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21. ¿Podrías confiar en mí?

Acción y calma. Jane podía sentirse segura en ambas, dependiendo la situación. No era una persona que sacaba lo mejor de sí bajo presión, se ponía nerviosa, la mente se le nublaba, por ende, se volvía más torpe de lo que era. No obstante, si manejaba la emergencia con conocimientos y respaldo, lograba salir victoriosa.

Le temía a lo desconocido, solía enfrascarse en su rutina para sentirse plena, hasta que se aburriese y cambiase el método. Le gustaba participar en intervenciones quirúrgicas rutinarias, pero a veces necesitaba de algunas excitantes que les hiciera actuar de inmediato.

De acuerdo a su turno, le tocaba atender a pacientes post operados. Sus funciones consistían principalmente en controlar los signos vitales, administrar medicamento, y brindar confort.

Arrastrando su coche cargado de materiales, se dirigió a su quinto paciente del día, un adulto mayor post operado por una fractura de cadera. Lo encontró absorto en la lectura de su periódico. El enfermero Park le había mencionado que era el paciente más difícil del momento, un gruñón incorregible.

Hizo una reverencia.

—Buenas tardes, soy la enfermera Jane Briceño —le saludó sosegadamente para no molestarlo—. ¿Cómo se siente?

A medida que el papel bajaba, contempló su rostro lleno de arrugas, sobre piel flácida. Aunque sus ojos se veían caídos, su mirada aún conservaba audacia. Se detuvo a mirarla de pies a cabeza.

—¿No hay otra enfermera? —preguntó en seco—. No quiero ser atendido por usted. Retírese.

Jane sintió un frío exasperante recorrer su cuerpo. Casi no conseguía reaccionar hasta que pudo emitir una palabra junto a un suspiro.

—¿Por qué? —preguntó temerosa.

—¿Tengo darle razones señorita? Solo no quiero ser atendido por usted y ya —bufó histérico—. ¿No hay suficientes enfermeras que contratan extranjeras?

Se le empezó a formar un irritante nudo en la garganta. El viejo la estaba rechazando abiertamente por no compartir la misma nacionalidad. ¿Cómo podía discriminarla así?

—No puede rescindir de mis servicios solo por mi nacionalidad. Puedo ser igual de competente que cualquier enfermera coreana. Vine hasta aquí para hacer mi maestría. No puede denigrar mi trabajo únicamente por sus convicciones primitivas.

La cara del viejo se puso roja, parecía una bomba a punto de estallar.

—¡No quiero que me atienda! ¡¿No lo entiende?! ¡¿Quién se cree para darme la contra?! ¡Pondré una queja para que la despidan y regrese a donde nunca debió salir!

Sus gritos captaron la atención del resto. Jane iba a meterse en problemas si contestaba, pero su gran bocota la iba a traicionar. Por suerte, el enfermero Park intervino a tiempo.

—Enfermera Briceño, por favor acompáñeme —le dijo colocando sus manos en los hombros para calmarla.

—Sí, llévesela —prosiguió el hombre—. Es demasiado testaruda.

Ella se giró hacia él encolerizada, pero su colega insistió en sacarla de allí lo antes posible. La llevó hasta la sala de descanso donde por fin pudo soltar las lágrimas que estaba reprimiendo. Odiaba llorar en momentos así, pero a veces era inevitable. Su atento colega le brindó un vaso de agua.

—Está bien enfermera Briceño, puede calmarse.

—Ese viejo está loco —soltó con la voz entrecortada.

La sonrisa bonita de su compañero la tranquilizó.

—Lamento que haya pasado por eso. Nuestros adultos mayores aquí suelen ser muy conservadores y tradicionales. Están demasiado arraigados al confucionismo.

—Me discriminó abiertamente.

El asintió.

—Nuevamente me disculpo por eso. No se preocupe, atenderé al paciente en su lugar. La dejaré un momento, si necesita algo, solo tiene que llamarme.

Afirmó sintiéndose sofocada.

—Muchas gracias, enfermero Park.

Comprendía el enamoramiento que tenía la residente Yoon por él. Además de guapo, era lindo y caballero. Si empezaban a salir, seguramente serían la pareja más linda del hospital, claro que sería tan linda como la pareja que podía formarse entre la jefa de enfermeras Oh y el doctor Kim.



A veces, por no decir casi siempre, se iba a casa con la enfermera Oh, ya que vivían en el mismo edificio. Ella manejaba siguiendo las reglas de tránsito, pero de vez en cuando se peleaba con algún impudente. Terminó de gritarle a una señora que se coló delante de ella en la avenida, para hacerle conversación.

—He oído que te has metido en un lío en la tarde, Jane.

—Fue culpa del viejo loco. Debería denunciar su discriminación.

—Jane, a veces me preocupa que pases demasiado tiempo conmigo y aprendas mis manías.

Rio. Era cierto, había aprendido muchas cosas de la enfermera Oh, pero también había aprendido a quedarse poco callada.

—Es injusto.

—Escucha Jane, el viejo loco como dices, es un conocido mío. No la ha pasado muy bien. ¿Sabes por qué repele tanto a los extranjeros? Porque su esposa fue una. Ella lo abandonó con dos hijos pequeños, regresó a norte américa con su amante. Él tuvo que hacerse cargo de los niños pasando muchas dificultades. Lo peor de todo es que a pesar de los años no la ha podido superar. Fue la única mujer que amó y odió en su vida. Se casó con ella pese a la oposición de su familia, pero ella le pagó mal. Me imagino que cada extranjera que ve le recuerda a ella.

La rabia que Jane había sentido hasta el momento se convirtió en compasión. Aunque no tenía culpa alguna de la desgracia del hombre, como enfermera debió ser más comprensiva. Había dejado que la ira la consumiera.

Encendiendo las luces, la enfermera Oh aparcó su vehículo en el estacionamiento. Entraron juntas al elevador.

—El viejo loco tiene sus razones, entonces —señaló Jane suspirando.

—Como ves. Tal vez sería bueno que intentes de manera más calmada platicar con él.

—De acuerdo.

El elevador llegó a su piso. Con una sonrisa se despidieron. Al acercarse a su puerta, se detuvo de golpe al identificar a su visitante. Iba vestido con un pantalón jean y una buzola. La cabeza cubierta con una gorra y una mascarilla.

—Jin —dijo llamando su atención.

Él levantó su mirada, lucía preocupado.

—Jane, ¿hice algo mal? —preguntó cabizbajo.

—¿Qué? —Miró a todos lados—. Espera, pasemos, pueden verte.

Lo jalo a su departamento asegurándose que no hubiese moros en la costa. Solo ahí él pudo quitarse sus accesorios de protección.

—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó preocupada.

—¿Estás molesta conmigo? ¿Cometí algún error?

—¿Por qué? —Frunció el ceño.

—No me has contactado en todo el día. Solo me dejaste un mensaje de "buenos días" y te desapareciste por completo. Te he dejado un montón de mensajes, pero los ignoraste todos.

—¿En serio? No los he visto. He estado demasiado ocupada, cariño. He tenido un día bastante ocupado.

—¿Has tenido algún problema?

Tardó en responder, pero terminó por negar. No quería contarle el momento incómodo que había pasado por la tarde.

—Todo está bien, solo que he estado muy ajetreada. En la mañana fui a la universidad y luego al hospital. No vi mi teléfono para nada. Mi bandeja debe estar llena.

Jin hizo un mohín de disgusto. Sus copiosas cejas se juntaron, mientras arrugó la nariz por medio segundo.

—Yo también estuve ocupado ensayando con el resto de miembros. Luego grabé un anuncio, y tuve una agobiante sesión de fotos, sin embargo, me tomé el tiempo para enviarte mensajes porque me importas. Pero tú no pudiste enviarme si quiera un puntito para saber que seguías con vida.

El mal día que había tenido desapareció al ver lo molesto que estaba. ¿Cómo podía verse tan guapo y tierno estando enfadado?

Sintiéndose culpable acortó la distancia para descansar la cabeza en su pecho acogedor, en tanto lo abrazaba con todas sus fuerzas.

—Lo siento mucho mi amor, no quise ignorar tus mensajes. No lo volveré a hacer, ¿de acuerdo? —Sin despegarse un centímetro, levantó la mirada—. ¿Me disculpas?

Seok Jin cerró los ojos, acompañado de una cálida sonrisa, mientras confirmaba su disculpa.

—No puedo estar molesto contigo por mucho tiempo. —Acarició su cabeza—. Pero solo dejaré de estar resentido si me besas.

Adoró su propuesta. Empinándose alcanzó su barbilla donde depositó un corto beso. Después descubrió el cielo al rozar sus pomposos labios.
Él tuvo que inclinarse para unir sus bocas de manera más íntima. La atrajo aún más cerca reposando ambas manos en su cintura.

Jane amaba sentir su labio inferior entre los suyos. Combinar sus respiraciones hasta que se hiciesen una sola. Amaba el calor de su boca, la forma en que se amoldaba y acogía a la suya.

Relajó una mano sobre su pecho, mientras con la otra le acarició el rostro, logrando así sacarle un suspiro.

Los dos se sumergieron en la sensación del momento. Jin se encadenó a la boca de Jane convirtiéndola en su dulce adicción. Acarició su tibio cuello ascendiendo un poco más arriba para profundizar el beso. Sentía la imperiosa necesidad de explorar dentro de su boca, de grabarla con su sentido y marcarla con su sabor. Vaciló un momento, pero dando rienda suelta a su deseo, decidió a ir más allá e introducir su lengua.

La tomó desprevenida, de modo que, ella retrocedió, pero no se separó. Decidió suavizar y calmarse un poco, continuó acariciándole la nuca para tranquilizarle; sus labios siguieron presionando contra los suyos, pero con menos fuerza.

Al notarla relajada, aprovechó la oportunidad para volver a introducir la lengua en su boca. Sus manos siguieron acariciándola, mientras sus labios se movían más rápido y con mayor intensidad.

Se deleitó con su paladar, con su lengua, con cada rincón de su boca.
Al darse cuenta que las sensaciones lo embriagaban hasta el punto que el instinto se hacía mayor que el raciocinio, se separó un poco para retroceder y mirarla. Le gustó como habían quedado sus labios, húmedos y rojizos por su culpa. Sensuales.

Ella finalizó el momento con un tierno beso en su mejilla. Satisfecha se dejó caer en el sofá y buscó su teléfono en su cartera.

—Quiero ver tus quinientos mensajes —dijo burlonamente.

Jin se sentó a su lado posando el brazo sobre sus hombros. Las orejas se le teñían de rojo cada que ella leía los mensajes. Le había mandado foto de su desayuno, luego una selfie con una expresión triste porque no respondía sus mensajes. A continuación, mensajes de preocupación y finalmente de enfado.

Jane tenía entendido que las parejas coreanas solían contactarse constantemente, pero en lo particular, no tenía esa costumbre, no era melosa ni conseguía expresar su cariño de manera abierta. Estaba tan acostumbrada a estar sola que se le había pasado estar pendiente de Jin.

—Eres tan malvada, ni siquiera abriste nuestro chat.

—¿Has escuchado sobre el apego evitativo? Me auto diagnostiqué eso gracias a un video de TikTok —expresó divertida—. Pero de verdad he estado ocupada. Se me pasó por completo.

Seok Jin fijó su concentración en el apodo con el cual ella lo había guardado.

—"¿Jin el guapo glotón?" —cuestionó ofendido—. ¿Cómo es posible que tengas guardado a tu novio así?

Jane se rio descaradamente.

—Observa, tengo a todos los chicos guardados con algo similar. —Le mostró el grupo que poseían en común.

Fue el turno de Jin de reír a carcajadas por los apodos.

—Mi favorito fue "Nam el destructor". —Terminó de reírse para agregar—: Ya no puedes tener mi contacto con ese apodo. Cámbialo.

—¿Tú cómo me tienes agregada?

La buscó en sus contactos. La tenía agregada como: "Mi linda muñeca".

—Eso solo se te puede ocurrir a ti Seok Jin —enunció riendo—. ¿Soy como una muñeca?

—Sí —contestó aguantándose la risa—, como la muñeca del "Juego del calamar".

—¡Oye! —Le golpeó juguetonamente, pero también terminó por reír.

Jin le quitó el celular para cambiar su contacto por sí mismo.

—¿Cómo debería guardarme? "¿Mi novio perfecto?" "¿Mi hermoso príncipe?" "¿Mi amor"? Me gusta cuando me llamas "mi amor". "¿El amor de mi vida?" "¿Jin oppa?".

Ella recuperó su teléfono.

—Ya sé. —Cambió el idioma del teclado y escribió: "Él"️.

—¿Qué quieren decir esas dos letras? —preguntó Jin, curioso.

—Quieren decir: Mi hermoso novio.

—¿De verdad? ¿Es alguna especie de abreviatura?

—Ajá —respondió mordiéndose el labio para no soltar una carcajada.

—Está bien, estoy de acuerdo. A apropósito, ¿cuándo le hablaremos a los chicos sobre nosotros?

—No lo sé. Tengo pena por sus reacciones. Esperemos un poco, ¿sí?

—Como tú quieras.


Jin espero a que Jane se durmiera para marcharse. Se moría por quedarse, pero ella aún no se lo había pedido. Recordó haber dormido junto a ella cuando habían salido a pescar, pero en ese entonces todavía la veía como amiga.

Manejó hasta su casa, pero a medida que avanzaba sentía los párpados pesados. En otras ocasiones a penas se liberaba del trabajo, corría hasta su casa o al departamento que compartía con los chicos, y se desplomaba en su sofá. No quería nada más que ver su cama luego de un día ajetreado, sin embargo, cuando se trataba de Jane, conseguía sacar fuerzas y energías de donde sea. Quería que ella jamás dudara del afecto que le tenía. De por sí solía ser desconfiada, quería que confiara completamente en él.

Los ensayos para el concierto que se avecinaba, eran frecuentes. Por suerte el trabajo junto a los chicos era más ligero. Tonteaban y ensayaban a la vez.

Aprovechó para escribirle a Jane en el descanso que les otorgaron, pero guardó su teléfono prontamente cuando Nam Joon se sentó a su lado.

—¿Has visto a Jane estos días? —le preguntó mientras secaba el sudor de su cabeza.

—Sí, ¿por qué?

—¿Cómo está? Ayer mi tío me comentó que Jane pasó por un mal momento en el hospital.

Se intrigó.

—¿Qué quieres decir?

—Un paciente la rechazó por ser extranjera.

Se quedó congelado por un momento.

—¿Qué? ¿En serio?

—Sí. Ella no se merecía eso. Nuestra sociedad cada vez es más lamentable... —continuó su discurso sobre las situaciones irracionales de la sociedad, como si estuviera dando un discurso en la ONU. Jin se puso en marcha—. Hyung, ¿a dónde vas?

Él ya no escuchó más. Se ofuscó con el hecho que Jane no le contara sobre lo que le había ocurrido, incluso cuando le preguntó si a lo mejor tuvo un mal momento. ¿Por qué tenía que ser de ese modo? Comprendía que ella fuese reservada con ciertas cosas, pero era su novio. Se suponía que debía confiar en él lo bueno y lo malo.

Decepcionado se pasó a recogerla para llevarla a caminar a la orilla del río Han. Uno de los ríos más grandes y concurridos de Corea. Había deseado pasear con ella desde hace tiempo, caminar tomados la mano, compartir una cena romántica, y besarla bajo la luz de la luna, escuchando el agua correr. No obstante, todo estaba saliendo mal. Ella hablaba y hablaba de una cosa y otra, pero en ningún momento llegaba a tocar el tema que deseaba escuchar de su propia boca. A medida que avanzaba la noche, Jin se tornaba más serio y silencioso. No podía negar que se sentía herido.

—...No dejaba de mandarle indirectas, las cuales el doctor Seo no captaba ninguna —continuaba contando Jane—. Entonces la doctora Cha se enfadó y le lanzó un guante a la cara. Fue gracioso y...

—Jane —la interrumpió Jin—, hace rato me estás contando de otras personas, quiero escuchar sobre ti. ¿Puedes contarme como te ha ido en estos días?

—¿Mmm? —Frunció el ceño—. Bueno, todo ha estado bien.

—¿No ha sucedido nada en concreto?

Rápidamente se le vino el suceso incómodo del día anterior; se sintió tentada a contarle, pero no quería traer de vuelta ese momento. Se consideraba una persona resiliente, no solía pensar demasiado en lo malo que le ocurría, era capaz de superarlo con rapidez. No quería que él la viera vulnerable ni sintiera lastima por lo que pasó, así que terminó por negar.

—No —respondió con marcada seguridad—, todo ha estado bien.

Jin dejó de caminar repentinamente, haciendo que ella también se detenga.

—Mientes —susurró fijando la mirada en el suelo—. ¿Vas seguir reservándote lo que te pasa?

Jane no sabía qué responder. No conseguía comprender del todo a qué se refería.

—¿De qué hablas?

Le tembló el pecho cuando él le otorgó una expresión cargada de disgusto.

—Estoy al tanto de lo que te ocurrió ayer en el hospital. ¿Por qué te lo guardaste? ¿Por qué fue difícil para ti platicarme de eso?

Quiso contraatacar, pero de su boca no salió más que aire. No tenía respuesta para eso. Siempre había sido así. Las cosas negativas que le ocurrían, prefería guardarlas en vez de contarlas.

—Jin...

—¿Por qué Jane? —preguntó con suavidad—. ¿No confías en mí lo suficiente para contarme tus problemas?

Se apresuró a negar.

—No es eso, es solo que no quería recordarlo.

—Siempre te guardas ese tipo de cosas, solo me platicas de lo bueno que te sucede. No está bien que te guardes lo malo Jane. Soy tu pareja, quiero compartir lo bueno, pero también lo malo. ¿Podrías confiar en mí?

Jane se mordió el labio.

—Sí lo hago, pero siempre he sido así Jin. He superado mis aflicciones sola. Me cuesta platicar de las cosas malas o tristes que me suceden. Odio que me vean llorar, no lo soporto.

Jin acortó la distancia para acariciar sus mejillas.

—No tienes que contarme todo cariño, pero quiero que entiendas que puedes contar conmigo para lo que necesites. Que deseo estar al tanto de tus problemas, de las cosas que te molestan y entristecen. Quiero que me consideres para este tipo de situaciones. Por favor no te guardes tus dificultades, ni luches sola, me tienes a mí.

Ella accedió en una promesa. No le sería fácil, pero lo intentaría. Ya era tiempo de finalizar su caminata sola, ahora contaba con él.

Recostó la cabeza en su pecho, donde encontraría siempre la misma paz. 

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