22._Explosion
-¿Y cómo va tu matrimonio? ¿Tu marido se porta bien?- le preguntó su madre apenas Mary contestó el teléfono.
-Bueno...- murmuró la muchacha que miraba a Dai en el patio, por la ventana- Hay días en que estoy a gusto en su compañía, que en verdad siento que algo de cariño le tengo. Por la convivencia más que cualquier otra cosa...
-Eso es bueno. Los matrimonios por conveniencia no siempre son malos- le contestó su madre.
-Pero hay otros días en que lo único que quiero es tomarlo por ese pequeño y delgado cuello que tiene y ver como poco a poco va dejando de respirar- continúo Mary, pero con una voz que no hizo sino dar más credibilidad a sus oscuras intenciones.
-Eso también es bueno, linda- le dijo su madre- Los matrimonios son así. Uno siempre quiere medio matar a su marido...
-¿Y tú cómo sabes? Nunca te casaste Mimi.
-¿Qué no aprendiste nada de tus abuelos?
-Ah... sí. Mi abuela me dijo una vez que le dió laxante a los amigos de mi abuelo, para que ya no volvieran por ahí- le contó Mary y siguió hablando de cosas irrelevantes hasta que le hizo una pregunta- Oye, Mimi ¿Qué harías si un día descubrirás que eres inmortal?
Dai estaba en el patio hablandado con Bardock. Las últimas dos semanas había estado bastante ocupado, pero no lo suficiente como para ignorar a su esposa que se había recluido en su casa en el pueblo. Ese día estaba ahí por cosas de trabajo nada más. Pronto se iría y él no la vería hasta la noche, cuando llegaba a acostarse junto a ella para protegerla de las Cuerdas. Mary prácticamente no le hablaba, ni siquiera lo miraba y evitaba todo contacto con él. No era lo que Dai quería, pero sabía que no era buena idea presionarla. Cuando la vio ir hacia él, una vez el capataz se alejó, la saludo y sonrió como de costumbre. Ella respondió, sin embargo, su habitual ánimo no estaba. Se sentía cansada y triste.
-Bardock fue padre hace poco- le dijo la mujer- Dale un dinero extra este mes y has lo mismo con todos los empleados que tengan contrato... Si estás de acuerdo, claro.
-Me parece una buena idea- respondió Dai al recibir la carpeta que ella había estado revisando- Te vez un tanto fatigada ¿Necesitas algo? Estoy un poco preocupado por tí.
Mary se sonrió con desprecio por esa declaración y sin responder se alejó para ir por su motocicleta y volver al pueblo. Dai la miró irse con una expresión algo apática. Desde luego entendía lo que ella debía estar pasando, pero no tenía idea de como debía sentirse exactamente, aún enfrentado una situación semejante.
Mary se sentía inhumana y absolutamente sola. No había visto morir a nadie que amara, pero sentía como si lo hubiera hecho. Es que ver morir a su madre, a sus tíos, sus hermanos era algo natural. Pero hacerlo siendo ella, la misma que era en ese momento, pero treinta o cuarenta años después, no lo era. De pronto estaba estancada. El tiempo parecía ir más lento para Mary. Como en esa calle en la que conducía a toda velocidad. Ella parecía estar quieta, mientras el paisaje a su alrededor parecía moverse rápidamente. Era una sensación desagradable. A ratos su corazón latía tan rápido que parecía iba a escapar de su pecho. Quería llorar, quería gritar y sin embargo, sólo aumentaba su desesperación, la sensación de que se estaba ahogando en un estanque con la superficie cubierta. Al fin colopso aquella mañana y después de un brusco frenar, bajó de la motocicleta y gritó con todas sus fuerzas a orilla del camino. Fue un grito fuerte, que nació de sus entrañas y lastimó su garganta. Logró soltar un poco de tensión si, pero no logró sentirse mejor. Todo le daba vueltas. Todo era tan diferente. Nada lo percibía igual.
-Oye ¿Tienes problemas con esa máquina?- le preguntó una voz masculina que la hizo voltear atrás y aún constado.
El sujeto iba vestido de negro, llevaba puesta una biker y el casco escondía su rostro, pero debajo de el se podía percibir una fuerte mirada.
-Estoy bien- respondió Mary- ¿A dónde vas?- preguntó después, con una sonrisa amplía.
El tipo se llamaba Black e iba viajando al sur. Mary lo invitó a su casa, en el pueblo, para compartir unas cervezas. Ella prefería no beber, pero quería interactuar con alguien y ese sujeto que desbordaba rencor y despecho por los ojos se le hizo buena compañía, por alguna razón. El tipo hablaba poco, pero una vez se sintió cómodo abrió una conversación interesante, pese a que sus intenciones pasaban por una motivación muy apartada del tema de la plática. Después de un par de horas, varias latas de cerveza y una pizza, las cosas fueron llendo en una sola dirección de parte de ambos, pero entonces Mary le hizo una pregunta insólita dentro de la situación.
-Sí un día descubrieras que eres inmortal ¿Qué harías?
Black arqueó una ceja y tras una breve meditación le dió su respuesta, al terminó de la cual le preguntó dónde ella dormía.
-En la alcoba, conmigo- le respondió Dai que apareció detrás del sofá, en aquella pequeña sala.
Mary dió un pequeño grito y se levantó del sofá casi de un salto.
-¿Tú qué demonios haces aquí?- le preguntó la mujer una vez se recuperó de la impresión.
-Vine a dormir- le contestó Dai, pero lo hizo mirando directamente a Black.
Lo que vino después fue un intercambio de palabras afiladas que dejó sólo un lesionado, que abandonó la casa y se alejó en su motocicleta. Claro que eso no terminó con el lío que se desató en el interior del edificio.
-¿A dormir?- exclamó Mary que estaba sentada, de brazos y piernas cruzadas, sobre el sofá- Creí que habías dicho que podía vivir como yo quisiera.
-Te recuerdo que habíamos acordado que esperarías un año antes de buscar... Estás experiencias- le respondió Dai y no se veía feliz.
-No iba a dormir con él, si es lo que estabas pensando. Y si lo hacía ¿Qué? Por si lo olvidaste, tú me volviste inmortal ¿Tienes idea de cómo me siento al respecto?
-Debe sentirse muy similar a que un ángel sea reducido a un simple sirviente.
-¡Ah! Esto se trata de emparejar las cosas- exclamó la mujer poniéndose de pie para alcanzar a Dai y tomarlo por la ropa.
Él no le impidió que lo hiciera. Ni siquiera se movió y cuando el puño de la mujer se hundió en su cara, tampoco mostró estar afectado por ello. Esa falta de reacción no hacia otra cosa que exitar todavía más la rabia que Mary tenía dentro, la que ella descargo sin piedad sobre Dai. Terminó por derribarlo sobre el piso donde le dió un par de golpes más, sin embargo, sus puños perdían fuerza rumbo al rostro de Dai, quién ni siquiera saco las manos de detrás de su espalda, pese a que estaba tendido sobre ellas.
-Te odio- le dijo Mary tantas veces como fue capaz de pronunciar esa frase.
-Me recuerdas mucho a Willam- le dijo Dai una vez ella empezó a llorar y esas lágrimas calientes y saladas cayeron sobre su rostro- Él era muy parecido a tí. Inteligente, pero demasiado visceral. Su nombre es una composición de dos palabras. La primera tiene relación con la pasión, el amor y el deseo, la segunda tenía que ver con protección. Así que William es algo así como: voluntarioso protector y eso fue en lo que su antepasado de convirtió o al menos así lo vio él.
Aquellas palabras calmaron un poco a la muchacha, que se quedó sentada sobre él, intento recuperarse de esa violenta exaltación.
-Yo le pedí quedarme y él se asustó por eso. Debió creer que mis intenciones para ello eran perversas y no estando seguro de ser capaz de regresarme, pacto el trato de servidumbre a su sangre: "hasta que la última gota de mi sangre se extinga, tú le servirás". Eso dijo e ingenuamente estuve de acuerdo. Los humanos tienden a no esperar nada bueno de los demás. Su naturaleza es recelosa y lo comprendo después de vivir entre ustedes...
Mary se seco las lágrimas con las manga de la camisa y apoyo las manos a los costados de la cabeza de Dai cuya boca y mejilla mostraban signos de los golpes recibidos. Ella quería lastimarlo y él le permitió hacerlo para que pudiera desahogarse. Sabía que los enojos de Mary duraban poco, pero que eran como un volcán haciendo erupción. Había estado acumulando tensión, estalló y en ese momento recuperaba la calma y solidez de siempre.
-Yo si creo que no quieres hacer nada malo con este mundo- le dijo Mary después de un rato y con la voz sollozante- Tampoco pienso que te interese gobernar . Es que si quieres ser libre... Echarte responsabilidad a cuestas no es una buena idea.
Dai sonrió y tomó las lágrimas que colgaban de la barbilla de Mary.
-Que bueno lo comprendas.
Mary se parto de él y le tendió la mano para ayudarlo a levantarse. Dai la sujetó y una vez de pie se peino el cabello con la mano para recuperar su peinado.
-Lamento haberte golpeado, aunque te mereces unos buenos...- decía la muchacha, pero se interrumpió, suspiro y terminó por secarse el rostro con su camiseta.
-Sé que tomará tiempo asimilar este cambio, pero los humanos son muy adaptables- le dijo viendo con cierto disgusto la cartera de Black que quedó sobre el sofá.
-Hay cosas a los que no creo podamos acostumbrarnos- le dijo Mary- Siempre me tomé las cosas con calma, ahora siento que el tiempo me sobra y que mis sueños y objetivos son insignificantes considerando mi nueva condición. Estoy sola. Totalmente sola. No hay nadie con quien compartir esto... yo no...
-En la ficción siempre muestran está crisis existencial, de los que logran la inmortalidad, al final de sus existencias o cuando ya han vivido mucho tiempo- señaló Dai- Tú la vives al principio...
Mary lo miró un poco molesta mientras lo veía mover la mano derecha, para poner todo ese sitio en orden. Dai observó las plantas en la sala, el pasillo y la cocina. Mary había enviado a poner unas ventanas grandes en forma de arco. También quitó una pared para hacer más espacio. El lugar olía a hierva buena y lavanda.
-Es un lugar muy bonito- comentó. Era la primera vez que entraba ahí.
-Gracias- le respondió Mary y después se quedó pensando- Por cierto ¿A qué viniste exactamente?
Dai, que había dado unos pasos a la cocina, se giró hacia ella y se le quedó viendo con una expresión un tanto ingenua.
-Y otra cosa ¿Qué dijimos de estarme espiando?
- Que lo hiciera cuando fuera necesario. Hoy fue necesario- le respondió.
-¿Necesario? No iba a dormir con él ni nada.
-Metiste a un extraño a esta casa. Tu espacio reservado- le dijo y hubo un tano de reproche en esa declaración.
-Necesito contacto humano y dadas las circunstancias, creo es mejor no tenga demasiada conexión con ellos.
-No hace falta que tengas una conducta tan temeraria. Y no te vendría mal ser más selectiva respecto a...
-Oye, que tú y yo tengamos estos contratos de por medio y que nos hayamos casado, no nos convierte en una pareja ni nada por el estilo. No tengo porque estarte dando explicaciones de lo que hago...
Dai soltó un suspiro y cerró los párpados apretandolos un poco.
-Pensé que estabas ignorando esto de manera conciente- dijo como hablando con si mismo- Me equivoque. De manera que lo diré de la forma más sencilla y directa posible... Mary- decía, pero se interrumpió porque en serio no le agradaba tener que expresarse de manera tan vulgar- No quiero estés con nadie más. Quiero que estés solo conmigo.
Mary arqueó una ceja. Fue incómodo. Demasiado incómodo. Se quedó callada un rato. Miró por la ventana, miró a la pared y luego dijo:
- Lo de hace rato fue una escena de celos.
-Yo no la llamaría así.
-Ajá- murmuró la muchacha y se sentó en el brazo del sofá.
-Crei que había quedado claro. Lo he manifestado en varias ocasiones- continúo Dai.
-Sí, pero...
-No lo crees- la interrumpió Dai- Vaya, que decepción. Me pensaba correspondido.
Mary lo miró sin saber que decir. La verdad es que sí bien le quedó claro tenía dudas respecto a la veracidad de aquello. También pasó que se concentró demasiado en su inmortalidad. Al fin era una mujer nada más y estar en medio de tantas cosas extraordinarias la tenían bastante aturdida.
-¿Te quedas a cenar?- preguntó de manera un poco torpe.
No se le ocurrió que más decir. Seguía demasiado confundida, pero de algún modo tenía que empezar a digerir las cosas. Comenzar por su revuelto corazón no era un mal inicio. Al fin y al cabo que apartando la circunstancias y su idea del síndrome de Estocolmo, Dai así como él era le gustaba bastante.
-Como rechazar tan encantadora invitación- le respondió Dai y Mary le dijo que podía esperar ahí o en el jardín de atrás mientras ella cocinaba.
-Aunque primero déjame curarte eso- señaló la mujer y lo tomó de la mano para llevarlo al baño, donde tenía el botiquín.
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