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Capítulo Especial 2


CAPÍTULO ESPECIAL 2: KIM TAEHYUNG


Tan solo tenía 10 años y ya me había mudado unas siete veces de casa. Después de que mi padre muriera, mi madre tuvo que buscar trabajo, pero por su inexperiencia y falta de estudios era difícil que la contrataran, es por eso que tuvimos que ir de alquiler en alquiler e ir buscando el más barato posible.

Cuando cumplí 11 años contrataron a mi madre en una pequeña empresa y las cosas mejoraron un poco, pudimos comprar una pequeña y humilde casa.

Soy hermano mayor de dos pequeñajos gemelos que para tener unas lindas caritas eran unos auténticos demonios, ambos tenían 5 años, pero para cuando mi padre murió sólo tenían 2 añitos. A veces me ponía triste pensar que no recordaran a nuestro padre, era un hombre humilde y bondadoso, nos quería mucho a todos.

Era un lunes y mi madre trabajaba toda la semana, y adivinad quién tenía que cuidar de los renacuajos.

— ¡Baja de ahí, ChinHwa! — Gritaba a mi hermano que se había subido a la mesa para saltar.

— ¡¡ChinMae, eso no se coge!! — Grité a mi otro hermano que tenía cogido en sus débiles brazos un jarrón más grande que su cabeza.

El estallido de la porcelana caer al suelo y rompiéndose en pedazos hizo que soltara a ChinHwa y fuera corriendo a mi otro hermano que había roto en llanto.

— ¿Estás bien?, ¿te hiciste algo? — Inspeccioné sus manos en busca de algún corte, pero no vi nada. Suspiré aliviado y lo cargué en brazos hasta el sofá. — Tranquilo, ChinMae.

Acaricié su cabecita hasta que se relajó, llamé al otro algo enfadado por ver como lo había vuelto a pillar intentando subir de nuevo a la mesa. Vino hasta mí y los dejé a ambos sentados, les puse la televisión y como si los hubieran hipnotizado se quedaron callados y tranquilos.

Fui a recoger el estropicio y me senté algo cansado junto a mis hermanos.

"Ser hermano mayor es difícil"


Cuatro años más tarde.

Nuevo año de escuela, y como todos los años me sentía confiado. Después de haber estado en tantos, eso de hacer amigos lo tenía más que aprendido.

"Fácil"

Mis nuevos compañeros eran algo aburridos a excepción de los que ya conocía, pero a decir verdad sus hormonas se habían apiadado de ellos porque no hablaban de otra cosa que no fueran chicas y a mí me resultaba aburrido. Hace unos años descubrí que me gustaban los chicos, el como lo descubrí fue algo gracioso. Había pillado a un chico salir de las duchas del gimnasio de la escuela y me había quedado de piedra después de ver semejante belleza, por supuesto luego estuve rondándole todo el tiempo, me gustaba y quería saber si él sentía lo mismo. Como era de esperar el chico era heterosexual así que me llevé el mayor chasco de mi vida.

Paseé por los pasillos de la escuela hasta que alguien llamó mi atención, me asomé a una clase que en mi vida había entrado y allí estaba, un chico con una cara angelical que me hizo sonreír de ternura. Sin pensarlo entré ganándome algunas miradas de chicos que habían allí. Me senté a su lado, pero éste me ignoró por completo.

— ¡Hola! — Le dije, mostrándole mi mejor sonrisa.

Sonrisa que ignoró, ni siquiera se limitó a mirarme. Me quedé observándole un buen rato, esperando algún gesto, pero nada de nada. Tenía la mirada perdida, como si no estuviera en la clase.

— ¿Estás bien? — Le pregunté algo preocupado. No lo conocía, pero no me hacía falta conocer a una persona para preocuparme.

Incómodo silencio que sólo yo sentí. Los chicos que estaban detrás nuestra llamaron mi atención y los miré interrogativo.

— Estás perdiendo el tiempo. Nunca habla. — ¿Nunca habla?, eso era imposible.

— ¿Por qué? — Pregunté algo curioso.

— No lo sé, es un bicho raro. — Rio y sus compañeros lo siguieron.

— No está bien reírse de los demás. — Les regañé, sabían que era mayor que ellos por eso callaron y siguieron a lo suyo.

"Chicos como estos no los soporto" "Espero no tengan nada que ver con que el chico esté así porque les doy tal tirón de orejas que las mías quedaran diminutas al lado de las suyas"


[...]

Pasé cada día por la clase del misterioso chico que se negaba a dirigirme la palabra. Después de un par de semanas conseguí que me mirara, pero no que hablara.

"Todo se consigue con esfuerzo", me animé.

Un mes necesité para que me dijera un simple "hola", creo que hasta se me saltaron las lágrimas al conseguirlo, suena exagerado pero cuando llevas un mes para que alguien te hable, no lo es. Poco a poco articulaba más palabras, hasta pude saber su nombre, JungKook. Sabía que podía saberlo por sus compañeros, pero yo quería escucharlo de su boca.

Estuve tres meses de continuo acoso hacia el pequeño, algunas veces me daba miedo por si se atrevía a darme una paliza de lo harto que lo tenía, pero mi gran esfuerzo dio sus frutos y con el tiempo se acostumbró a mi pesadez, incluso diría que le encantaba. Era tan achuchable, podría pasarme las veinticuatro horas abrazándolo, pero igual la gente pensaría que lo acoso.

— ¿Vendrás hoy a mi casa? — Pregunté a mi ahora amigo, mientras caminábamos de camino a casa.

— ¡Claro!, allí estaré a la misma hora de siempre. — Me sonrió.

"Es difícil pensar que este niño unos meses atrás apenas pestañeaba"

Unas horas más tarde JungKook llegó a mi casa y después de que mi madre estuviera diez minutos abrazándolo, "es que nadie puede resistirse", fuimos a jugar videojuegos.

— ¡Gané de nuevo! — JungKook saltó un grito de victoria.

— ¡Eres el mejor! — Gritó a su vez ChinMae.

— ¡Juega conmigo! — ChinHwa se tiró en su regazo y ChinMae lo siguió también, aplastando al pobre de JungKook.

— Oye, que existo...

"Vaya hermanos que tengo" "Los llevo cuidando desde que eran unos mocos y mira como me lo pagan"

— ¡¡Fuera de mi habitación!! — Grité a todo pulmón y los dos enanos corrieron asustados. — Al fin se fueron... — Suspiré.

— Son divertidos.

— Cuídalos toda tu vida y luego me dices. — Mi voz sonó agotada recordando cada segundo de mi vida haciendo de niñero.

Rio por mi comentario y se tiró encima mío a hacerme cosquillas, imitando la voz de un niño de 3 años. Sabía que eso me molestaba, pero siempre olvidaba que en guerra de cosquillas yo siempre ganaba y ahora era yo quien estaba encima suyo.

— ¿Qué te ha pasado? — Entre cosquillas, casi lo desnudé y vi marcas algo moradas y amarillentas en su hombro y parte superior de su pecho.

— Nada. — Su expresión cambió y prácticamente me tiró a un lado y se acomodó su camisa.

— ¿Te has peleado con alguien? — Me sentía curioso, esos moratones tenían muy mala pinta, algunos parecían nuevos y otros ya se habían vuelto algo amarillos.

— No.

Después de tanto tiempo volví a ver al JungKook que meses antes conocí en aquella clase.


Dos años después.

Cuando cumplí 17 años empezaron los problemas. El primero y más doloroso de todos fue alejarme de JungKook. Me había contado que debía mudarse, pero no me dijo donde, es más me dijo que no podíamos seguir siendo amigos. Entendía que tenía que mudarse pero, ¿por qué perder el contacto?, siempre fue un chico raro y su aura de misterio siempre estuvo presente, pero pensé que era su mejor amigo y que siempre estaríamos juntos...

Por otra parte, mi madre perdió su empleo, la empresa en la que estaba había cerrado y de nuevo nos íbamos a quedar sin hogar. Nuestra casa aún no estaba pagada y faltaba mucho.

¿Por qué los problemas siempre vienen juntos?

Era un sábado cualquiera y me encontraba en el banco de un parque con un periódico en mis manos, buscando alquiler barato y algún trabajo, aunque lo último era difícil. Me había recorrido miles de tiendas de todo tipo pero nadie quería contratar a un menor.

Un hombre no muy alto y bastante robusto se sentó a mi lado, al principio no hacía nada sólo admirar el paisaje y de vez en cuando echarme alguna mirada.

— ¿Vienes mucho por aquí? — Me preguntó y dejé de mirar el periódico para centrar mi atención en aquel hombre.

— No, ¿y usted? — Inevitablemente soy una persona extrovertida y nunca cortaría una conversación, aún por cortesía.

— Tampoco. ¿Buscas algo? — Después de escucharlo mejor, noté que tenía un acento extraño.

— Alquiler y trabajo, aunque el trabajo... me es imposible conseguirlo.

— ¿Trabajo?, ¿qué edad tienes?

— 17 años.

— Vaya... ¿te gustaría trabajar para mí?

Esa fue la primera vez que conocí a mi jefe. Me invitó a un café y me contó todo el negocio que había montado, o al menos una parte, también me dijo que era japonés y que llevaba ya unos años aquí, en Corea. Su oferta no me pareció una buena idea y terminé por negarme aunque acepté que me diera su número.

Dos meses más tarde nos amenazaban con quitarnos la casa si no pagábamos y tuve que recurrir al señor Murayama. Él se comprometió a comprar nuestra casa y dejarnos vivir en ella. Por supuesto mi madre supo de todo esto, incluso supo que trabajaría para él... como camarero. Mentimos, claro.

No fue casualidad que aquel día mi jefe se sentara en el mismo banco que el mío, ya había puesto el ojo en mí y gracias a mi inestable vida, terminó teniendo lo que quería.

Mi primer cliente fijo fue una mujer de unos 30 y pico años, ya que nunca quiso decirme su edad exacta, la mujer era dueña de una cadena de negocios muy importantes y venía a visitarme con frecuencia. Era una mujer noble aunque su apariencia no dijera lo mismo. Nunca puso un dedo encima mío, sólo recurría a mí para desahogarse de sus problemas matrimoniales y yo siempre la escuchaba y aconsejaba lo mejor que podía.

Mi segundo cliente fue un hombre de 47 años que simplemente la vida le había premiado con un cupón ganador de la lotería y el hombre estaba más que aburrido de derrochar su dinero. Era el que más odiaba, su actitud era simplemente asquerosa y basta. Odiaba cuando me la metía.

Y mi tercer cliente era otro hombre, en este caso un chico de 28 años que había heredado la empresa de su padre y estaba casado con una hermosa mujer, el problema es que era gay y no podía contarlo. No se veía mal chico, pero tampoco sabía mucho de él, era callado y sólo quería acostarse conmigo para luego pedirme que me marchara.

Gracias a mis tres clientes fijos ganaba lo suficiente para pagar a mi jefe por la casa y para inscribirme en una escuela en la que siempre había soñado entrar. Allí conocí a JiMin, de hecho casi de la misma forma que conocí a JungKook, sólo que éste si reaccionaba y me ganaba unas buenas palizas, pero no me di por vencido y terminó cayendo.

"Nadie puede resistirse a mis encantos"


Y un año después.

A mis 18 años me encontraba rodeado de amigos que jamás pensé que llegaría a tener, eran como mi otra familia y daría la vida por ellos sin dudarlo. Entre mis amigos había un chico llamado HoSeok, me moría por sus huesos, pero él ni se inmutaba. Nunca llegué a decirle nada por temor a romper nuestra amistad, además que ni sabía si era gay o no, aunque nunca lo vi con ninguna chica.

Hasta que un día me atreví a preguntarle, o más bien hacer el intento.

— Hobi. — Llamé a mi amigo que veía embobado la televisión.

— ¿Qué piensas de los gays? — Dejó de ver la televisión y se giró para mirarme algo desconcertado.

— ¿A qué viene eso, Tae? — Me puse nervioso por su tono de voz.

— A-a nada s-sólo era curiosidad. — Sonreí de la manera más falsa y noté como él se dio cuenta, pero no dijo nada al respecto.

— Deja las tonterías anda. — Sonó tan nervioso como yo y dejó de prestarme atención para volver a su televisión.

"Sí, pero no me contestaste..."


[...]

A pesar del tiempo que pasó mis sentimientos por él no cambiaron ni una pizca, pero tampoco lo hizo ese temor que tenía por estropear nuestra amistad.

"Hasta ahora"

"Ya no tengo por que temer"

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