𖤓 ( 003' )
capítulo┊ ⋆˚✿˖ tres
(❤︎) ﹙ clases de manejo ﹚ ꒰ა ˚₊ ✧
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La primera semana de clases llegó a su fin. Más o menos. El viernes, la última clase de Alina eran deportes. No es que no le gustara, pero debido a su asma, debía quedarse sentada a un lado mientras observaba a los demás jugar. Era por su piropo bien pues la última vez que intentó unirse a la clase, tuvo un fuerte ataque de asma que la llevó directamente a la enfermería ya que su mochila se había quedado en los vestuarios. Alina realmente no quería que se repitiera y tampoco quería preocupar a sus compañeros.
Alina tomó su termo lleno de agua fría y se sentó en las gradas mientras sus compañeros se organizaban para jugar voleibol. La chica los miró desde su asiento con algo parecido al anhelo. Quería unirse a ellos y jugar pero tampoco se quería arriesgar.
Con un suspiro, Alina abrió su termo y le dio pequeños sorbos al agua fría. La chica escuchó que el silbato de la entrenadora sonó por todo el gimnasio y todos comenzaron a jugar. Las chicas en un partido de voleibol y los chicos en un partido de basquetbol.
Alina se acomodó en su asiento, cerrando su termo y de pronto, las cosas pasaron muy rápido.
—¡Cuidado! —escuchó Alina una voz masculina a lo lejos.
Un fuerte golpe había elevado la pelota de más y se dirigía directamente al rostro de Alina a una velocidad bastante impresionante. Alina abrió los ojos con sorpresa cuando vio a una robusta figura frente a ella.
La pelota golpeó la palma de la mano de Emmett con un sonido seco, como si hubiera chocado contra una pared. Él la atrapó con una facilidad desconcertante y luego se giró para mirarla con una sonrisa que parecía casi arrogante.
Alina sintió que se le aceleraba el corazón pero dejó salir un suspiro de alivio.
—Parece que alguien es un imán de balones —se burló Emmett, girando la pelota entre sus grandes manos— ¿estás bien?
Alina asintió, aún no era capaz de hablar. Miraba entre Emmett y la pelota en sus manos.
Por su parte, Emmett arrojó la pelota de vuelta a la cancha con tanta fuerza que pareció un disparo. Los jugadores en la cancha se detuvieron para observar, sorprendidos por la fuerza del lanzamiento pero los ojos del chico permanecieron en Alina. Examinando que todo estuviera en orden.
—¿Cómo...? Ni siquiera te vi venir —habló por fin Alina en un balbuceo poco claro.
Emmett se encogió de hombros, restándole importancia.
—Buenos reflejos.
La chica frunció el ceño, pero rápidamente sonrió, inclinando ligeramente la cabeza.
—Gracias. No estoy segura de que hubiera sobrevivido al impacto.
Él se rió entre dientes, cruzándose de brazos , haciendo que sus músculos resultaran mucho más.
—Creo que habrías salido viva. Aunque, conociendo a Eric, seguro habría sido un desastre. Tiene dedos de mantequilla y una puntería horrible.
Alina soltó una risa suave, sintiéndose un poco más cómoda con su compañía. Emmett se sentó en la grada junto a ella, apoyando sus brazos en las rodillas. Parecía relajado, pero Alina notó cómo sus ojos dorados analizaban el campo y los alrededores con cuidado, como si siempre estuviera alerta.
—¿No deberías estar jugando? —preguntó ella, inclinando la cabeza hacia el resto de los alumnos.
Emmett la miró con cierta diversión y curiosidad.
—¿Tú por qué no estás jugando?
Alina se movió en su asiento, su rodilla comenzó a rebotar con impaciencia.
—Asma —contestó ella con simpleza— hace poco tuve un ataque de asma en casa por todo el polvo y... no quiero arriesgarme a que me de un ataque en medio del juego.
Emmett asintió en comprensión.
—No soy muy fan de los deportes... organizados —respondió él, girándose hacia ella con una sonrisa traviesa— Prefiero los juegos más... intensos.
Alina levantó una ceja con curiosidad.
—¿Intensos? ¿Como qué?
Emmett se detuvo un momento, como si estuviera considerando cómo responder. Finalmente, su sonrisa se ensanchó.
—Cosas de montaña, como escalar, correr... nada que sea de interiores. Me gustan los juegos de fuerza.
Ella asintió lentamente, aunque algo en su tono parecía sugerir que no estaba diciendo toda la verdad. Pero antes de que pudiera preguntar algo más, la entrenadora hizo sonar su silbato y miró fijamente a Emmett.
—Cullen, regresa al juego. Alina puede estar sentada pero tú no. Andando.
Emmett dejó salir una risita por lo bajo y se puso de pie, estirando su cuerpo.
—Supongo que es mi momento de volver. Nos vemos después.
Alina no dijo nada pero lo observó caminar de regreso a la cancha. Mientras se alejaba, Alina no pudo evitar fijarse en cómo los otros estudiantes parecían casi inconscientes de su presencia, como si estuvieran acostumbrados a ignorarlo. La sensación de misterio alrededor de Emmett Cullen seguía creciendo, y Alina sabía que pronto tendría que encontrar respuestas.
🐻☀️
El sábado, Alina despertó alrededor de las nueve de la mañana y bajó a la cocina aún con su pijama, frotándose los ojos y bosteza si cada dos minutos.
En el comedor estaba su padre bebiendo un poco de café mientras escribía algunas notas en su cuaderno. El hombre levantó la mirada al notar la presencia de Alina y le dirigió una cálida sonrisa.
—Buenos días, papá —murmuró ella mientras se acercaba a la cafetera para servirse una taza de café.
—Buenos días, Alina —Caelum escribió algo más en su libreta, como si no quisiera que las ideas escaparan de su cabeza— ¿cómo dormiste?
Alina se sentó en la mesa con su taza de café, ahora con leche, entre sus manos.
—Bastante bien. Aunque quería quedarme a dormir un poco más.
Caelum cerró su libreta y observó a su hija.
—En realidad... estaba pensando en que podría enseñarte a manejar.
Alina le dio un sorbo a su café con leche y observó al hombre con curiosidad.
—¿Manejar?, ¿por qué?
Caelum también le dio un sorbo a su café y dejó salir una risa entre dientes.
—Es importante saber manejar, Alina. Además, tu madre y yo pensamos en que podríamos prestarte el auto de vez en cuando. Tal vez me den un empleo en la universidad local para dar clases de literata y no podré ir por ti a la escuela todos los días.
Alina asintió en comprensión, el suelo comenzaba a esfumarse de su cuerpo.
—Supongo que sería algo bueno.
Ambos tomaron un rápido desayuno y Alina fue a su habitación a cambiarse de ropa. Iba a ser un día largo.
El sol apenas se asomaba entre las nubes, dejando el aire fresco y húmedo, típico de Forks. Pero al menos no estaba lloviendo y era mejor así. Alina estaba sentada al volante del viejo auto familiar, sus manos tensas sobre el volante, mientras miraba al frente con una mezcla de determinación y nerviosismo. Su ceño fruncido delataba por completo su miedo creciente pero ella se mantuvo firme y entusiasta.
—¿Lista? —preguntó Caelum desde el asiento del copiloto, con una sonrisa paciente. Se había asegurado de tener puesto el cinturón de seguridad.
—Tan lista como puedo estar —respondió Alina, ajustando los espejos por quinta vez.
Caelum dejó salir una pequeña risa y le dio unas palmaditas en el hombro a su hija para tranquilizarla.
—Recuerda, esto no es una cirugía a corazón abierto. Solo relájate y escucha lo que te digo. Ya te he mostrado las cosas básicas antes, solo necesitas practicar.
Alina puso los ojos en blanco con diversión.
—Papá, técnicamente no eres cirujano, así que no puedes usar esa metáfora —replicó ella, medio en broma, mientras encendía el auto— solo mamá puede decirme eso.
Caelum dejo salir una risita.
—Bien, bien —el hombre levantó las manos como en una seña de rendición.
El motor rugió, y Alina brincó en su asiento. Su nariz se arrugó con miedo y estrés mientras apretaba con mayor fuerza el volante. Sus nudillos casi se ponían de un color blanco.
—¿Siempre suena así de fuerte?
—Es un auto viejo, cariño. Ahora, ponlo en marcha —indicó, señalando la palanca de cambios.
Alina respiró hondo, movió la palanca a "Drive" y lentamente comenzó a pisar el acelerador. El auto avanzó un par de metros, pero luego dio un pequeño salto hacia adelante cuando su pie tambaleó en el pedal.
—Suave, Alina —dijo Caelum, agarrándose del borde del asiento. Incluso él sintió que su corazón se aceleraba con nerviosismo.
—¡Lo estoy intentando! —respondió Alina, con los ojos bien abiertos y el corazón acelerado.
El auto avanzaba lentamente por el camino vacío del vecindario, pero Alina parecía conducir como si estuviera atravesando una autopista llena de tráfico. Se mordió el labio, concentrándose en mantener el auto recto, aunque se notaba cómo sus manos se aferraban al volante con más fuerza de la necesaria.
—Relaja los hombros —aconsejó Caelum—. Si sigues así, el volante pensará que lo estás amenazando.
—No quiero que se me escape —dijo ella, frunciendo el ceño sin dejar de mirar al frente con terror.
—No se va a escapar, Alina. Esto no es un toro mecánico.
A pesar de la tensión inicial, lograron llegar a una intersección. Alina miró de un lado a otro con tanta intensidad que parecía estar buscando a un ladrón.
—No hay nadie —dijo Caelum, conteniendo una sonrisa—. Sigue derecho.
Alina pisó el acelerador un poco más fuerte esta vez, y el auto se movió más rápido de lo que esperaba. Soltó un pequeño grito, pero logró mantenerlo bajo control.
—¡Lo estoy haciendo! —dijo con emoción, mirando a su padre— estoy avanzando recto.
—¡Mira al frente! —gritó Caelum, señalando un bote de basura al borde de la calle.
Alina giró bruscamente el volante, evitando el bote por poco. El auto terminó estacionado torpemente a un lado del camino, mientras ambos respiraban profundamente.
—¿Estás bien? —preguntó Caelum, todavía agarrando el asiento.
—¿Lo evité? —preguntó ella, con los ojos muy abiertos.
—Lo evitaste —confirmó él, dejando escapar una carcajada— Aunque probablemente también asustaste a ese pobre bote de basura.
Alina dejó salir una risa nerviosa, soltando finalmente el volante. Sus dedos hormiguearon luego de quitar la presión ejercida.
—Esto es más difícil de lo que pensé.
—Lo estás haciendo bien para ser tu primera vez —dijo Caelum, colocando una mano en su hombro— Solo necesitas práctica. Mucha práctica. Pero eventualmente serás la mejor conductora de la zona.
Ella lo miró con una sonrisa, relajándose un poco.
—Gracias por tu paciencia, papá.
—¿Paciencia? —bromeó él—. Esto es entretenimiento puro para mí.
Alina rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
—Otra vuelta más. Intentaré no asustar a más botes de basura.
Caelum dejó salir una risa de auténtica diversión.
—Esa es mi chica.
Caelum volvió a indicarle que pusiera el auto en marcha, y esta vez, aunque todavía había algunos saltos y frenadas bruscas, el ambiente dentro del auto estaba lleno de risas y una nueva confianza en sí misma.
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