Redención
Y no fue un susurro sino la más bella visión: Jesús envuelto en una luz resplandeciente sentado y sosteniendo un pequeño cordero blanco en su regazo. Elocuencia sin palabras...
Somos el pecado redimido. El manso cordero fue el sacrificio para enmendar nuestras faltas y asegurarnos una vida pura y virtuosa.
Somos como corderos pastoreados para elevar nuestra alma a peldaños de mayor goce espiritual. Pero como corderos debemos entender que el Ego y la Vanidad nos alejan de la luz.
Aquel cordero que vino a liberar de pecados al mundo solo quiere que seamos mansos y llevemos a Dios en el corazón.
Somos vulnerables pero sostenidos en el regazo de Jesús sentimos el alma cobijada por su misericordia
Dios siempre perdona cuando abrimos el corazón y con palabras confesamos nuestros pecados. Su misericordia es infinita.
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