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Capítulo 66


Los días pasaban como años, las horas como días y la manecilla encargada de recorrer toda una vuelta y dar la hora exacta le costaba avanzar. A veces me detenía a mirar la hora del reloj que había en la cocina y esa maldita manecilla no quería avanzar, era como si no se moviera del mismo lugar, dando el tic una y otra vez sin avanzar al tac.

Me levanté algo cabreado y le di un golpe al reloj.

— ¿Qué te hizo el cuco? — Giré mi cuerpo para ver a TaeHyung entrar junto a Nana con bolsas en sus manos.

— No es un reloj de cuco, Tae. Es un puto reloj de mierda que se queda pegado y no avanza. — Tae miró a Nana y ésta negó con la cabeza para que no me siguiera el juego y lo dejara estar. — ¿Cómo van las cosas por allí?

— Bueno, ya sabes, todos estamos muy preocupados. Los profesores nos felicitaron por el evento y dieron sus notas. La más alta fue la de NamJoon y... — Detuvo tanto su voz como sus manos, dejando de sacar la comida de las bolsas.

— No te preocupes, ya lo haré yo. — Nana le sonrió y siguió ella con vaciar todas las bolsas.

— Jimin..., ¿crees qué...? — Su voz fue aflojando a medida que íbamos escuchando unas voces tras la puerta. Rodé los ojos, por las voces ya sabía quienes eran. Caminé algo rápido y molesto hasta la puerta, la cual abrí de golpe.

— ¡Eres un acosador!

— ¡Te digo que fue coincidencia!

— ¡Ya claro! ¿Y el otro día también fue coincidencia?

— ¡Es evidente!

— ¡Agh, serás mentiroso!

— Parecéis un matrimonio de diez años... — Comenté ya harto de la escena que estaban montando, que además debían estar molestando a los vecinos.

— ¡Matrimonio, já! — YoonGi se cruzó de brazos dando la espalda al rubio.

— Yo creo que le gusto. — Zico soltó un suspiro fingido mientras negaba con la cabeza.

— ¡¿Qué?! ¡Ni en un millón de años llegarías a gustarme!

— Bueno, ya basta. Bajad la voz y entrad de una vez. — Me hice a un lado y ambos entraron, aunque tardaron lo suyo. Primero iban a entrar a la vez, por lo que sus cuerpos chocaron, se lanzaron una mirada desafiante y cuando uno de ellos volvía a intentar entrar, de nuevo chocaban. Al final tuve que tirar del brazo de YoonGi para que entrara primero y el otro lo hizo después.

Los recién invitados saludaron y nos fuimos todos a la sala, a excepción de Nana que se quedó preparando la comida. No podía decir si me hacía gracia o me cansaba, pero YoonGi y Zico cuando se juntaban parecían dos críos. Montaron otra escena, en este caso ninguno de los dos querían sentarse juntos, por lo que "peleaban" por sentarse junto a Tae, quién ya había elegido uno de los dos sofás de dos plazas que había. Harto, una vez más los ignoré y me senté al lado de TaeHyung. Los dos se quedaron boquiabiertos y después de soltar algunos gruñidos tuvieron que sentarse en el sofá restante.

— ¿Qué os trae por aquí? — Pregunté mirando primero a YoonGi.

— Simplemente vine porque quería ver como estabas y también si sabías algo de JungKook. — Sus ojos descendieron al pronunciar su nombre, era evidente, todos estábamos preocupados por el pelinegro, además, quedaba claro que aún guardaba secuelas de sentimientos que tenía por él. — Los demás no pudieron venir, pero están igual de preocupados.

— ¿Y tú? — Pregunté ahora a Zico.

— Tengo que hablar contigo, pero esperaré.

— ¿Acaso no podemos oír? — YoonGi le dio una mirada desaprobatoria.

— Zico, puedes hablar delante de ellos, no me importa.

— Bien, entonces te diré que la información que solicitaste es bastante. Hemos encontrado cosas que quizás te puedan ayudar. — Hizo un leve silencio y ladeando su cabeza rio por lo bajo. — Ese tío esconde más de lo que aparenta. Créeme será buena información para usar contra él.

— Genial, ya era hora de una buena noticia. — Inspiré hondo y lo solté aliviado, al fin algo bueno llegaba después de estas semanas y si le sumamos la visita del hermano de JungKook en un par de días, mucho mejor. — Gracias por la ayuda, Zico.

— Bueno, sabes que no es gratis.

— Lo sé.

— Menudo amigo que le saca el dinero hasta para ayudarlo. — Soltó YoonGi en voz baja, pero que claramente lo oímos todos.

— No somos amigos. — Dije y Zico rodó los ojos.

— Bueno, ¿y tú para qué has venido? — Preguntó curioso YoonGi a TaeHyung.

— Realmente no tengo ningún motivo, vengo casi todos los días. — Contestó Tae de lo más normal.

— Nana se encarga de dar autorización y traerlo siempre que puede o se lo pide él. — Aclaré, pues la poca información de Tae no fue suficiente para YoonGi.

Los cuatro estuvimos charlando más tiempo, Zico me contaba algunas cosas de las que había descubierto y que podría conseguir más si le daba algo de tiempo. Pero realmente no estaba en mí en dar o no dar tiempo, todo estaba controlado minuciosamente por el hermano de JungKook; apenas podía opinar. Tan sólo recolectar la información que me daba Zico y luchar contra mis impulsos.

A veces me preguntaba como habría sido si estuviera solo en esto. Sin nana, ni su hermano, ni siquiera mis amigos. ¿Cómo habría resultado todo?

"Seguramente la hubiese cagado"


[...]

Pasó el fin de semana, HoSeok se había quedado los dos días, quería pasar algo de tiempo conmigo y darme algunos ánimos, y que mejor que él para eso. También quise que viniera conmigo a buscar a KyuHyun al aeropuerto y aceptando gustoso, aunque perdiera sus clases, vino.

El vuelo de Japón llegó hace unos quince minutos, y sumándole unos pocos más, no tardó en hacer su aparición. Nana nada más verlo se tiró a sus brazos y lo abrazó fuerte, KyuHyun hizo lo mismo y al separarse se dirigió a mí para estrechar mi mano, haciendo lo mismo con la de HoSeok.

— Vaya, no está mal el apartamento. — Dijo, mirando a su alrededor cuando llegamos a nuestro apartamento compartido. — Pequeño, pero lo suficiente para ti. — Miró a nana, pero esta negó.

— Él también vive aquí. — Me señaló y sonrió al ver la cara de KyuHyun.

— Vaya..., no sabía. — Yo que me había llevado todo el tiempo de brazos cruzados no aguanté más y abrí mi boca.

— ¿Cuándo vamos a sacar a JungKook de allí?

— Hey, tranquilo, acabo de llegar. — Puso sus manos a la altura de su pecho, deteniendo mis pasos hacia él. — Tengo muchas cosas que hacer aún. Debo prepararlo todo y hacer que el caso de JungKook sea prioridad.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Sabes cuánto tardan los juicios en llevarse a cabo?

— ¡No me interesa, sólo quiero sacarlo ya!

— Si no recuerdo mal tu nombre era, ¿Jimin? — Asentí. — Bien, volveré a recordarte que soy su hermano. Yo, al igual que tú, también quiero sacarlo de allí, pero si lo hacemos a lo loco no conseguiremos una mierda. Quiero que te quede claro que no permitiré que hagas nada, es MI hermano y YO me ocuparé de él. — Mordí el interior de mi mejilla, deseaba saltarle al cuello y arrancárselo. — Me llevó muchísimos años prepararme y reunir todo lo que tengo para usar en contra de él, así que calladito y sentadito.

Difícil de creer que esta persona pudiera perder los estribos, se veía tan correcta, tan tranquila, tan perfecto que ni te llegas a imaginar verlo así. Igual me importaba una mierda como se pusiera, no era nadie para mandarme o hablarme de esa forma, pero tampoco iba actuar como un crío, no cuando ahora lo único que me importaba era JungKook.

HoSeok se fue después de cenar, él al estar en el sector dos no tuvo problemas para entrar. El apartamento era pequeño, sí, pero no me creí que llegaría a compartir habitación con KyuHyun. Vale que habían sólo dos habitaciones, pero si Nana y él se llevaban tan bien, ¿por qué no comparten ellos?

— ¿Te molesta tenerme aquí? — Preguntó al entrar en la habitación con el torso descubierto y mojado, acababa de salir de la ducha.

— No lo sé, creo que me da igual. Sólo estoy un poco frustrado. — Se puso una playera y pantalones cortos. — No te pareces mucho a JungKook. — Me atreví a decir y él rio.

— Supongo que heredé la belleza de mi madre. — Dijo algo bromista y se sentó en mi cama, que sería ocupada por él, mientras yo dormiría en un delgado colchón en el suelo. — JungKook se parece a su madre también. — Dijo con la vista clavada en algún sitio. — Sólo vi una vez a su madre y es realmente bonita. Aunque a ti sólo te parecerá bonito mi hermano, ¿no? — Lo miré para luego apartar la mirada algo nervioso.

¿Desde cuando me ponía nervioso por algo así?, ¿quizás porque estaba hablando con su hermano? Y ahora que lo pensaba, ¿él podría negarse a que yo estuviera con JungKook?

— ¿Puedo hacerte una pregunta? — Asintió. — ¿Qué piensas de mi relación con JungKook?

— B-bueno... — Se notaba que el tema lo ponía nervioso. — Es... extraño, nunca pensé que mi hermano... le pudiera gustar un chico.

— También es mi primera vez amando a un chico. — Me sinceré y sentí un golpe en mi hombro.

— Así que lo amas. — Movió sus cejas de arriba abajo.

— Obvio. — Puse mis ojos en blanco.

— Si mi hermano es feliz contigo, entonces yo estoy satisfecho. JungKook necesita alguien que lo haga sonreír por todos esos años que no lo ha hecho y si tú puedes darle eso, yo... no me meteré por medio.

— Gracias. — Me tumbé del todo y él hizo lo mismo, ahora haciéndonos incapaz vernos. — Prometo que haré muy feliz a tu hermano. — Eso no era algo que yo dijera con facilidad y más a una persona que apenas conocía, pero quise decirlo, porque así me sentía, con ganas de hacerle saber al mundo cuanto amaba a JungKook, cuanto quería protegerlo y cuanto quería hacerlo feliz.

— Perdóname por hablarte antes tan mal. Es mi hermano y también me duele todo esto, pero debo entender que tan mal debes estar pasándolo.

— Ya se me había olvidado. — Dije restándole peso al asunto, para que así no se sintiera culpable.

Al final cuando no tuvimos nada más que añadir el sueño nos venció, y no fue hasta que el dulce aroma de tortitas que entraban por nuestras fosas nasales que nos despertamos. Nana era una excelente cocinera, de eso no había duda, y el mes que llevaba aquí temí por mi pobre cuerpo, pronto parecería una bola de grasa por culpa de su comida.

Después de desayunar seguí a KyuHyun hasta la sala donde usó la mesa para esparcir miles de papeles. No se molestó de que estuviera allí, es más, me dejó ayudarlo y ojear cuanto quisiera.

— ¿Qué es esto? — Pregunté curioso con una hoja en mi mano.

— Una factura de un prostíbulo.

— ...

— Trabajé duro para conseguir buen material, y no sólo es una factura, que es lo ves a primera vista, en ella aparece la dirección y por lo tanto, testigos. Pienso ir y averiguar tanto como pueda.

— Vaya. ¿Podría acompañarte?

— Eres menor, así que no. — Bufé dejando la hoja en su sitio. — Pero podrás acompañarme a otras cosas. Mira ese papel de allí. — Señalé unos tres papeles hasta dar con el indicado.

— Es la factura de un hospital.

— Te equivocas, no es de un hospital, sino de un doctor de cierto hospital.

— ¿Y?

— Sigue leyendo.

— ... — Leer el pronóstico que había apuntado el doctor en el papel me heló la sangre. Claramente eran tratamientos y cuidados para JungKook, donde hablaba sobre una rotura en la rodilla y una contusión en la cabeza.

— Sé que es duro de leer. — Arrugando un poco la hoja por la impotencia, la dejé en su sitio antes de que terminara por romperla. — Debajo de esa misma hay otra que deberías ver, y tranquilo, no tiene que ver con JungKook.

— Es del mismo doctor. — Asintió. — ¿Qué son todos estos nombres raros?

— Ansiolíticos, tranquilizantes, relajantes...

— Para la madre..., ¿cierto? — Lo afirmó y volví a dejar el papel en su sitio. Justamente una pregunta se me pasó por la cabeza y sin muchos miramientos la formulé. — Lo que tú haces, ¿podría hacerlo cualquiera?

— Sí, pero lo que harían sería poner la demanda y luego lo llevarían a juicio. La diferencia es que yo aun no he demandado nada, si lo hubiese hecho estoy seguro de que perderíamos. A mi padre le habría dado tiempo de mover sus hilos para tener la victoria asegurada.

— ¿Cuánto tiempo pasará para que lo llevemos a juicio una vez todo esté preparado?

— Meses..., incluso años.

— ¡¿Qué?!

— Ya te lo dije, el tema de los juicios suele tardar, no es nada fácil. Podríamos estar de juicios por todo un año.

— JungKook no puede estar tanto tiempo allí...

— Lo sé, por eso debo acelerarlo como sea y para cuando tengamos el juicio tenerlo todo controlado, no le dejaremos defenderse.

Cuando dejó de hablar me retiré un poco de la mesa, dejando caer mi cuerpo al sofá, sentía mis piernas débiles, necesitaba soporte. Mentiría si dijera que no me causo terror el pensar que JungKook tuviera que soportar tanto tiempo allí, encerrado y aguantando lo que ese hijo de puta le hiciera.

Nuevamente las ganas de correr a esa casa se hicieron presentes. ¿Cuánto tiempo soportaría? ¿Cuánto más sabiendo por lo que estaba pasando?


[...]

[JungKook]

— Gracias doctor. — Mi padre estrechó su mano al viejo doctor de cabellera canosa.

Miré mi tobillo, ahora vendado después de que mi padre me lo pisara con fuerza por intentar huir. Por suerte sólo fue un esguince y sanaría en unos días o semanas, según mi recuperación y reposo. Mi brazo que una vez me rompí ahora era libre de vendas, había sanado completamente, pero del otro no podía decir lo mismo, el cual estaba escayolado después de un mes.

Una vez el señor se marchó me guio nuevamente a mi habitación y como cada día me encerró. Me dirigí a la ventana y posé mi cabeza en la madera, donde antes había un cristal. Una semana atrás podía sentir el fresco entrar en mi habitación, pero una noche que se me ocurrió pedir ayuda a gritos y decidió cerrarla con tablones y tornillos lo suficientemente largos para que se me hiciera imposible sacarlos.

Mi cuarto había quedado reducido a muebles y ropa. Todo lo que consideró una amenaza fue retirado. Los días los pasaba mirando el techo o con mi oreja pegada a la puerta. Con ese miedo en el cuerpo que no me dejaba ni un sólo segundo estar tranquilo. Siempre estaba pendiente de escuchar sus pasos, pero ¿de qué servía?, de nada, cuando quería entrar lo hacía, cuando quería violarme, lo hacía, si quería pegarme, lo mismo, todo, absolutamente todo, lo hacía, no tenía reparos ni nadie quien se lo impidiera.

Un día llegó con algunos lápices de ceras de colores y algunas hojas, así me entretenía un poco y no intentaba una locura. No diré que no lo agradecí, pues al menos tenía algo para hacer, lo malo que las hojas se acabaron y tuve que recurrir a las paredes, las cuales poco me importó pintar.

Así eran mis días: mirar el techo, llorar, comer lo que me traía, pintar un rato en las paredes, llorar más y esperar hasta que su silueta se dejara ver por esa puerta y mi infierno se hiciera palpable.


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