10: Final
CAPÍTULO 10.
FINAL.
JiMin estaba deprimido.
El rechazo era un tema sensible para un omega en su calor, pero el rechazo de un compañero era terrible para cualquier Omega y en la posición que fuera. Lo peor de todo el asunto, eran las ganas incontrolables de llorar y la incapacidad de la gente a su alrededor para entenderlo.
JiMin había sido rechazado, duramente. No podía demostrarlo porque todo el mundo tenía problemas ahora: una cláusula en el contrato poseía un error de redacción que alarmó al socio de la empresa que iba a firmar con ellos, su secretaria se cayó por las escaleras y sus empleados parecían pollos sin cabeza, incapaces de seguir sus órdenes por más que las repitiera.
Y sí, podía estarse muriendo por dentro, pero tenía un trabajo que hacer y respeto que mantener.
Así que hizo lo que le tocó hacer. Ignorando los sentimientos y tragándose la humillación.
-Ninguno de ustedes está prestando atención. -Le dijo a la multitud reunida a la mesa, a solas con su personal después de tomar una hora de descanso de las negociaciones. -Ninguno lo hace, ¿parezco pintado en la maldita pared? ¿por qué tengo que repetir dos veces las mismas putas cosas? ¿están sordos?
La gente amontonada se congeló, cada quien en su sitio y con esas miradas incrédulas en sus rostros. JiMin no decía groserías a su personal, nunca; pero ellos se lo habían ganado a pulso. Que pareciera débil no era una razón para aprovecharse y hacer lo que quisieran, como lo quisieran y cuando lo quisieran. Esa forma de comportarse era abusiva e irrespetuosa y JiMin no estaba de humor para toda esa mierda.
No podía usar la actitud pasivo-agresiva que acostumbraban los jefes en este momento. Estaba demasiado en el límite para juegos y manos de seda con gente desconsiderada que conseguía que su día se volviera más difícil, que todo el trabajo saliera mal.
Habían llegado al límite de su paciencia.
-¿Qué están haciendo que no los veo moviéndose? -Ladró. -Ya he dado órdenes.
El equipo se dispersó y comenzó a hacer su trabajo. Los chistes pararon, las miradas furtivas de burla también lo hicieron y todo el mundo se puso serio en sus puestos, profesionales.
El señor Yamada entró unos minutos después de la hora del almuerzo, con sus secretarios y asesores detrás de él. Las conversaciones tomaron un color distinto cuando JiMin plantó cara a las negociaciones y habló acerca de los impedimentos que Yamada probablemente estaba considerando de última hora. Recordó lo que eran los hombres de palabra y acabó con esto como una jodida masacre en Texas.
Cuando todo terminó, su chófer lo llevó de regreso al hotel y JiMin dió su última orden del día mientras caminaba por el lobby: -Me voy a Busan hoy.
Un beta, que estaba ocupando el rol de su asistente, abrió los ojos con sorpresa.
-Pero solo es media tarde, señor. Puede ir a descansar al hotel antes de tener que soportar el viaje devuelta.
-Que casualidad, no recuerdo haber preguntado que era mejor. -JiMin ironizó. -Prefiero volver a Busan lo más pronto que sea posible.
Quería abandonar Seúl. Esta ciudad solo había servido para romper su corazón en menos de un día y dejar una mancha agria en sus memorias; para lastimar a su Omega.
Era la caída más fatal que había tenido y dudaba que fuera a levantarse pronto.
-Lo que usted ordene, señor. -El beta anotó algo en la tablet entre sus brazos, posiblemente alguna manera de hacer que regresara a su hogar.
Hogar.
La palabra era tan grande. No había nada que pudiera llenarla.
JiMin suspiró, sintiéndose derrotado. Caminó al ascensor más rápido, con todo el maldito séquito que cualquier jefe de compañía tenía pisándole los talones; ¿por qué esta gente no podía desaparecer? ¿por qué no podían dejarlo solo? Estaba harto de escuchar sus pisadas tras él, de ver sus caras.
Deseaba un momento a solas para lamer sus heridas, ¿era tan difícil de entender?
Joder.
-¡JiMin!
JiMin miró hacia el lugar desde donde era gritado su nombre, confundido por el barullo. Su séquito se removió incómodo y se enroscaron a su alrededor, evitando al alfa extraño llegar a tocarlo. Entonces, finalmente les agradecía por algo. Ellos estaban haciendo una barrera protectora y era el mismo tipo de refuerzo que intentaba levantar delante de su corazón aún inocente, para no ofrecerle falsas esperanzas.
Pero Kim SeokJin era más irresistible a las luz del día, exhalando alientos rápidos y agotados, de lo que lo había sido al amparo de la noche o esa misma madrugada, cuando lo rechazó y acusó.
Simplemente, JiMin no estaba listo para enfrentarlo.
-¿Podemos hablar? De verdad necesito hablar contigo. -SeokJin trató de acercarse un paso, pero por cada uno de ellos, su equipo se alejaba dos y él los seguía. -JiMin, por favor.
-Señor, ¿conoce a este hombre?
JiMin observó a SeokJin a los ojos cuando respondió: -No, no lo hago.
El corazón que el alfa había traído en las manos se agrietaba, pero él no se rindió.
-Por favor, te lo ruego. Me equivoqué, dije las cosas mal.
Las dijo y las hizo.
Irse después de una discusión, tras decirle que lo había seducido, fue un puñetazo duro en las costillas. JiMin sabía que era verdad, que se había tirado a sus brazos, pero SeokJin podría haber tenido compasión y rechazarlo antes de joderlo.
Él no lo había hecho.
Usó su cuerpo como si lo amara, le dió seguridad y después la había destrozado. Clavó un puñal detrás de otro.
¿Cómo se suponía que podía perdonarlo? Su Omega estaba profundamente herido, su ser humano también.
-Dije que no te conozco. -JiMin escupió a través del nudo en su garganta. -Vete.
-JiMin, por favor. Por favor, déjame decirte esto al menos. -SeokJin le estaba rogando. -Perdón, lo siento jodidamente tanto. Sé que te ofendí, que lo que dije fue muy bajo y lo lamento muchísimo. Yo- no pensé bien lo que quería decir, te juro que no estaba en mí insinuar que tú... -Miró toda la gente alrededor y tragó incómodamente por su garganta. -Ya sabes, lo sabes. Nunca fue mi intención.
JiMin lo vio retorcerse en su sitio, como si todo esto le hiciera sentirse estúpido y avergonzado, pero necesitara desesperadamente sacarlo de su cabeza. También estaba la incertidumbre en sus ojos, la minúscula gota de esperanza que centellaba y la cruda ansiedad representándose en sus gestos.
Cerró los ojos, sobándose el puente de la nariz. -¿Por qué viniste aquí? ¿Por qué has hecho eso?
SeokJin se detuvo, luciendo un poco perdido.
-Porque necesito la oportunidad. Porque te necesito. -Fue su respuesta.
Te necesito.
JiMin se derritió como un estúpido. ¿Cómo podía estarse fallando de esta manera a sí mismo? Algunas palabras bonitas no deberían ser suficientes para poder aliviar todo el daño.
¿Por qué lo hacían, entonces?
-JiMin, escucha. -SeokJin se atragantó con las palabras antes de decirlas y bufó de frustración. -¿Será que todos ustedes pueden irse? Mierda, me ponen jodidamente nervioso.
Su equipo giró a verlo, esperando una respuesta y JiMin abrió los ojos y balanceó una preocupada mano hacia ellos, pidiéndoles que se retiraran. La multitud no lo pensó dos veces, dispersándose y desapareciendo tan rápido que JiMin tuvo que preguntarse qué tan malo había sido su humor el día de hoy como para que todos ellos estuvieran desesperados por alejarse de él.
Bueno, mierda. ¿Quizás se había pasado con el modo ogro?
-JiMin. -Sintió al hombre acercarse más de lo que pudo verlo. -Lo siento. Bebé, lo lamento.
-No me llames así, no lo hagas. -Le susurró. -¿Sabes lo decepcionante que fue ver qué te habías ido? Ni siquiera consideraste- ni por un segundo, pensaste en arreglarlo.
SeokJin suspiró. -Pensé que era lo mejor. Para este momento, ya debiste haberte dado cuenta de que vengo de un servicio de baja categoría, además trabajo como sustituto. ¿Qué tengo para ofrecer, JiMin? -Sacudió la cabeza con desesperación. -Esto es una locura, ¿lo entiendes? Nos conocemos desde hace menos de 24 horas.
-Si es tan descabellado, ¿qué haces aquí? ¿por qué quieres hacer esto ahora?
-¿Crees que lo sé? ¿Crees que tengo una maldita razón de porque parece la mejor idea que he tenido? -SeokJin le preguntó. -Solo sé que no puedo darte ni la Luna ni las estrellas, pero quiero saber si podemos alcanzarlas juntos. Lo necesito, te necesito. No puedo dejar escapar esta oportunidad.
JiMin también necesitaba la oportunidad; su Omega estaba cansado de luchar. ¿Qué estaba ganando, de todos modos? ¿Qué obtenía de rechazar a su compañero?
No podía hacer esto por siempre. Estaba siendo un perdedor absoluto en esto de mantener rencores, pero no era capaz de rechazar al hombre que estaba de pie frente a él, temblando como una hoja de papel lanzada al viento. No podía hacerlo, no podía darse la vuelta y regresar a Busan con un corazón roto que había tenido una solución.
Él quería a este tipo, ¿qué más podía hacer contra ello? Negarlo no haría que el sentimiento desapareciera.
Las murallas rodeando su corazón cayeron.
-Yo también te necesito. -Aseguró, al borde de un día de mierda. -Pero si vuelves a decirme una cosa como esa te voy a patear en donde más te va a doler, te lo prometo.
-Prometo que no lo haré. Te lo juro.
JiMin le sonrió. -Eso es lo que deseaba oír, ahora ven aquí y abrázame, idiota. Estoy cansado, me duele todo. Te necesito conmigo.
SeokJin se abrió paso a través de su boca, mientras sus brazos se enroscaban alrededor de su cuerpo y lo estrechaba fuertemente contra él.
Nunca lo soltó de nuevo.
FIN.
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