Capítulo 65
El pomo de la puerta giró lentamente, dejándose asomar quien ya era evidente. Miró a su alrededor, pensando en encontrarse con alguien, pero no lo hizo. ¿Por qué?, del miedo mis pies se movieron por inercia y me arrastré rápidamente por el suelo hasta quedar bajo la cama. Vi sus pies moverse, detenerse en el armario, el cual abrió de golpe, nada, lo oí bufar y como si fuera evidente se sentó en la cama, hundiendo el colchón sobre mí.
— ¿Crees qué te sirve de algo esconderte? — Rio. — Sal de una vez. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
Hablar... pocas veces se podría llamar hablar a lo que él hacía, más bien gritaba y cuando estaba demasiado alterado llegaba a los golpes, pero ¿hablar?, já.
— JungKook, contaré hasta diez, si no sales para entonces, será mucho peor. — Tal y como dijo comenzó a contar. — Uno. — Tragué saliva. — Dos. — Mordí mi labio. — Tres. — Apreté mis puños impotente. — Cuatro. — Alargué mi mano para salir. — Cinco. — La detuve, aún tenía miedo. — Seis. — Escondí mi rostro sobre mi brazo. — Siete. — Me obligué a no llorar. — Ocho. — Me auto convencí de salir. — Nueve. — Arrastré mi cuerpo hasta sacar mi cabeza. — Diez... — Lo miré desde abajo y él agarrando mi pelo me sacó del todo.
— ¿Por qué haces eso?, he salido... — Me quejé por el dolor y masajeé mi cabeza.
— Dije que salieras, no saliste, sólo tu cabeza.
— Pero...
— Luego hablaremos sobre esto. — Me interrumpió. — Hay algo más importante. ¡Y estate quieto! — Dejé mi cabeza en paz y bajé mis manos y cabeza. — Mucho mejor. Como decía..., hay algo más importante. ¿Acaso no tienes que contarme nada? — Me miró fijamente, esperando una respuesta por mi parte, la cual nunca llegó. — Bien, entonces pasemos a tu castigo. — Se levantó y yo retrocedí despavorido.
— Lo contaré, lo contaré.
— Comienza. — Se sentó de nuevo.
— P-pues... — Lo pensé, ¿cómo comenzar? ¿Debería hacerlo desde el principio? Tan sólo la idea de tener que contarle todo ya me daba escalofríos y sea lo que sea que cuente me ganaré ese castigo.
"Quizás si alargo un poco la historia tarde más en..."
"Sueno tan deprimente..."
— Sigo esperando. — Daba golpecitos en el suelo con su pie, impacientándose por cada minuto perdido.
— Todo empezó porque no quería estudiar en la escuela a la que me mandaste. Quise... estudiar arte..., por eso...
— Le pediste ayuda a tu nana.
— ¡No! ¡Ella no me ayudó!
— Sigue mintiendo y el castigo será peor...
— ... — Intenté normalizar mi respiración y continué. — Me ayudó..., ella llevaba todo el tema de los pagos y venía a visitarme de vez en cuando. — Hice silencio.
— ¿Nada más? — Negué. Sabía que quería alargar la historia, pero en realidad no sabía que más podría contarle. — ¿Viviste en la escuela?
— Sí.
— ¿Tenías compañero de habitación?
— Sí...
— ¿Te tocó alguna vez?
— ¡¿Qué?! ¡No!
— ¿Qué me dices del chico que trajiste al restaurante? ¿Es también de esa escuela? — Asentí levemente. — ¿Él sí te tocó? — Negué reiteradas veces. — ¿Estás seguro de que nadie lo hizo?
— Lo juro.
— Bien, así me gusta. Ven. — Me llamó con su mano y caminé hasta él. Tiró de mi mano y me dejó sentado. — Al menos algo has hecho bien. — Acarició mi mano mientras guardaba silencio.
— ¿Pu-puedo irme a dormir? — Pregunté algo inocente, pero quizás colaba.
— Claro. — ¿Eh? — Aplazaré tu castigo. Debo hacer algo esta noche. — Se levantó dejándome demasiado confundido. Cerró la puerta una vez se marchó y cuando dejé de escuchar sus pasos me levanté para meterme en la cama. Ni siquiera me cambié de ropa, sólo quería perder la conciencia y dejar este mundo al menos unas horas.
No supe cuanto dormí ni siquiera si llegué a la mañana siguiente, sólo supe que varios ruidos me despertaron y cuando incorporé mi cuerpo, vi una figura agachada junto a la puerta. Froté mis ojos fuerte, quizás estaba soñando, pero al tener la vista más clara pude ver la persona y que hacía.
— ¿Padre...? — Éste estaba instalando una de las cerraduras que había comprado, poniendo los últimos tornillos y probando que todo estuviese bien.
— Sigue durmiendo. — Me dijo cerrando la puerta y seguido de un clic.
¿Me había encerrado...? Algo dudoso me levanté de la cama y giré el pomo que se negaba a ceder. Tiré fuerte y nada. Definitivamente me había cerrado. Di varios golpes en la puerta, pidiendo que alguien me abriera, pero lo cierto es que nadie contestó, ni siquiera el causante de mi encierro. Estuve golpeando durante horas, mis fuerzas se iban desvaneciendo a medida que el tiempo pasaba y para cuando quise darme cuenta dejé de hacerlo y caí vencido por el sueño.
[...]
Tres de la tarde y mi estómago vacío no dejaba de rugir, necesitaba comida urgentemente, pero no entendía que no podía llenarlo, por lo que siguió pidiendo y terminé por ignorarlo. ¿Qué más podía hacer?, nada.
Cuatro y media y la puerta seguía cerrada a cal y canto. Me pasé todo el tiempo hasta despertarme pegado a ella, esperando que alguien se dignara a abrirme. Me sentí como un pájaro enjaulado. Siempre me sentí así, pero jamás fue tan real. Desde mi lugar miré la ventana que tenía frente a mí, vi a aquellos pájaros libres, volando a su antojo. Así es poco debía ser, ¿por qué la gente se empeña en encerrarlos?, no saben lo que es... y como se siente.
"Ignorantes, eso es lo que son. Seguro si fueran ellos los enjaulados lo verían como algo atroz"
"Tampoco hay que ser muy inteligente para darse cuenta que es imposible ser feliz en unos simples centímetros de habitáculo..."
Golpeé mi cabeza contra la madera, me aburría, me cansé de dar golpes, me cansé de mirar por la ventana, de dormir e incluso de pensar. Quería salir así sea sólo a la sala, al menos allí el espacio era más grande y no tendría la sensación de estar encerrado.
Mis oídos captaron un portazo, pensé que me llevé todo el día solo, bueno, quitando a mi madre, pero que igual era como estar solo, por eso alguien debió de llegar y quitándola a ella de la lista sólo podía ser mi padre.
Me aparté de la puerta, no quería recibir un golpe tan temprano, seguro me reserva muchos para luego. Quedé sentado en la cama, esperando que indudablemente esa persona entrara, y así lo hizo.
— Maldito mentiroso. — Admito que jamás pensé que llegara de ese humor, me cogió totalmente desprevenido, tanto que me asusté y subí mis piernas a la cama. Me pegué al cabecero de ésta, pero agarró mi tobillo y tiró de mí hasta el suelo. — ¡Anoche te dejé dormir! ¡Fui amable contigo!
— N-no entiendo nada. — Escondí mi cara tras mis brazos, pensé que recibiría un golpe, pero agarró la camiseta de mi cuello y me levantó.
— ¿Quién fue? — Fruncí el ceño. — ¡¿Quién fue?! ¡Maldita sea!
— No sé de que m-me hablas.
— Lo sé. El mismo chico que me informó de tu ubicación me dijo esta mañana que estabas con alguien. — Entreabrí mi boca, ¿había sido capaz hasta de soltar esa información? — ¿Quién es?, habla. — ¿Acaso no le dijo quién fue?
— Juro que...
— ¡Deja de jurar estúpido crío mentiroso! — Me soltó y la fuerza de mis piernas se vinieron abajo, dejándome impactar contra el suelo. Él se agachó y cogió de mi cuello. — ¿Fue el chico del restaurante? — Vi una sonrisa demente adornar sus labios. — El chico del pelo naranja, ¿verdad que es él?
— N-no...
— Sí, sí que lo es. Por eso te acompañó y por eso se molestó.
— Él... no... — Negué, pues no podía hacer otra cosa, había comenzado a ejercer algo de fuerza en mi cuello y me costaba hablar.
— ¿Qué te hizo? — Soltó mi cuello algo brusco y no pude evitar toser. Sin quedarse quieto ni dos segundos retiró mi camiseta. — ¿Te hizo esto? — Pellizcó uno de mis pezones y grité por el dolor que me había causado. Luego se detuvo y se quedó mirándome el brazo. — ¿Y esto? — Señaló el brazo vendado.
— M-me lo rompis...te. — Musité.
— ¿Cómo dices?
— ¡Me lo rompiste! — Enarcó una ceja y como si le pareciera divertido, agarró el brazo y yo me temí lo peor. — Así que te lo rompí. Interesante. — Lo movió como si lo balanceara, jugando con mi sufrimiento. — ¿Está sanando bien? — Preguntó sarcástico.
— Por favor...
— Tranquilo no voy a hacerte nada. Quizás debería concentrarme en el otro y dejártelo igual, quizás así me respetes un poco más.
— No, por favor. — Negué sin parar, mirando como cogía el otro brazo y lo miraba detenidamente. Yo rogué, mientras mis lágrimas caían descontroladamente.
Con un fuerte y rápido movimiento tiró de mi brazo hasta que se escuchó un sonoro crack. Grité del dolor, tanto que sentí mi garganta desgarrarse. Me quedé completamente tumbado, soltando quejidos e intentando no mover el brazo. Con sólo un pequeño movimiento un dolor agudo me obligaba gritar.
Por un momento ignoré a mi compañía, hasta notar sus manos en mi pantalón, desabrochándolo y bajándolo rápidamente. Moví mi cuerpo incómodo, él tenía intención de bajar también mi bóxer y aunque intentara apartar sus manos con mi brazo vendado, poco pude hacer.
— Más vale que apartes ese brazo si no quieres que lo vuelva a romper. — Él mismo lo apartó de un manotazo y terminó por bajarme el bóxer. Dejando todo mi cuerpo al descubierto. Cargó mi cuerpo para levantarlo del suelo, mi brazo al moverse provocó que mi labio sangrara de morderlo, no tenía forma de calmar el dolor, sólo podía contrarrestarlo e intentar aguantarlo. — ¿Te cogía así? — Dejó mi cuerpo sobre mi cama. — ¿Cuántas veces estuviste en su cama, JungKook?
— Me duele... — Sollocé, pero él me ignoró y siguió con sus estúpidas preguntas. — Dime, ¿qué te hacía? ¿Tocaba tu cuerpo? — Sentí el tacto de sus manos recorrer todo mi cuerpo. — ¿Te besaba? ¿Hmm?, ¿dónde? — Pasó sus labios por mi cuello, bajando a mi clavícula, lamiendo y empapando en saliva mi piel. — ¿O te besaba en los labios? — Vi como su rostro se acercaba a mi cara y negando con mi cabeza, tapé mi boca con la mano. — Sí... seguro te encantaba que te besara. — Apartó mi mano algo brusco y fue la primera vez que tuve que sentir esa asquerosa lengua dentro de mi boca. Giré mi rostro para deshacer el beso, pero se me hacía difícil. Agarraba mi rostro y me obligaba a permanecer quieto.
Quise vomitar, de hecho noté las arcadas que subían por mi garganta y pedían salir y soltarlo todo. Era asqueroso, su lengua, su saliva, su aliento... todo. Cuando estuvo satisfecho se deslizó hacia abajo por mi cuerpo. Sabía donde iba y que haría.
Tal y como había supuesto su mano ya tocaba mi miembro, formulando más preguntas similares a las anteriores, disfrutaba demasiado haciéndome sufrir, haciéndome sentir que tan malo fue lo que hice.
Sus manos también recorrieron mi trasero, mi cuerpo se arqueó y sollozó más fuerte cuando un dedo intruso entró dentro de mí. No hubo pasado ni cinco segundos y metió otro con el doble de fuerza. Mis suplicas no servían de nada, mi voz estaba enmudecida en su cabeza, nada de lo que salía por mis labios era escuchado por él. Estoy seguro que ni siquiera escuchó mi grito cuando su miembro entró por mi orificio, de forma brusca y rápida, embistiéndome sin control, sin decencia, nada, sólo centrado en el placer que le proporcionaba.
[...]
[Jimin]
Una semana había pasado desde la desaparición de JungKook. Su nana había contactado conmigo desde un principio, me contó todo, como JungKook fue obligado a volver a casa por su padre, como la habían despedido e incluso lo que vio antes de marcharse. Cerraduras.
Hace tres días tuvieron que llevarme a urgencias por un ataque de ansiedad que tuve. No pude más, mi cabeza se sentía que iba a explotar, no dejaba de pensar en todo por lo que tenía que estar pasando y al final mis nervios me traicionaron. Nana cuidó muy bien de mí, digo cuidó porque dejé la escuela el mismo día que me pasó aquello. Ahora vivía con ella en un pequeño apartamento. Todo había pasado muy deprisa, tanto que me costaba asimilarlo. Incontables veces fui detenido por la señora para que no fuera y cometiera una locura.
Sabía que mi presencia podía empeorarlo, pero, ¿qué más podía hacer?, ¿sólo esperar?, no, no podía, ¿cómo sentarse a esperar mientras la persona que amaba estaba sufriendo?
— Déjame ir. Tengo que ir.
— Por favor, Jimin. Si vas ahora y te ve lo empeorará todo. Lo pagará con JungKook y buscará información sobre ti y te arruinará la vida. Sabes que podrías acabar en un correccional...
Sí, le había contando absolutamente todo sobre mí, más incluso que a JungKook. Agradecí que no me juzgara y al igual que JungKook, pudo entenderme, o al menos eso intentó.
— ¿Cómo puedes estar tranquila? ¿Acaso no lo quieres como si fuera tu hijo?
— ¡Exacto!, lo quiero como si fuera mi propio hijo, por eso no dejaré que lo empeores y sufra más de la cuenta por tu culpa. — Dijo ya enfurecida de mis tantos intentos de ir a esa casa.
— Lo mataré si es necesario.
— No digas tonterías, ¿acaso quieres que te encierren? ¿Serías capaz de vivir viendo a JungKook tras un cristal por años? ¡O puede que incluso te encierren de por vida! — Me quedé en silencio.
— Si con eso... puedo ayud...
— No. — Cortó mis palabras algo inseguras. — No lo ayudarías, le darías el mayor dolor que pueda sentir. Tu pérdida. — Suspiré fuerte, dando un golpe sobre la mesa. — Lo haremos bien. Si nos dejamos llevar por la rabia nada saldrá como queremos y sólo conseguiremos salir perdiendo. Créeme..., no estás enfrentándote a cualquiera, sabe lo que hace y como poner a las personas de su parte.
— ¿Dinero? — Chisté.
— Dinero, amenazas, promesas... — Me senté en la silla algo más relajado, al menos dentro de lo normal. — En un mes vendrá su hermano y empezaremos todo.
— ¿Cuántos años lleváis planeando esto?
— Demasiados... — Agarró mi mano y la acarició cálidamente. — Tantos como para que ahora lo arruines tú. — Rodé los ojos. Vale, puede que me estuviera dejando llevar por la rabia y la impotencia, pero... joder, es JungKook, simplemente no podía quedarme sin hacer nada.
— Está bien, prometo no cometer ninguna locura.
— Gracias. — Dio unos golpecitos suaves en mi mano y se levantó para entrar en la cocina.
"A decir verdad no sé si podré mantener esa promesa"
"Pienso que cuando vuelva a perder los papeles esa promesa quedará tan al fondo de mí que ni la recordaré"
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