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43 - Afortunado

Noah

El día llegó. Aún no estaba listo, falta un mes para la fecha probable de parto y mi vida estaba absolutamente estructurada para eso. Las maletas están en el auto, pero aún no he instalado las sillitas para traerlos de regreso, no puede ser tan difícil.

— Yo lo haré — me dice Matteo quitando la caja de mis manos, él sabe cómo hacerlo, ya tiene una pequeña.

Estoy nervioso, muy nervioso, son las dos de la mañana y mis hermanos pequeños están en la playa a cuatro horas de aquí. Los necesito, y a Liam, él siempre sabe cómo mantener la calma.

Los padres de Emily también estaban en la playa, así que no hay con quién dejar a Ámbar, Matteo vendrá con nosotros y Emily se quedará hasta que su mamá llegue, como en cuatro horas también.

Mierda, somos tantos y ahora nadie está, solo Emma, Matteo y yo subimos al auto. Fred ya está la clínica, estaba trabajando hasta tarde en la oficina y le quedaba más cerca llegar directo.

— Tranquilo — mi hermano mantiene toda la calma —, todo estará bien.

— Lo sé — murmuro moviendo mi pierna con nerviosismo.

El viaje a la clínica es rápido, solo cinco minutos porque a esta hora la ciudad está vacía. Liam me está llamando así que respondo antes de bajar.

— ¿Cómo va todo? — siento la voz de los demás detrás, el ruido de mi familia me hace sentir más tranquilo.

— Recién llegamos a la clínica, pero dense prisa, los necesito aquí.

— Lo sé hermano, los chicos habían bebido, tuve que hacer que se bañen con agua fría antes de salir y pasar por café pero ya estamos en camino, en dos horas estaremos allí.

— No, conduce dentro de los límites Liam, esto demorará unas horas.

Sí los quiero aquí, pero tampoco para que vengan a lo loco.

— Tranquilo Noah, sabes que los cuido bien. Estaré allí pronto, dile a Emma que la quiero.

— Lo haré, con cuidado Liam, los esperamos.

Matteo baja las maletas yo ayudo a mi hermosa chica a la que su enorme panza apenas le permite moverse.

Solo damos tres pasos y se detiene, con el dolor manifestándose en su rostro, lleva su mano a la panza y hunde su rostro en mi pecho.

— ¿Duele? — pregunto con ternura y ella solo asiente sin apartarse de mí.

Mierda, esto no será fácil.

— Ya, bonita. Ya pasará — acaricio su cabello hasta que la contracción pasa y volvemos a caminar.

Nos ponen en una habitación, pagué muchísimo dinero para que mis pequeños nacieran aquí así que estamos solos y todo es muy cómodo.

Lucas está fuera, Emma lo llamó de camino, recién había aterrizado su vuelo y se vino directo para aquí, así que ahora estará muy incómodo todo afuera, él y Matteo nunca pudieron resolver la tensión, pero ahora tendrán que hacerlo porque son los padrinos de los bebés. Tengo entendido que Lucas del niño y Matteo de la niña.

— ¿Necesitas algo? — le pregunto a Emma, quiero ser útil y a la vez no ser molesto y ya... no tengo idea de qué hacer.

Se hace a un lado en la camilla y me deja un espacio.

— Acuéstate conmigo, quiero tenerte cerca — me pide viendo el espacio vacío.

— Nos regañarán — miro a la puerta viendo si hay alguien por allí pero no hay nadie.

— Me vale, con todo el dinero que les diste puedes hacer popó en el suelo si quieres, solo ven — obvio no me negaré, haría lo que sea que me pidiera en este momento.

Me recuesto junto a ella con cuidado de no apretarla demasiado, pero ella se acurruca en mi pecho de inmediato.

Llevo la mano a mis bebés, la panza está muy dura, más de lo normal, está teniendo una contracción y solo se mantiene quieta con los ojos cerrados.

— Puedes quejarte, sé que duele, no necesitas ser la chica fuerte hoy.

— Estoy bien — murmura y la panza se afloja otra vez — Háblame, de lo que sea...

— Matteo tuvo que poner las sillitas en el auto, no pude hacerlo, los dedos no me funcionaban — ella se ríe, su risa siempre hace que yo sonría, es su superpoder.

— Ya ves que serán como yo, tenías todo tan organizado y estructurado que ellos quisieron ponerte loco desde ya naciendo fuera de fecha — eso me tiene preocupado, pero no se lo quiero decir. Aún falta un mes completo, eso no está bien, serán bebés muy pequeñitos y estoy asustado.

— ¿Recuerdas? Hace años, hablábamos en el jardín sobre el día que esto sucediera. Dijiste que querías que yo fuera tu final feliz, con Isabella.

— Claro que lo recuerdo — sonríe arrugando su nariz —, pero no es un final feliz, apenas comienza esto.

— Contigo, principio o final, de cualquier forma será feliz.

— Te amo, Gruñón.

Hace años no me llama así, me da nostalgia y ganas de llorar, pero no lo haré, no aún.

— También te amo, Mariposa.

— ¿Cuando llegan los chicos? — su voz suena cansada, pero dudo que pueda dormir con las contracciones.

— Llegarán pronto, al parecer tenían una fiesta en la playa, Dante y Frank son novios ahora y estaban celebrando.

Su sonrisa es tan dulce que no puedo contenerme y le doy un besito.

— Son tan lindos, me hubiese gustado estar ahí.

— Lo sé, también a mí. Pero estamos aquí, y pronto ya seremos cuatro.

Cuatro, de dos a cuatro es un gran salto.

No me asusta lo que suele asustarles a otros padres, Ámbar fue una muy buena maestra para todos en el cómo cuidar de un bebé, sé cambiar pañales, sé cómo bañarlos, sé qué hacer si se enferman. No me asusta la responsabilidad, he sido responsable por mis hermanos casi desde siempre.

Lo que me asusta es más profundo, me asusta el cambio, me asusta no saber si Emma y yo seguiremos siendo los mismos, me asusta que a partir de hoy nuestra felicidad estará en esas cuatro pequeñas manitos, me asusta no estar a la altura, me asusta no tener la fortaleza emocional para darles seguridad, me asusta que nunca tuve un padre, y no tengo ni idea de cual es la forma correcta de ser uno.

He observado mucho a Matteo este ultimo tiempo, es de los mejores padres que he conocido y no lo digo solo por ser su hermano, todo le sale tan natural, pero no creo ser capaz de eso y es lo que más me asusta.

Ayer, por ejemplo, Ámbar quería subir a un árbol. Matteo le dijo que era muy peligroso pero ella estaba convencida de que era capaz de hacerlo sin ayuda. Él fue dentro de la casa, buscó sus rodilleras, coderas y el casco de su bicicleta. Y simplemente la dejó hacerlo. Cuando le pregunte por qué la dejaba hacer algo tan peligroso su respuesta fue muy simple: "Sí ella se tiene tanta confianza ¿Quién soy yo para quitársela?" Obviamente estaba allí, con sus manos prontas para agarrarla si caía, pero Ámbar se fue a la cama esa noche sabiendo que su papá confía en sus capacidades tanto como ella misma.

¿Puedo hacer eso? ¿Puedo dejar de lado mis miedos para que ellos se sientan confiados? No sé de lo que soy capaz, pero la única certeza que tengo es que haré mi mejor esfuerzo, y que nunca, jamás les faltará amor.

Han pasado casi seis horas, las contracciones son cada tres minutos, tiene seis centímetros de dilatación y los médicos dicen que los bebés nacerán en alrededor de dos horas.

Dos horas más de dolor.

Mis hermanos y Liam llegaron hace horas ya, todos pasaron a verla y luego volvieron a salir.

Ver a Emma sufrir debe ser una de las peores torturas hacia mi persona que existen.

— ¿No le pueden dar algo para que no le duela? — le pregunto a una enfermera que vino a controlar que todo vaya bien.

— No, ella no quiere, tranquilo Noah, ya falta menos... — sonríe pero yo no quiero sonreír, que terca es Emma, no entiendo por qué no quiere la puta epidural.

Bueno, en realidad si entiendo, tiene riesgos y ella dice que puede manejar el dolor.

Otra contraccion llega, al parecer muy intensa porque sus ojos se llenan de lágrimas de pronto. Muerde su labio con fuerza, con la misma que estruja mi mano, está batallando para no mostrar su dolor, aunque ya le he dicho mil veces que no tiene que hacerlo. Ella sabe que si ella sufre yo sufro y quiere evitarlo.

— Mi amor, ya falta menos ¿Sí? Ya los tendremos aquí, veremos sus pequeñas naricitas y... — las lagrimas de dolor ruedan por sus mejillas y yo ya no puedo seguir hablando, también quiero llorar.

— ¿Por qué no sales un minuto y le pides a Emily que venga? — me pide pasando su mano por sus mejillas para limpiarlas — Ella sabe de esto... Yo...

Asiento, entiendo que quiera tener a su lado a alguien que ya conozca la experiencia, he leído que muchas mujeres quieren a su mamá, pero pues Emma no tiene mamá.

Salgo afuera y me desplomo en una silla de la sala de espera, le digo a Emily que entre y mis hermanos me rodean haciendo preguntas, yo solo quiero llorar.

— ¿Algo va mal? — pregunta Olivia muy preocupada.

— No, todo va bien solo es que... le duele, se está haciendo la dura pero... ya no puedo verla así, que nazcan de una vez — y estoy llorando, mierda, me siento un idiota.

— También lloré cuando Emily tenía contracciones, no es fácil verlas así, es como una lenta tortura, darías lo que fuera por aguantar el dolor por ella — me dice Matteo, y por fin siento que alguien me comprende.

— Creo que no tendré hijos — Olivia parece asustada, se sienta sobre las piernas de Liam que se ríe de su comentario.

— No quiero verte sufrir, tal vez podamos adoptar — la apoya sin dudarlo.

— Lo bueno de ser gay — se burla Dante que tiene a Frank dormido usando sus piernas como almohada.

Deben ser como las ocho de la mañana, nadie ha dormido en toda la noche.

Me quedo solo unos minutos afuera, no me gusta verla sufrir pero tampoco quiero dejarla sola así que tendré que aguantar.

Solo espero que el tiempo pase rápido y esto termine de una vez.

Ha pasado como una hora y media, el espacio entre contracciones es casi nulo y los médicos dicen que ya debería ir a cambiarme. No quiero dejarla sola pero no hay alternativa, los bebés nacerán en la misma sala que estábamos esperando así que solo voy a un compartimento que hay junto y me pongo todo el traje que me dieron, me veo gracioso. Me hacen lavarme las manos hasta los codos, y ya me dejan regresar con ella.

Emma parece aliviada de verme otra vez, toma mi mano con fuerza y los médicos le están pidiendo que puje.

¿Ya? ¿Ya nacerán? ¿Por qué nadie me lo dijo? Siento los latidos de mi corazón en mi pecho muy intensamente, todo sucede muy rápido, una de las enfermeras me jala del brazo para que lo vea salir, yo no quería ver, no me gusta la sangre pero ahora no puedo despegar mis ojos de allí.

Emma sujeta mi mano con tanta fuerza que podría quebrarme los dedos, pero aguanto, seguro que ella le duele más.

Su cabecita está fuera, es una cabecita muy pequeñita, y en un solo punto más saca su cuerpito completo. Creo que nunca he visto una cosita tan pequeñita en mi vida.

— Es una niñita — dice la partera elevándola en el aire y poniéndola sobre el pecho de Emma.

Su llanto agudo llena la habitación, y ya no contengo las lágrimas que hacían fuerza por salir.

Es una niñita, mi niñita, nuestra niñita.

— Es Isabella — Emma también está llorando, es la materialización de un sueño, no se imaginan cuántas noches nos desvelamos hablando de ella, de cómo sería su pequeño rostro, de cuántas cosas haríamos juntos, y ahora está aquí, tan pequeñita y hermosa.

Pronto la quitan de sus brazos y su rostro vuelve a contraerse con una contracción, me emocioné tanto viendo a la pequeña que olvide que aún tiene que salir el pequeño. Este requiere un poco más de esfuerzo, pero luego de unos minutos está fuera tambien. Es incluso más pequeñito que Isabella, lo ponen en el pecho de Emma y no podemos dejar de mirarlo.

— Es igualito a ti — murmura ella dejando un beso sobre su pequeñísima cabeza.

La enfermera me trae a la pequeña, de verdad es muy pequeña, la pone en mis brazos y siento que voy a derretirme de amor justo aquí.

— Hola bebé, soy papá — murmuro muy cerca de su pequeño rostro.

Ella sonríe, con sus ojitos cerrados, pero pronto hace un esfuerzo por abrirlos. Le hago sombra con mi mano para que la luz no sea molesta. Sus ojitos son gris claro, sé que cambiarán luego pero al parecer tendrá los ojos de su madre.

La amo, así solo por verla, es perfecta, es más de lo que pude soñar.

Se llevaron a Stéfano, así que le pasó a Isabella a Emma para que intente alimentarla y voy a verlo.

— Dos kilos ciento diez gramos — dice una enfermera a otra que registra los datos en una planilla.

Dos kilos, es una miniatura.

— ¿Quieres ponerle su ropa? — me dice alcanzandome el paquete cuidadosamente organizado por mí mismo.

Me da un poco de miedo, es demasiado pequeño, pero soy su papá y tendré que hacer esto cada día.

Se van para darme mi espacio y eso me hace sentir más cómodo, puedo hablar con mi pequeño tranquilamente.

— Eres actualmente el Romano más pequeño — su respuesta es un pequeño aleteo con sus manitas, que me hace sonreír —. Tu mamá es la mujer mas hermosa que he visto en mi vida, así que supongo que tu hermana será la única en el mundo capaz de superarla.

Levanto sus piernitas para ponerle el pañal, le queda un poco grande, así que busco el otro, que es para prematuros, puse de los dos por las dudas y estaba en lo cierto.

— Deberás estar listo para eso, a mí aún me cuesta, pero en algún punto se aprende que amar es dar libertad.

El pantaloncito no es difícil, pero si la camiseta porque hay que pasarla por su cabeza pequeñita. De todas formas lo logro.

— Afuera esperan tus tíos, están locos por conocerlos, seguro ya has escuchado sus voces y gritos cada día. Llegaste a una familia que casi nunca tiene paz, pero en la locura de nuestra vida conocerás lo que es el amor incondicional. Eres muy afortunado pequeño...

Lo tomo en brazos y junto su naricita con la mía ganandome una sonrisa, su primera sonrisa.

— Ambos lo somos.

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Hola gente bella ❤️

Awwwww 😍 Esto fue lindo, lo amé. Sé que podría perfectamente un extra de Tontas Promesas, pero como tenía muchos spoilers decidí dejarlo aquí mejor porque igual es congruente con la historia.

Hagamos un babyshower, dejen sus regalos para los miniRomanos aquí.

Los quiero ♥️

Besos, mil besitos 💋

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