24._Tomates
Las empleadas de la casa se iban a las seis. Cuando Dai y Mary llegaron la residencia estaba vacía y en penumbra. Las cortinas de la sala con su color amarillo parecían la débil llama de una vela agitándose con la leve brisa que se colaba en la casa. La lluvia seguía cayendo con suavidad. A ratos el cielo se abría dejando ver la luna redonda y pálida en la oscuridad. Dai dejo su paraguas en la entrada, Mary colgó su impermeable allí también. La mujer llevaba botas y el sonido que hacían producía eco. La visibilidad era buena gracias a los grandes ventanales, por lo que rápidamente pudo ver el piano cerca de la escalera.
-Espero no te moleste- le dijo Dai al notar que ella miraba aquel instrumento.
-No me molesta, me sorprende- le respondió Mary viendolo con extrañeza.
Dai sonrió un poco divertido y caminó hacia el piano invitando a Mary a seguirlo.
-El señor Gabriel, el antecesor al señor Edgar, se sentó delante de un piano como este por cuarenta y dos años- le dijo al llegar junto al instrumento- Todos los días, durante tres horas, tocaba hermosas melodías y yo las oía con atención. Supongo que fue natural aprender- agregó al sentarse y poner sus manos sobre las teclas produciendo un sonido grave y profundo.
Mary se sentó junto a él y tocó una de las teclas causando un sonido claro, cristalino. Dai la miró un instante, después comenzó a hacer sus dedos correr, caminar y trotar por las teclas reproduciendo una melodía que Mary reconoció de inmediato.
-Chopin- murmuró la mujer con un asombro moderado y sin quitar sus ojos de las manos de Dai.
-Era el favorito del señor Gabriel- acotó Dai y continúo tocando mientras el silencio de la noche amplificaba el sonido para el desierto auditorio.
Mary siguió mirando las manos de Dai mientras la música iba penetrando sus oídos sumiendola en una atmósfera ultraterrena. Casi pudo ver los fantasmas de los anteriores amos de Dai en la casa.
-Está en mi naturaleza no añorar algo, no complacerme. Se podría decir que el haber desarrollado un gusto por el sonido de este instrumento es casi un acto de insurgencia de mi parte- le dijo a Mary- Como lo es mi gusto por ti. Tú no estabas y la casa se hizo demasiado silenciosa. Buscando llenar ese vacio recurrí al piano- agregó con un ánimo bastante alegre.
-La soledad no es mala. Nos ayuda a conocernos mejor y conocernos mejor nos ayuda a entender a otros- le dijo Mary- Al menos eso pienso- anadió viendo hacia el techo intentando eludir los ojos de Dai que buscaron la respuesta callada a su declaración.
-Sé como te tienes que estar sintiendo- continúo satisfecho- Yo también estoy confundido- confesó Dai- La razón por la que añoraba la libertad no parece estar a la altura de ello.
-Sí, me pasa lo mismo. Ahora que soy inmortal mis objetivos me parecen demasiado vulgares- le dijo Mary- Casi siento que...
-Debo entregar algo al mundo- dijeron a dúo mientras las notas del piano iban subiendo.
Mary se sonrió al coincidir así con Dai.
-Pero he estado pensando que no debo nada en realidad. Al fin es mi vida nada más y si quiero usar mi inmortalidad para disfrutar, por ejemplo, de los placeres de la vida, debería hacerlo sin sentir esa cuota de...- se interrumpió y guardo silencio.
-No va contigo ese tipo de pensamiento- intervino Dai- Está en tu naturaleza dar un propósito a tus acciones y considerar un desperdicio de esfuerzos hacer algo sólo por hacerlo. Eso no cambia. No importa si eres inmortal o no Mary, tú sigues siendo tú. Aún con el paso de las eras, que sin duda irá moldeando tu plástica, tu escencia permanecerá intacta. Porque esa es la matriz de tu ser.
Así como un tomate azul que tarda más en descomponerse y es más sabroso, en el fondo, sigue siendo un tomate.
-Y tú sigues siendo un ángel.
-Así es- afirmó Dai y finalizó su concierto.
¿Para qué quería ser libre? Se lo preguntaron sus amos desde el principio. La respuesta era tan sencilla que hasta podía sonar absurda, inverosímil. A esas alturas era hasta irrisorio. Quizá más de alguno de sus señores acabo por entenderlo al fin, pero Mary lo comprendió más rápido que cualquiera. Estaba seguro de eso.
-Estoy feliz de que hayas regresado- confesó Dai.
-En realidad, nunca me fuí- le respondió Mary y luego guardo silencio para fijar sus ojos en los de él- Además del piano ¿Qué otra cosa te gusta?- le preguntó sonriendo.
Dai levantó ambas cejas y apretó un poco la boca. Se llevó la mano a la barbilla, medito un momento y respondió:
-La época estival.
-Tambien a mí. Siento que es un punto de transición.
-Lo es.
-Claro... Para el clima, la vegetación y eso, pero pienso que también lo es para el espíritu. No somos los mismos en invierno que en verano.
Mary comenzó a explicar sus ideas y Dai siguió tocando el piano, dando su impresión de vez en cuando. Ahí los encontró el día y en la cama la tarde. Mary durmió gran parte del día, después de esa charla que abrió un canal muy amplio de comunicación entre los dos. Por primera vez estaban hablando con el afán de mostrarse, de conocerse.
Los días continuaron su avance. Las cosas iban muy bien en todos los sentidos. El pueblo se preparaba para el festival y algunas personas empezaron a llegar al pueblo. Entre ellas Kibito-Shin, pero no lo hizo solo. Lo acompañaba una mujer de su edad, muy bonita que dió de casualidad, tropezó con Mary un día que está fue a la alcaldía. La muchacha se disculpó y ocurrió ese encuentro que estremeció a Mary. Había pasado un año y pico desde su partida, pero ella sintió que apenas hace unos días lo había dejado de ver, aún así su corazón no brinco de alegría sino de sorpresa. Rápidamente se pobló de nostalgia e hizo a la mujer decir:
-Me alegro que estes bien.
Esa frase terminó con todo. El sentimiento por Kibito-Shin estaba apenas naciendo cuando, él se fue. Pudo ser algo significativo, pero no hubo tiempo para descubrirlo y el corazón de Mary terminó por volverlo un gentil recuerdo al borde del olvido. La razón por la que se fue tuvo que ver con la misma por la que regreso, un asunto legal de carácter privado, pero ligado a su trabajo como contador. A Mary ya no le importaba en realidad y corroborar eso, fue de mucho agrado para Dai que miró aquel encuentro desde su cetro. No lo hacía con motivos celosos o controladores. Estaba habituado a observar de ese modo y sabía que a ella no le molestaba en realidad.
Unos días después, Mary veía como cargaban las cajas de sus tomates para el festival, con una sensación de molestia. La celebración duro tres días y ese era el último. Estaba dando la orden de partir cuando una de las empleadas le dió un pequeño paquete que llegó por correo. Dai estaba cerca por lo que se acercó a ver que recibió su esposa.
-Es de mi madre- le señaló Mary mientras desenvolvía el obsequio. Con sorpresa descubrió un libro- Esto es para tí- le dijo Mary a Dai, al darle el libro.
-El arte del erotismo. Todo lo que hay que saber para complacer a...- Dai interrumpió su lectura en ese punto y cerró los ojos.
-No te enfades conmigo. Es mi madre la que cree que eres frigido- le pidió Mary.
-Entiendo ¿Y tú qué piensas?- le preguntó Dai.
- Ah, mira ya es hora de irnos- exclamó la muchacha y fue hacia su motocicleta.
-Mary, responde la pregunta por favor- insistió Dai.
-¿Quieres que te lleve o te vas en el automóvil?
-Estas de acuerdo con tu madre- suspiro Dai, pero para entonces Mary ya se había puesto el casco.
Montarse en una motocicleta era nuevo para Dai, pero le resultó bastante agradable. Tal como se los sugirieron fueron con ropa cómoda y es que el final del evento concluiría con una versión local de la Tomatina. Un evento en que los asistentes se arrojaban tomates como en una guerra de comida.
-Esto es un desperdicio- comentó Mary mientras veía sus preciosos tomates convertirse en proyectiles.
-No seas tan estricta, querida- le respondió Dai.
Mary no contestó y cruzó los brazos sobre su pecho mientras torcia la boca con un aire infantil. Esa actitud lo hizo recordar algo muy lejano. Un rostro borroso que apareció en sus pensamientos tan rápido como voló un tomate por encima de su hombro. Sacudió un poco la cabeza y atrapó uno de los tomates con su mano. Ellos estaban a una distancia considerable del entusiasta grupo de personas, que desató una batalla campal en aquella plaza. Con una expresión un poco traviesa miró a Mary a su lado y justo cuando ella volteó hacia él, le arrojó el tomate casi a la altura del hombro.
-Yo no soy frigido- le dijo devolviendo su mano a su espalda.
Mary lo miró como si fuera a cortarle la garganta y tomó los restos de tomates de su ropa para arrojarlo la cara a de Dai, pero este lo evadió moviendo la cabeza a un costado.
-Cretino- murmuró la muchacha y levantó un tomate del suelo para intentar darle otra vez. No pudo y como si estuviera jugando, Dai comenzó a trotar hacia atrás esquivando los tomates que Mary intentaba reventar contra él y los que otros participantes arrojaban a diestra y siniestra.
-Quedate quieto cake topper- le exigió Mary.
-No- fue la única respuesta que salió de la boca de Dai, que parecía un ciervo brincando por el bosque en aquel campo de batalla.
Se detuvo cuando, Mary se quedó de pie recibiendo más de un duro impacto. Tenía la mirada del estratega que está a punto de soltar su mejor plan y Dai tenía los ojos de quién se siente intocable.
-¡Daré un billete de diez a todo el que golpe a Dai con un tomate!- gritó Mary, a todo pulmón, logrando captar captar la atención de los más cercanos.
Dai se vio rodeado e imposibilitado de realizar una rápida huida o poder evadir el ataque sin dejar en evidencia sus poderes. Con una expresión apática hizo una X con los brazos frente a su rostro y espero. En menos de un minuto Dai acabo cubierto de puré de tomate. La gente rápidamente se olvidó de él y Mary se acercó entonces.
-Eso fue muy astuto- le dijo Dai, quitándose un poco de tomate de detrás de las orejas.
Mary no le respondió, pero verlo así no le resultó tan cómico como esperó. Se inclinó un poco para verlo a los ojos y le ofreció un pañuelo.
-Tú empezaste- le dijo al darle un beso sutil en los labios. Curiosamente eso pareció ser más embarazoso para él que parecer un plato de espaguetis.
A la distancia y viendo la guerra de tomates con cierto desprecio, estaban Bills y Whiss. El primero miraba a la mujer que terminó por dar un beso más intenso a su esposo.
-No es correcto espiar así a una mujer casada- le dijo Whiss y él gruñó- No me diga que en realidad estaba interesado en ella, señor Bills. Eso sería muy triste.
-Por supuesto que no. Es ese sujeto el que no me agrada.
-Entiendo. Entonces fue la amenaza que recibo de parte del señor Dai lo que hizo que despreciará a esa mujer...
Bills se dió la vuelta y se alejó hacia el automóvil. Whiss se adelantó para abrirle la puerta y luego subir al asiento del conductor.
-Oye Whiss... ¿Es cierto eso que un ángel no puede reconocer a otro aquí en la Tierra?- le preguntó con bastante interés.
-Así es. Así tuviera a uno de mis hermanos o a mi padre enfrente de mí, no podría saberlo. Así también la persona que hizo un trato con nosotros esta condenada a no hacerlo. Tampoco podrá entrar al cielo o al infierno- le explicó Whiss- Es por eso que para nosotros, ofrecer la inmortalidad es un acto de misericordia...
Bills miró los dos ojos de su asistente a través del lente retrovisor y le señaló partir.
Esa noche después de darse un largo baño para quitarse los restos de tomate, Mary se secaba el cabello sentada en la orilla de la cama. Con cierta rareza veía a Dai abotonar la camisa para dormir que se había puesto. Era extraño porque él solía aparecer vestido para cualquier ocasión en un parpadeo. No le dijo nada y se metió en la cama para dormir. Él hizo lo mismo del otro lado, pero rápidamente acabó siendo abrazado por ella que descanso su rostro en su pecho.
-¿Te molesta si dejó la luz encendida? Leeré el didáctico material de lectura que me envió tu madre.
-Que irritante eres. No tienes que hacer eso.
-Pero quiero hacerl- le respondió-Leer el libro- aclaró.
-Esta bien, yo también quiero hacerlo...No me refiero al libro- le contestó Mary y lo tomó de la barbilla para darle un beso- En serio me gustas, Dai.
No mintió. Siempre se lo dijo en realidad. Sucedía que le costaba verlo como a un hombre. Pero entendió que no tenía que hacer tal cosa. Su deseo de algo improbable se cumplió de una manera inesperada.
En cuanto a Dai estaba satisfecho también, después de todo lo único que quería era disfrutar la vida en buena compañía. Y esa noche fue el portal a ello. La primera vez que estuvo con Mary guardo mucho recato para no hacer el evento algo incómodo, pero en esa oportunidad no reprimió nada pues si estaba en sintonía con ella y pudo mostrar que también escondía pasiones. Fuegos helados, pero que como la nieve también quemaban.
Por la mañana, al abrir las cortinas y recibir el sol en su rostro, sonreía feliz. El mundo estaba lleno de posibilidades.
-¿Dónde quieres comer hoy, querida?- le preguntó a Mary cuando notó ella estaba despertando.
-En la cima de la pirámide de Guiza- le contestó la muchacha.
-Eso será todo un escándalo- le respondió Dai.
-En la luna entonces- sugirió Mary con una agradable sonrisa que él respondió del mismo modo.
Fin.
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