Escuchad los unos a los otros, susurró suavemente... Y así lo hice.

Escuchar, oír al otro. A veces oímos mucho pero escuchamos poco. La mayoría de nosotros nacemos con la capacidad fisiológica de oír pero escuchar pocos sabemos hacerlo. Y en estos momentos tan difíciles que vivimos como raza, es prioritario escuchar. La escucha debe movernos al amor, a la solidaridad, a la compañía, a la justicia, a la bondad.
Ver de frente al otro, oír lo que me dice y escucharlo con atención. No fingir que lo escucho sino escucharlo de verdad, y desde esa escucha atenta poder tenderle mi mano solidaria.
En cualquier momento es bueno que alguien nos escuche, eso nos libera y nos da la oportunidad de compartir con otro nuestro problema, preocupación, punto de vista, etc. El mundo es más amable cuando las cargas son compartidas.
Sepamos escoger a quien nos va a escuchar, que sea alguien sincero que fraternalmente sea solidario, porque no vale de mucho ir contando nuestra vida a personas que no tienen disposición ni para la escucha positiva ni para la ayuda efectiva.
Dios siempre nos escucha y responde a nuestras súplicas. Y aunque no le hablemos, aún así, escucha nuestra voz interior. Quizás nosotros debemos empezar por escuchar también nuestra propia voz interior.

Pidamos al Ángel del Servicio que active nuestra disposición de ayudar a los demás. Y al Arcángel Gabriel para que nos ayude a entender y expresar nuestra voz interior.