22.- Y llegaron los colores. | P3
Día 21/Mirar el atardecer
Aclaraciones:
—Continuacion de 'Almas gemelas' y 'pelea & disculpa'.
°°°
Peter camina tras Tony, siguiéndolo sin hablar mucho. Sabe quién es él: dueño de Stark Industries. En un principio no lo reconoció por el cabello, pero basto verlo caminar y hablar para reconocerlo, tiene una personalidad muy característica, aunque ahora no parece ser tanto como en los medios, ¿quizá también estaría nervioso?
Subió el gorro de su sudadera para pasar un poco desapercibido al subir la torre, ahora que entran a un espacio que parece ser la sala de estar y un balcón al frente, no sabe que pronunciar.
Tony por su parte esta confuso, un chico años menor que el, quizá eso explicaría porque nunca antes vio rastro de su alma gemela.
—¿Gustas algo de beber? —ofrece Tony.
—Eh, sí. Gracias.
Peter ve al mayor irse, mientras el curiosea por el sitio, se siente tentado por el balcón y camina hasta el, se forma una sonrisa en su rostro cuando siente la brisa envolverlo.
Mira alrededor, algunos sillones —seguramente cómodos y costosos—, un paraguas, y plantas decorativas. Luce ser un espacio de descanso para el mayor.
—Toma —dice Tony acercándose.
—Gracias —Peter mira le bebida—. ¿Jugo de uva?
—Omitiendo el alcohol es lo único que tenía.
Peter rueda los ojos.
—Si te interesa saberlo, soy mayor de edad.
—Gracias por el dato, lo tendré muy en cuenta la próxima vez.
Peter bebe un poco del jugo, y Tony siente el sabor a uva en su lengua. No sabe si es su mente jugándole una mala jugada o si esto es una señal más de que es el su alma gemela.
—Soy Tony —se presenta.
—Se quién es, bueno, no lo sabía, pero después sí, no es como que sea muy discreto, yo eh, soy Peter.
—Supongo que mis encantos te lo dijeron.
—Seguramente —se ríe—. Ahora... ¿será usted quien saque el tema?
Suspira. —No sé si seamos o no. Creo que cabe la posibilidad.
—Entiendo...
—Hace minutos hablabas mucho y ahora apenas hablas. No sé cómo llevar esto, y tampoco sé cómo confirmarlo.
—Para tener todo un imperio tras de ti, no pareces ser muy listo —Peter lo riñe jugando—. Solo debemos pintar nuestro cabello. En realidad, creo que deberías ser tu quien lo haga.
—¿Por qué yo?
—Prometí a mis amigos no pintármelo. —explica—. Así que, te toca.
—Okey.
Peter deja el jugo al lado de una de las plantas decorativas, y camina hasta topar con el balcón, disfrutando de la vista desde su posición.
—¿No te da vértigo? —pregunta Tony, colocándose tras de él.
—No, me gusta. ¿A ti?
—Un poco, si te soy honesto. Pero, cuéntame de ti. —pide.
Se voltea para mirarlo.
—Estudio bio tecnología, soy de Queens, y creo que no hay nada más interesante en mi vida.
—Cualquier cosa de ti podría parecerme interesante, cuéntame de tu familia, amigos, quizá haya algo.
Cada segundo que pasa, la curiosidad por conocerse entra más en ellos, como un virus haciendo efecto, se esparce por sus cuerpos y los síntomas se ven reflejados en su respiración agitada, el bochorno en sus cuerpos y pupilas semi dilatadas.
—Mis padres murieron hace años... y no, no digas nada —agrega al ver la sorpresa en el rostro del mayor—. Vivo con mi tía, ella es muy linda, pero si se entera que estoy aquí se pondría como loca. —Ambos se ríen—. Mis amigos son MJ y Ned, ellos tuvieron la idea de teñirnos el cabello con el propósito de ver si podíamos encontrar nuestras almas gemelas... y bueno, puede que haya funcionado...
—Podría ser. —Tony lo mira y siente ganas de estar más cerca.
Peter se voltea una vez más viendo al horizonte, ve el sol bajar, el cielo volverse naranja, sin duda alguna la torre tenía unas de las mejores vistas de la ciudad.
—Es hermoso —dice Peter—. Ven, acércate.
Tony duda, no mintió cuando dijo que tenía un poco de vértigo. Pero algo en él le dice que haga caso, que se acerque.
Cuando lo hace siente su hombro golpear con el de Peter, haciéndolo suspirar y llenarse de sensaciones cálidas. Ningún atardecer se le hacía tan hermoso como el rostro que ahora contemplaba.
—Sí, es hermoso. —regresa.
Peter sube su mano y accidentalmente la coloca sobre la de Tony, provocando una vez más los pequeños flashes coloridos y de memorias, en ambos.
—Lo siento.
—No te disculpes, Peter.
Ambos se desconocían hasta hace no más de 12 horas, pero cada segundo juntos los hacía sentir que se conocían de vidas pasadas, y pese a un no comprobar si eran o no, frente al sol descendiendo, ellos lo sentían.
Habían encontrado a su alma gemela.
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