible.
Jackson sigue distraído con mi cuello y yo sigo esforzándome por alcanzar la bendita botella, pero justo cuando estoy por tomarla Jackson levanta la cabeza y ve lo que pretendo hacer.
—Oh, no, chica lista, no hoy.
Se pone en cuclillas y yo, valiéndome de mi instinto de supervivencia, hago lo que jamás creí que me atrevería a hacer en la vida: golpearlo. Levanto mi pierna y le propino a Jackson un contundente rodillazo en la entrepierna.
—¡Maldita perra!
Jackson se deja caer de espaldas sobre una esquina del colchón y se lleva ambas manos a la zona afectada. Por alguna razón verlo retorcerse del dolor me enorgullece. No sé si es la adrenalina o simplemente el hecho de haberme cobrado una de las tantas que me debe pero algo dentro de mí cambió.
Y, en honor a ese cambio, debo liberarme de mi prisión.
—No, ya no más "perra", ni "puta" —digo, aferrándome a este lado valiente que por fin está abriendo la jaula por mí—. ¡Ya no más, maldito infeliz!
Me bajo de la cama, tomo la botella y, sacando fuerza de lo más profundo de mi ser, se la estampo en la cabeza. En cuanto el cristal se rompe el líquido marrón se extiende por toda su camisa blanca y la mancha; mientras Jackson, sin ver venir ese golpe, se desmaya, cayendo en seco contra el piso. Lo sujeto a la base de la cama y corro al vestíbulo para gritarle a mi tía que me ayude a empacar.
Hoy nos iremos de aquí, y lo único que tendrá Jackson para recordarme será esa gigantesca mancha marrón.
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¡Qué onda! ¿Cómo están? He de admitir que jamás había escrito y publicado un capítulo tan rápido jajajajaj. Normalmente me tardo entre 15 y 20 días pero, según esto, apenas ha pasado una semana desde el último cap.
Espero poder acoplarme a este ritmo de un capítulo semanal... pero mientras tanto, ¿qué opinamos?
Las escenas del final en el borrador original eran retratando el abuso como tal, pero después de varios años, no me siento cómoda trayéndoles este tipo de escenas. El abuso es algo muy fuerte y serio así que bueno... al principio parece que acabará mal pero creo que es un mejor toque que Olivia se haya defendido para impedirlo.
En fin, les doy las gracias por leer y por estar aquí. Algún día sueño con que mis historias se vuelvan reconocidas así que solo estoy haciéndole honor a ese sueño :))
Con amor y besos perrunos,
Nactaly.
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