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2. Los sueños se hacen realidad.

Jane retrocedió de un brinco que casi le hace perder el equilibrio. Por suerte el doctor Kim le sostuvo, o habría hecho el ridículo frente a su amado idol.

—No lo vayas a violar —le advirtió riéndose mientras salía—. Es mi preciado sobrino.

Quiso desaparecer, ¿cómo se le ocurría hacerle ese comentario frente a él? Aunque ganas no le faltaba... Por suerte, la sonrisa amable de Nam le hizo tranquilizarse.

Conteniéndose las ganas de gritar y llorar a la misma vez, hizo una reverencia. Le parecía estar soñando, tal vez si estaba soñando... Qué cruel era su cerebro cuando dormía... ¿O no estaba soñando...?

Se paró como idiota por al menos un minuto, mirándole fijamente sin poder llegar a la conclusión de si era o no real.

—¿Es army? —preguntó él de repente.

Salió de su ensueño y se dio una cachetada mental. No podía seguir actuando como estúpida. Y sí, si era real. Ya tendría tiempo de gritar después.

—Adoro sus canciones —contestó nerviosa, casi tartamudeando—. Soy la enfermera Jane Briceño, un gusto.

—Jane Brisheño —repitió, tratando de pronunciar bien.

Quiso corregirle, pero se arrepintió al instante. ¡Por el cielo, era RM, podía pronunciar su apellido como bien le pareciese! Además, hablaba un poco ronco; recién salía de sala. Pobrecito, ¿qué le había pasado? Le hizo una inspección rápida y no tardó en fijarse en el yeso que le habían puesto en el pie. Se horrorizó, aun army no estaba al tanto de su condición.

—¿Qué le pasó? —preguntó conmovida.

Él le llevaba tres años; en su país podría tutearlo, pero ahí tenía que hablarle formalmente porque era mayor, y porque se acababan de conocer.

—Tuve un accidente con mi bicicleta. No fue demasiado grave, pero igual necesité de intervención quirúrgica.

Army se pondrá muy triste —se lamentó haciendo un puchero.

El gesto que Nam hizo, le permitió comprender que también estaba triste.

—Aun no deseo que army se entere, no quiero preocuparles.

—Se pondrán más tristes si se enteran por otros medios.

—¿Lo cree?

Asintió con templanza.

—Es cierto que no podemos hacer nada cuando ustedes se dañan —susurró conmocionada—, quisiéramos estar en su lugar, nos da impotencia, pero creemos que nuestras palabras de aliento y amor incondicional les levanta el ánimo.

—Claro que así es —aseguró agradecido—. Son nuestra mayor motivación.

El ambiente se tornó melancólico. Le entró ganas enormes de llorar, no solo por haberlo conocido, sino porque sabía que estaba en el lugar correcto, y que admiraba a personas grandiosas.

El resto del turno lo pasó extremadamente pendiente de él. Jamás había estado tan feliz de atender a un paciente VIP. En anteriores ocasiones en que le había tocado esa sala, hizo su trabajo sin ánimos y con cara de póker, en cambio con Nam Joon fue extrovertida y conversadora; claro que él había tenido mucho que ver, era bastante simpático y elocuente.

Nam estaba pendiente de todo, era muy curioso, y miraba con detenimiento cada procedimiento que ella hacía. Mientras le colocaba el antibiótico y analgésico por vía endovenosa, le preguntó sobre los medicamentos y sus efectos adversos.

También se interesó por su motivo de migración, y no tardó en preguntarle cómo se hizo army. Incluso le preguntó si su tío tenía alguna saliente en secreto ya que a su familia jamás presentó a nadie. Le contó que su tío estaba enamorado de su trabajo y era adicto a él, pero también le contó que lo shippeaba con la jefa de enfermeras. Nam Joon rio escandaloso y pidió conocer a la susodicha.

Estaba dispuesta a ayudarle con el papagayo urinario. Iba a ser la envidia de todas las armys... Claro y por supuesto que lo iba a hacer profesionalmente, pero él se avergonzó y prefirió que su tío le ayudara con eso.

Esperaba con ansias la visita de los demás miembros, estaba segura que los chicos visitarían a su líder, pero su turno estaba por culminar.

Después de las dos horas de monitoreo post anestésico, permitió la visita de su familia. Se mostró muy educada con ellos. Estaba agradecida con sus padres por haber procreado y educado a semejante hombre.

—Sus padres son muy agradables Nam Joon-ssi —le dijo.

El asintió sonriendo, a la vez que arrugaba la nariz.

—Mi madre es muy buena, pero también tiene un temperamento feroz. Es muy determinada.

Iba a contestarle que él también parecía ser determinado como ella, pero la jefa de enfermeras entró. Saludó cordialmente a Nam. Mientras, Jane aprovechó para decirle con señas que ella era la susodicha.

—¿No tienes que irte ya? —La enfermera Oh se giró hacia ella.

Miró su reloj, en una hora tenía clases en la universidad, pero no quería despegarse de su precioso idol.

—¿Ya tiene que irse? —cuestionó él.

Ella asintió haciendo un puchero.

—Espero que mi jefa me ponga más turnos aquí.

La enfermera Oh elevó una de sus curveadas cejas.

—Pensé que odiabas atender a pacientes VIP.

Le quemó las mejillas.

—He cambiado parcialmente de opinión.

Nam Joon sonrió. Esos hoyuelos que tenía eran su debilidad y, probablemente, de todo el fandom.

—Vete ya y entrégame el reporte —prosiguió su jefa.

Le obedeció y se despidió fervientemente de él, rogándole que por ningún motivo permitiera ser dado de alta mientras ella no volviese a tener un turno allí.

—Estudie mucho Jane-ssi —indicó él.

Asintió haciendo un corazón con los dedos. Casi salió suspirando de la habitación. Cerró la puerta con cuidado, y se mantuvo mirándola con ensoñación.

—Disculpe —pidió alguien detrás de ella—, esta es la habitación de Kim Nam Joon, ¿cierto?

Con desinterés se giró, para luego abrir sus ojos enormemente. El sujeto que había llamado su atención vestía de negro, llevaba una gorra sobre su cabeza, y un cubrebocas, pero a pesar que solo podía ver sus ojos, lo reconoció al instante, esos ojos felinos podía reconocerlos en cualquier circunstancia. Su bias wrecker estaba de pie frente a ella...

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