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Capítulo 27

El efecto de aquella droga pasó. Los chicos empezaban a tomar conciencia poco a poco.

Foxy abrió lentamente los ojos y por primera vez admiró el panorama. Estaba oscuro, las ventanas eran inexistentes y la única luz provenía de un débil foco colgado en el techo, el cual parpadeaba insinuando que estaba a punto de fundirse.

Intentó pararse y fue donde de dio cuenta que estaba atado de manos y pies. Observó a una figura conocida sentada en una silla de madera en una esquina del lugar, era Mike, al parecer dormía.

Miró a su al rededor y vio a sus amigos, atados exactamente igual que él. Cruzó miradas con Mangle y admiró su rostro y cuerpo, lleno de heridas, y sangre saliendo de éstas.
Bajó la mirada instintivamente a los jeans de la chica y observó su parte íntima completamente descubierta. Se temía lo peor, lo cual ya había pasado.

—¿Quién te hizo eso— Preguntó, aunque él sabía exactamente la respuesta.

—¿Acaso te importa? —Respondió con voz quebrada. Fría y despectiva como solía ser antes.

El pelirrojo la cambiaba completamente. Desde que habían vuelto a llevarse bien, la actitud de la chica era diferente. Pero ahora volvía a ser justo como antes. El odio que le tenía a aquel chico volvía a integrarse en ella.

—¡Claro que me importa! —Subió un poco la voz, y volteó a ver a Mike, revisando si no lo había despertado — Tengo que sacarte de aquí...

—¿Sacarme? Puedo hacer eso yo sola... — Dijo ella para después removerse en su lugar intentando desatarse, sin lograrlo.

Mangle era demasiado necia, y el chico no iba a hacerla cambiar de opinión así que dejó de molestarla. El pelirrojo observó a Bon, y notó rápidamente que él era el más afectado de todos. Los golpes habían sido más duros para él que para los demás.

  — Uh... — Despertó Golden con lentitud, después asimiló lo que estaba viendo y se asustó al no saber dónde encontrarse — ¡Ah! ¡Chicos! — Gritó mientras se jaloneaba de las cuerdas, desesperado.

Aquel gritó logró despertar a Mike. El mayor gruñó al escuchar la voz del rubio platinado y se paró del asiento, poniéndose en medio de todos, siendo el centro de la habitación.

— Golden, gritar no servirá ahora... Nada les servirá— Sonrió —. Me alegra que estén todos juntos, pues eso es lo que querían, ¿o no?

  — Mike, no puedes estar haciendo esto, ¡sácanos de aquí!— Suplicó Golden, intentando que aquella persona que alguna vez consideró amigo reaccionara.

— Si me hubieran obedecido, todo sería distinto...

   Mike decidió que era hora de divertirse. Quería verlos sufrir. Quería súplicas y disculpas de todos ellos, quería que le rogaran que los dejara ir.
Se acercó con pasos muy lentos a la albina de mechón rosado. Al llegar, se hincó con una sola rodilla delante de ella y la miró, sonriendo. Ella imitó el gesto y le devolvió la mirada, pero con la diferencia de que ella lo miraba con odio y desprecio, sin poder ocultar su miedo.

  — Aléjate de ahí ahora, Mike— Ordenó Foxy, amenazándolo con la mirada.

— No intentes intimidarme, estás atado y no puedes hacerme nada —Contestó el mayor, mirándolo con una sonrisa sin moverse un centímetro de donde estaba. Después, volvió a ver a Mangle, la tomó por los hombros y giró su cuerpo, recostándola en el piso haciendo que mirara hacia abajo.

— ¿¡Qué haces!? ¡Suéltame! — Gritó ella, mirando hacia el suelo sin saber qué pasaba a su al rededor.

— Cuéntame, Mangle, jamás lo haz hecho por detrás, ¿verdad? ¿qué tal si lo probamos ahora?

Foxy lo miró, intentando liberarse con toda la fuerza que tenía, temblando de furia y raspando sus manos y brazos con las cuerdas.

Mike aprovechó que aún no había vestido a la albina para volver a hacer de las suyas.

Si el lugar donde estaban no estuviera desierto, cualquiera a una distancia lejana podría haber escuchado el doloroso grito de la chica. Intentaba que Mike saliera de su cuerpo, retorciéndose y moviéndose a cualquier lado intentando alejarlo, pero Schmidt tenía el control total sobre ella, no podía hacer nada.

De repente, todo el enojo del pelirrojo se transformó en algo que ni él mismo podía describir.  Los ojos se le cristalizaron al presenciar aquel acto. Pero él simplemente no podía ver, apartó la mirada inmediatamente después de que la chica gritara.
La impotencia lo invadía, toda la culpa era suya o al menos así lo sentía él. No pudo reprimir gruesas lágrimas ya que, a pesar de no estar observando, escuchaba una y otra vez los quejidos y gritos de la chica. ¿Por qué no podía hacer algo? ¿Por qué tenía que estar atado? No se supone que esto ocurra así. Se supone que él debe ser el héroe de la historia, el que salve a todos sus amigos y con el que todos estén agradecidos.
De todas las personas, ¿por qué tenía que ser Mangle la que no obtuviera su final feliz?

Mike se hartó de que la chica no parara de quejarse y de moverse, haciéndole casi imposible realizar su trabajo bien. Separó bruscamente sus cuerpos y la empujó hacia adelante, causando que se golpeara la cabeza contra la pared. Volvió a ponerse la ropa, al igual que se la volvió a colocar a la chica, volteándola y sentándola de nuevo.

  — No puedo creer que no pudiste dejar de moverte... Quizá haya otro voluntario que quiera enseñarte cómo se hace, niña — Schmidt se paró, y caminó, esta vez dirigiéndose hacia alguien más.

Foxy volteó a ver a Mangle, quien se encontraba sentada, ocultándose el rostro con las rodillas mientras lloraba.
Él podía ver como ella temblaba. No podía acercarse, abrazarla, acurrucarla entre sus brazos y asegurarle que todo estaría bien. Para empezar, las cuerdas no se lo permitían, y después, eso era simplemente mentira. Él no podía asegurarle que estarían bien. No podía asegurarle que aquello era una horrible pesadilla que jamás volvería a soñar.

Mike se sentó delante de Bonnie. El pelimorado lo miró fijamente, inexpresivo. 
En este momento, Bonnie no podía tenerle miedo. Cualquier cosa que pudiera hacerle, ya se la había hecho antes, ya no había nada a que temerle.
Estaba furioso por lo que le había hecho a todos, pero sobre todo a Mangle.

El pequeño sintió como la mano de Mike se posaba en su cabello, acariciándolo y después pasando por su mejilla, deteniéndose en ella. Notó como las miradas de todos se fijaban en ambos, poniendo atención en lo que iba a pasar.

  — ¿Por qué no le enseñas a Mangle cómo se debe portar cuando está conmigo? Tú siempre te portas bien, pequeñín...

Instintivamente, Bonnie se giró para mirar a Bon, quien simplemente le dedicó una mirada llena de tristeza al saber  que Bonnie y Mike ya habían compartido lecho juntos, aunque no dudaba que el mayor hubiera obligado a Bonnie.

  —Sr. Schmidt... Yo... Eh... N-No quiero hacerlo...— Bonnie giró la cara para que Mike soltara su mejilla, lográndolo. Cerró ambos ojos con fuerza, esperando un golpe en el rostro.

Aunque pareciera mentira, Bonnie era la debilidad de Mike.
Podía golpearlo, hacerle daño de cualquier manera posible, y por miedo Bonnie jamás le decía a Mike que no, pero si él en realidad no quería, Mike no lo iba a hacer.

  — Oh, bueno... — Bonnie no se esperaba esa respuesta de Mike — Pero le debes esa lección a Mangle, tiene que aprender.

Mike se acercó a los labios de Bonnie, intentando plantarle un beso, pero él no se dejó, agachó la mirada, esquivando el contacto de la boca del mayor.

— No quiero... T-Tú tocaste a alguien más...  ¿No soy suficiente? —Cuestionó Bonnie, intentando sonar celoso, aunque la verdad, el amor o cariño que sentía por Mike se había desvanecido desde que descubrió el daño a sus amigos. Simplemente, no quería que abusara de Mangle de nuevo, ni de ella ni de nadie más.

  — ¿Ah? No, no es que no lo seas... Yo... Agh... Lo siento. 

Mike quería disculpas, y terminó siendo él el que se disculpó con Bonnie.

Foxy mientras tanto, apartó la mirada de ellos y volvió a ver a Mangle. 
Ella seguía destrozada. No había dejado de llorar ni un poco en éste tiempo. 

  — ¿M-Mangle? — La llamó Foxy, inseguro, sabía que no era un buen momento pero él en realidad quería consolarla, o al menos que ella no se sintiera tan sola en éste momento.

— ...S-Sí, Rojo. Sé que abusaron de mí por segunda vez, ¿a-ahora me puedes dejar en paz?... —La chica levantó un poco la vista y lo miró, hablando entre su llanto, con la voz más quebrada que nunca y sin que las lágrimas dejaran de salir de ella.

Entonces él decidió dejarla tranquila. Quizá no era momento de hablar.
Pero ellos iban a salir, Foxy lo sabía. Tenía una esperanza, aunque fuera muy pequeña.
Aunque a veces la esperanza no es suficiente...


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