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Epílogo V-Hope


El calor abrasador dejaba mis energías por los suelos, sí, incluso yo podía quedarme sin energías. TaeHyung me puso un ventilador frente a mis narices alegando que el aire acondicionado se había estropeado. Llevaba ya como unas dos botellas de litro tomadas y aunque ahora me dolía la barriga, aliviaba el calor que hacía en un pleno agosto.

— ¡Tú! — Sentí una patada en mi pierna y tras quejarme por el dolor miré al renacuajo que no paraba de apuñalarme con la mirada desde que llegué a esta casa. — Mi hermano dice que vayas a la cocina.

— ¡ChinHwa!, no seas así. — Empujó a su malhumorado hermano gemelo y sonrió inocentemente para mí. — Perdónale.

— No te preocupes, ChinMae, no me dolió. — Le sonreí devuelta a la vez que me ponía en pie y le lanzaba una mala mirada a su hermano antes de caminar hasta la cocina. — Tu hermano me odia. — Dije nada más ver a Tae en la cocina.

— ¿ChinMae?, pero si es muy bueno.

— No, el otro.

— Bueno, ahí no puedo decir lo mismo. — Rio ladeando su cabeza y apoyé la mía en su hombro para ver que hacía. — Te gusta la pizza, ¿no? — Asentí. — Bien, porque es lo único que sé hacer. — Se giró un poco sin tocarme, ya que sus manos estaban manchadas con salsa de tomate. — Siento no ser un Jin que pueda cocinar cosas deliciosas. — Elevé mis cejas y reí a carcajadas por su comentario tan fuera de lugar. No supe que pensó para que me soltara eso, pero él no tenía que ser Jin u otro cualquiera, sólo ser él mismo.

— Nadie es mejor que mi TaeTae, ya sepa cocinar, construir una casa o volar sin paracaídas.

— Si vuelas sin paracaídas te matas...

— Tae, no te centres en eso. Lo que quiero decirte es que eres perfecto para mí, tal y como eres, no quiero que seas diferente.

— Ou, Hobi. — Ignorando sus manos las paso por mi cuello y depositó un sonoro beso en mis labios. — Te amo mucho.

— Y yo a ti. — Aproveché que sonrió para meter mi lengua y dar paso a un beso más fogoso.

— Agh, que asco, por favor. — TaeHyung y yo nos separamos nerviosos y miramos en dirección a la puerta donde estaban los gemelos mirando. Uno con una mueca que demostraba su total desagrado hacia nosotros y el otro con el rostro ruborizado y medio tapado por su hermano.

— ¡Fuera de aquí! — Gritó Tae ordenándoles que se fueran, pero ninguno de los dos se movió de su sitio. — ¿Estáis sordos? — ChinHwa rio y eso fue lo que provoco que Tae se encendiera y corriera detrás de ellos con el mazo de amasar en alto. — ¡¡Nadie se ríe en mi cara!! ¡¡Y menos mocosos como vosotros!!

Apoyé mi cuerpo en el marco de la puerta, viendo como los dos gemelos saltaban por los sofás intentando huir de su hermano mayor, quien daba golpes al aire con el mazo y saltaba igual que ellos por todos lados; intentado atraparlos, digo intentando porque los mocosos eran más ágiles y se escapaban fácilmente del castaño.

— Terminaré la pizza. — Dije aún sabiendo que nadie me oiría, pues esos se llevarían un buen rato así hasta que quedaran cansados.

Las vacaciones me la pasaba con Tae todo el tiempo, ya sea en mi casa, en la cafetería, en su casa, en mi parcela o con YoonGi; el único libre entre los chicos. NamJoon y Jin habían ido a Manhattan a resolver algunos asuntos, Jimin y JungKook estaban demasiado ocupados, sino estaban encerrados en el apartamento, estaban de psicólogos o médicos; muy pocas veces los había visto en estos cinco meses, y por último YoonGi, quién había comenzado a salir con Zico; por muy extraño que suene. A veces cuando quedábamos con él lo traía, y debía admitir que después de todo era un buen tipo.

— Tae. — Lo llamé y éste después de meterse una buena cucharada de helado en la boca me miró. — ¿Sabías que el padre de NamJoon tenía negocios con el padre de JungKook?

— ¿Quég? — Dejó caer un poco de helado en su camiseta y varias gotas cayeron por su barbilla. — ¿Esoj dosh tragaban guntos? ¡oh poh diog! — Dejó la tarrina de helado en la pequeña mesita.

— ¿Has dicho tragaban? — Él negó limpiando su camiseta con una servilleta de papel y terminó de tragar todo el helado que aún tenía en la boca. Llevé mi mano a su mentón y con mi pulgar limpié todo resto de helado que cayó. — Está bueno. — Lamí mi dedo saboreando el sabor a vainilla.

Tae al verme hacerlo cogió la tarrina de nuevo y me la extendió. — ¿Quieres más?

— ¿Qué insinúas?

— N-nada. — Sonreí de medio lado, metí el dedo en la tarrina y me lo llevé a la boca. TaeHyung volvió a quedarse embobado, con la boca entreabierta y sin perderse ningún detalle de mis gestos, observando sin reparos como lamía mi dedo.

— Tae están tus hermanos en casa.

— ¿Q-qué quieres decir? — Lo vi tragar saliva y pasé mi mano por su pierna, deslizándola hacia arriba hasta tocar su miembro, que tal y como me imaginaba estaba erecto. — Ah-ah... Hobi.

— A veces tu inocencia te traiciona. — Abrí sus piernas y me puse entre ellas obligándolo a echarse para atrás y que su espalda chocara con la pared. — Eres todo un chico inocente, pero de tu subconsciente no podría decir lo mismo.

— Es que...

— ¿Vas a excusarte? — Reí y él abultó su labio inferior sin saber que decir. Lo agarré entre los míos y cerrando sus ojos se dejó llevar por el beso tan necesitado que teníamos. Era dulce, con el sabor de la vainilla recorriendo por nuestras cavidades. — Hagámoslo. — Le pedí aún sabiendo que no estábamos solos y que un par de chicos traviesos de 12 años podrían entrar en cualquier momento.

— ¿Y si entran mis hermanos? No quiero crearles un trauma.

— Por eso hay que tener pestillo en el cuarto.

— Pero no tengo.

— Entonces corramos el riesgo. — Atacando de nuevo sus labios metí mis manos bajo su camiseta, acariciando su cintura y bajando para desabrochar su pantalón y que mi mano pudiera entrar libremente . — Será rápido. — Tal y como dije comencé a masturbar su miembro mientras que él sacaba mi camiseta. Lo haríamos rápido, sin que nadie tuviera que enterarse o eso es lo que quería si de pronto no hubiesen abierto la puerta y nos pillaran con las manos en sitios indebidos.

— ChinMae... — El pobre chico estaba bajo el marco de la puerta con la cara desencajada. TaeHyung se apartó y comenzó a balbucear cosas sin sentido en dirección a su hermano pequeño. — Esto... s-sólo... es-estab...

— Ya sé lo que hacíais. — El chico sacudió su cabeza intentando borrar la imagen que debió de quedársele guardada. — Es traumático..., pero tengo 12 años, no soy idiota. Dad gracias a que fui yo quien os pilló y no ChinHwa. — Que gran razón tenía. ChinHwa a comparación a su gemelo era demasiado irritable, no había cosa por la que no se molestara, muy diferente a ChinMae, quién era un chico bastante amable y humilde; como la noche y el día. — Al menos id al baño. — Negó con la cabeza y desapareció de la habitación.

TaeHyung y yo nos miramos por unos segundos y sin pensármelo dos veces agarré sus piernas, le indiqué que las enroscara en mi cintura y en peso me lo llevé hasta el citado baño, donde lo acorralé contra la puerta y me quedé mirándola.

— Aquí tampoco hay pestillo. — Me quejé y algo pensativo intenté buscar una solución, pero mis ganas me ganaron. — Bueno, no creo que entren. — Dije mordiendo mi labio y pegándolos a su cuello.

— ¿Y si lo hacen?

— ...

— ...

— Bien, seguiremos con la idea de hacerlo rápido. — Cuando pensé que podría disfrutar de más tiempo con su cuerpo, las palabras de Tae me trajeron a la cruda realidad. Seguíamos con niños en la casa y hacerlo no estaría bien, ya dejamos a uno casi traumado, dos era un precio alto.

Dejé de cargarlo y bajé su pantalón y bóxer como pude, ni siquiera los saqué del todo. Le di la vuelta y bajé ahora mis ropas. Me pegué a su cuerpo acariciando su espalda por debajo de la tela y las detuve en sus nalgas, las cuales agarré fuerte y él gimió al sentirlo.

— Nunca lo hemos hecho así. — Comentó y era verdad, nunca habíamos llegado a tener tanta prisa y menos hacerlo tal y como lo estábamos apunto de hacer.

— ¿Quieres que lo haga de otra forma? — Susurré en su oído con mi cuerpo tan pegado al suyo que mi miembro quedaba apresado entre sus nalgas.

— No..., me gusta, hazlo. — Con su cabeza ladeada besé esos labios rojos de tantas mordidas que se daba él mismo por acallar sus propios gemidos.

Me puse de rodillas y separando sus nalgas llevé mi lengua a su entrada. Su cuerpo al notarlo soltó un espasmo, chocándose así contra la puerta y produciendo un ruido que no debíamos hacer. TaeHyung pidió disculpas y se llevó una mano a la boca para que su respiración, algo fuerte, no se hiciera tan notable.

Lubriqué su entrada con mi saliva directamente de mi boca, introduciendo un poco la punta de mi lengua. No supe si fue suficiente, pero el tiempo corría en nuestra contra y no me arriesgaría a que tuviéramos que quedarnos a medias. Volví a levantarme y agarrando mi miembro metí la punta. Vi como su cara se arrugaba por la intromisión, por lo que se me ocurrió besar su cuello mientras terminaba por meterlo todo.

Lo embestí suavemente, procurando no hacerle daño, pues aunque pudieran pillarnos en cualquier momento no era razón suficiente para hacerle daño; es lo que menos quería. Cuando su rostro dejó de producir arrugas y cambiarlas por una sensual mueca de placer, aceleré mis estocadas, llegando hasta el fondo, donde al tocar un punto culminante para él, dejó escapar gemidos que ni sus manos podían acallar.

— Más..., más... — Pidió dejando deslizarse un poco y que su culo se levantara levemente, dándome más facilidad de entrar y salir cómodamente. — A-ahí..., más fuert-te.

Me agarré de sus caderas terminando de dar las últimas embestidas más duras y profundas que causaron que ambos nos corriéramos casi a la par. Se dejó de tapar la boca y soltó un fuerte gemido gritando mi nombre en el proceso. Rápidamente tapé su boca y cuando se dio cuenta, él mismo sacó mi miembro y dándose la vuelta pegó de nuevo su espalda a la puerta.

— ¿C-crees que me habrán oído? — Dijo algo preocupado.

— Sería difícil que no lo hicieran. — Reí cerca de su cuello para luego besarlo delicadamente y crear un camino hasta sus labios. — Deberíamos salir antes de que entren uno de tus hermanos. — Tae asintió aún preocupado.

Nos limpiamos lo más rápido posible, abrí la puerta silenciosamente y cogiendo la mano de Tae, empezamos a salir del baño, pero inevitablemente salir sigilosos no sirvió de nada, los dos chicos estaban frente a nosotros, cada uno mirándonos de diferentes formas.

— Que asco. — Comentó ChinHwa que produjo un sonido desagradable y su gemelo tapó sus ojos y se lo llevó con él.

Tae y yo nos miramos unos segundos, luego volvimos a la habitación, donde pude ponerme la camiseta y me senté en el suelo junto a Tae. Volvimos a mirarnos y soltamos un suspiro lamentable.

— Soy un hermano horrible.

— Soy un cuñado horrible.


[...]

Los años pasaron, muchas cosas ocurrieron, entre ellas la muerte de Liu, quién nos dejó meses después de que llegara a Corea. Su vida no la pudo extender más y preparada para aceptarlo, llegó. Siempre guardé buenos recuerdos de ella, pues a pesar de su salud se encargó de que sus seres queridos puedan sonreír y no llorar al recordarla.

El ex-jefe de TaeHyung, Murayama, fue demandado y ahora estaba en una serie de juicios que no tenían pinta de acabar muy bien. Y me alegraba.

Casi todos ya habíamos terminado nuestros estudios, menos JungKook, quién cursaba su último año y se sentía muy solo de estar en la escuela sin ninguno de nosotros, pero Jimin siempre hacía lo posible para estar con él y pasar todo el tiempo posible juntos.

Jimin y yo ahora que teníamos trabajo llegamos al acuerdo de arreglar mi parcela, bueno nuestra parcela, ya que mis padres nos la dejó a los dos. Con el tiempo nos dedicamos a mejorarla y a darle vida. La pequeña casa fue completamente restaurada; incluso agrandada. El césped que tanto nos costó que creciera, ahora ya estaba lo bastante crecido como para sentirnos orgullosos por el esfuerzo que le echamos. Nos deshicimos de toda la chatarra y basura que había, e incluso compramos una piscina desmontable.

Era un mes de julio cuando JungKook, nada más recibir sus vacaciones de verano, nos vinimos todos a la parcela, donde pretendíamos quedarnos bastante tiempo; hasta cansarnos, palabras textuales de TaeHyung. Es por eso que ahora me encontraba bajo el sol abrasador e hinchando una de las colchonetas para luego usarla en la piscina.

Jin y NamJoon preparaban la barbacoa, robando trozos de carne sin que los demás los viéramos, era tonto porque claramente yo los estaba viendo desde mi posición. TaeHyung colocaba la mesa mirando cada detalle para que no faltara nada y que la cantidad fuera correcta; siempre solía olvidarse de alguno de nosotros o no contar bien. Zico y YoonGi colocaban todo lo que habían comprado en la tienda y JungKook y Jimin, quienes estaban dentro de la casa con ellos, preparaban las camas para la noche.

Los risas que salían de esa casa se escuchaban por todo el lugar y tuve que dejar lo que hacía para entrar y llamarles la atención, porque tal y como me imaginaba, estaban jugando.

— ¡¿Queréis vosotros hinchar las colchonetas?! — Grité a todo pulmón y me gané todas sus miradas. — ¡Jimin! ¡Tienes 24 años, no seas crío!

— ¡Oye!, ¿por qué me llamas la atención a mí cuando hay dos más mayores que yo aquí? — Se quejó señalando a los dos chicos que disimuladamente salieron de la casa. — ¡Hey!

— Bueno yo iré a ayudar a mamá Jin. — Dijo JungKook, dejando la almohada que momentos antes estampaba en la cara de Jimin, y salió corriendo.

— ¿Kookie? ¡Kookie! Será traidor...

— Las camas o hinchas tú las colchonetas. — Le advertí y rodó los ojos.

— Déjame ir por Kookie al menos. — Me hice a un lado y salió corriendo detrás del pelinegro. A la misma vez entró TaeHyung, quién se ganó un pequeño empujón por parte del otro.

— Que bruto. — Dijo llegando hasta a mí y yo le rodeé la cintura con mis brazos. 

— No quiero hinchar más colchonetas. — Hice un puchero y Tae atrapó mis labios con sus dedos y tiró de ellos. — Hey, duele. — Rio y me besó.

— ¿Mejor?

— Mucho. Tae, ¿qué tal si preparamos nosotros las camas?

— ¿No lo iban a hacer Jimin y JungKook? — Frunció el entrecejo y miró las camas sin hacer aún.

— Ajá, pero podemos hacerlas nosotros. — Me miró con una ceja levantada y una leve sonrisa en su rostro.

— ¿Hacerla o deshacerla aún más?

— Vale, me pillaste. — Ambos reímos y volvimos a sellar nuestros labios en un dulce beso.

Con el tiempo hemos conseguido encontrar nuestra propia felicidad, pero no sabemos cuando puedan volver a arruinarla. A pesar de ello, lo que tenemos seguro es que ante las adversidades nos mantendremos unidos y afrontaremos todo aquello que venga.

Nadie volverá a arruinarnos la vida.


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