Capítulo 54
No sabía si pedir ayuda a Zico fue una buena idea, lo más que podían hacer ellos era recopilar información de estafas, deudas y falsificación de documentos. Era un buen comienzo y una gran ayuda, pero si ese hombre no había cometido nada de eso, volvería a estar tal y como estaba ahora, sin nada.
A medida que me iba acercando a la escuela se me ocurrió contactar con la nana de JungKook, ella pasaba veinticuatro horas del día y los siete días de la semana dentro de esa casa, algo debe ver o saber, estaba seguro. El pedirle a JungKook el número de su nana no estaba en mis planes, preferiría mantenerlo al margen, al menos por el momento, por lo que cambiando la dirección de mis pasos decidí ir hasta su casa.
Cogí el primer taxi que vi y dándole dicha dirección, que jamás en la vida se me podría volver a olvidar, llegué. Ver aquella lujosa casa me revolvía las tripas, las imágenes de ese día pasaban por mi cabeza, una por una, recalcándome aquel sombrío rostro de mi pequeño.
Antes de llamar quise asegurarme de que cierta persona no estuviera allí. Por nada del mundo quería verlo, no aún, pero pronto lo haría. Me asomé disimuladamente por todas las ventanas que daban al exterior, tenía que asegurarme de que no estuviese allí y aunque era horario laboral no quería arriesgarme.
Sin más espera y habiéndome asegurado lo suficiente, llamé al timbre y algunos segundos después escuché una voz tras la puerta. El comienzo de un buenos días de aquella señora se quedó a medias cuando vio mi rostro, seguramente me recordaba. La mujer algo nerviosa salió, dejando la puerta casi cerrada.
— Tú..., eres el amigo de JungKook.
— Sí, señora. Vengo porque necesito hablar con usted.
— ¿Le ha pasado algo a mi niño? — Se llevó una mano a la boca, asustada por si le había pasado algo a JungKook.
— No, no, JungKook está bien. Está ahora mismo en la escuela. — La mujer soltó un suspiro de alivio y su rostro sereno volvió a ella. — ¿Podríamos ir a tomar algo para que podamos hablar?
— Lo siento, no puedo dejar la casa. — Pareció pensarse algo. — Puedes pasar, pero en silencio, al menos hasta que le diga que pueda hablar.
Eso había sonado de lo más extraño, esta familia definitivamente daba miedo. Sin problema alguno acepté, hablar con ella era ahora mismo mi prioridad y el lugar poco importaba, aunque no esperé tener que volver a pisar el suelo de esta casa.
La primera vez que vine iba tan cegado por el miedo de saber que le habría podido pasar al pelinegro que no me había fijado en nada. La casa estaba llena de muebles de alta calidad, lujosos, alfombras inmensas por los pasillos, el suelo brillaba tanto que podías usarlo de espejo, por no hablar de los cuadros que habían. Con uno de ellos podría tener para vivir cómodamente un año.
"Malditos ricos"
La amable mujer me llevó hasta una sala bastante espaciosa, en el centro había una gran mesa rectangular rodeada por unas elegantes sillas que iban a juego. Unos ventanales dejaban entrar la claridad, haciendo que la sala se sintiera acogedora y cálida. Como en el resto de la cara, allí también había cuadros adornando las paredes, incluso reconocí algunos de pintores famosos.
— Siéntate. — Me dijo, obligándome a dejar de observar mi alrededor y centrarme en ella. Me senté en una de esas sillas que señaló y esperé a que dijera algo mas. — ¿Café o té?
— No hace falta. — Negué con la mano.
— Insisto.
— Café entonces. — La mujer desapareció por la doble puerta de la gran sala y aproveché para inspeccionar un poco más. En el fondo había un largo mueble lleno de objetos de decoración y marcos de fotos. Cogí uno de ellos, era una foto familiar y habría vomitado encima si no fuera porque en ella también salía JungKook. Mirando las fotos por encima una en especifico llamó mi atención. Era Kookie de pequeño, parecía estar jugando en el suelo con unas piedras, su cara sonriente y llena de felicidad te hacía olvidar que había detrás, pero no se podía esconder la verdad, ni siquiera detrás de una sonrisa inocente como la suya.
— Ya estoy aquí. — Sorprendido me giré, viendo a la mujer entrar con una bandeja en la que llevaba un par de tazas y unas pastas. — Esa foto se la hice yo. Tenía cinco años, era su cumpleaños y lo llevé a un parque de aquí cerca. — La mujer sonrió recordando. — Se moría por salir y no podía negarme a esa carita.
Miré la foto una vez más. "Ahora entiendo porque sonreía así"
Dejé la foto en su sitio y me acerqué a la señora que dejaba nuestras tazas en la mesa. — Gracias. — Le agradecí mientras me sentaba de nuevo.
— Éstas son las pastas favoritas de JungKook, pruébalas. — No tenía apetito, pero escuchar el nombre de JungKook me hizo coger una de ellas y probarlas. — ¿Están ricas? — Asentí enérgicamente. — ¿Puedes llevarles a JungKook unas cuantas cuando vuelvas? — Negué.
— No sabe que he venido.
— Oh. — La mujer quedó sentada y dio un pequeño sorbo a su café. — Bueno, te escucho.
— Igual lo que le voy a decir le parecerá fuerte, pero estoy seguro que tanto usted como yo lo deseamos. — Empequeñeció sus ojos intentando captar mis palabras. — Ayúdeme a hacerle pagar por todo lo que ha hecho. — No dijo nada, bajó su vista al café y se quedó así por un largo rato. — Sé que sabe a quien y a que me refiero. Usted pasa aquí todo el día, debe de ver muchas cosas y saber más que nadie.
— Todo el mundo le tiene miedo. — Clavó sus ojos en mí, mostrándome ese miedo del que hablaba, el mismo miedo que veía en JungKook. — Ni te imaginas la influencia que tiene sobre cientos de empresas, los contactos que posee, las tantas personas que tiene comiendo de su mano, por no hablar que el dinero lo compra todo. No le costaría nada deshacerse de las pruebas que consigas.
— Es una persona y como toda persona tiene sus debilidades. No voy a quedarme de brazos cruzados sin hacer nada, mucho menos sabiendo lo que le hace a JungKook.
— Inténtalo, falla y empeorarás la situación de JungKook. — Suspiré harto ya de la actitud que tenían todos con este maldito tema. — Es lo que pienso cada día, porque yo sola no puedo hacer nada. — La miré sin comprender del todo a que se refería. — Ayúdalo. — Agarró con firmeza una de mis manos que tenía apoyada sobre la mesa.
No esperé que su respuesta terminara así, creí que una vez más me intentarían cambiar de opinión, que lo dejara estar, que nada se podía hacer.
— Es lo que quiero. — Clavé mis ojos en nuestras manos. Su tacto provocó que ciertos recuerdos vinieran a mí y tuve que apartarla despacio, no quería ofenderla o hacerle creer que era incómodo, no lo era, simplemente no quería ocupar mi mente con temas que no tenían que ver con JungKook. — Entonces, ¿me ayudará?
— En todo lo que me pidas.
— Bien, déjeme pensar. — Pensar que obtendría esta respuesta no era algo que esperaba y ahora me sentía un poco desubicado. — Papeles. ¿Sabes si se trae a casa documentos?
— Siempre lleva un maletín.
— ¿Podrías ojear los documentos que tenga dentro? — Asintió al momento. — ¿Vienen personas de visita?
— Raras veces. Siempre viene su secretario, no se separa de él. — De repente se me vino a la cabeza aquel tipo acojonado del despacho, debía ser él, seguro. — También hay un señor que solía venir con más frecuencia, pero que lleva años en el extranjero. Aún así mantiene contacto con él, a veces lo escucho llamarlo por su apellido.
— ¿Cuál es?
— Kim. — "Kim..., con la de personas que hay con ese apellido..." — Intentaré obtener el nombre.
— Sería una buena ayuda. — Bebí la mitad del café en un sorbo, tenía la boca seca. — Estoy seguro que si reunimos todo lo que obtengamos podremos conseguir algo. Además, tengo contactos que me ayudarán a buscar fraudes y eso significaría hundir su empresa.
— Espero tengas razón.
Estuvimos hablando un poco más sobre el tema, ella recordaba personas que nos pudieran dar alguna pista o conversaciones que había escuchado. Todo, así fuera lo más tonto servía. La guerra acababa de comenzar y no pensaba presentarme con las manos vacías.
Ambos nos levantamos de las sillas, ya era hora de irme, si ese tío se llegaba a presentar allí lo jodería todo, más aún ahora que conocía mi cara y digamos que no le caía muy bien. La señora puso todo en la bandeja y la seguí devuelta por la casa hasta la salida.
Justo cuando estaba por irme oímos un ruido a nuestras espaldas.
— S-señora. — Una mujer delgada vestida con bata me observaba. No había molestia en ella, simplemente un poco de curiosidad. La demacrada mujer, porque el aspecto que tenía daba realmente pena, tenía unas ojeras inmensas, los ojos apagados y un huesudo dedo que ahora me señalaba, quiso saber quien era. — Es el chico de los repartos. No se preocupe, ahora mismo le llevo su almuerzo.
Simplemente asintió comprendiendo y sin abrir su boca para nada, volvió a desaparecer por una de las habitaciones. La nana de JungKook me dijo que era la madre del pelinegro y mi cara se desencajó al momento.
"¿La madre de JungKook?"
"Pero..., si parecía un muerto en vida..."
Confusión e inseguridad era lo que más me llenaba la cabeza ahora mismo, y aunque quise preguntar no lo hice, ya bastante me estaba metiendo en esa familia y a mí lo único que me importaba era sacar a JungKook de esto, el resto no era de mi incumbencia.
— Espera. — La señora me detuvo antes de bajar los pocos escalones que habían en el exterior de la casa. Algo rápida volvió a entrar y a los pocos minutos salió con un pequeño papel y un número apuntado. — Llama a este número.
— ¿Quién es?
— Es el hermano de JungKook.
— ...
— Pero no le digas nada a JungKook.
— ...
— Él te lo explicará. Al igual que te ayudará en todo.
— No entiendo.
— Tú sólo llámalo. Dile que yo te di el número.
Guardé el número en mi bolsillo. De verdad que esta familia me sorprendía a cada momento, se supone que el hermano estaba desaparecido y ahora resulta que ella mantenía contacto con el chico...
"Agh, no entiendo nada"
Llegué a la escuela después de la hora de almorzar y ni siquiera pude llegar a tiempo para comer, pues la cafetería ya estaba cerrada. Tendría que depender de las dichosas expendedoras.
Cuando llegué a la habitación estaba vacía, pensé que quizás después de almorzar se iría con TaeHyung a su habitación o a alguna de los otros chicos, pero cuando pregunté a TaeHyung éste me contestó que JungKook se quedó en nuestro cuarto.
"Si se había quedado allí..., ¿por qué no estaba?"
[...]
[JungKook]
— ¡JungKook, ¿en qué estabas pensando?!
— Yo sólo quería ayudar a Jimin.
— Como se entere Jimin...
— Pero, no le dirás, ¿verdad?
— ...
— Hyung, déjame ir, he quedado con él dentro de media hora, si llego tarde...
— Me da igual, JungKook, no saldrás de aquí. — Cogió su móvil y tras buscar algo se lo llevó a la oreja. — Llamaré a Jimin.
— ¡No! No, no, no. — Corrí hasta él y le supliqué que colgara. — Por favor, hyung. — Tardé algo en convencerle y antes de que el pelinaranja contestara a su móvil éste colgó.
— Dame una razón más justificada.
Mordí mi labio pensando en qué contestar, o más bien cómo contestar. Mi motivo creo que era lo suficientemente justificado para hacer lo que hacía, pero a ojos de otros era una completa locura.
Había recibido la llamada de B-Bomb, quería su dinero; el cual no tenía, pero eso él no lo sabía. Quizás ir con las manos vacías era un auténtico disparate, porque a saber que podía llegar a hacer. Aún así decidí ir e intentar hacer algún tipo de trato, uno que no fuera verle cada semana.
Cuando estuve a punto de partir YoonGi me pilló arrastrando el famoso cubo de basura que usaba como plataforma para saltar sin usar mis dos manos. Al principio no sabía si correr o saltar rápido e irme, pero lo que hice fue quedarme quieto. Me llenó de preguntas una vez lo tuve cerca, preguntas que no sabía muy bien como responder, porque claro, cómo le decía yo a mi hyung que estaba apunto de escaparme para ir a ver a un maldito delincuente con el cual debía saldar unas deudas; no mías.
Entre balbuceos y las gotas de sudor que caían por mi frente me pilló una vez más. Cogió de mi manga y me arrastró hasta el baño público de mi dormitorio. Allí me obligó a contarle todo y así lo hice, aunque ahora me arrepentía de haberlo hecho.
— Por mi culpa metí a Jimin en un lío. Uno de los chicos que están con él dio conmigo y me hizo saber que si le daba dinero no lo delataría. Iban a ponerle un castigo a Jimin por el descuido que cometió conmigo.
— JungKook, eso ya me lo has dicho..., sigues sin justificarte.
— ¡Quiero ayudarlo! ¿Acaso no es razón suficiente?
— No si tú te estás poniendo en peligro. — Bufé cansado de esta conversación, no llegaría a nada y por si fuera poco llegaría tarde... o mejor dicho, no llegaría.
Me apoyé en el lavabo resignado, mirando una vez más la hora.
"Quince minutos..."
— Puedo ayudarlo, sé que puedo... — Susurré. Pareciera que iba dirigido a él, pero lo cierto es que lo decía para mí.
— ¿A qué hora habías quedado con ese tipo?
— Dentro de quince minutos..., catorce. — Me retracté al ver la hora por décima vez.
— Vamos. — Lo miré sorprendido por lo que acababa de decir. ¿Había dicho "vamos"? — Pero iré contigo.
— No cre...
— O voy contigo o no vas. — Me interrumpió. — Tú decides.
[...]
B-Bomb había esperado más de veinte minutos pasada la hora acordada. Su humor no era muy bueno y mucho menos cuando me vio aparecer con un invitado. Se negó a llevar con nosotros a YoonGi, temía que viera o escuchara más de la cuenta. A mí ya me tenía agarrado por el cuello, pero a él no tenía por donde agarrarlo y llevarlo con nosotros lo único que conseguía era arriesgarse a cometer una imprudencia, justo como Jimin.
— Está bien, quería hablar contigo en privado sobre algo, pero ya veo que tendré que dejarlo para la próxima. — Dijo B-Bomb que no aceptó que YoonGi nos acompañara.
— No habrá un próximo. Él no vendrá más, deja de llamarlo y de pedirle dinero, sé perfectamente que lo que haces es aprovecharte de él. ¿Quién nos asegura que estás manteniendo tu palabra? — Ahora que YoonGi había dicho tal cosa, no se me había ocurrido como asegurarme que estaba haciendo lo que me prometió.
— ¿Crees que si me hubiese ido de la lengua no te habrías enterado ya? Si Jimin se enterara de nuestros asuntos ya te habría montado un buen numerito, ¿no crees? — Tampoco había pensado eso.
— De igual forma, deja al chico. — Sentenció YoonGi con la idea de marcharnos ya.
— No puedo, tenemos un trato. — Fijó sus ojos en mí ahora. — ¿Lo has traído?
— E-eh.., pues verás... — Miré de reojo a YoonGi y éste no quitaba sus ojos de mí. — No he podido reunir el dinero. Te dije que me sería difícil conseguirlo en sólo una semana.
— ¡Eres un puto niño rico, ¿qué tan difícil puede ser?! — Extendió sus brazos sin comprender mi situación, cómo si pertenecer a una familia adinerada lo hiciera todo fácil.
— ¡Eh!, no te pases. — Le advirtió YoonGi. — Santo cielo, no sé como he podido dejar que vinieras aquí. — Masajeó su frente, arrepintiéndose por segundos de haber venido y más aún de traerme.
— Te daré el dinero. Y hay algo que quiero saber. — Ambos chicos me miraron confundidos. — ¿Quién es el que manda?
— ¿Qué? — Dijeron los dos al unísono.
— JungKook, ¿se te fue la pinza? — YoonGi agarró mi muñeca. — Para qué le hago caso a un crío de 16 años... — Tiró de mí con intención de sacarme de aquí.
— Zico. — Dijo el mayor de los tres. — Bueno, es el padre de Zico, pero nadie más que él lo ve.
Detuve a YoonGi al escuchar ese nombre. Zico..., tenía que ser ese tipo... — ¿Puedo hablar con él?
— ¡¡JungKook, basta ya!! — Tiró nuevamente de mí.
— ¡Te daré el doble! — Grité, ya que YoonGi me alejaba del castaño a medida que iba tirando de mí. — Pero si me llevas hasta él.
Una vez más YoonGi fue detenido, pero no por mí, sino por B-Bomb. — Lo haré. — Me dijo, ignorando al peliverde que aún lo tenía agarrado por la ropa. — Y tú, deja que me lo lleve.
— Y una mierda. — Le contestó YoonGi.
Si hubiese tenido más cuidado a la hora de saltar el muro no estaría aquí perdiendo el tiempo. B-Bomb me habría llevado ante Zico y podría hablar con él de algo que se me había ocurrido anoche. La idea era perfecta, quizás un poco arriesgada para mí, pero nada que no pueda solucionar. Tenía lo necesario para conseguir mi objetivo, tan sólo debía hablar con él... y si no fuera por YoonGi ya lo estaría haciendo.
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