11.- Dia en la feria
Dia 11/Primera vez (No sexual)
º º º
Peter jala a Tony por todo el sitio, nunca había estado en una feria, ya que sus ingresos no se lo permitían cuando era un niño, y cuando Tony se enteró de eso, quiso complacerlo teniendo una cita en una de las ferias más grandes que asistían a la ciudad.
Aunque el mayor por su parte tampoco asistió jamás a una, sus padres de niño nunca lo llevaron a parques de diversiones o cosas similares, ni siquiera recuerda haber salido con ellos alguna vez a menos que fuesen eventos en los que su padre tenía que aparentar la familia perfecta.
Y su juventud, bueno, se la paso más entre bares y sabanas que en ferias.
—Toma —dice Tony tendiéndole un algodón de azúcar a Peter.
—Oh —El castaño lo toma sonriente—. Gracias. Oye Tony...
—Dime, cariño.
—¿No te preocupan que nos vean de esta forma?
—No estamos haciendo nada malo. Y si te preocupa lo que digan de mí, estoy acostumbrado a chismes. Pero si te preocupa a ti, podemos ser más discretos.
—Solo me preocupa May, aún no se lo digo —Peter se sonroja apenado mientras come un trozo de algodón.
—Oh si, por supuesto, no quiero ser asesinado por tu tía... aún. —Tony acerca una servilleta y aunque quiere limpiar lo azul de los labios de Peter, en su lugar se la da al chico para que lo haga por su cuenta.
Ambos se sonríen y siguen su recorrido.
Tony suele tomar por momentos a Peter de su cintura guiándolo, Peter aprovecha las multitudes para rozar su mano provocando la sensación de amor que siente cuando está al lado del mayor.
Cuando ambos suben a la rueda de la fortuna, Peter esta tenso, pero basta con ser tomado de la mano por Tony para que pierda el miedo y lo disfrute.
Ellos pasan el día corriendo de una atracción a otra, al cabo de un momento Tony está agotado por la energía inacabable de Peter, pero lo sigue a pesar de todo. Los juegos de azar los ve sencillos a simple vista, pero cuando lo intenta no queda más que levantar su orgullo herido del suelo e irse con una derrota plasmada.
—Quien diría que Tony Stark no puede atinarle con una arma a unos patos.
—Es obvio que hay una trampa.
—Si claro —se burla y Tony rueda los ojos.
Ambos deciden entrar a la casa del horror, la oscuridad del sitio permite tener la cercanía entre ellos, se toman de las manos, caminan juntos y aunque la aventura no resulta tan relajante por los contantes gritos aterradores y los rostros ensangrentados que logra acelerarles el corazón en más de una ocasión, logran salir riéndose.
—Ya casi cierran, ¿A dónde te gustaría ir para finalizar tu día? —pregunta Tony.
Peter observa su alrededor y piensa.
—A ese. —responde señalando al juego de sillas voladoras.
—Vi uno más pequeño por allá —dice Tony dudoso.
Esa atracción si se ve peligrosa.
—No seas miedoso, ese se ve mejor. Vamos. —Peter toma a Tony de la muñeca y lo jala en esa dirección.
Ambos se abordan en el juego, pueden ver la oscuridad de la noche siendo iluminada por los múltiples colores neones que adornan la feria, las risas y gritos de la gente, los aromas a comida rondando por todo el lugar.
Tony toma la mano de Peter y la lleva a su cara, depositando un suave beso que hace sonreír el menor.
—Gracias, Peter. —Musita Tony—. Por darme estos momentos que jamás tuve la fortuna de disfrutar.
—Eres tu quien me aventura y me hace conocer más del mundo que protegemos.
— Todo por ti, pequeño.
Peter acerca su rostro al de Tony, sabiendo que nadie podría verlos desde esa altura y lo besa dándole una muestra el amor que provoca cada día en el.
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