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17._Preparativos


De ese ramito de flores que Kibito-Shin le dió, Mary guardo una flor en un libro. Esa mañana, la mujer, contemplaba aquel recuerdo descolorido y seco entre las páginas manchadas.

Cuando Mary salió con Bills, lo hizo para poner a prueba a Dai. Esa jornada corroboro que su mayordomo no permitiría que ningún hombre se le acercará, mientras no se casará con él. Era cosa de tiempo y ella acabaría claudicando ¿Para qué postergar lo inevitable? Sin embargo, dejar a Dai suelto en el mundo se le hacia algo muy irresponsable. Y si bien Mary no se consideraba la persona más generosa o altruista, le resultaba incómodo llegar a ser responsable de lo que esa criatura pudiera hacer en plena libertad. De ahí que sacará de la manga un contrato prenupcial con una cláusula que resguardaba su dominio sobre el ángel ,sin embargo, bien sabía que esa norma no garantizaba nada. Dai era capaz de darle la vuelta. En el fondo, Mary siempre sintió que era él quién tenía el control y que simplemente, Dai se estaba ciñendo a las reglas que aceptó casi como si estuviera jugando. Era absurdo suponer que un simple mortal pudiera tener dominio sobre un ser de tan magno poder. Casarse con Dai era la forma en que Mary también esperaba recuperar su libertad. Al cerrar el libro, miró el anillo en su mano y suspiro con resignación.

Era invierno y hacia bastante frío, aún así Mary quería montar a Pendragon y pasear por el campo. Cuando llegó a la sala se encontró con Dai mirando por la ventana. A veces hacia eso. Se quedaba parado viendo hacia fuera, como soñando despierto.

-El caballo está listo- le dijo- ¿Volverá para el almuerzo?

Mary se quedó callada. Cada día que pasaba él iba entrando en ella un poco más. A ratos parecía estar leyendo sus pensamientos.

-No lo sé- le respondió.

-Entiendo. Haré un estofado. El clima es perfecto para ese tipo de comidas ¿No lo cree así?

-Sí, es verdad...

-Por cierto ¿Tiene fecha para la boda?-le preguntó girandose a ella por completo.

-Dentro de un mes- le respondió Mary- Si pudieras conseguir que fuera un día terminado en siete...  Sería ideal.

-¿Siete? ¿Por qué el número siete?

-Es mi número favorito- le respondió Mary- El séptimo arcano de las cartas del tarot es el carro y me gusta esa carta. Siete son los pecados capitales, siete son los días de la semana. Y tres siete son buena suerte. Setecientos setenta y siete, es el mejor número de todos- le explicó de manera simpática, antes de ir hacia la puerta.

-Siete fue el día que me bajaron a este mundo- le dijo Dai- El hombre que lo hizo nació un siete de julio y falleció un siete a las siete de la mañana. Usted nació un día con siete también ¿Me equivoco?

-Asi es. Mi padre nació también un día...- Mary se interrumpió en ese momento.

Nunca se lo comento a nadie, pero muchas cosas importantes sucedieron un día terminado en siete. Muchos miembros de su familia nacieron un día con siete. No habló al respecto en ese momento y se marchó.

Mary cabalgó por horas por el campo y más allá. Llegó al río y se quedó en su orilla un largo rato, arrojando piedras. No tenía nada que atender esa jornada. Todo se estaba moviendo sin que ella tuviera que supervisar nada. Sus negocios avanzaban tan eficientemente que la aterraba. Por supuesto aquello era gracias a su mayordomo. Él podía encargarse de absolutamente todo sin mover más que una mano ¿Qué pasaría después del matrimonio? ¿Cuánto cambiarían las cosas? ¿Podría ella volver a su vida sencilla y tranquila de antes? Esas eran las dudas que Mary no lograba responder. Después de unas horas montó su caballo de nieve y se fue al pueblo para comer algo. Dai cocinaba muy bien, pero el sabor de sus comidas la tenía cansada. Dejó al animal atado a un poste junto a una carreta del mercado y comenzó a caminar por ahí. En el pueblo habían unas tiendas de ropa y en una de ellas se excibia un vestido de novia. Mary lo miró con desdén. Nunca en su vida pensó en casarse. Menos en la forma en que lo estaba haciendo. Siguió caminando y llegó a la casa del que fue su contador. Estaba a la venta. Una vecina tenía las llaves y le permitió ver el inmueble después de que la muchacha le dijo que estaba interesada en la propiedad.

La casa era pequeña. Tenía una sala, la cocina y un baño estrecho en el primer piso. Dos pequeños cuartos arriba. El que uso Kibito-Shin todavía tenía su tenue aroma. Los muebles estaban cubiertos por sábanas, pero Mary pudo abrir el ropero y descubrir algunos trajes de él todavía ahí.

-Pensé que el joven volvería por ellos, por eso no los tire- le explicó la vecina.

-¿Le importaría traerme un vaso con agua?-le pidió Mary para deshacerse de la señora, el tiempo suficiente para apoderarse de un pañuelo en uno de los trajes.

Después de un rato dejó la casa, prometiendo que sería suya en unas semanas. Realmente esperaba poder comprar ese inmueble que tenía un hermoso jardín trasero. Le hubiera gustado poder vivir allí.

Cuando volvió a la casa, Dai la miró en silencio y ella lo supo. La había estado observando. Nada ganaba con enojarse. Sencillamente no podía evitar que él lo hiciera, además en ocasiones resultaba útil.

-¿Pasará al comedor o se lo llevó a su cuarto?

-Ire al comedor- le respondió Mary y subió rápido las escaleras.

El ánimo de la mujer estaba muy decaído, Dai lo venía notando hace varios días.

Unos días después Mary despertó temprano a raíz de un fuerte estruendo. Cuando se asomó por la ventana, descubrió que algunos hombres estaban metiendo partes de una enorme estructura en la propiedad y no recordaba haber solicitado nada así, por lo que bajó a ver qué estaba sucediendo. Fue interseptada por Dai quien le cambió el pijama por un atuendo de acuerdo al clima, mientras le explicaba que aquello hacia parte de la tienda de gala en la que se celebraría la boda.

-Pensé que sería mejor que fuese yo quien se encargara de los detalles- terminó de decir, al llegar a la puerta de la casa.

-Sí, la verdad es que prefiero que así sea- confirmo Mary- ¿Tienes algún problema con las cláusulas?

-Hay dos de ellas... con las que tengo inconvenientes- le respondió con honestidad- La primera cláusula es imposible de cumplir.

-¿Y eso por qué?-le interrogó Mary frunciendo el entrecejo.

-Porque la ceremonia que me convertirá auténticamente en su esposo es la religiosa- le explicó de manera fría- Debo convertirme en su hombre ante los ojos de...-le indicó señalando con su dedo índice hacia arriba.

-Eso quiere decir que la noche de bodas es obligatoria.

-Me temo que sí- le respondió-
Pero sólo ocurrirá una vez- le dijo con una sonrisa amable- Entiendo que no quiera hacerlo. Créame que sé muy bien lo desagradable y repulsivo que puede ser, hacer algo así contra su voluntad, mas para usted y para mí, ese evento, será una simple inversión.

Mary guardo silencio y el le regaló una sonrisa amable para confortarla.

-¿Y cuál es la otra cláusula con la que tienes problemas?-le preguntó la mujer.

-La última.

-Es por seguridad.

-Jamás haré algo contra usted- le señaló Dai.

-Por la seguridad del mundo.

Dai lució un poco sorprendido ante esa declaración.

-No haré nada en contra de este mundo, Mary- le dijo y se escuchó honesto- Quiero mi libertad y de destruir este mundo la perdería. De tomar control sobre el, llamaría la atención sobre mí y no quiero eso.

-¿Qué pasará cuando yo muera?

-Heredare esta tierra y ya nunca más obedecere a nadie- le respondió viéndola a los ojos.

-Eso quiere decir que no puedo tener hijos.

-¿Creí que no le gustaban los niños?

-Todo cambia, Dai- le contestó Mary- ¿No sientes remordimiento por moldear así mi vida? ¿No te molesta, aunque sea un poco, hacer conmigo lo que han hecho contigo?

- Su sangre me condenó a esta vida. Es justo que su sangre me libere- le respondió Dai, logrando afligir a la mujer.

-La última cláusula no se sufrirá modificaciones- exclamó Mary en represalia e intento alejarse, pero Dai apareció delante de ella.

Mary estaba consternada, pero no podía odiar a Dai. Cuando él levantó la mano para ofrecerle un pañuelo, las lágrimas de la mujer cayeron con abundancia.

-No lloré por favor. No quiero verla sufrir. Estoy muy agradecido con usted y procuraré que tenga una buena vida, se lo prometo. La casa del contador es bonita en verdad- le comentó y luego se disculpó por dejarla, pero tenía cosas que atender.

Mary lo había adivinado. Nada de lo que él le dijo ese día fue una sorpresa para ella. Pero oírlo así de destempleado la ayudo a liberar tensión. Después de unos minutos secó sus lágrimas y se montó en su motocicleta para ir al pueblo. Ella también tenía que prepararse para la boda.

Unos días después, medio pueblo estaba invitado a la ceremonia. Todo el mundo comentaba que la mujer se casaba con su mayordomo. Aquello no estaba muy bien visto y si bien esa elección de marido despertó toda clase de comentarios, nadie quería perderse ese evento, que de boca en boca se fue agrandando al punto de que se decía de que iría la prensa. Eso no iba a ocurrir desde luego. El problema de que el rumor se expandiera de forma tan amorfa es que la reputación de Mary, ante los grandes empresarios y futuros inversionistas, no quedaba bien. Y es que casarse con un empleado tan vulgar era una absoluta extravagancia, sin embargo, qué podía esperarse de una mujer que vendía tomates azules. Por supuesto a Mary nada podía importarle menos que un montón de chismes. Al final don dinero podía callar a todos y ella le pidió a Dai que la fiesta fuera ostentosa y elegante. Incluso puso una condición a sus invitados para poder entrar: todos debían vestir de azul.

Tres días antes de la ceremonia la estructura hecha para la fiesta estaba alzada. Sólo quedaban los detalles más delicados de la decoración. El banquete se encargó al restaurante de Bills y el menú incluía sus productos desde luego.

Aquello mañana Mary miraba el vestido de novia que encargó en la ciudad. Iba a probar como le quedaba, mas alguien tocó a la puerta de su cuarto y al girarse se encontró con su madre que no se veía nada feliz.

-Así que te vas a casar- le dijo dejando un paquete alargado junto a la puerta.

-Así es.

-¿Con el mayordomo?

-¿Por qué te sorprende? Te dije que estaba durmiendo con él- le contestó Mary.

-Sí, pero pensé que te aburririas rápido. Es que basta con mirarlo para saber que bueno en la cama no es. Apostaría que es como un hombre casado- declaró la mujer sacando una sonrisa a su hija.

-¿Y eso cómo sería?

-Predecible. Un tipo con una rutina demasiado bien ensayada para innovar e interesado sólo en su comodidad.

-Se oye fatal- río Mary- Eso que tienes ahí ¿Es lo que te pedí?

-Sí. Y me costó muchísimo encontrarlo y pagar por el fue doloroso.

-Te devolveré el dinero.

-Lo sé ¿Y tu futuro marido dónde está? ¿Sabe que te casarás con un vestido en ese color...tan especial?

-Lo sabe- afirmó la muchacha con una sonrisa divertida.

-¿Y qué opina?

-Aun nada. En cualquier caso él sólo tiene que acatar mis ordenes- le respondió Mary de una forma fría.

-No estás enamorada. Aún así te casas con él ¿Por qué? No me lo has querido decir, pero tú tienes un motivo para todo. Así que allá tú, linda-le dijo su madre tomando el vestido.

-¿Alguien más vendrá?

-Tu abuela, tu hermana, tus otros hermanos, tus tíos y varios primos. Será una reunión familiar-le respondió la mujer y luego abrazo a su hija- Me hace tan feliz que te cases, siempre creí que acabarías siendo una solterona.

-Ya suéltame Mimi.

-Pero es que...¡Mi pequeña se va a casar! Pronto seré abuela y soy muy joven para eso.

-Él es estéril...

-¿En serio? Pero que bien los escoges, linda- se lamentó la mujer.

Dai estaba observando y oyendo todo a través  de una de sus esferas.

-Yo si puedo tener hijos- murmuró un tanto ofendido- apartó la burbuja de cristal que sostenía para ver otra que flotaba a su lado- Espero le guste mi regalo de bodas, Mary- dijo en voz baja y sonriendo de una forma un tanto dulce.
















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