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2|Pesadilla

Baje de mi habitación y la alfombra blanca que estilizaba la sala, estaba completamente roja. Traté de encontrar que era lo que pasaba, el porqué la alfombra de un momento a otro estaba así.

Al momento de entrar a la cocina escuché un grito que provenía de la sala. Gire en mi propio eje y pude ver a mi prima llena de sangre, que escurría por su cuello y cara.
Trate de correr para alcanzarla, para poder ayudarla, pero simplemente no podía, no podía moverme.

Hacía fuerza cada vez más, pero no podía. Sus gritos de dolor y desesperación eran cada vez más fuertes. Continúe tratando de correr, estaba desesperada. Hasta que al fin pude, pero algo me tomó de los pies y me comenzó a arrastrar lejos de ella.

—¡Jane! —se escuchaba una voz a lo lejos.

Lo que sea que fuera, me seguía arrastrando de los pies.

—¡Hija! —no estaba segura de quien era esa voz.

Mi desesperación por alcanzar a mi prima, no cesaba.

¡Jane, hija!

Solté un grito de desesperación tan fuerte que...

Por fin desperté, ese grito fue el que me hizo despertar.

—¡Jane! ¿Estás bien, hija? —cuestiono mi abuelo algo preocupado. Tome un suspiro grande.

—Sí, abuelo. Sólo tuve una pequeña pesadilla. Perdón por asustarte. —me senté en la orilla de la cama y pude ver que las chicas ya no se encontraban en las camas. —¿Dónde están Andrea y Amy? —le pregunté a mi abuelo al no ver la presencia de ninguna de las dos ni siquiera en el pequeño comedor.

—Anoche en la carretera esas cosas comenzaron a atacarnos y huimos a las afueras de la Ciudad, con otro pequeño grupo de personas —dijo mi abuelo sentándose en la cama que esta frente a la mía. Igualmente no había contestado mi pregunta. —. Andrea y Amy están afuera con los demás. —menciono como si hubiera leído mi mente.

—¿Pero ellas están bien? ¿Tú estás bien? —pregunte algo desesperada. El hecho de haber soñado eso me traía mucha desesperación. No sabría que hacer si a mi abuelo le pasara algo.

—Sí, hija, no te preocupes, yo estoy muy bien —me sonrió de lado. Después comenzó a tocar mi cara. —. Pero al parecer tú no, estás sudando muchísimo, Jane ¿Qué fue lo que soñaste? —ahora yo me toque la cara y pude sentir que así era, estaba sudando demasiado.

—No, nada abuelo. No te preocupes por mi. —le sonreí de lado. No quería que se preocupara más.

—Bueno, despierta bien y sal, para que conozcas a todos. —dijo mi abuelo antes de salir de la casa rodante.

Tome un gran suspiro y estire todo mi cuerpo. Me levante de la cama y me peine mi cabello, que se enredo un poco al dormir. Me dirigí por un agua de la alacena. Antes de salir volví a tomar un gran suspiro. Esto de conocer gente nueva no se me da también.

Salí de la casa rodante. Estabamos en el bosque al parecer, habia muchos árboles alrededor y unas cuantas casas de campaña a los lados y enfrente de nuestra casa rodante. Al caminar un poco, me encontré con Andrea y Amy.

—¡Hola, Jane! —me dijo Amy muy sonriente. Le devolví el gesto.

—¡Hola! ¿Cómo están después de lo de anoche? —cuestione algo preocupada.

—Nosotras tampoco nos enteramos, hasta esta mañana que Dale nos contó la situación. Dijeron que los caminantes nos atacaron y pues somos los unicos que sobrevivimos juntos. —dijo Andrea alzando los hombros.

—¿Caminantes? —cuestione algo confundida.

—Sí, así les llaman las demás personas aquí. —

—Suena lógico. —menciono Amy.

Sentí que alguien choco conmigo. Baje mi mirada y me encontré con una niña rubia. Al instante ella se alejo y me miró a los ojos.

—Lo siento señorita, no la vi ¿Está bien? —me dijo con voz tierna.

—No te preocupes. Estoy bien. —le di una pequeña sonrisa. Al instante salió corriendo un niño de ojos de color y se posiciono enseguida de la niña.

—Sophia, pon más cuidado. ¿Está bien, señorita? —ahora el niño me miró a los ojos.

—Sí, no sé preocupen, estoy muy bien. —les sonreí ahora a los dos. Me devolvieron la sonrisa. Parecía que tenían unos 12 años cada quien. No eran tan pequeños, pero igual me daba un poco de tristeza que tuvieran que pasar por esto a tan corta edad.

—¡Carl! —grito una mujer delgada y pelinegra acercándose a nosotros. El niño volteo enseguida al escuchar ese nombre. —Carl, iré a lavar ropa con las mujeres a un río cerca de aquí, hijo. Tú y Sophia tengan cuidado, no sé alejen tanto de Dale, él los cuidara —los dos niños asintieron al instante con una sonrisa.

Así que los niños se llamaban Carl y Sophia. La mujer tenía cierto parecido con Carl, se veía que era la madre de él.  Pero, ¿la niña?, ¿tenía papás?, y si era así, ¿dónde están?. La mujer levantó la vista después de sonreírle a los niños y se me quedo viendo, como analizandome la cara.

—Hola, tú debes ser la nieta de Dale. —me sonrió y estiro su mano.

—Hola, sí, Jane Horvath. —estreche su mano y también le di una pequeña sonrisa.

—Lori Grimes. —acto seguido, soltó mi mano.

—Sí usted gusta, yo puedo cuidar a los niños mientras usted va al río. —le dije sonriendo. Cuidar niños no era un problema para mí, aparte de que se veían buenos niños.

—Te lo agradecería muchísimo —me sonrió igualmente. —. Igual si gustas ir al río con nosotros, Shane te puede guiar, podrías lavar tu ropa y bañarte si así lo deseas. —¿Quién es Shane?

—Sí, muchas gracias. —

La mujer se retiro y con ella se fue Andrea y Amy, sin antes despedirse de mi. Los niños voltearon a verme algo tímidos. Les sonreí, ellos hicieron lo mismo y siguieron jugando como si no hubiera pasado nada.

Mirarlos correr con tanta paz, sólo me hacía recordar que eran unos niños. Ellos estaban como si nada y disfrutaban de los pequeños momentos, sin importarles que estuviera ocurriendo a su alrededor.

—¡Jane! —escuche la voz de mi abuelo no muy lejos de aquí.

Voltee a mi derecha de donde había creído escuchar el grito. Mi abuelo se encontraba junto a 3 hombres, estos últimos me estaban mirando. Mi abuelo me hizo una señal de que me acercara con él.

—¡Carl! ¡Sophia! —exclame, los susodichos voltearon a verme. —Estaré con mi abuelo Dale, no sé alejen mucho, por favor. —ambos me sonrieron y asintieron. Los acababa de conocer y ya los amaba, eran sólo unos niños, ¿cómo no quererlos?

Me dirigí con mi abuelo sin antes echarle una última mirada a los 2 pequeños. Mientras caminaba hacia ellos, podía sentir sus miradas.

—Ella es mi nieta, Jane. —menciono mi abuelo cuando llegue con ellos. Les di una sonrisa a los 3 hombres.

—Soy Shane Walsh, un gusto —comento un hombre pelinegro estirando su mano. Así que él era Shane, se ve... ¿misterioso?, no lo sé, no me da muy buena espina este... señor. Estreche su mano y sonreí de lado.

—Oliver Watson, es un gusto poder conocernos. —estiro su mano con una sonrisa. Este chico era pelicastaño y era lindo, me cayo bien a simple vista. Estreche su mano y le di una sonrisa amigable.

—Ah... mucho gusto... Glenn Rhee. —menciono un chico con rasgos asiáticos y algo... bueno, muy atractivo la verdad. En su voz desprendía algo de nerviosismo.

Le sonreí y acto seguido estiro la mano sin antes frotarse en su ropa, limpiando el sudor seguramente. Estreche su mano y nos quedamos unos largos segundos mirándonos a los ojos. Escuché como mi abuelo tosía algo ¿molesto?, dando a entender que no le gustaba para nada la situación. Rápidamente separamos nuestras manos y los dos reímos nerviosos.

—Es un gusto conocerlos a los 3, Jane Horvath. —sonreí mirando a los 3, para al final posar mi mirada en el asiático, Glenn.

La verdad es que al estrechar mi mano con él, me sentí bastante rara, pero de buena manera. Me sentía nerviosa y no podía dejar de mirarlo, y al parecer él tampoco. Sus ojos realmente eran hermosos y su sonrisa... Dios, era preciosa también. Sostuve la mirada un rato más, le sonreí y baje la mirada algo nerviosa.

—Bueno, los dejo solos, me dejaron a cargo de Carl y Sophia y no quiero que les pase nada. —les di una última sonrisa y me retire del lugar para volver a donde estaban los 2 pequeños.

Mientras miraba como jugaban, el asiático volvió a mi mente. Es que... ¡carajo! no podía sacármelo de la cabeza, desde que vi su hermosa sonrisa, sentí algo extraño por dentro y al hacer contacto físico, sentí algo en la barriga. Probablemente tengo hambre, entre nuevamente a la casa rodante y tome una bolsa de papas. Quedaban otros cuantos paquetes.

—¡Carl! ¡Sophia! —los niños corrieron a la puerta de la casa rodante y me sonrieron.

—¿Pasa algo, señorita? —me pregunto Carl.

—¿Quieren papas? —les dije y rápidamente asintieron con una gran sonrisa. Le di un paquete a cada uno.

—Muchísimas gracias, señorita. —dijo Sophia feliz, mientras abría la bolsa.

—No me digan señorita. Llámenme Jane, no nos llevamos tanta edad para que me digan así. —les mencione mientras les acomodaba el cabello a los dos.

Se veían de 13 años, máximo unos 15 años. No era mucha la edad. Ninguno de los 3 éramos mayores de edad aún, a mi me falta un mes para cumplir los 18 años y estaba segura que este año mi cumpleaños sería diferente. Si corría con suerte, tendría una felicitación de parte de mi abuelo solamente.

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